Omar Estrella

Aconquija en verano

En diez días felices de diciembre
busqué secretos senderos de tu falda
para llenar de aire puro mis pulmones
y el alma de rumores de tu fronda.

Aconquija nativo de mis hijos,
entrañable montaña de mis nietos,
siempre retorno a ti por recobrarte
en tu ser milenario de victoriosa selva.

Hoy estás como nunca, tan hermosa,
con el concierto inefable de tus pájaros,
que a mi corazón devuelven su equilibrio
sacudido por vientos contrarios de la vida.

De nuevo contemplo con emoción tu cumbre
de San Javier que erguido ostenta
el Cristo de Iramain, ese pariente,
sensitivo al nivel de Lola Mora.

La estampa consular de Antonio Torres
junto a la del sabio entre los sabios, Miguel Lillo,
recorrieron también estos senderos
lujuriosos de ciencia y de poesía.

En el centro secular de la montaña
vela por la paz de otras cenizas
de alguien que nutrió de altos sueños su existencia:
es Rojas Paz, reanudando caminos de armonía.

Suben tu escarpada y tupida alfombra
los robustos yuchanes, los laureles,
nogales de alta copa, pinos, eucaliptus,
lavados por la lluvia y perfumados.

Lapachos junto a los tarcos bien peinados,
naranjos silvestres y moreras,
desmesuradas lianas en los molles
buscando la protección perpetua entre sus ramas.

Mil formas del helecho suben por tu falda,
te escalan con fervor hasta la cumbre
con los matices todos del luminoso verde
que exornan tu grandeza milenaria.

Todo cuanto atesoró en los tiempos
el Aconquija de sagrada estirpe
está inscrito en la gracia exuberante
y empedrado con piedras de colores.

Las flores del aire aladas y graciosas
en profusión sobre bajas y altas ramas
prodigan su belleza y su perfume
tan grato al corazón, que llega al alma.

En diez días felices de diciembre
busqué secretas sendas de tu falda,
llegando a las suntuosas laderas de Horco Molle,
señorial residencia del arte y de las ciencias.

Ahora te digo adiós, llevando a cuestas,
con mi amor, mi carga de nostalgia:
diré a mis hijos que besé en su nombre
tu montaña sagrada para siempre.

Queda San Javier en lo entrañable
adentrado en el alma del viajero
como esa eterna congoja que en sus ramas
renuevan expresivos tus llorones sauces.

Omar Estrella




Cuadro

Como siempre, esta tarde,
vuelcas en mi tristeza sangre crepuscular, tu recuerdo.
Mis ojos, para buscarte
crucifican su anhelo en el horizonte
Tu voz me llega en todos los rumores del viento;
tú me sonríes desde la boca del firmamento.

Tu llanto
se descuelga
doliente y silencioso
y tú, me lloras
desde los párpados de todas las flores en el alba.
Tú solías tejer mis días con hilo de ilusiones
bajo el verde sombrero de este árbol que fue nuestro.
Ah, cómo te siento en todas las cosas que ahora contemplo!
Tu voz
que se desliza
sobre el sonoro murmullo de la vertiente.
La noche, pincel de niebla
en lo infinito,
cambia,
silenciosa, todos los colores del paisaje.
Mientras pasan, volando, en bandadas silenciosas las horas
y el viento que a carcajadas
se ríe de la hojarasca dispersa de mis cabellos,

por entre una bandada de pájaros bulliciosos
con alboroto de trinos, se abre paso el silencio...
Volcándome en la sombra de aquel pasado tan nuestro,
en un atajo del tiempo me agarra esta noche, de nuevo
la mano de tu recuerdo.

Omar Estrella



DESCUBRIMIENTO DEL SOLAR ANDINO

Cuántas veces, soñando, en el regazo
maternal, con tus lares, tierra mía,
allá, en país lejano,
te hacía grande y próspera
urbe gigante derramando dicha
de espigas y cantares
y hoy que llevo esta ansiedad más lejos
héme aquí de improviso
leyendo en el tablero
de esta pobre estación de llanura
tu tan querido nombre, pueblo mío.

Estabas, pues, y hoy nazco nuevamente
para tus campos donde espiga el trigo,
y es como si otra vez mis ojos vieran
bajo tu cielo, aquella luz primera.

Perdido en lontananza un pobre rancho,
quizás el mismo en que amaron la existencia
dos seres, tierra mía, que conmigo
se fueron para siempre hacia la pena.
Y es ahora que llevo mi ansiedad más lejos
que me has salido al paso de sorpresa
y tan sola te encuentro y tan sin alma
que a treinta y tantos soles de distancia
lloran mis ojos lágrimas de infancia
sobre tus huérfanos trigales amarillos.

Lejos dejé las cumbres, vine solo;
cerca del Illimani majestuoso
una tumba dejé, la de mis padres
muertos en el amor de las alturas…

Tierra, y saberte mía
y hallarte así, tan sola; vacío del corazón de otra
esperanza;
cargado de experiencia y desconsuelo
puesto que allá, donde crecí añorando
la canción milagrosa de tus mieses,
yacen amores muertos.
Te amo y me voy llorando
de emoción por mi infancia
frustrada del pasado y del presente,
por mi niñez frustrada para siempre.

Lloro por ti, mis padres, mis hermanos,
por tus llanuras extensas y vacías,
hoy que llevo mi ansiedad más lejos.
Patria y hogar en alto, hacia la vida,
Patria y hogar en alto, hasta la muerte!

Tierra surgida en la ruta inexorable
que encuentra el corazón en la llanura
sin pasado, sin gloria, sin presente,
sin canciones de paz y sin espigas.

Omar Estrella














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