Fernando León de Aranoa

"Cualquier fin creativo es político, cualquier película que uno hace está dejando una lectura personal del mundo y de la sociedad. Lo que uno escribe refleja inevitablemente su forma de ver el mundo y cómo creamos es parte de cómo los vemos. De hecho, creo que las películas que más calan en el discurso público son las llamadas mainstream, que aparentemente parecen más inofensivas, porque al final son las que llegan a más gente. Entiendo que mi cine pueda considerarse social, pero a mí no me gusta que haya barreras cuando intento hablarle a la gente. Si hay algo que aborrezco, son los guetos y los nichos que limitan la recepción de las historias. En este sentido, no quiero que metan mis guiones en un cajón que solo pretende interesar a un determinado tipo de gente muy politizada. Quiero llegar a gente en mis antípodas ideológicas. Además, tengo claro que el primer compromiso es con mi oficio, que es la ficción, y por eso mis películas apelan a la emoción del espectador, intentan emocionarle, hacerle reír, llorar… Eso es lo que priorizo siempre. Es la base."

Fernando León de Aranoa



"El territorio de la ficción es libre por definición."

Fernando León de Aranoa




EPIDEMIA

Se decía en los cafés, en las plazas, en los mercados: 
las palabras están muriendo.
Murió Eucalipto, murió Colectivo, murió Paraguas, tan querida por todos. Murió Curioso y murió Rebelión. Murió Ditirambo, pero a pocos importó, porque pocos la conocían. Agonía tuvo una muerte coherente, larga y dolorosa. Al entierro de Pan acudieron millones en masa.
Caían por docenas, contagiadas.
Alarmadas, las autoridades racionaron las palabras. Cada ciudadano podrá utilizar treinta al mes. Se persiguieron las perífrasis y los circunloquios, se declararon proscritos los rodeos: el lenguaje se volvió exacto, los oradores, cirujanos. Los locuaces fueron encarcelados y puestos a disposición de los jueces en vistas que nunca más volvieron a ser orales. Incomunicaron a los charlatanes y los mudos se erigieron al fin en modelos sociales, pero lo celebraron en silencio.
Se pusieron de moda las medias palabras. Los enamorados aprendieron a decírselo todo con la mirada, los amantes, con las manos.
Lingüistas, académicos y semiólogos trataron de explicar el origen de la epidemia, pero no encontraron las palabras. Las autoridades pusieron protección a algunas de ellas en virtud de su relevancia: Democracia, Quiniela y Sistema Financiero serían escoltadas en todo momento desde sus domicilios hasta las frases donde a diario se ocupan.
Y el lenguaje se llenó de ausencias. Los diccionarios se convirtieron en cementerios: morgues de papel alfabéticamente de la A a la Z.
En secreto, los enamorados guardaron diez, doce palabras, para decírselas en el momento exacto.
También los poetas hicieron provisión. En un sótano húmedo, sin ventanas, amontonaron trescientas palabras. Se sabe que entre ellas estaba Mañana, estaba Mantel, estaba Esperanza. Y se sabe también que, apostados sobre ellas con sus rifles, se aprestaron a defenderlas con la vida.

Fernando León de Aranoa
Aquí yacen dragones



"Hay que escribir desde las tripas y la imaginación sin preocuparse por la opinión pública."

Fernando León de Aranoa




LAS EQUIVALENCIAS DEL TIEMPO

Sesenta segundos son casi setenta en las salas de espera de los hospitales, ochenta en las habitaciones vacías del desempleo, noventa en los cuartitos oscuros, pentagonales, de la tortura. Un mes en la cárcel son tres al otro lado del muro, nueve si afuera lo espera a uno un hijo, doce cuando se está enamorado. Un año en el exilio son cinco en la casa de uno, con su parque próximo en otoño, con su panadería habitual y su paseo a media tarde. Tres horas son seis en un control militar, nueve cuando se está de rodillas, pidiendo, en las aceras céntricas de la pobreza. Un minuto son diez ante el gatillo del asesino.
Pero la vida, esta vida sin ti, no acaba nunca.

Fernando León de Aranoa
Aquí yacen dragones


"Las personas siempre me resultan más interesantes que los contextos sociales."

Fernando León de Aranoa




NUESTRO

Juntos fundamos un país al norte, al que llamamos Nuestro. En él fuimos los reyes y los súbditos, abolimos la noche y el miedo, decretamos la risa y el juego. Declaramos prohibidos los lunes y las estatuas ecuestres, derogamos los paraguas, se rindió culto al postre. Pusimos a nuestro nombre las nubes, las tormentas de verano y el roce perfecto de las sábanas limpias.
Nadie podía madrugar en Nuestro. La población permanecía en la cama hasta bien entrado el día.
Entonces llegaron los otros. Aparecieron de noche, sin aviso ni delicadeza. Se quedaron con nuestro país y lo llamaron Suyo.
Soy, desde entonces, un pueblo errante.

Fernando León de Aranoa
Aquí yacen dragones


"Mis películas tienen final feliz… me resisto a pensar que es de otra manera. Para mí la esperanza es importantísima; me gusta la literatura o la ficción en la que la encuentro. Yo creo en el ser humano, pese a todo. Me acordaba en estos días de unas palabras que cité de John Steinbeck, el autor de Las uvas de la ira, cuando recibió el premio Nobel de literatura. Él decía algo así como que el escritor estaba obligado a celebrar la probada capacidad del ser humano para la dignidad en la derrota; su capacidad para el amor y para la esperanza. Y acabó al decir una cosa que es muy bella y en la que creo, decía: al día de hoy, el hombre es la mayor amenaza para el hombre. Lo estamos viendo, ¿no? En cualquier guerra… Pero también, añadía, su única esperanza. Yo creo en eso, creo que somos la mayor amenaza para nosotros mismos, pero también nuestra única esperanza y hay mucha gente que lo prueba."

Fernando León de Aranoa















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