José Muñoz San Román

Paz de aldea

   Al caer de la tarde, está la fresco sentada,
de la casa a la puerta, la familia tranquila...,
tiende la buena madre hacia el sol la mirada,
y del corral baldío llega en eco de esquila.

   El cura, por el porche de la iglesia pasea,
y con besos, los niños le acarician las manos,
limpias como la luna que a la noche blanquea
las copas de los árboles en los montes lejanos.

   Los segadores vuelven con los cuerpos transidos,
las piaras retornan con correr presuroso,
y con el sol se muere la luz del claro día...

   Los pájaros revuelan en torno de sus nidos,
y al sonar la campana del «Angelus» glorioso,
todos los labios rezan: «Dios te salve, María.»

José Muñoz San Román



Soneto

   Sobre un rojo tapiz de terciopelo
se nos muestra su carne lacerada,
así como de nardo inmaculada,
entre claveles, del jardín del cielo.

   En su capilla, triste y silenciosa,
un fulgor misterioso lo ilumina,
como si un sol de invierno que declina
le llegase a besar la faz gloriosa.

   De Montañés, el genio poderoso,
dio vida a este portento y hermosura,
para honor de las artes de Sevilla...

   Poniéndole en el rostro milagroso;
tal humano semblante de amargura,
que el ánimo nos pasma y maravilla.

José Muñoz San Román


































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