Recuerdo
El sudor dulce y claro de tus labios mimosos
ha dejado en mi boca un sabor de fruto
que lastima germinando en medio de la noche
con el tenue llamado de las mandolinas.
Me siento triste y solo y necesitado de ti
como un niño enfermo necesita a su madre.
Y si Dios lo dispuso, que por toda luz
me conceda tus ojos, luminosos de fe.
A veces, el dolor, en la sombra evocadora
se despierta, semejante al espectro de la muerte
y mis manos pierden fuerza, y mi alma se duerme
quebrada por tu Belleza que sin embargo me libera.
Jacques d’Adelswärd-Fersen
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