"Estaba sentado en mi oficina en la Iglesia. Mi corazón estaba muy cargado, porque había estado visitando en sus lechos de enfermedad y muerte a más de treinta miembros de mi congregación, y había devuelto el polvo al polvo de la tierra en más de treinta tumbas en unas pocas semanas. ¿Dónde, oh, dónde estaba aquél que sanaba a sus hijos sufrientes?
Ninguna oración por sanidad parecía llegar a sus oídos, pero yo sabía que su mano no se había acortado... A veces me parecía que podía oír la triunfante burla de los enemigos creciendo en mis oídos mientras yo hablaba a los dolientes las palabras cristianas de esperanza y consolación. La enfermedad, la sucia hija de Satanás y el pecado, manchaba y destruía... y no había un liberador.
"Y ahí estaba yo, sentado con mi cabeza hundida bajo el peso de la pena por mi pueblo afligido, hasta que lágrimas amargas vinieron a aliviar mi corazón ardiente. Entonces oré pidiendo un mensaje... y las palabras del Espíritu Santo inspiradas en Hechos 10:38 se me presentaron en toda la brillantez de su luz, revelando a Satanás como el Opresor, y Jesús como el Sanador. Mis lágrimas fueron enjugadas, mi corazón se fortaleció; vi el camino hacia la sanidad... y dije: 'Dios, ayúdame ahora a predicar la Palabra a todos los que están muriendo a mi alrededor, y decirles que es Satanás quien aún enferma, y Jesús quien aún libera, porque Él sigue siendo el mismo hoy.'
"Escuche el sonido de la campanilla y varios golpes en la puerta... dos mensajeros casi sin aliento que decían: 'Oh, venga enseguida, Mary está muriendo; venga y ore.' ...Salí apresuradamente de mi casa, sin siquiera ponerme el sombrero, corrí calle abajo, entré al cuarto de la dama que moría. Allí estaba, gimiendo, apretando los dientes en medio de la agonía del conflicto con el destructor... La miré, y se encendió mi ira...
"Sucedió en forma muy extraña la espada que necesita estaba aún en mis manos y ya nunca la pondría a un lado. El médico, un buen cristiano, caminaba en silencio de un lado a otro del cuarto... Entonces se acercó y me dijo: 'Señor, ¿no son misteriosos los caminos de Dios?' '¡Los caminos de Dios!... No, señor, esto es obra del demonio y es hora de que clamemos a aquel que vino a destruir la obra del diablo”."
John Alexander Dowie
"Hay muchos cristianos que son cristianos sólo en teoría, y son mundanos en la práctica."
John Alexander Dowie
"Hay un Mesías mahometano (Mirza Ghulam Ahmad) insentato en la India que sigue escribiéndome que Jesucristo está enterrado en Cachemira. La gente me pregunta por qué no le respondo. ¿Creéis que debería responder a estos mosquitos y moscas? Si pusiera mi pie sobre ellos, los pisotearía hasta la muerte."
John Alexander Dowie
"Mi misión es reunir a la gente de oriente y de occidente, del norte y del sur, y poblar esta ciudad y otras ciudades con cristianos, hasta que llegue el día en que la fe mahometana sea borrada de la tierra. ¡Oh Señor! Muéstranos esa hora."
John Alexander Dowie
"Mis lágrimas fueron enjugadas, mi corazón estaba fuerte, vi el camino de la curación... Dije: “Dios, ayúdame ahora a predicar la Palabra a todos los moribundos a mi alrededor, y decirles cómo es que Satanás todavía contamina, y Jesús todavía libera, porque Él es el mismo hoy”."
John Alexander Dowie
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