Emilio Bourgon

Durante las primeras sesiones, creo que el 15 de mayo de 1975, aquellas entidades nos mandaron a un sector llamado Los Campitos, una montaña cerca de Santa Cruz de Tenerife. Allí deberían aparecer escuadrillas de naves; y sí, efectivamente, surgieron en el momento en que nos dijeron que estarían por encima del Puerto de la Cruz. Y el espectáculo duró casi dos horas. Aquello fue, para nosotros, definitivo, pues significaba que la conexión era válida.

¿Quiénes eran aquellas entidades que se comunicaban con vosotros a través del tablero de la güija?

Primero decían que eran de Saturno, que querían hacer experimentos porque, en su mundo, tenían enfermedades y estaban buscando voluntarios terrestres para hacer experimentos médicos para desarrollar medicamentos y curarse. Parecía tan absurdo, pero al mismo tiempo percibíamos que había, realmente, una inteligencia desconocida por detrás de aquellas manifestaciones durante las sesiones de güija.

En las sesiones de güija, junto con los otros compañeros, empezaron a manifestarse, a través del vaso y las letras del tablero, entidades que decían ser del planeta Urano; es decir, más allá de Saturno. Curiosamente, querían protegernos de aquellos seres saturninos, que en realidad eran científicos, para evitar que nos hicieran daño, especialmente en nuestros cerebros, con sus experimentos. Una de las entidades que más acudía a aquellas sesiones se llamaba Opat-35, que, en realidad, era ¡una computadora! Aquel cerebro electrónico tenía respuesta para todo o casi todo y decía pertenecer al planeta Urano.

Recorrimos 60 kilómetros entre Santa Cruz y La Tejita, pero llegamos con algunos minutos de retraso según la hora convenida. Vimos unas luces próximas al horizonte, en una ensenada que hay junto a la Montaña Roja y pensamos: pues ahí hay un barco... pero resultó que ¡no era un barco! Las luces estaban a una altura de 8 a 10 metros sobre el nivel del agua; estas constituían una nave de unos 60 metros de diámetro. Una de las luces era como un gran faro de tonalidad blanco-amarillenta flotando sobre el océano. Cuando indagamos a la entidad, desde dentro del coche, para hacernos una señal luminosa, inmediatamente se proyectó desde aquella luz blanco-amarillenta un foco gigantesco que iluminó la Montaña Roja. Aquello fue impresionante y nos conmocionó. Además, volvieron a mandarnos luz y el nuevo fogonazo iluminó toda la playa de La Tejita, donde estábamos. De esta manera ellos respondían a nuestros requerimientos

¿Qué pasó después?

La entidad nos ordenó a los tres que nos bajáramos del coche y que fuéramos caminando hasta la orilla del mar. Misteriosamente, a partir de este momento nuestros recuerdos se enturbiaron. La luz desapareció, se esfumó, y nosotros regresamos a Santa Cruz de Tenerife enmudecidos, sin hacer ningún comentario, algo inhabitual entre nosotros.

Y nos dimos cuenta de que había una laguna de tiempo, de casi una hora durante nuestra estancia en La Tejita y nuestro regreso a la ciudad. Nosotros acudimos a varios especialistas. En el hospital general, nos pusimos en contacto con un grupo de médicos amigos que nos hicieron regresiones hipnóticas.

Yo, por lo menos, recuperé una parte de lo que supuestamente me pasó aquella noche tan especial. Bajo hipnosis vi un pasillo luminoso, muy ancho, larguísimo, circular. Pasé de estar en la playa a estar allí dentro, como en una teletransportación. Me vi sentado en un sillón, en una sala, donde había un tablero de cristal, como un cuadro de mandos con sensores; al otro lado de la mesa se encontraba un extraño personaje vestido con un buzo plateado. Media más de dos metros de altura, pero tenía proporciones armónicas, era ancho, fuerte. El cabello era largo y rubio. Empezamos a hablar, pero no movía los labios, era una comunicación telepática; aquel hombre levantó la mano derecha y me tranquilizó. Estuvimos unos 35 minutos hablando. Luego me vi atravesando la pared de la nave y, de pronto, me encontré junto a mis amigos.

¡Fuimos engañados!

Más o menos en el sitio donde había estado la nave que vimos en junio, de pronto brotó del fondo del mar una bola de luz que, más tarde nos enteramos, se había visto en la estación de control y en toda la isla. De pronto la bola de luz se dividió en dos partes y desaparecieron en el espacio.

Volvería a hacer lo mismo, porque las proposiciones cósmicas había que cumplirlas. Aquello no era ninguna broma. Fue una época extraordinaria, donde aprendimos mucho y aún seguiremos aprendiendo.

Emilio Bourgon
Tomada del libro Expedientes OVNI del siglo XXI de Pablo Villarrubia Mauso, página 335











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