Rupert Sheldrake La ciencia y las prácticas espirituales

 


Le pregunté al padre Bede: '¿Cómo puedes cantar un mantra hindú en un ashram católico?'. Él me contestó: 'Precisamente porque es católico. Católico significa universal. Si excluye algo que es un camino hacia Dios, no es católico, sino una secta'.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 12
 
 
Desde 2005 a 2010, fui director del Perrott-Warrick Project para investigar capacidades humanas y animales inexploradas, fundado por el Trinity College, Cambridge. Los resultados de esta investigación me han convencido de que nuestras mentes se extienden mucho más allá de nuestros cerebros, como hacen las mentes de otros animales. Por ejemplo, parece haber influencias telepáticas directas de unos animales a otros, y de unos humanos a otros, de humanos a animales y de animales a humanos. Las conexiones telepáticas ocurren generalmente entre personas y animales que se hallan vinculados emocionalmente. Tales fenómenos psíquicos son normales, no paranormales; son naturales, no sobrenaturales; forman parte del modo de funcionar las mentes y los vínculos sociales. A veces se denominan 'paranormales' porque no encajan en una comprensión estrecha de la realidad. Pero los fenómenos en sí mismos pueden estudiarse científicamente y tienen efectos medibles. Consisten en interacciones entre organismos vivos y entre organismos vivos y su entorno. Ahora bien, en sí mismos no constituyen fenómenos espirituales. Hay una distinción entre el ámbito psíquico y el ámbito espiritual. Los fenómenos como la telepatía revelan que las mentes no se hallan confinadas en los cerebros; estamos abiertos también a conexiones con una consciencia mucho más grande, una realidad espiritual más-que-humana, la llamemos como la llamemos. Las prácticas espirituales nos ayudan a explorar esta cuestión por nosotros mismos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 12
 
 
Hay una distinción entre el ámbito psíquico y el ámbito espiritual. Los fenómenos como la telepatía revelan que las mentes no se hallan confinadas en los cerebros; estamos abiertos también a conexiones con una consciencia mucho más grande, una realidad espiritual más-que-humana, la llamemos como la llamemos. Las prácticas espirituales nos ayudan a explorar esta cuestión por nosotros mismos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 13
 
 
La existencia de la consciencia humana se ha vuelto cada vez más problemática para los materialistas, quienes parten del supuesto de que todas las cosas están hechas de materia inconsciente, incluso los cerebros humanos. Si es así, ¿cómo emerge la consciencia en los cerebros cuando está ausente del resto de la naturaleza? A esto se le denomina, en la filosofía de la mente, el 'problema difícil'.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 17
 
 
La anticuada oposición entre ciencia y religión es una falsa dicotomía. Los estudios científicos que tienen una actitud abierta aumentan nuestra comprensión de las prácticas espirituales y religiosas.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 11
 
 
Sea cual sea su sistema de creencias, las personas que practican meditación a menudo reciben beneficios que enriquecen su vida.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 23
 
 
La meditación no tiene que ver con intenciones ni con peticiones: tiene que ver con dejar ir los pensamientos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 24
 
 
Para quienes llevan una vida ajetreada, centrada en la acción, la meditación puede parecer una pérdida de tiempo. Es lo contrario de nuestra tendencia occidental habitual a seguir el eslogan '¡No te limites a sentarte ahí! ¡Haz algo!'. Se trata más bien de '¡No te limites a hacer algo! ¡Siéntate!'.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 25
 
 
Uno de los efectos de la meditación es un aumento del autoconocimiento, una mayor conciencia del funcionamiento de nuestra mente.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 25
 
 
Aunque las técnicas de meditación se desarrollaron en el seno de las tradiciones religiosas hindú, budista, jainista, cristiana, judía, islámica, sikh y otras, la meditación puede practicarse también con un espíritu secular, sin ningún marco religioso, y en el mundo occidental moderno se utiliza generalmente en esta forma no religiosa, ya sea a través de distintas formas derivadas de la meditación hindú, como la Meditación Trascendental, o de la meditación budista, como en la meditación mindfulness. Estas técnicas se enseñan ahora abundantemente en las escuelas, en las empresas, a miembros de las fuerzas armadas estadounidenses y otros lugares, también a prisioneros, y a políticos. Docenas de miembros del Parlamento británico han aprendido técnicas de mindfulness, y se reúnen semanalmente para meditar juntos. Debido a sus beneficios terapéuticos, la meditación mindfulness se recomienda ya en el sistema sanitario británico para quienes sufren depresión leve o moderada, ya que se ha hallado que es más efectiva y barata que los largos seminarios de fármacos antidepresivos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 26
 
 
La primera evidencia real de prácticas meditativas se remonta a alrededor del 1500 a.C., con la imagen de una figura sentada en la posición del loto en un sello encontrado en la India. Parece razonable aceptar, como hacen muchos indios, que los protoyoguis meditaban en los Himalayas y en otras partes, desde varios miles de años antes de los textos que se refieren a la meditación, como las Upanishads, que se escribieron alrededor del 800 a.C.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 28
 
 
Igual que millones de personas, noto que la meditación tiene un efecto calmante, me ayuda a pensar con mayor claridad y me hace más consciente del funcionamiento de mi mente. De vez en cuando, de manera impredecible, tengo momentos de una gran paz y un gran gozo.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 32
 
La meditación ayuda a que nuestra mente se acerque a la realidad última, que es consciente, amorosa y gozosa. Nuestras mentes derivan de Dios, y participan de la naturaleza de Dios. A través de la meditación podemos llegar a ser conscientes de nuestra conexión directa con esta fuente última de nuestra consciencia, cuando no estamos distraídos por pensamientos, fantasías, miedos y deseos. Y este contacto con la consciencia última es inherentemente gozoso.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 45
 
 
La ambigüedad del budismo secular Hay una ambigüedad inherente en el movimiento moderno de meditación. En un extremo se halla el uso de la meditación como una técnica que se puede aprender para reducir la presión arterial, disminuir el estrés, ayudar a sanar, prevenir la depresión, y proporcionar una mayor comprensión psicológica. La meditación puede ayudar a la gente que tiene una vida agobiante. Hay numerosas pruebas científicas de todo esto. Mindfulness parece totalmente compatible con la filosofía del materialismo científico, que sitúa la mente dentro de la cabeza. Desde este punto de vista, la meditación es como ir a un gimnasio mental para realizar un ejercicio regular. Por otra parte, la tradición hindú y la tradición budista parten de una concepción de la realidad totalmente distinta. Ven el mundo lleno de sufrimiento, dolor y conflicto. El único modo de llegar a ser libre es mediante la liberación espiritual. Los practicantes pueden huir del mundo del sufrimiento mediante una especie de despegue vertical, dejando tras ellos los ciclos de nacimiento y muerte. En la liberación o iluminación, la consciencia del vidente se hace una con la consciencia que subyace al universo. Pero en la tradición budista Mahayana, como en el Tíbet, quienes alcanzan este estado de liberación, o budeidad, son animados a convertirse en bodhisattvas, volviendo voluntariamente después de la muerte a otra vida humana, mediante el renacimiento, para ayudar a liberarse a los seres sintientes. Los hindúes piensan en esta consciencia como la consciencia de Dios o Brahman. Esta realidad última es sat-chit-ananda. Sat significa 'ser', chit ' consciencia o conocimiento', y ananda 'gozo'. Esta consciencia última incluye al conocedor –el fundamento consciente del ser– y a lo conocido, y el gozo de conocer y ser. En la medida en que los practicantes experimentan sus mentes absortas en el ser de Dios, son dichosos, pues Dios es dichoso. La descripción budista de la realidad consciente última es el nirvana, la iluminación o la liberación de la existencia encarnada, la absorción en el gozo y la libertad. La meditación no es un fin en sí misma, sino parte de un sendero que puede conducir a la liberación. Las tradiciones hindú y budista, como otras religiones, dan por supuesto la existencia de ámbitos de la consciencia mucho más allá de lo humano. Ven la consciencia humana como derivada de una fuente consciente última y conectada con ella. En contraste con esto, para los materialistas todo está en el cerebro. No existe algo así como un vasto ámbito de consciencia más allá del nivel humano. Esto es una ilusión, un sistema de creencias irracional. La mayoría de los practicantes seculares de meditación puede que no caigan en la cuenta de este conflicto. Su atención está puesta fundamentalmente en sus propias vidas. Pero el movimiento del Budismo Secular explicita esta ambigüedad. Los budistas seculares son practicantes que utilizan técnicas budistas, pero rechazan el budismo como religión. Se distancian de los mitos acerca del nacimiento del Buda y de las creencias en multitud de bodhisattvas, dakinis y otros seres espirituales. Rechazan la idea de que el nirvana esté en algún sentido 'ahí fuera' y exista independientemente de las mentes humanas. Interpretan la vida del Buda como la de un filósofo que enseña un modo de vida, más que como un líder religioso.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 45
 
 
La mayoría de los meditadores, es probable, simplemente hacen lo que hacen y no están motivados para involucrarse en este debate. Pero esta no es solo una cuestión teórica, afecta a la motivación de las personas. ¿La meditación tiene solo que ver con mejorar la salud y la condición física, aumentar la capacidad de una persona para conseguir lo que quiere en el mundo? ¿Mi meditación no tiene que ver más que conmigo? ¿O tiene que ver con unirse a un ámbito de la consciencia más elevado, más-que-humano? Las mismas cuestiones se plantean respecto a los beneficios físicos y mentales de la meditación. ¿Se deben solo a la fisiología de la respuesta de relajación y a los cambios en la actividad cerebral y la anatomía cerebral? ¿O, además, algunos de esos beneficios fluyen a partir de la conexión con un fundamento de la conciencia que se encuentra más allá de los seres humanos individuales? Las personas religiosas reconocen esta conexión con una consciencia mayor, así como su potencial transformador. Los humanistas ateos y seculares no lo hacen. Pero si siguen meditando, su comprensión puede cambiar, como yo mismo descubrí. Los místicos de todas las tradiciones religiosas han tenido experiencias directas de estar conectado con, o absorto en, una consciencia más-que-humana. Los ateos afirman que estas experiencias son ilusiones producidas dentro de los cerebros; presuponen que no pueden remitir a algo que esté más allá del nivel humano. Pero… ¿por qué no confiar en estas experiencias directas, en lugar de rechazarlas? Después de todo, el único modo de tener conocimiento acerca de la consciencia es a través de la propia consciencia. Y sabemos que una consciencia puede unirse a otras consciencias, como en nuestras relaciones. A través de la meditación y las experiencias místicas, nuestras mentes conscientes conectan con mentes más-que-humanas, y en última instancia con la fuente de toda consciencia. Igual que podemos entrar en una especie de resonancia mutua a través del amor y compartiendo actividades, del mismo modo podemos entrar en resonancia con mentes más-que-humanas, cuando no estamos preocupados con nuestros propios deseos, fantasías y miedos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 49
 
 
Si meditas de manera regular, comenzarás un viaje que puede llevarte mucho más allá de tus creencias y limitaciones, y hacerte una persona más feliz y más sana.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 51
 
 
En cuanto dejamos de dar casi todo por supuesto, empezamos a darnos cuenta de que podemos estar agradecidos por casi todo.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 53
 
 
Desde el año 2000 más o menos, la gratitud se ha estudiado científicamente gracias al crecimiento de la psicología positiva. Los psicólogos han desarrollado cuestionarios y escalas con los que pueden valorar la gratitud o ingratitud de las personas. Pueden también evaluar su bienestar y su felicidad. Un estudio tras otro ha ido mostrando que las personas que habitualmente son agradecidas son más felices que las que habitualmente son ingratas; se deprimen menos y están más satisfechas con sus vidas, se aceptan más a sí mismas y tienen un mayor sentido de propósito en la vida. 85 Son también más generosas.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 59
 
 
La práctica de la gratitud nos conecta con el gracioso flujo del dar y agradecer en el ámbito humano y también con el fluir de la vida en la naturaleza no humana: con las plantas y los animales, con los ecosistemas, con la Tierra, el sistema solar, nuestra galaxia y el cosmos entero. Y si estamos abiertos a ella, la gratitud puede conectarnos directamente con la fuente consciente de todo ser, de toda consciencia, toda forma y toda energía, a la que los judíos, los cristianos y los musulmanes llaman Dios, y los hindúes llaman sat-chit-ananda: Ser-Consciencia-Gozo.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 65
 
 
Las ciencias duras no confían en las impresiones subjetivas por sí solas; quieren ver lo que sucede en el cerebro. En un estudio de seguimiento, los investigadores de Stanford escanearon los cerebros de los participantes antes y después de los paseos. Quienes caminaron por entornos naturales redujeron la tendencia a la melancolía y, como era de esperar, la región del cerebro más asociada con la melancolía, la corteza prefrontal subgenual, estaba menos activa en quienes habían caminado en un entorno natural, lleno de árboles, que en los que habían andado por carreteras con mucho tráfico.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 72
 
 
Cómo la naturaleza fue separada de Dios
 
¿Cómo se produjo esta escisión?
 
Una de sus raíces se halla en la relación entre el pueblo judío y la Tierra Santa en la que vivían. Las religiones prejudías de Palestina eran politeístas, tanto con diosas como con dioses, y reconocían muchos lugares sagrados, incluyendo árboles, arboledas, menhires, montañas, manantiales y ríos. En las primeras etapas de su vida en Tierra Santa, el pueblo judío siguió celebrando su culto en los antiguos lugares sagrados. Las cosas empezaron a cambiar con la construcción del templo del rey Salomón en Jerusalén, que fue seguido por diversos intentos de suprimir todos los demás santuarios, dando al templo el monopolio. El Dios único tenía un solo centro. La adoración en las cumbres, en las arboledas sagradas y en otros antiguos lugares santos se veía con sospecha, si no con hostilidad violenta. Las religiones precristianas de Europa, como las religiones prejudías de Palestina, eran politeístas, y había muchos lugares sagrados. Pero, a diferencia de los profetas y los reyes judíos que intentaron centrar toda adoración ritual en un lugar sagrado, los cristianos no impusieron un monopolio. Durante la conversión del Oriente Próximo y Europa desde el culto a los antiguos dioses y diosas, muchos de los lugares sagrados tradicionales y de los festivales de temporada continuaron bajo una forma cristianizada. En la Iglesia celta de Irlanda y Gran Bretaña, algunos santos locales lograron una notable armonía entre el pasado druida y la nueva religión, como san Cuthbert (c. 634-687), que fue abad del monasterio de la isla sagrada de Lindisfarne, pero prefirió vivir como eremita. Según Beda el venerable (672-735), autor de The Life and Miracles of St. Cuthbert, Cuthbert predijo muchos acontecimientos futuros, y describió 'qué iba a suceder en otras partes'. También pasaba algunas noches en el mar. Según un monje que se escapó por la noche para observarlo secretamente: Cuando salió del monasterio, bajó al mar, que fluye por debajo, y entrando en él, hasta que el agua le llegó al cuello y los brazos, pasó toda la noche alabando a Dios. Cuando se acercaba el amanecer, salió del agua y postrándose comenzó a orar de nuevo. Mientras hacía esto, otras dos figuras surgieron del mar, y, tendiéndose ante él en la arena, respiraron en sus pies, y los secaron con sus cabellos, tras lo cual, habiendo recibido su bendición, volvieron a su elemento nativo. El propio Cuthbert volvió a casa a tiempo de unirse a los himnos habituales que cantaba con el resto de los hermanos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 78
 
 
No puedo demostrar que el sol sea consciente; pero un escéptico no puede probar que sea inconsciente. Desde un punto de vista no dogmático, la consciencia del sol es una cuestión abierta.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 92
 
 
Mi arboleda sagrada favorita en Europa es el santuario de la Sainte-Baume, en el sur de Francia. En un lado de una colina grande hay una gruta profunda, en la que se cree que María Magdalena pasó los últimos 30 años de su vida. Junto a la cueva hay un pequeño monasterio y dentro de la cueva hay una fuente, la capilla de la santa y un altar. Alrededor de la gruta hay un antiguo bosque de hoja caduca, con hayas, robles y otras especies que crean un microclima húmedo, fresco y musgoso, muy distinto de la vegetación seca y baja de la Provenza que la rodea. Esta arboleda sagrada debe ser muy anterior a su papel como santuario cristiano, pero el hecho de que fuese cristianizada aseguró su conservación, y todavía es un lugar importante de peregrinaje.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 107
 
 
La forma mínima de una arboleda sagrada es un árbol sagrado. En la India, muchos pueblos y templos contienen árboles sagrados, a menudo un pipal tree (Ficus religiosa), también conocido como árbol bodhi, el árbol debajo del cual se iluminó el Buddha, o un baniano (Ficus benghalensis), otra especie de higuera, que es el árbol nacional de la India. En Japón, los cerezos constituyen el centro de los hanami o el acto de contemplar las flores cuando están floreciendo en primavera. En Tierra Santa, los árboles sagrados incluyen robles y terebintos. La primera aparición registrada de Dios a Abraham tuvo lugar en un roble o un terebinto oracular en Shechem, donde Abraham construyó un altar (Génesis 12: 6-9), y es bajo esos árboles donde Dios se le apareció y le prometió que Sara, su mujer, de edad avanzada, le daría un hijo (Génesis 18: 1-10). Las fes abrahámicas están enraizadas en las arboledas sagradas. En Gran Bretaña, los robles eran uno de los árboles sagrados de la religión druida precristiana, y muchos robles antiguos son tratados todavía de manera reverencial. Los árboles más longevos en Gran Bretaña son los tejos, también sagrados en tiempos de los druidas, y los más venerables de esos árboles se encuentran en los cementerios. En el pueblo de Compton Dundon, en Somerset, el gran tejo tiene unos 1.700 años. La iglesia misma se remonta unos 750 años, de modo que el tejo tendría ya casi 1.000 años cuando se construyó la iglesia junto a él. Los primeros templos griegos eran de madera, y las columnas eran troncos de árboles. Más tarde, cuando los pilares se hacían de piedra, en las columnas corintias los capiteles, en la parte superior, estaban grabados con representaciones de hojas. Las columnas romanas, bizantinas y góticas terminaban a menudo en hojas talladas, recordándonos los orígenes de las columnas como troncos de árboles. Y en muchas catedrales góticas, no solo las columnas y las bóvedas evocan arboledas sagradas, sino que ocultos entre las tallas hay misteriosos Hombres Verdes, con rostros hechos de follaje, o con hojas que salen de sus bocas, como espíritus de la vegetación. La metáfora funcionaba en ambas direcciones: las arboledas sagradas como catedrales y las catedrales como arboledas sagradas.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 108
 
 
La vida diaria contiene muchos elementos rituales más o menos inconscientes, como el estrechar la mano. La convención decreta que tiene que hacerse con la mano derecha más que con la izquierda. Grabados en piedra de la Grecia antigua muestran que esta costumbre se remonta al menos al siglo V a.C. El estrechar las manos puede haber comenzado como un gesto de paz, demostrando que la mano derecha no tenía armas. En el mundo moderno es parte de un breve ritual, como saludo de encuentro y de despedida, de acuerdo alcanzado o de felicitación.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 135
 
 
Los rituales forman parte de nuestra vida. No podemos vivir sin ellos. Pero podemos decidir en qué rituales participamos y con qué espíritu lo hacemos. Pueden ser aburridos y un mero hábito. O pueden ser vivificadores, inspiradores y espiritualmente enriquecedores.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 136
 
 
Las leyes eternas tenían sentido en el contexto de una cosmovisión no evolucionista y una teología no evolucionista. Pero nuestra cosmología es hoy en día radicalmente evolucionista, y muchos científicos rechazan la idea de una mente inmaterial, que todo lo impregna y que sostiene las leyes de la naturaleza. No obstante, las leyes eternas siguen siendo el presupuesto científico por defecto, porque la mayoría de los científicos cree que no hay alternativa. Pero desde comienzos del siglo XX, algunos filósofos y científicos han sugerido que las leyes de la naturaleza podrían evolucionar, del mismo modo que evolucionan las leyes humanas. Ahora bien, utilizando una metáfora menos antropomórfica, las llamadas leyes de la naturaleza podrían ser más bien como hábitos. Puede que la memoria sea inherente a la naturaleza. Las estrellas, los átomos, las moléculas, los cristales y los organismos vivos puede que se comporten como lo hacen porque sus predecesores se comportaron de ese modo antes. Es posible que cada especie biológica tenga una memoria colectiva de la que cada individuo extrae contenidos y a la que contribuye. Los instintos podrían ser como hábitos de las especies. Una joven araña puede que sepa tejer su telaraña de orbe sin que se le enseñe porque ha heredado la memoria de cómo construir telarañas de las innumerables arañas anteriores. Mi propia hipótesis es que la memoria-hábito de la naturaleza funciona mediante un proceso que llamo resonancia mórfica, que implica la influencia de lo semejante sobre lo semejante a través del espacio y el tiempo. Patrones de actividad o de vibración similares captan lo ocurrido en patrones similares anteriores. Cuanto más a menudo haya ocurrido un patrón de actividad, más probable es que ocurra de nuevo, siempre que las cosas restantes sean iguales. A mayor repetición, mayor profundidad en los surcos del hábito. Cuando los hábitos están profundamente arraigados, como el comportamiento de los átomos de hidrógeno o las moléculas de nitrógeno, parecen inmutables, como si estuvieran gobernados por leyes eternas. Si tenemos en cuenta solo fenómenos establecidos desde hace mucho tiempo, es imposible decir cuál es la diferencia entre leyes eternas y hábitos establecidos hace mucho tiempo, porque en ambos casos los mismos fenómenos ocurren de modo muy parecido una y otra vez.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 137
 
 
La resonancia mórfica
 
¿Por qué está tan extendida la creencia de que la eficacia de los rituales depende de su similitud con el modo en que se han realizado antes? La manera de entender los rituales depende de nuestras presuposiciones acerca de la esencia de la naturaleza. Las actividades rituales están relacionadas con ideas profundamente arraigadas respecto a cómo las mentes y la naturaleza funcionan. Tienen mucho más sentido si la naturaleza, las sociedades y las mentes contienen una especie de memoria, y menos sentido si no lo tienen. El presupuesto habitual en la ciencia es que los principios básicos ordenadores de la naturaleza, las llamadas leyes de la naturaleza, son inamovibles. Estaban ya presentes, totalmente formadas, como un Código napoleónico, en el momento del Big Bang, cuando nuestro universo vino a la existencia. Las estrellas, los átomos, las moléculas, los cristales y los organismos vivos se comportan como lo hacen porque están gobernados por estas leyes eternas, que son las mismas en todas las épocas y en todos los lugares. Este presupuesto se fundamentó en la teología de los siglos XVI y XVII, cuando los fundadores de la ciencia moderna –Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes, Boyle, Newton, y otros– supusieron que la naturaleza estaba gobernada por el logos, la mente eterna de Dios. Las eternas leyes matemáticas de la naturaleza eran ideas en la mente atemporal de Dios. Por eso eran invisibles e inmateriales, aunque presentes en todas partes. Compartían la naturaleza inmutable, omnipresente y omnipotente de Dios. Las leyes eternas tenían sentido en el contexto de una cosmovisión no evolucionista y una teología no evolucionista. Pero nuestra cosmología es hoy en día radicalmente evolucionista, y muchos científicos rechazan la idea de una mente inmaterial, que todo lo impregna y que sostiene las leyes de la naturaleza. No obstante, las leyes eternas siguen siendo el presupuesto científico por defecto, porque la mayoría de los científicos cree que no hay alternativa. Pero desde comienzos del siglo XX, algunos filósofos y científicos han sugerido que las leyes de la naturaleza podrían evolucionar, del mismo modo que evolucionan las leyes humanas. Ahora bien, utilizando una metáfora menos antropomórfica, las llamadas leyes de la naturaleza podrían ser más bien como hábitos. Puede que la memoria sea inherente a la naturaleza. Las estrellas, los átomos, las moléculas, los cristales y los organismos vivos puede que se comporten como lo hacen porque sus predecesores se comportaron de ese modo antes. Es posible que cada especie biológica tenga una memoria colectiva de la que cada individuo extrae contenidos y a la que contribuye. Los instintos podrían ser como hábitos de las especies. Una joven araña puede que sepa tejer su telaraña de orbe sin que se le enseñe porque ha heredado la memoria de cómo construir telarañas de las innumerables arañas anteriores. Mi propia hipótesis es que la memoria-hábito de la naturaleza funciona mediante un proceso que llamo resonancia mórfica, que implica la influencia de lo semejante sobre lo semejante a través del espacio y el tiempo. Patrones de actividad o de vibración similares captan lo ocurrido en patrones similares anteriores. Cuanto más a menudo haya ocurrido un patrón de actividad, más probable es que ocurra de nuevo, siempre que las cosas restantes sean iguales. A mayor repetición, mayor profundidad en los surcos del hábito. Cuando los hábitos están profundamente arraigados, como el comportamiento de los átomos de hidrógeno o las moléculas de nitrógeno, parecen inmutables, como si estuvieran gobernados por leyes eternas. Si tenemos en cuenta solo fenómenos establecidos desde hace mucho tiempo, es imposible decir cuál es la diferencia entre leyes eternas y hábitos establecidos hace mucho tiempo, porque en ambos casos los mismos fenómenos ocurren de modo muy parecido una y otra vez. La diferencia entre estas dos interpretaciones se vuelve experimentalmente observable cuando observamos fenómenos nuevos que nunca antes han ocurrido. Por ejemplo, cuando los químicos hacen un nuevo compuesto químico y lo cristalizan, según la teoría de la ley eterna, debería cristalizar del mismo modo la primera vez tanto como cuando haga mil veces, o mil millones, porque las leyes relevantes de la teoría cuántica, el electromagnetismo, la termodinámica, etcétera, son siempre y en todas partes las mismas. Por el contrario, si los hábitos se construyen en la naturaleza, la sustancia puede que cristalice muy difícilmente la primera vez, porque todavía no hay un hábito de formación de ese tipo de cristal. Pero cuanto más a menudo se hagan esos cristales, más fácil será que se formen en todo el mundo, a medida que se construye un nuevo hábito. A través de la resonancia mórfica, la segunda vez que los cristales se hacen deberían formarse más rápidamente, debido a la influencia de los primeros cristales, siempre que los demás factores que intervienen sean iguales; la tercera vez, todavía más rápidamente, a causa de la influencia de los primeros y los segundos cristales; la cuarta vez, todavía más, por la resonancia mórfica de los primeros, segundos y terceros cristales, y así sucesivamente. Al final, esta memoria acumulativa conduciría a su cristalización siguiendo un hábito con un surco profundo, y la frecuencia de cristalización alcanzaría un límite superior. ¿Qué ocurre realmente? Es bien sabido que cuanto más a menudo se hacen los cristales, más rápidamente tienden a formarse en cualquier parte. La turanosa, un tipo de azúcar, se consideraba un líquido durante décadas antes de que cristalizase por primera vez en los años 1920. A partir de ahí se formaron cristales en todo el mundo. Revisando casos como este, el químico americano C.P. Saylor comentaba que era 'como si las semillas de la cristalización, como polvo, hubieran sido transportadas por los vientos de extremo a extremo de la tierra'. No cabe duda de que pequeños fragmentos de cristales anteriores pueden actuar como 'semillas' o 'núcleos' que facilitan el proceso de cristalización a partir de una solución supersaturada. Por eso el químico supone que la propagación de los nuevos procesos de cristalización depende de la transferencia de semillas de laboratorio en laboratorio, como una especie de infección. Así, la formación de nuevos tipos de cristales proporciona un modo de comprobar la hipótesis de la resonancia mórfica. El aumento de la frecuencia de cristalización debería ser observable, aunque a los químicos que visitan los laboratorios se les impidiera la entrada y se filtraran las partículas de polvo. La hipótesis se aplica también al comportamiento. Si las ratas en Londres aprenden un nuevo truco, las ratas de todo el mundo tendrían que poder aprenderlo con mayor rapidez, simplemente porque allí las ratas lo han aprendido. Cuanto más lo aprendan, más fácil debería ser su aprendizaje en cualquier parte. Hay ya evidencia, por experimentos con ratas de laboratorio, de que este notable efecto ocurre. Del mismo modo, debería ser más fácil para las personas aprender lo que otras personas han aprendido ya, y hay evidencia científica de que es así. La clave de la resonancia mórfica es la similitud. Su efecto usual es reforzar las similitudes, que conducen a la elaboración de hábitos. Por el contrario, los rituales implican lo inverso de este proceso. En los rituales, los patrones de actividad se representan de manera consciente y deliberada, del mismo modo que se realizaban antes. En los hábitos, la presencia del pasado es inconsciente; en los rituales, es consciente. A través de la resonancia mórfica, los rituales traen el pasado al presente. Cuanto mayor sea la similitud ente el ritual presente y el pasado, más fuerte será la conexión resonante. De este modo, la resonancia mórfica proporciona una explicación natural de la cualidad repetitiva de los rituales hallados en las tradiciones de todo el mundo, e ilumina el modo en que los rituales conectan a los participantes actuales con todos aquellos que han realizado el ritual anteriormente, remontándose hasta la primera vez que se llevó a cabo. Ahora bien, los rituales no solo tienen que ver con conectar a través del tiempo; tienen que ver también con la apertura al ámbito espiritual en el presente, del mismo modo que la gente se abría a este ámbito en el pasado. Repetir las mismas acciones ayudará a producir el mismo tipo de conexión espiritual.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 136
 
 
Las pruebas fósiles sugieren que la capacidad de producir sonidos protomusicales podría haber evolucionado desde hace 1.800.000 años, en el Homo ergaster y el Homo erectus, quienes andaban erguidos y tenían un cerebro de unos 1.000 centímetros cúbicos (cc), no muy inferior a la media moderna de 1.400 cc. Su tórax con forma de barril y sus capacidades vocales realzadas, junto a sus conductos auditivos similares a los de los humanos modernos, sugieren que los sonidos de sus voces eran ya de gran importancia para su vida social. Hace unos 700.000 años, con el surgimiento del Homo heidelbergensis, apareció un tracto vocal totalmente moderno, junto con oídos que eran sensibles al máximo a los sonidos en la gama de la palabra y el canto. Nadie sabe cuándo las sociedades humanas descubrieron por primera vez el poder del movimiento sincronizado y de la realización de sonidos. Los primates no humanos no tienen la capacidad de cantar juntos con un ritmo constante, aunque los chimpancés y los bonobos a veces hacen breves arranques de llamadas sincronizadas. En cuanto los protohumanos desarrollaron esta capacidad, cantar y danzar probablemente surgieron juntos. Coordinando sus sonidos y sus movimientos, descubrieron un poder por el que el todo era más que la suma de las partes. Esta actividad sincronizada habría tenido enormes efectos sobre los miembros del propio grupo, y también sobre otras especies. Los depredadores habrían quedado impresionados por la exhibición del poder del grupo unido.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 148
 
 
En el fondo de todas estas teorías musicales del cosmos se hallaban las enseñanzas seminales de la escuela de Pitágoras en la Grecia antigua. Los pitagóricos creían que hay números, ratios y proporciones que subyacen a todo el cosmos. Mostraron también que la música proporcionaba un puente entre la cantidad y la calidad, entre las matemáticas –los aspectos medibles de la música– y la experiencia subjetiva. Los intervalos musicales podrían ser tanto escuchados conscientemente como expresados matemáticamente. Por ejemplo, si una flauta es el doble de larga que otra, la nota que emite es una octava inferior. Si es la mitad de larga, la nota es una octava superior. Lo mismo es válido para la longitud de las cuerdas en un instrumento de cuerda (si el grosor y la tensión son constantes). Estos principios se aplican también a nuestras cuerdas vocales, que tienen la forma de cuerdas. 253 La ciencia contemporánea sigue los mismos principios, pero nos proporciona más detalles sobre la relación entre la cantidad y la cualidad. Si marcamos el ritmo una vez por segundo, oímos una serie de golpes que podemos contar. Pero a medida que los golpes se vuelven cada vez más rápidos, alrededor de 20 golpes por segundo (20 hercios o Hz para abreviar), ya no podemos contarlos, sino que en su lugar oímos notas bajas, cualidades más que cantidades. Al aumentar la frecuencia, las notas son cada vez más altas. En un espectro entre 20 y 20.000 Hz, oímos las vibraciones como tonos, como cualidades. Sin embargo, también son medibles cuantitativamente, como frecuencias. En el sistema convencional de afinación, la nota la sobre el do medio se define con una frecuencia de 440 Hz. La nota la, una octava por debajo, tiene una frecuencia de 220 Hz; la, una octava superior, 880 Hz. La mecánica cuántica ha ampliado estos principios pitagóricos hasta las partículas elementales de la materia, que no son algo sólido, sino más bien patrones de vibración, como lo es la luz. Los átomos, las moléculas y los cristales son todos ellos estructuras vibratorias. Ciertamente, todo en la naturaleza es rítmico o vibratorio, incluyendo nuestra propia fisiología, con nuestras ondas cerebrales, los latidos del corazón, los patrones respiratorios, los ciclos diarios de vigilia y sueño, los ciclos mensuales en las mujeres, y los ciclos anuales para todos nosotros. Para los panpsiquistas, pueden existir muchas formas de mente o de consciencia en la naturaleza, experimentando cada una de ellas cualidades y sensaciones a su propio nivel. ¿Qué ocurre si los patrones ondulatorios en muchos niveles diferentes se volvieran conscientes, desde los más pequeños, en las partículas subatómicas, hasta los más grandes, en los cúmulos galácticos y en todo el cosmos? ¿Qué pasa si la cualidad, es decir, los sonidos, y la cantidad, digamos las frecuencias y las amplitudes, van unidas en todos los niveles de complejidad, no solo en las mentes animales?
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 166
 
 
La música cósmica está mucho más allá de nuestro espectro normal de experiencia, pero los mitos de la creación y los narradores nos ayudan a percibir algo de un mundo consciente mucho más allá de nuestras limitadas mentes, pero con el que nos relacionamos a través de la experiencia compartida de la música. Para las personas que creen que la consciencia existe solo dentro de los cerebros, apreciar la música tiene que ser algo limitado por el cerebro; todo lo demás es inconsciente; la gran mayoría del mundo no humano es sordo a nuestros cantos y nuestra música. Por otra parte, si todo el universo es consciente, y si contiene muchos niveles de consciencia en su interior, entonces la música puede unirnos a mentes musicales mucho más grandes que la nuestra, y en última instancia a la fuente misma de la vida.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 169
 
 
En 1538, bajo el rey Enrique VIII, fueron suprimidas todas las peregrinaciones inglesas por su secuaz Thomas Cromwell. La orden contra las peregrinaciones expresaba un austero espíritu protestante: La gente no debería depositar su confianza en ninguna otra obra concebida por la fantasía de los hombres aparte de la Escritura; como en las peregrinaciones, el ofrecimiento de dinero, velas o cirios a las imágenes o las reliquias, ni besar esas mismas cosas, recitando el rosario, de manera que ni se entiende lo que se dice ni se piensa en ello.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 179
 
 
De acuerdo con mi propia experiencia, los creyentes en el cientificismo son mucho más dogmáticos que la mayoría de los cristianos que he conocido.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 211
 
 
La mayoría de los creyentes en el cientificismo no son científicos; son más devotos que investigadores. La mayoría no realiza observaciones empíricas ni descubrimientos científicos ellos mismos. No han trabajado en el Gran Colisionador de Hadrones estudiando partículas subatómicas, ni han secuenciado genomas, ni examinado la ultraestructura de las células nerviosas, ni llevado a cabo investigaciones en radioastronomía, ni profundizado en las matemáticas de la teoría de supercuerdas. Confían en lo que les han dicho, aceptando la ortodoxia dominante de la ciencia institucional, tal como la transmiten los libros de texto y los divulgadores que la popularizan. Son incapaces de cuestionar la autoridad del sacerdocio científico, porque carecen de la educación necesaria y el conocimiento técnico para hacerlo. Y si formulan preguntas incómodas, es probable que sean ignorados o desestimados por ignorantes, confusos o estúpidos.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 211
 
 
Los efectos del modo de vida religioso y del modo de vida no religioso La investigación científica experimental sobre las prácticas religiosas se produce en un contexto secular. Los investigadores generalmente presuponen que los participantes no son religiosos y que no realizan prácticas espirituales. Después, investigan los efectos que produce añadir una determinada práctica y estudian sus resultados, comparando con un grupo control que no participa en esa práctica. Por ejemplo, la investigación sobre la gratitud compara el efecto que tiene expresar gratitud con el no hacerlo. La investigación sobre la meditación compara el efecto de meditar con el no hacerlo. La investigación acerca de pasar un tiempo al aire libre compara el estar al aire libre con el estar en un espacio interior, la situación por defecto. La investigación sobre los efectos de cantar compara el cantar con el no cantar. La mayoría de estos estudios muestra que las prácticas espirituales tienen efectos beneficiosos comparándolas con no practicarlas. Otro modo de investigar los efectos de las prácticas espirituales es tener en cuenta los efectos a largo plazo de la participación religiosa, a diferencia de la no participación. Quienes van regularmente a la iglesia, la sinagoga u otros lugares religiosos de reunión, se comparan con quienes no lo hacen, clasificados en franjas de edad, situación económica y estatus social. En los Estados Unidos y en otras partes, se han llevado a cabo miles de tales estudios. Los hallazgos son claros. Las personas que iban regularmente a la iglesia tendían a tener menos trastornos mentales, a sufrir menos depresión, a mostrar menos ansiedad, y a vivir más que aquellas que tenían poca participación religiosa, o ninguna. Este efecto no se limitaba al cristianismo. Había un efecto similar en Taiwan, en un contexto predominantemente budista. Hay excepciones. En el caso de una minoría de personas, especialmente las que están llenas de culpa, miedo, o quienes han experimentado conflictos religiosos graves, las creencias religiosas pueden tener efectos negativos sobre la salud y el bienestar. Pero la mayoría de las personas que han abandonado su fe ancestral no lo han hecho para huir de una culpa o un conflicto extremo. Muchos se convierten a un estilo de vida no religioso no por razones negativas, sino por razones positivas, como hemos analizado anteriormente; quieren alinearse con el progreso, la razón y la ciencia. Cuando la gente abandona su religión ancestral, generalmente deja de participar en toda una serie de prácticas que sus antepasados daban por supuestas, entre las que se cuentan: Dar gracias como comunidad y como familia Ser parte de una comunidad que canta unida Rezar Aceptar la muerte como una transición y no como un final. Participar en ritos de paso como el bautismo, la confirmación y el matrimonio Tener funerales religiosos tradicionales Reconocer a los antepasados Celebrar festivales que proporcionan estructura al paso del tiempo durante el año Conectar con lugares sagrados Participar en rituales que dan un sentido de identidad y continuidad colectiva Verse estimulados a ayudar a otras personas Formar parte de una historia más amplia que ayuda a dar sentido a las vidas individuales Sentir una conexión con una realidad espiritual que trasciende el espacio y el tiempo Al abandonar la religión y las prácticas que la acompañan, las vidas de la gente ciertamente se liberan de restricciones. Para los excristianos, el domingo no hace falta que sea ya un día especial de acción de gracias, descanso y recreo; puede ser simplemente otro día para trabajar o para comprar. No hay barreras religiosas para un estilo de vida de 24 horas durante 7 días. En este proceso cambian muchas cosas, no solo para la primera generación de personas no religiosas, sino también para sus hijos. A diferencia de los niños de familias religiosas, los hijos de familias no religiosas no cantan con la comunidad de su familia y dan gracias juntos, ni participan en rituales y festivales.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 212
 
 
En general, las prácticas religiosas y espirituales hacen a la gente más feliz, más sana y menos deprimida. A la inversa, no tener tales prácticas hace a la gente más infeliz, menos sana y más deprimida. El ateísmo militante debería presentarse con una advertencia sanitaria.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 216
 
 
La ventaja de la mayoría de las prácticas espirituales es justamente que tienen más que ver con la práctica que con la creencia. Por tanto, están abiertas tanto a las personas religiosas como a las no religiosas. Son incluyentes. Las prácticas espirituales nos llevan más allá de nuestras preocupaciones inmediatas.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 216
 
 
¿Cuál es el denominador común?
 
La conexión es el tema que las unifica a todas ellas. Nos llevan más allá de lo mundano a modos más profundos de conexión:
 
1. La gratitud tiene que ver con el flujo del dar y recibir. Ser parte de un flujo nos conecta. Podemos decidir lo lejos que vamos en el reconocimiento y la gratitud. En el ámbito humano podemos sentirnos agradecidos a todos los que nos han ayudado y apoyado, incluyendo a nuestros padres, que nos dieron la vida. En el mundo más-que-humano podemos dar gracias por los otros organismos vivos que nos rodean y de los que dependemos para nuestra supervivencia, y por la vida de la tierra. Podemos ir más lejos y dar gracias por el sol, la galaxia y el cosmos entero. Podemos ir todavía más allá, y sentirnos agradecidos por la fuente de toda la naturaleza y todas las mentes, lo llamemos Dios o no. Somos libres de ser tan agradecidos o tan ingratos como queramos. Cuanto más desagradecidos somos, mayor es nuestra desconexión, nuestro descontento y nuestro aislamiento. Cuanto más agradecidos somos, más profunda es nuestra conexión con una vida más grande que la nuestra, y más fuerte nuestra experiencia del fluir. Esta consciencia del fluir nos ayuda a ser más solidarios y más generosos.
 
2. La meditación nos hace conscientes de las actividades de nuestras mentes, a medida que las vemos implicándonos en un proceso temporal, conectando nuestro pasado a nuestro futuro mediante túneles personales. A través de la meditación podemos remontarnos a una consciencia más inclusiva. Y a veces nos hallamos en una presencia consciente mucho mayor, una mente que va más allá de la nuestra. Estamos conectados a través de una presencia consciente.
 
3. Conectar con el mundo más-que-humano. Podemos ir tan lejos como decidamos con nuestras mentes y nuestros sentidos. Podemos prestar atención al mundo de los animales, las plantas, los hongos, los microbios, los bosques, los océanos, el tiempo atmosférico, Gaia, el Sol, el sistema solar, la Vía Láctea, y las innumerables galaxias que hay más allá de la nuestra. Podemos llegar hasta la fuente de la que toda la naturaleza procede.
 
4. Las plantas nos ofrecen conexiones con formas de vida totalmente diferentes de la nuestra. Como nosotros, las plantas crecen y cambian. Pero, a diferencia de las plantas, nosotros dejamos de crecer y comenzamos a actuar, como hacen otros animales. Las plantas son la fuente de cualidades que nosotros y otros animales experimentamos: formas, olores, sabores, texturas y colores. Ellas nos alimentan, directa o indirectamente; nos sanan como hierbas, o nos envenenan. Algunas plantas medicinales o alucinógenas pueden modificar nuestras mentes. Y son mucho más antiguas que nosotros. Las principales familias de plantas de flores han estado ahí desde hace decenas de millones de años, las coníferas desde hace 300 millones de años, los helechos, los musgos, y otras algas incluso desde hace más. Nuestra especie tiene solo alrededor de 0,1 millones de años de antigüedad, y la civilización solo 0,005 millones de años.
 
5. Los rituales nos conectan con quienes han realizado tales rituales anteriormente. Mantienen las tradiciones y la continuidad de nuestro grupo, y también abren un canal a la consciencia más-que-humana. Los rituales nos conectan también con nuestros descendientes y con todos los que los realizarán una vez más. A través de los rituales nos conectamos con el pasado y el futuro de nuestro grupo, y con el ámbito espiritual con el que nuestro grupo se halla vinculado, así como con una meta trascendente de la humanidad.
 
6. El canto, la salmodia y la música en general unen a los miembros del grupo en sincronía y resonancia. Los mantras, los cánticos, las canciones y las danzas nos conectan al mundo más-que-humano y a las mentes más-que-humanas. La música nos vincula al fluir de la vida.
 
7. El peregrinaje nos conecta con los lugares sagrados y los lugares en los que el cielo y la tierra se unen. En muchos lugares sagrados, esto es literalmente cierto. Sus estructuras se elevan hacia el cielo como los monolitos, los obeliscos, las torres, los capiteles y los minaretes. La peregrinación tiene la gran ventaja de ser tanto una práctica como una metáfora. Al emprender una peregrinación, experimentamos el proceso de dirigirnos hacia una meta y llegar a ella, estando en ella. Luego, volvemos a casa cambiados. Conectamos nuestras vidas cotidianas ordinarias con lugares que nos unen a un mundo trascendente. Podemos ver toda nuestra vida como un peregrinaje. Dependiendo de nuestras creencias, esto puede ser un viaje cuyo destino es nuestra muerte inevitable, o un viaje hacia una conexión espiritual a la hora de nuestra muerte, como en una experiencia cercana a la muerte, y un viaje que continúa más allá de nuestra muerte.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 218
 
 
Todos estamos viajando. Las prácticas espirituales pueden enriquecer nuestras vidas y darnos un sentido más fuerte de conexión entre nosotros, así como con la vida y la consciencia que se encuentra más allá del nivel humano. Estas prácticas pueden ayudarnos a aceptar algunos de los muchos regalos que se nos ofrecen, y a dar gracias por ellos. Cuanto más apreciamos lo que se nos ha dado, mayor es nuestra motivación para dar.
 
Rupert Sheldrake
La ciencia y las prácticas espirituales, página 218















 
 

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