Fernando Beltrán

LA BOCA DEL LEÓN

¿Os acordáis de niños, en el circo?

El domador metía de pronto la cabeza
en la boca del león, y todos tras un ohhh
de espanto, apretando los puños,
conteníamos un siglo la respiración.

Se detenía el mundo.

Era sólo un segundo, pero duraba un miedo
que aún me despierta a veces en mitad
de la herida,

ahora mismo otra vez, y es la peor
cuando veo y recuerdo mi cabeza al fondo
de un pasillo muy largo, quieta, rota, dolida,

aterrada también,

suspendida en las fauces
siempre abiertas
de la vida o la muerte.

Un momento crucial.

Los niños, pulmones del mundo,
conteníamos la respiración.
Doblaba el domador un poco sus rodillas
inclinándose atrás, dejaba caer el látigo

como si fuera necesario
añadirle a la escena
todavía más riesgo,

quizás mi rendición,

y entraba con mi cabeza a solas,

selva, pánico, hijas, mi cuerpo por delante,
apretando los dientes, en aquella

boca oscura de un túnel

donde me juego todo 

Fernando Beltrán




LA HOJARASCA

Echó el cerrojo a la puerta,

compró una hamaca

y se encerró en el cuarto…

Lo escribió Gabriel García Márquez.

Compraré esa hamaca, quiero, necesito
volver a ser la hamaca que conmigo siempre.

Un puñado de oxígeno. Un bocado.
Confundir pan de hoy con pan de ayer.

El mar que hace millones de años
hubo aquí.

La extraña caracola.

Los libros que uno a uno aquellos días
se caían a plomo de la cama.

El mirlo en el alféizar con su pico naranja.
Apetece la luz, pero me aterra abril.

Los poetas intuyen, bajan la voz, se alejan,
conocen las batallas perdidas de antemano.

Se esconden en sus casas, en sus tomos
se esconden, en sus islas pobladas.

Cernuda, Lorca, Claudio, Wisława, Sylvia Plath…

En mí vive un grito, por la noche aletea,

buscando con sus garras

un objeto de amor.

Buscaré una vez más a la muchacha
que Degas amaba.

Ahora en cambio la peste.

Se morían a miles en Sevilla
y fue cuando Murillo acuñó sus azules
inmortales.

Ahora lo entiendo todo.

Esos azules.

Me gustaría verlos, una vez más
acercarme a verlos.

Querría también ir al Finis Terrae
a contarle mi oeste.

Y poco más…

La ciclista que acaba de sonreírme
mientras sube la cuesta

Fernando Beltrán




LA PACIENCIA DEL COBRE

Apenas somos manos

asustadas,

abruptas intemperies
construyendo bancales
para aplazar el vértigo,

construyendo caricias.

La piedra de la edad
y este silencio roto
por tu azul.

Cuerpos tendidos
para aplazar el vértigo.

Me muero de belleza
y sangre roja

atada al corazón

Fernando Beltrán





LA SEMANA FANTÁSTICA

Viajo
de Cibeles a Sol,
camino a cualquier sitio, como siempre,
y en mitad de Ruanda,
rodeado por cebras y jirafas
que se estiran aún más en sus carteles
cuando me ven mirar.
El Corte Inglés anuncia
con bellezas letales
sus rebajas de infarto.
Regreso a mis rodillas.
El periódico abierto todavía
por la hueca mirada de esa foto
que me hiela la sangre.
Una madre muriéndose en Ruanda
y junto a ella una niña
sin semblante, sin lágrimas
mientras el autobús avanza
camino a cualquier sitio, como siempre,
atrapado en la jungla del horario.
Y es curioso de pronto
comenzar a pensar y a preguntarse
de qué tribu serán
las personas de al lado.
Hay una rubia tutsi al fondo del pasillo
y una anciana muy hutu
sentada junto a mí,
molestándome a veces con la torpe
incursión de sus brazos.
También hay entre todas las personas
seis o siete sencillas de fichar.
Encorbatados tutsis
con el gesto grapado a sus disfraces
y a su lado la trama milenaria
de los sufridos hutus de la calle.
Pero me dan más miedo el resto de los rostros.
Los ojos sin indicios.
Las frentes sin señales.
¿Serán hutus o tutsis?
¿Serán serbios o croatas?
¿Serán rojos o azules?
¿Serán pan o bocados?
¿Serán el blanco y negro de esta foto
o el festivo color de aquella valla publicitaria ?
Regreso a sus rodillas.
Tienen razón las chicas del anuncio.
Mejor cambiar de bando,
tenderme fijamente
en el cuidado césped de sus faldas,
acribillar mis sueños
con los suaves obuses de sus piernas
disparándose al aire,
alzar el velo oscuro
que a veces me persigue
camino a cualquier parte.
Cerrar al fin el diario.
Apoyar mis dos manos
-la hutu con que grito,
la tutsi con que amo-
en el tenue respaldo
de los días que pasan
y dejarme llevar por la alegría
de saber que ahora mismo
se celebra en Madrid
La Semana Fantástica

Fernando Beltrán




LOS OTROS, LOS DEMAS, ELLOS

El serbio que destruye un colegio soy yo,
el ruandés que mata a machetazos soy yo,
el terrorista que coloca la bomba soy yo,
el hombre que dispara en un hiper de Texas soy yo,
el judío que bombardea un campo de refugiados soy yo,
el palestino que clama en el desierto soy yo,
el albanés que huye en un barco soy yo,
el marroquí que se ahoga al cruzar el estrecho soy yo,
el guerrillero que aún sueña en El Salvador soy yo,
el bebé somalí que se muere de hambre soy yo,
el médico sin fronteras soy yo,
el general que apunta soy yo,
el empresario que emite residuos radiactivos soy yo,
el enamorado que mata por amor soy yo,
el loco que muere por amor soy yo,
el político sin escrúpulos soy yo,
el funcionario corrupto soy yo,
el funcionario honrado soy yo,
el hombre capaz de lo mejor,
el hombre capaz de lo peor,
el hombre a secas, yo

Fernando Beltrán


Poetas

Hormigas.
Sólo hormigas con enormes ojeras.
Seres insignificantes
a quienes salva sólo
su vocación de sombra. 

El poema que escribo
y más aún
el verso que no alcanzo jamás. 

Hormigas sin descanso.
La barca triste y rota del otoño.
Las mujeres que amé, las que me amaron.
El jersey que aun me pongo del revés tantas veces.
Hormigas si remedio.
Hormigas con memoria.
Los vagones de ayer y la máquina absurda del mañana.
Hormigas avanzando hacia ningún lugar.
Y eras tú.
Criatura enamorada.
Hormigas transportando
todo el peso del mundo
a tus espaldas. 

Fernando Beltrán

























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