Juan Vadillo

A doña Isabel de Castro y Andrade, condesa de Altamira

   Cabellos de oro que en divina altura
sobre la nieve los esparce el viento;
ojos en quien tal fuerza y poder siento
que bastan a aclarar la noche oscura.

   Risa que quita toda pena dura;
boca do sale un tan supremo acento
que basta ha henchir mi alma de contento,
do está con el coral la perla pura.

   La mano, el cuello, el pecho de alabastro;
la tierna voz, la sangre generosa
la hermosura nunca imaginada.

   En ti, doña Isabel, de Castro
se halla de tal suerte fabricada
que toda eres suprema y más hermosa.

Juan Vadillo

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