Hafsa bint al-Hayy

 Dile a ese poeta…

Nos hemos librado de ese poeta
porque se ha caído sobre la mierda, pero dile:
Vuelve a tu pozo, hijo de la mierda,
igual que hace la mierda.
Y si vuelves a vernos algún día,
verás, oh tú, el más despreciable y vil,
sin discusión, de entre los hombres
que esa es la suerte que te espera
si andas medio dormido.
¡Barba que ama la mierda y odia el ámbar,
que no permita Dios que nadie vaya a verte
hasta que te hayan enterrado!

Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya



Mi boca es una fuente

¿Iré yo a ti o vendrás tú a visitarme?
Pues mi corazón sigue siempre a tu deseo.
Da por seguro no tendrás sed
y que estarás satisfecho si me dices que vaya.
Mis labios son una fuente dulce y cristalina,
las ramas de mis cabellos dan tupida sombra.
Contéstame enseguida,
¡no hagas esperar a tu Butayma. Oh Yamil!

Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya



Preguntad a la nube

Preguntad a la nube palpitante,
con el tiempo en calma y sereno,
si ha pasado la noche con mi amado
recordándome.
Ay, que a mi corazón le ha dado su palpitar
y, por mi vida,
ha ofrecido a mis parpados la lluvia
con que se inundan mis mejillas.

Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya




Respóndeme enseguida…

¿Vienes tú a mí o voy yo a tu lado?
mi corazón se inclina hacia lo que tú deseas;
mis labios son aguada dulce y transparente
y mis bucles ramas que dan sombra;
espero que estés sediento y ardiente
cuando llegue junto a mí la hora de la siesta.
Respóndeme enseguida…

Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya



Una mujer de mi rango no puede llorar
un amor de felonía.
Mis plañideras a sueldo
te llorarán por mí en el ocaso.
No me delatará mi garganta ya muerta,
ni podrá pronunciar nunca más tu nombre.
Las cantoras desmayarán las casidas
que bajo falso nombre te he escrito.
Enmohecidos rabeles se pudrirán de abandono
tras las celosía de los patios.
El ruiseñor de nuestras encuentros
será atravesado por sagita de mi ballesta.
Sólo la almohada de azahares
conocerá el amortiguado llanto
y la expiación de mi orgullo.

Quien te cantó entre los granados
es hoy mujer de zarza y ortiga,
por sus pezones rezuma
leche cuajada de adormidera.
¡Ay, qué muerte tan cuitada me diste!
¿Qué será de mí en las auroras
sin la brasa de tu piel
en el sepulcro frío mi lecho?

Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya





















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