A las dos, serán las tres
Un hombre en su cocina,
por la noche,
escribiendo un poema.
Duda si servirse un vaso
de leche
o de ginebra.
Duda en un adjetivo.
Bebe un poco de leche
-¿Verdad que no esperabais
este giro
en un poema mío?
- y busca un adjetivo.
‘A las dos, serán las tres’:
lo han dicho en la tele,
lo lleva repitiendo
la radio todo el día.
‘A las dos, serán las tres’: filosofía
pura, siglos
y siglos
de literatura, religiones, magia.
Todo era, en el fondo, tan sencillo…
Cuando el reloj del microondas
marcaba las 13:59,
el hombre en su cocina
estaba a un paso
de hallar
ese adjetivo. Dos minutos más tarde,
eran más de las tres.
Y lo había olvidado.
Enrique Cebrián
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