“A la mente pensante, que sumerge su ancla en el pasado y el presente donde es imposible fijar ningún ancla, dile esto: nada es inamovible. Ni siquiera tus manos son las mismas de un día para otro.”
Samantha Harvey
“Al meterme en la cama y arroparme, vivo unos minutos de felicidad que me recuerdan a cómo era antes mi vida. Me encantaba meterme en la cama. Lo recuerdo precisamente ahora. Mi vida, tan complicada, repetitiva y reflexiva, no es ni más compleja ni más simple que la flor de un millón de pétalos del estar aquí. Estoy viva, pienso como si acabara de descubrir un hecho extraordinario. Pienso que llevo la vida puesta.”
Samantha Harvey
“Amor, amor, aflicción, todo mezclado, tu padrastro murió de forma repentina demasiado joven, envuelto en dolor, tus dos abuelos, tu abuela, tu tío, tu primo, algunos amigos de amigos, algunos amigos de la familia, cinco perros, dos gatos, eso es todo, tienes suerte, suerte, dolor, amor, aflicción, vida, amor, pérdida, todo mezclado, los abortos que sufriste, dolor, buena parte de él físico, las Navidades bajo una manta, envuelta en ella como una niña.”
Samantha Harvey
“Cuando dormía, no entendía nada de todo esto. No sabía nada de lo que cuesta soportar lo que es insoportable. Por la noche me siento arrojada a los lobos. Solo logro sobrevivir aullando como un lobo. Eso debe de pasarle a mucha gente. Ahora entiendo mejor esa mirada que ves en los ojos de la gente: por ejemplo, en ese sintecho cerca del aparcamiento para bicicletas, todos los días allí tirado con su ropa negra desteñida encima de una pequeña maleta con ruedas que parece una bolsa de basura, como si fuese la absoluta personificación de la redundancia y el desperdicio. Si has acabado destrozado por las maquinaciones de un mundo descuidado, disfrázate de bolsa de basura; si te atacan los lobos, disfrázate de lobo. Es un modo de esconderse a plena vista. ¿Para qué seguir vivo en estas condiciones? ¿Por qué no lo deja correr? ¿Por qué no lo deja correr?”
Samantha Harvey
“Escribir me ha salvado la vida. Durante este último año, escribir ha sido lo mejor después de dormir. A veces incluso mejor que dormir. Me siento cuerda cuando escribo, mis nervios se relajan. Me siento cuerda, cuerda. Soy feliz (…) De algún modo empiezo a verme a mí misma ahí fuera, en las palabras que he creado, ahí fuera en sus múltiples mundos, fragmentada y libre.”
Samantha Harvey
“Estoy asustada. Comprendo por qué la gente se suicida o termina sufriendo una crisis. Comprendo la desolación de la vida. El deseo de volver a ser un niño, de tener confianza, de ser consolado para poder vivir con sosiego y bienestar.”
Samantha Harvey
“La gente va cargada de medicamentos, se oye el zarandeo de las pastillas en sus bolsillos (…) Tal vez ni siquiera les interese mejorar, se han acostumbrado al triste prestigio que tiene sentirse mal.”
Samantha Harvey
“La muerte de mi primo ha abierto la puerta a todas las muertes.”
Samantha Harvey
“Lo que le hacemos a la Tierra nos lo hacemos a nosotros mismos. Este premio va dedicado a los que hablan en nombre de, y no en contra de, la Tierra; y a los que hablan en nombre de, y no en contra de, la dignidad de los demás.”
Samantha Harvey
"Medianoche:
Me tumbo en la cama. La cabeza sobre la almohada. Salgo de la cama; movida por la superstición, recojo la ropa desparramada por el suelo, la doblo, la amontono y la retiro; una de las innumerables pequeñas rutinas que llevo a cabo para evitar una noche en blanco. Una de las innumerables pequeñas rutinas tachadas de superstición, en la supersticiosa creencia de que los actos supersticiosos solo contribuirán a reducir las posibilidades de dormirme, pero que al final me es imposible ignorar. Son del todo necesarias. Ya hace mucho que conciliar el sueño dejó de ser un acto natural y se ha convertido en un acto de magia negra.
Vuelvo a meterme en la cama y leo una antología de cuentos de William Trevor. No tarda en llegar la somnolencia, como algo que me llama desde la esquina. Noto un intenso y agudo dolor en la parte superior de la cabeza; siento punzadas de agujas de bordar en el cuero cabelludo. Apago la luz y la habitación queda más o menos a oscuras. Oigo un extraño crujido proveniente de quién sabe dónde.
El corazón acelera su bum-bum-bum, una ligera percusión en un pecho que se llena de aire. Respira, respira. Y, con la luz apagada, ahí vienen, todos, los sagrados y los aterradores, aquí están.
En un ars moriendi medieval el lecho de muerte del moribundo está rodeado de ellos, santos y demonios, todos rivalizando por dominar su alma. Los demonios tratan de arrastrarlo hacia la desesperación; hay uno de aspecto simiesco, con cuernos y un rostro humano en su vientre que sostiene una daga; otro parece un perro con un solo cuerno, una perversa sonrisa y un dedo que llama a acercarse; otro con cabeza de carnero que mira por encima del hombro; otro con pinta de sátiro y nariz ganchuda que no deja de relamerse. Ven con nosotros hacia la muerte, dicen. Renuncia a tu fe y síguenos."
Samantha Harvey
Un malestar indefinido
“Mi vida, toda la vida, se despliega en un acelerado metraje de crecimiento. No parece poder detenerse nunca y este es el truco de la vida: parece tan abundante que, incluso cuando vemos morir a nuestro alrededor, nos susurra dulces palabras de plenitud.”
Samantha Harvey
“No cuesta demasiado meter la cabeza bajo el agua y mover los brazos y debes seguir haciéndolo. No renuncies a la vida. Afírmate en ella. Las libélulas y los gavilanes. La maravillosa vida, contempla su velocidad y su sentido, a prueba de bomba y hermosa.”
Samantha Harvey
“¿Qué se supone que debemos hacer con la vida? ¿Qué es lo que nos empuja a seguir intentando ser felices?”
Samantha Harvey
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