Juan Rodríguez de Cifuentes

Las siete afortunadas islas bellas
donde Marte y Amor tienen su asiento,
salen surcando el líquido elemento,
acompañadas de dos mil estrellas;

   y de aquel ámbar-gris que en todas ellas
cría el Divino Autor del firmamento,
llega el suave olor que lleva el viento,
por donde se conocen que son bellas.

   Llegan adonde vive el que las loa;
y como a hijo dulce y regalado
le puso cada cual su laureola;

   y así quedó Silvestre de Balboa
de estas siete diademas coronado
todas ganadas por su virtud sola.

Juan Rodríguez de Cifuentes

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