"El 27 de octubre amaneció claro y despejado pero frío, con una temperatura de veintidós grados y medio bajo cero. El hielo no había dejado de tronar, pero los hombres estaban demasiado fatigados para prestarle atención. Las bombas iban más y más de prisa y hubo quien improvisó una canción siguiendo su ritmo. La presión aumentó durante el día, y a las cuatro de la tarde llegó a su punto culminante. De un golpe, el buque se levantó con la popa en lo alto, mientras un témpano en movimiento arrancaba el timón y la cabina de popa. Luego, el témpano aminoró la marcha y el barco se hundió algo en el agua. Las cubiertas comenzaron a romperse hacia arriba, y cuando se desprendió la quilla, el agua penetró torrencialmente por todas partes. Todo había terminado. A las cinco de la tarde, Shackleton dio la orden de abandonar el buque. Se evacuó a los perros por deslizadores o toboganes de lona y se bajaron al hielo las vituallas que se habían preparado de antemano. El jefe, desde la cubierta vibrante, miró por el tragaluz del cuarto de máquinas y vio cómo las máquinas caían de lado cuando los tornillos y puntales cedieron. El Endurance, herido de muerte, se hundía lentamente mientras una mano invisible pero firme desgarraba sus entrañas…"
Carolina Alexander
Atrapados en el hielo
Tomada del libro La maldición de los exploradores de Lorenzo Fernández Bueno, página 127
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