Miguel de Agüera

A la muerte de Lope de Vega

   Ese que admiras polvo inanimado,
deshecho nudo, corazón partido,
lino cortado, estambre destejido,
barro para quebrar, vidrio quebrado.

   Roto edificio, alcázar derribado,
anegado bajel, muro rompido,
seco jardín, clavel descolorido,
mortal cuaderno y libro deshojado.

   Fue caja, fue depósito, fue Atlante
de un diamante, que al sol hizo ventaja;
adora sus cenizas, caminante.

   Que aunque no está el diamante en la mortaja,
mientras que no gozares del diamante,
templarás el dolor con ver la caja.

Miguel de Agüera




A la muerte del doctor Montalbán

   Este que miras bulto inanimado,
con señas de mortal, siendo divino,
cuyo ingenio, por claro y peregrino
fue de propios, y extraños celebrado;

   este que fue de muchos envidiado,
postrado yace a fuerza del destino,
que parece que el cielo le previno
en corta edad el premio dilatado.

   Este que en vida fue de Apolo llama,
y adviertes en ceniza convertido,
aunque eterna será siempre su fama.

   Es Montalbán, que no podrá el olvido
secarse del laurel la verde rama
que en sus libros las Musas le han ceñido.

Miguel de Agüera










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