"La OTAN apoya, desde hace muchos años, la investigación científica de fenómenos en la alta atmósfera en seminarios y publicaciones de física, química, matemáticas y muchos otros temas ¿También entran los ovnis o UAP en esa categoría? En los últimos veinticinco años he tratado de averiguar si existía algún estudio sobre este tema en el seno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. He tenido ocasión de hablar detenidamente con personas muy significativas dentro de la OTAN, pero nunca he llegado a obtener ninguna respuesta concreta. Es muy posible que existan informes de avistamientos e incluso estudios sobre los problemas que plantean, pero entonces ¿cuál es el motivo del secreto? Los países siempre se muestran reacios a proporcionar algún dato sobre las detecciones realizadas por medio de radar o por medio de satélites, o de aviones de combate porque dan pistas a los servicios de inteligencia de los países enemigos de las capacidades defensivas u ofensivas de cada uno.
Tengo la impresión de que en este siglo XXI han surgido multitud de empresas y de laboratorios públicos y privados que estudian, analizan y tratan de comprender lo que hay detrás de lo que aparece en los cielos. Basta leer la información publicada del programa AATIP de Estados Unidos para darse cuenta de esta realidad.
Mi opinión es que serán muy tímidos y que la información se difundirá con cuentagotas. Se trata de un problema de una complejidad extraordinaria, de la que únicamente somos capaces de atisbar aspectos superficiales. La gran incógnita es si realmente se ha recuperado material manufacturado procedente del espacio exterior ¿tenemos capacidad para comprender a qué nos estamos enfrentando? ¿O se trata de algo que a pesar de los avances nos supera? Los llamados metamateriales, las tecnologías de baja detectabilidad, el vuelo hipersónico, las armas láser, los biosensores, las armas de microondas, la fusión nuclear, la nanotecnología, posibilitan un mundo potencialmente nuevo, pero el gran problema es que desconocemos nuestra posición relativa en el universo o en el multiverso y los saltos que son necesarios para alcanzar el nivel de los visitantes.
Lo más preocupante no es el comportamiento de lo que aparentemente nos visita, sino el comportamiento de la raza humana. El desarrollo de la inteligencia artificial, no siempre basada en principios éticos, el transhumanismo, que podría significar el fin de la sociedad tal como la conocemos, el gasto militar desbocado, el cambio climático y un largo etcétera configuran un futuro nada halagüeño para cualquier persona con vocación humanista. Tal vez tenga razón un famoso humorista quien, cuando en 1947 la opinión pública se comenzó a plantear que si nos estaban visitando seres inteligentes de otros mundos, por qué no entraban en contacto con nosotros, dio la respuesta definitiva: la mejor prueba de que son inteligentes es que no entran en contacto con nosotros.
Miguel Bibiloni Brotad
Tomada del libro Expedientes OVNI del siglo XXI de Pablo Villarrubia Mauso, página 49
"A finales del XIX y principios del XX ya había científicos, militares y políticos que se planteaban, conceptualmente, la existencia de seres inteligentes no humanos con una tecnología superior. Fruto de esta forma de pensar es La guerra de los mundos, de H. G. Wells, obra en la cual su autor plasma el encuentro con una tecnología superior, con el mismo instinto depredador que caracteriza a la raza humana, pero que ahora se convertiría en presa. De este libro, a mi juicio, nace el “gran miedo” de un posible encuentro con inteligencias extraterrestres.
Tal vez todo sean fantasías, pero en el siglo XX los militares estuvieron muy preocupados por estos hechos y ya en su día se atribuyeron a inventores excéntricos, a fenómenos meteorológicos poco conocidos, a contrabandistas, a rusos, a japoneses. Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1947, la posibilidad de una invasión alienígena ganó terreno. Esta vez son las instalaciones relacionadas con las bombas nucleares como Los Álamos, Oak Ridge, Hanford, Savannah River, que parecen ser objeto de la curiosidad de los “platillos volantes”. En Estados Unidos se inicia el Proyecto Signo o Sign con la finalidad de recoger los informes sobre estos extraños visitantes. La primera conclusión a la que se llegó es que se trataba de vehículos pilotados por inteligencias no humanas. Pero las autoridades militares se negaron en redondo a aceptarlas oficialmente y el proyecto se dio por finalizado. Cabe destacar que la principal preocupación del gobierno norteamericano era que la Unión Soviética hubiera conseguido una tecnología muy avanzada que pusiera en peligro a Estados Unidos. No obstante, la conclusión más importante del proyecto es que los ovnis no ponían en peligro la seguridad nacional. Los servicios de inteligencia norteamericanos siguieron recopilando informes sobre avistamientos ovni y al Signo le siguieron los proyectos Grudge y Blue Book finalizado en 1969. Los resultados fueron similares: los ovnis no representaban un peligro para la seguridad nacional. Lo curioso es que hoy en día, el informe del Pentágono sobre ovnis o UAP de junio de 2021 muestra lo contrario, que hay que tenerlos en cuenta en relación a la seguridad nacional.
En mi opinión algunas personas significativas de las grandes potencias de este mundo están completamente convencidas, desde el año 1947, de que nos enfrentamos a inteligencias no humanas, con una tecnología que no comprendemos y que tal vez no seamos capaces de comprender nunca, con propósitos que desconocemos y que puede ser que no siempre sean amistosos y contra los que no hay ninguna defensa posible."
Miguel Bibiloni Brotad
Tomada del libro Expedientes OVNI del siglo XXI de Pablo Villarrubia Mauso, página 64
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