María Guadalupe Rojas Garay

El vuelo de la vida

Entre cuatro paredes
disipo sueños, realidades,
existo.
En todo lo contrario,
en esta espesa neblina
transito caminos de sombras,
donde el universo esconde sus astros.

Necesito abrir otra vida
donde las voces no confundan
y los murmullos no lleguen
en lluvia tenaz a mis oídos
sin que nadie hable otro idioma
y la maldad no seduzca
porque amontonan
palabras
debajo de la cama.

Veo por la ventana parejas
que caminan tomados
de las manos y me doy cuenta
que lo único que quiero
es sentirme amada.

Doy unos pasos, otros y otros
más gastados
por las horas.
Cierro los ojos, me adentro
en un túnel inmenso.
Oscuridad,
elemento de estas oraciones
que no sé a dónde van y abrazan.

Y sueño en otro sueño, una copia de mí.
Exhausta, despierto y me doy cuenta
que soy repetición del pasado
con palabras que martillan
el pensamiento.

Escribo la irrealidad
en la realidad,
atrapo los recuerdos del vacío,
mientras pueda abrir las puertas del olvido

Comulgaré imágenes,
guardaré el dolor en el agua
y lavaré lo desagradable.
Sedienta,
buscaré los labios de un amante
un hombre que ame
sin sentir
que duela esa enfermedad
o me volveré loca
en esta soledad

Hundida en el ensueño
troto en el tiempo y descubro
con los ojos cerrados
un galope ligero de la flor de
mis deseos y brindo.

Bebo una tristeza infinita,
donde la memoria tapiza
sin relieves,
crece la desolación del paisaje.
El destino, lúcido,
insaciable,
quiebra la esencia, poco a poco se fuga en la mirada.

Sin aliento me pregunto
¿Por qué nadie me mira?
Será que no existo
en el regodeo de la atmósfera.
Una y otra vez milito
en el silencio
donde los sueños ahorcados
se vuelven fantasmas.

Sobrevive un hálito
de esperanza
que se refugia en esta hoja donde
brotan los sentidos
y embonan los fragmentos.
Cuando las nubes pintan de plomo
lloran con mis ojos.

María Guadalupe Rojas Garay











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