Alberto Escobar

Átropos

No sé el tiempo...
 
Un peluco de oro palpita
en la muñeca sin sentido.
Sus manecillas son opacas
a mis ojos, inútiles.
Fue un premio de ventas,
por cierto...
La luz no me viene a ver.
El espacio es una anécdota.
 
El ácido que respiro me va
quemando por dentro.
Apenas quedan centímetros
para plegar el codo.
Ausencia oscura.
Me distraigo pensando.
Calculo que la cárcel que
me maniata eterna yace
bajo un imposible de arena,
que no es movediza...
 
Me afano en arañar el pulcro
blancor del forrado terciopelo
que adorna este infierno, es
de buena calidad, aplaudo
el esmero.
Consigo llegar a la tapa con un
hilo de alma.
La inevitable me acecha con sus
aborrecibles tijeras.
Erosionó el metal, la tierra
espera.
 
Coceo sin respuesta, voceo
con la misma suerte.
Solo.
Noche.
 
El resuello se me esfuma,
la palabra se me escap.
Pronunci.. una pala...
me cuest. la vid.
Las cuerd.. laríngeas
se me romp. cual
un violín abandon...
Sig rasgand.. la espera...
Me ahog. en mi prop..
gas.
 
Adi..

Alberto Escobar




Espirales

Vivir es regresar
 
Pasos que anillean un árbol.
 
Nunca pierdo de vista la cuna
que de blanca sábana enjugó
mi vagido.
Cualquiera que el lugar sea
orbita perpetuo ese sol
que tostó mis primeras luces.
 
Mi cuerpo de memoria salmón
remonta ríos de bravas aguas
hasta morir sin la remisión
de un instinto que me volanda
hasta el origen.
 
Recuerdo de imán que arrastra
mi devenir como canto de sirena.
Yo, Odiseo sin soga sobre mesana
que quiera diques al sino, que
de rebelde hibris niegue a Dios.
Esto susodicho me surgió una de las
eternas mañanas de camino a la labor,
hollando el polígono que circunscribe
la geometría de lo que se repite.
 
Cerca de estas inmediaciones constela
mi único lecho primigenio, no lo abandono
por mucho que el tiempo segundee.
La onda magnética la siento, nife
de un planeta que me trae invisible
hasta una cascada de melosa leche
que de útero derrama.
 
Raíces las mías que hallan savia
sin que vendaval alguno zarandee su arena.
Aquí sigo, pimiento de una sola tierra
que no espera trasplante.

Alberto Escobar



Ignoro

-¡Ayer vi a mi marido besando
en una esquina!
-¿Estuve lo bastante
apasionada?

Tiene tiempo por las mañanas.
Parece que un trozo del lingote
del tiempo se le abre al alba.
Dispone de tiempo para ella,
sobre todo cuando el Sol se
sienta en una rama tras el
sueño de una noche de Verano.
 
La labor sabe esperar, va
paso tras paso a una oficina
distante más de una hora de
su domicilio, donde Cristo perdió
el rosario.
 
Le gusta constelar su camino con
las pinzeladas humanas que el
desayuno convoca, sobre la tabla
de un universo de veladores que
cual nebulosas salpican la ciudad.
 
La veo penetrar con el doble iris
los labios que esculpen palabras,
las miradas que arrojan el color y
los gestos y sonrisas que recogen
las escenas en un marco imaginario.
 
Puedo leer el libro que se escribe
en la curiosidad de su cráneo, sus
preguntas, sus prejuicios vanos e
insolentes acaso, siento la caloría
que desprende su deseo de ser
carne de esa carne que se oculta,
tan cerca, tan lejos, tan suya, tan
ajena, tanta energía que emerge
a la troposfera hasta la electricidad
de una nube que espera como agua
de mayo derramarse, curiosa...
 
Queda aún trayecto, sigue paso a paso.
Cada encrucijada que bifurca su cabeza
la resuelve hacia el calor humano, el
alma es el ingrediente estrella de este
plato que cada mañana vuelve a cocinar.
Ese bar que rebose dientes blancos de
sonrisa, el argentino deslumbrante
de un velador y el olor a café recién
volcado en la taza, ese es el que va a
rozar con sus pasos.
 
Va buscando la tostada de mantequilla,
el sorbo deglutiente que queme sin
matar, las risas, las prisas, facultad u
oficina, el estrés o cuatro las sillas que
penetran el hueco que deja la tabla rasa,
piernas de metal frío que se calienta con
el sentar de una asentadera sedienta de
sentido, por qué, para qué, mejor es sentir
que pensar, sentir es mejor.
Llega y se sienta.
 
Energía estática que contagia al Pc y el
Pc le devuelve complacido.
Se hunde en el puff pensado de un
adminículo que se presta al ángulo
recto y los pies colgando, comienza el
espectáculo sin espectador.
Google parece estar abierto a cualquier
pregunta, por impertinente que fuera.
 
Conecta y olvida.
 
La dejo con sus asuntos...

Alberto Escobar




Soy vecino de este mundo por un rato
Y hoy coincide que también tú estás aquí
Coincidencias tan extrañas de la vida
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio...
Y coincidir

Alberto Escobar













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