Ricardo Gil

Consejo

   Luzbel, (que, mientras Dios hizo la rosa,
la espina modelo traidoramente)
en un remanso de agua transparente
vertió al pasar su baba ponzoñosa.

   Contemplándose en él Eva curiosa
dejó caer, al inclinar la frente,
la flor que la adornaba, y sonriente
creyó al cristal que la llamaba hermosa.

   Cerró los ojos y se vio sin ella
en otro espejo... tímidos sonrojos
sintió, y después mortales agonías...

   Cuando el tuyo consultes, niña bella,
para mirarte bien, cierra los ojos
y quiera Dios que entonces te sonrías.

Ricardo Gil



Mi único enemigo

   Amigo cariñoso en apariencia
y en realidad verdugo, de mi suerte
decide a su capricho con el fuerte
poder de su satánica elocuencia:

   en torpe desaliento, sin clemencia
toda viril aspiración convierte
y triunfa y hace luego que despierte
voraz remordimiento en mi conciencia.

   Tú lo sabes, Dios mío, la mezquina
loca pasión, el vergonzoso miedo,
la duda y el estéril egoísmos

   son armas con que lucha y me domina...
¡Véncele Tú, Señor, que yo no puedo,
no le puedo vencer, pues soy yo mismo!

Ricardo Gil



Pereza

   No de rizosas plumas el mullido
cómodo lecho mi pereza ansía,
sino de blando césped en la umbría
fresca arboleda solitario nido;

   un cielo azul; el lento y sostenido
gotear de la fuente en la vacía
sonante roca, y el olor que envía
el pino por las auras removido.

   Broten luego al caer el sol poniente,
creciendo con la sombras el reposo,
del ruiseñor las trémulas escalas,

   y entornará mis ojos dulcemente
ese sueño tranquilo y misterioso
en que a la mariposa nacen alas.

Ricardo Gil



Prudencia

   No con reserva inútil, irrisoria,
de nuestro amor ocultaré el tesoro.
Busca la luz para brillar el oro.
¿Por qué lo he de ocultar siendo mi gloria...?

   En tu huerto las flores de memoria
saben, hace ya tiempo, que te adoro.
Lo repiten los pájaros en coro.
Las estrellas conocen nuestra historia.

   Mas de quien no comprenda el verdadero
valor de mi tesoro, tenazmente
como el avaro recatarme quiero.

   No digas, no, que oculto mi ferviente
amor; lo sabe el universo entero.
¿Quién lo ignora?... Los hombres solamente.

Ricardo Gil




Sueña...

   No despiertes aún... En los risueños
abriles tan cercanos a tu cuna
vas cabalgando al rayo de la luna
en el corcel nevado de los sueños...

   Suelta la rienda de oro... Los pequeños
te atajarán con crítica importuna...
Déjalos que, envidiando tu fortuna,
rían de tus quiméricos empeños.

   De paso vas... Del éter estrellado
no desciendas a un mundo miserable
que todo sueño en lágrimas disuelve...

   ¡Antes se pierda tu corcel nevado
en la noche callada, impenetrable
de esa región de la que nadie vuelve!...

Ricardo Gil















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