Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro
es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una
frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que
bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos
alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den
ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor
el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo
encontramos normal.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 1
Con el aburrimiento, ya sabes, la gente se complica la vida…
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 15
Yo a esos viajes en metro los llamaba «bajar al bosque»,
aunque no supe hasta más tarde que aquella metáfora, como todas, tenía poder
para conquistar otros territorios. No sabía lo que era una metáfora, pero
inventaba muchas, como todos los niños un poco listos.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 18
«A mí simplemente hoy lo que me ha pasado es que he sentido
sin saber por qué la tentación de bajar al bosque a divagar, a romper lazos con
lo previsible».
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 21
Le pregunté que si no había pensado en volverse a casar.
Dijo que no, las señoras de su edad no le gustaban y a las jóvenes no quería
someterlas al progresivo deterioro del trato con un maniático. Además, a su
mujer la había querido de verdad, la echaba mucho de menos y en contadas
ocasiones le había sido infiel, pero muchas veces se preguntaba con nostalgia
cómo habrían sido las cosas de no haberla conocido, no podía resistir la
tentación de imaginarlo incluso con regodeo, es muy injusto que la vida nos
fuerce a tomar opciones excluyentes, entras por una puerta y ya no hay más que
un pasillo que se va ensombreciendo con puertas al fondo por las que también
hay que pasar, cada vez más estrechas y perentorias.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 32
Yo el más allá me lo figuro como una especie de inmenso
almacén aglomerado y escabroso, por algunos tramos al aire libre, por otros
bajo techado. A veces he entrado allí en sueños, sueños donde, naturalmente,
estaba muerta yo también. Y te encuentras con gente que te remite a otra o se
transforma en otra, de quien te acuerdas vagamente o nada, gente que te saluda
apenas con una inclinación de cabeza, con ojos fijos y serios; de su historia
no se quieren acordar ni que se la saque a relucir nadie, han decidido vender
en almoneda los restos del pasado y cualquier brizna de esperanza. En general
llevan sombrero. Están quietos, de pie o sentados, con su grupo de pertenencias
delante como en el Rastro, y por esos objetos se les reconoce, pero nadie les
compra nada.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 41
Reírse con otro es el mayor síntoma de amor.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 46
—A mí no me extraña. Es que todo es muy raro, en cuanto te
fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se
nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela
nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que
torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las
vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas
dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más
raro es que lo encontramos normal.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 52
Hablar de más trae peligro.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 53
¿En qué consiste darse cuenta de que alguien no te apetece
para la cama?, no sé, pero no tiene vuelta de hoja, se trata de una noción
fulminante y ya.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 53
—Yo creo —dije— que lo más llamativo sería escuchar el
testimonio de alguien que ya se hubiera muerto, a ver qué decía, pero es
difícil porque no vuelven, sólo alguna vez en sueños y no siempre da tiempo a
apuntar sus palabras, porque hablan, claro, pero se olvida, se dice «era un
sueño» y en cambio no se te olvida que tienes que pagar la factura del
teléfono. Ellos son los únicos que saben lo raro que era vivir, lo han
entendido cuando ya no pueden contarlo en ningún libro.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 54
La ciudad a veces se convierte en una víscera que empieza a
funcionar mal, y al llegar a una esquina determinada te asalta de improviso el
dolor desconocido, como una punzada en el páncreas.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 95
Los plagiados son los primeros en darse cuenta de quién los
copia.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 111
—A veces pienso —reflexioné en voz alta— que se miente por
incapacidad de pedir a gritos que los demás te acepten como eres. Cuando te
resistes a confesar el desamparo de tu vida, ya te estás disfrazando de otra
cosa, le coges el tranquillo al invento y de ahí en adelante es el puro
extravío, no paras de dar tumbos con la careta puesta, alejándote del camino
que podría llevarte a saber quién eres. A don Luis es lo que le pasaba,
¿sabes?, cada vez me doy más cuenta, sed de aprecio, o como lo quieras llamar.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 112
A ti yo creo que te iría mucho más escribir versos, dices
cosas tan raras que no te sigo, pero son de las que te dejan temblando, como la
poesía, que de suyo se entiende sólo a medias.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 113
Hay quien no se fía de la literatura, claro, pero yo lo veo
una equivocación.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 117
A veces forzamos una vocación inexistente y otras nos
resistimos a atender la llamada de las musas.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 118
—¿Trampas? Por ejemplo ¿en qué? ¡Pon un ejemplo!
—Pues cuando dices que no se puede entender todo. Las cosas que no importan no se entienden porque no se pone uno a ello, claro. Pero si te importan, si te obsesionan, vale la pena hacer un esfuerzo y acaban por entenderse algo mejor. Tampoco es tan difícil.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 123
Lo bien aprendido no se borra nunca
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 136
Casi inmediatamente arrancó a hablar de La divina comedia, y
yo me di cuenta de que estaba tomando apuntes, cosa rara en mí, como si hiciera
fotografías. Aparecen sucesivamente una loba, una pantera y un león al pie de
la colina. Luego sale Virgilio, una especie de sombra que rompe a hablar. Y es
que lo estaba viendo, y dispuesta a seguir por donde me llevara la voz de
aquella chica de las gafitas solamente ocho años mayor que yo y cuatro más
joven que Dante cuando se detiene perplejo en la selva oscura del principio y
confiesa que ha perdido el camino. Hablaba sin mirar ningún libro mientras
comentaba aquél «por encima», según dijo, pero intercalando citas que parecía
saberse de memoria, como sobrevolando el texto entre segura e ingenua; y desde
la selva oscura donde se encuentra extraviado el poeta, sin saber cómo ha
llegado allí, Virgilio a Dante y a mí Rosario Tena nos iban guiando primero por
un inmenso y terrible embudo empotrado en el centro de la tierra y luego camino
arriba de una montaña formada por las rocas que desplazó Lucifer en su caída,
hasta llegar por fin, franqueando siete cornisas, a la ansiada cumbre de los
jardines del Edén donde el poeta va a encontrar a Beatriz mirando al sol con
ojos de águila y que le dice: «Te crea confusiones / tu falso imaginar, y no
estás viendo / lo que verías libre de ilusiones», un mundo transparente pero al
mismo tiempo difícil de entender porque nos pilla desprevenidos, porque estamos
acostumbrados al mal, un espacio algo frío tal vez, como lo es el ejercicio agudo
de la inteligencia, pero tan dantesco como el que se acostumbra a calificar así
por sus espantos, qué cara estamos pagando la exclusiva sublimación de lo
sombrío y tortuoso, la excursión literaria por la boca del lobo.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 138
Para mí, si quieren que les diga la verdad, lo raro es
vivir.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 141
No vamos a llorar. Vamos a meditar nuestra estrategia.
Recuerda que para escapar del infierno lo más ingenioso es aprovechar las
escaleras que, sin darse cuenta, nos está ofreciendo el propio diablo.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 159
—¿Te has cortado el pelo?
—¿El pelo? No.
—Pues pareces otra, chica. No sé, algo te ha pasado.
—Bueno, anoche hice las paces con una amiga. Pensándolo bien, ha sido una especie de limpieza de cutis, sí.
—Ya decía yo. Después de todo, el alma y el cuerpo viven separados por un tabique, y lo mejor es que se llevan como buenos vecinos. Le había salido un leve tonillo de catequesis al rematar la frase.
—Otras veces andan a la greña —dije—, hay que contar con eso. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en lo del tabique. Yo los veo en la misma habitación. Y desde luego se acuestan juntos.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 160
Rosario me escuchaba absorta y complacida, mi madre nunca se
lo había aconsejado. «Tal vez porque no conocía tus dotes oratorias, ¿te
expresabas con ella igual que haces conmigo?», y movió la cabeza negativamente,
mirando para el suelo, pues no, la pasión ofusca, y la necesidad de que nos
amen y de despertar admiración nos vuelve vulgares. Y añadió que hablar de la
propia vida es muy difícil, que enseguida te das cuenta de que no estás
arañando más que la cáscara de la cáscara.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 163
El secreto de la felicidad está en no insistir.
Carmen Martín Gaite
Lo raro es vivir, página 171
Lo raro es vivir, página 1
Lo raro es vivir, página 15
Lo raro es vivir, página 18
Lo raro es vivir, página 21
Lo raro es vivir, página 32
Lo raro es vivir, página 41
Lo raro es vivir, página 46
Lo raro es vivir, página 52
Lo raro es vivir, página 53
Lo raro es vivir, página 53
Lo raro es vivir, página 54
Lo raro es vivir, página 95
Lo raro es vivir, página 111
Lo raro es vivir, página 112
Lo raro es vivir, página 113
Lo raro es vivir, página 117
Lo raro es vivir, página 118
—Pues cuando dices que no se puede entender todo. Las cosas que no importan no se entienden porque no se pone uno a ello, claro. Pero si te importan, si te obsesionan, vale la pena hacer un esfuerzo y acaban por entenderse algo mejor. Tampoco es tan difícil.
Lo raro es vivir, página 123
Lo raro es vivir, página 136
Lo raro es vivir, página 138
Lo raro es vivir, página 141
Lo raro es vivir, página 159
—¿El pelo? No.
—Pues pareces otra, chica. No sé, algo te ha pasado.
—Bueno, anoche hice las paces con una amiga. Pensándolo bien, ha sido una especie de limpieza de cutis, sí.
—Ya decía yo. Después de todo, el alma y el cuerpo viven separados por un tabique, y lo mejor es que se llevan como buenos vecinos. Le había salido un leve tonillo de catequesis al rematar la frase.
—Otras veces andan a la greña —dije—, hay que contar con eso. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en lo del tabique. Yo los veo en la misma habitación. Y desde luego se acuestan juntos.
Lo raro es vivir, página 160
Lo raro es vivir, página 163
Lo raro es vivir, página 171
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