Enrique Pérez Pardo

  ¡Oh, la España romántica!... ¡Aquella ingenua edad!
del motín callejero y de la intriga... Cuando
era como un juguete la ansiada libertad
en la vetusta corte del séptimo Fernando.

   Edad de los saraos tertulias y gavotas.
¡Exaltación febril de todas las quimeras!
Las damas eran pálidas y bajo las capotas
mostraban como un lirio morado sus ojeras.

   La juventud tenía en la idea el tesoro.
¡Oh, aquellos numantinos que en sus sueños de oro
engendrar pretendieron una España ideal!

   ¡Oh, los ojos galanos que en los viejos balcones
veían alejarse los soberbios morriones
al paso de la grave Milicia Nacional!




Soneto

   ¿No te acuerdas, España?... Ya sólo en tu regazo
un recuerdo muy débil de aquellos tiempos queda;
cuando a las damiselas retrataba Madrazo
y conspiraba Olózaga y cantaba Espronceda.

   Promesas de otros días, las ansias juveniles
sobre la decadencia de la España infecunda...
ministerios relámpagos y discordias civiles
¡los años que se evocan con Isabel Segunda!

   Por recoger un guante, una flor, un pañuelo
bajo el lindo y florido balcón, tener un duelo,
y ser todo una idea, un fuego, una pasión...

   ¡Llevar de nuestro amor en los vivos excesos,
su daguerrotipo borroso por mil besos,
igual que un amuleto pegado al corazón!

Enrique Pérez Pardo












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