Soneto
   La vi acercarse triste y lentamente,		
envuelta en negra y vaporoso manto.		
En sus ojos, bañados por el llanto,		
brillaba una mirada refulgente.		
   Llegó hasta mí, me atrajo dulcemente;
y mientras yo me estremecí de espanto		
un beso puro, cariñoso y santo		
imprimieron sus labios en mi frente.		
   «Soy el dolor, me dijo, ya eres mío.		
Sufre y bendice el lazo que te oprime.
Que si el placer acaba en el hastío,		
   yo soy del cielo creación sublime;		
y te brindo lo amargo... lo sombrío...,		
lo que conforta el alma y la redime».
Sebastián Padrón Acosta
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