Sol Fantin

"Se decía que eran monjes, que vivían en la austeridad y la entrega a Dios. Que no manejaban dinero, salvo por un viático que se les daba para que visitaran a sus familias los días que tenían permiso para salir. Todo esto se decía, porque no existía todavía ningún reglamento escrito. Era habitual verlos de lejos rodear a la Madre, a quien ellos llamaban la Vieja y saludaban postergándose en el suelo y hasta besándole los pies.
Durante los retiros de fin de semana, con miembros llegados desde la capital, los residentes solían dirigir meditaciones o cantos devocionales y dar algunas clases, que eran exposiciones sobre santos o libros espirituales, en las galerías de los templos, para un puñado de personas que formaban una ronda y recibían embelesadas casi cualquier cosa que se les dijera, siempre que incluyera la palabra amor y algún término exótico. En estas clases se desplegaban discursos reconfortantes, orientados a alivianar el peso de la responsabilidad sobre la propia vida, que podía descansar por fin sobre las anchísimas espaldas de Dios. La constrictiva moral que traficaban, lo mismo que la perspectiva conservadora, no eran evidentes para ese público que sentía desbordársele el corazón de un amor trascendental."

Sol Fantin
Si no fueras tan niña

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