En una ocasión empecé una
conferencia ante estudiantes de la Universidad de Oslo con la siguiente
observación: «Señoras y señores, soy de Viena. Soy de la ciudad de Sigmund
Freud. Pero no soy de la época de Sigmund Freud». Y verdaderamente, a nosotros,
los neurólogos, las frustraciones sexuales no nos dan tanto trabajo como la
frustración existencial. Así como Alfred Adler situó el complejo de
inferioridad en el centro de sus observaciones, ese lugar corresponde
actualmente al sentimiento de falta de sentido. Un sentimiento de sinsentido
que a menudo viene emparejado con un sentimiento de vacío. Yo lo llamo «vacío
existencial».
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 5
Cuando me preguntan cuáles
son las causas del sentimiento de falta de sentido o del vacío existencial,
acostumbro a ofrecer la siguiente fórmula concisa: al contrario que a los
animales, a los seres humanos el instinto ya no les dice lo que deben hacer, y
al contrario que en épocas anteriores, al ser humano de hoy en día las
tradiciones ya no le dicen lo que debería hacer. A menudo parece incluso no
saber lo que realmente quiere. Tanto más dedicado está a querer tan solo lo que
quieren los demás, y eso nos lleva al conformismo actual. O hace solo aquello
que quieren los demás, lo que quieren de él los demás, y esto nos lleva al
totalitarismo. Esta frustración existencial podría ser, al menos parcialmente,
una posible causa de estos fenómenos globales.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 6
No podemos pasar por alto,
junto con estas dos manifestaciones, una tercera, y me refiero a un
neuroticismo específico, la aparición de lo que he definido como «neurosis
noógena», que se diferencia de la neurosis psicógena, es decir, la neurosis en
sentido estricto. Esta neurosis noógena surge en gran medida de la frustración
existencial. El sentimiento de falta de sentido se traduce aquí en
sintomatología neurótica. Pero, en realidad, la falta de sentido no es ninguna
neurosis. Si se quiere relacionar este concepto con una neurosis, deberíamos
referirnos a la neurosis sociógena. Puesto que es verdaderamente un logro
humano no solo preguntarse por el sentido de la vida (ningún animal se pregunta
por el sentido de su existencia), sino también poner en cuestión que la vida
tenga algún sentido. Es una manifestación de responsabilidad intelectual cuando
el ser humano no asume los valores e ideales tradicionales y tiene el valor de
luchar por encontrar el sentido de forma autosuficiente.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 7
La voluntad de sentido posee
survival value. Señoras y señores, yo creo que esto es válido también a gran
escala, para la humanidad. Tengo la convicción personal de que estamos ante un
nuevo enfoque de la investigación sobre la paz. Será más fructífero, y eso lo
defiendo personalmente, que la eterna palabrería sobre el potencial agresivo.
El hecho de repetir estos conocidos tópicos solo lleva a la gente a creer que
la violencia y la guerra forman parte del destino. Pero no es cierto. A mi
parecer, la humanidad tan solo puede tener posibilidades de supervivencia si se
logra, más pronto o más tarde (esperemos que sea más pronto), un denominador
común en sentido axiológico, una tarea común, un deseo unificador —para estar
unidos por una voluntad compartida de un sentido compartido—.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 11
Señoras y señores, tal como
yo lo veo, la voluntad de sentido es un aspecto del fenómeno antropológico
fundamental que denomino autotrascendencia. La autotrascendencia de la
existencia humana se basa en el hecho fundamental de que esta siempre se dirige
más allá de sí misma hacia algo que no vuelve a ser ella misma, hacia algo o
alguien, hacia una causa a la que servir, o hacia una persona a la que amar. Y
tan solo en la medida en que el ser humano se trasciende de este modo, llega a
autorrealizarse. Y esto es así incluso en los fundamentos biológicos. Me
gustaría demostrarlo con una paradoja análoga. La capacidad del ojo de percibir
visualmente el mundo que le rodea está sujeta a su incapacidad de verse a sí
mismo. ¿En qué momento se percibe el ojo a sí mismo, señoras y señores, si
dejamos a un lado la percepción en un espejo? Cuando tengo cataratas. Entonces
veo nubes. El ojo ve su propia catarata. Si el ojo ve en torno a una fuente de
luz una aureola con los colores del arco iris, está percibiendo su glaucoma. La
capacidad visual del ojo está alterada en la misma medida en que el ojo percibe
algo de sí mismo. Y lo mismo es válido para el ser humano: la existencia humana
está trastornada en la medida en que se centra en sí misma, en algo que está en
sí misma, pegada a sí misma. Del mismo modo en que el ojo debe poder pasarse
por alto, el ser humano, si realmente quiere ser un ser humano, debe poder
ignorarse. Debe poder dejarse atrás, olvidarse de sí mismo, entregarse a una
tarea o a otra persona, olvidándose a sí mismo. Y en la medida en que lo hace
(aunque no siempre lo hace), el ser humano es humano y es él mismo.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 11
Preguntémonos ahora cuál
podría ser el presupuesto ontológico. ¿cómo debe estar constituido el ser
humano, qué hay en la estructura de su existencia que hace que aparezca la
frustración existencial? Tiene todo a su alcance, y aun así está dispuesto a
echar su vida por la borda. Si me permite, profesor Inciarte,6 hablar como un
diletante, quisiera emplear categorías o términos kantianos: ¿cuál es la
«condición de posibilidad» de algo como la frustración existencial? O para
decirlo de modo más sencillo: ¿qué aproximación desde la teoría motivacional
necesitamos para enfocar este sentimiento de falta de sentido y para poder
incluso abordarlo? Personalmente, creo que es posible tan solo si reconocemos
que el ser humano, en el fondo, es decir, realmente —o si no realmente, cuando
menos originariamente—, se mueve, está motivado por una «voluntad de sentido»,
como acostumbro a llamarla. En otras palabras: la frustración universal,
llamada sentimiento de falta de sentido, es comprensible tan solo en el
contexto y bajo el horizonte de un modelo teórico motivacional según el cual el
ser humano es un ser en busca de sentido, que quiere encontrar sentido en su
existencia —y en cada situación concreta—.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 7
Probablemente tengan a punto
el siguiente argumento: «Señor Frankl, esto es idealismo; no piensa usted de
forma realista. Está proclamando su visión personal y privada del mundo.
Sobreestima usted a los seres humanos y les exige demasiado» —lo que, desde la
perspectiva actual, es considerado mucho más peligroso—. Lo que debo decir al
respecto es lo siguiente: cuando hace tres años empecé a tomar clases de vuelo
para aprender a pilotar un avión, el instructor, que era californiano, conversó
conmigo. Me dijo: «Si despego aquí y, con un viento lateral de 20 nudos, quiero
aterrizar al oeste, es decir, a 90 °, no puedo ajustar mi compás a esos 90.
Debo más bien apuntar a 70 ° al noreste. Debido a las condiciones atmosféricas
el avión aterrizará así a 90 °. En cambio, si apuntara directamente a 90 °, con
la deriva del viento aterrizaría a 110 °». A partir de este ejemplo pueden ver
por qué atribuyo al ser humano motivaciones más elevadas. Si entonces me dicen:
«Le sobreestima y le exige demasiado», contesto: «No. Más bien le llevo a donde
puede aterrizar». Si tomo al ser humano como debería ser, entonces le llevo a
ser lo que puede ser. En cambio, si lo tomo como es, entonces lo hago peor, lo
echo a perder. Esto no me lo dijo mi instructor de vuelo de California, es una
cita de Goethe: «Si tomamos al hombre por lo que es, lo hacemos peor. Si en
cambio lo tomamos por lo que debería ser, hacemos que se convierta en lo que
puede llegar a ser».
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 8
Si los medios de comunicación
de masas consideran que el ser humano es demasiado tonto como para plantearle
algo sustancial, entonces lo hacen más tonto. Lo que lo atonta es precisamente
que no lo tomen en serio, que lo subestimen. Así, hay un montón de idiotas por
ahí únicamente porque un psiquiatra, hace décadas, los tomó por idiotas y les
diagnosticó erróneamente; porque creyó que no eran capaces de aprender. Y así
siguen siendo o, mejor dicho, se han convertido en idiotas. Esta es la
dialéctica de la confrontación con verdades reales o supuestas.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 9
Si a la voluntad de sentido
le falta una posibilidad de sentido, el ser humano se refugia en la voluntad de
placer o en la voluntad de poder.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 14
Cómo debe estar constituido
el ser humano, ¿qué hay en la estructura de su existencia que hace que aparezca
la frustración existencial? Tiene todo a su alcance, y aun así está dispuesto a
echar su vida por la borda. Si me permite, profesor Inciarte,6 hablar como un
diletante, quisiera emplear categorías o términos kantianos: ¿cuál es la
«condición de posibilidad» de algo como la frustración existencial? O para
decirlo de modo más sencillo: ¿qué aproximación desde la teoría motivacional
necesitamos para enfocar este sentimiento de falta de sentido y para poder
incluso abordarlo?
Personalmente, creo que es
posible tan solo si reconocemos que el ser humano, en el fondo, es decir,
realmente —o si no realmente, cuando menos originariamente—, se mueve, está
motivado por una «voluntad de sentido», como acostumbro a llamarla. En otras
palabras: la frustración universal, llamada sentimiento de falta de sentido, es
comprensible tan solo en el contexto y bajo el horizonte de un modelo teórico
motivacional según el cual el ser humano es un ser en busca de sentido, que
quiere encontrar sentido en su existencia —y en cada situación concreta
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 19
Aparte de los mencionados
fenómenos de la depression, aggression y addiction, hay un cuarto: inflation,
la inflación de la sexualidad. La libido sexual se hipertrofia de modo ejemplar
hacia el vacío existencial. Como toda inflación, la inflación sexual va
acompañada de una depreciación, de una pérdida de valor. La sexualidad es
desvalorizada hoy en día en la misma medida en que se deshumaniza. Me atrevo a
afirmar que la sexualidad humana siempre es algo más que simple sexualidad,
porque es el vehículo, la encarnación, la expresión física de relaciones
personales metasexuales, interpersonales. Es un medio de expresión del amor, si
quieren llamarlo así, y en la misma medida es, en el fondo, humano. Pero
entonces no es tan solo humano, sino también satisfactorio y placentero.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 19
Aparte de los mencionados
fenómenos de la depression, aggression y addiction, hay un cuarto: inflation,
la inflación de la sexualidad. La libido sexual se hipertrofia de modo ejemplar
hacia el vacío existencial. Como toda inflación, la inflación sexual va
acompañada de una depreciación, de una pérdida de valor. La sexualidad es
desvalorizada hoy en día en la misma medida en que se deshumaniza. Me atrevo a
afirmar que la sexualidad humana siempre es algo más que simple sexualidad,
porque es el vehículo, la encarnación, la expresión física de relaciones
personales metasexuales, interpersonales. Es un medio de expresión del amor, si
quieren llamarlo así, y en la misma medida es, en el fondo, humano. Pero
entonces no es tan solo humano, sino también satisfactorio y placentero.
Este hecho también se ha
podido demostrar hace tiempo empíricamente. Pero se ha convertido asimismo en
un tabú. La conocida revista estadounidense Psychology Today constató, tras
examinar veinte mil respuestas de sus lectores, que el método más utilizado por
la mayoría para mejorar, para intensificar al máximo la potencia o el orgasmo,
era tener una relación amorosa con su pareja sexual. Pobres las personas que han
sido adoctrinadas y que han llegado a la conclusión de que no existe el amor,
de que se trata solamente de sexo, o, como lo dijo Freud: de que el amor es
sexualidad que ha sido inhibida en su objetivo.
Cuanto más buscan los seres
humanos el placer, cuanto más se centran en la voluntad de placer —la paciente,
el orgasmo; el paciente, la potencia—, más sufren de frigidez o de impotencia.
Estoy convencido (y lo podría probar fácilmente) de que entre el 90 y el 95 %
de los trastornos de la potencia y del orgasmo se pueden explicar a partir de
la hiperintención y de la hiperreflexión del deseo sexual. Acostumbro a señalar
a mis estudiantes: «Cuanto más se centra uno en el placer, este más se
desvanece». Como bien saben, «perseguir la felicidad es la mejor forma de
perderla».
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 15
Este comportamiento de l’art
pour l’art, del arte por el arte, del sexo como pura diversión —donde no existe
para nada algo en el sentido de una relación interpersonal subyacente—, sería,
desde la perspectiva psicoanalítica, una regresión. Y aquello que es regresivo
no debería ser glorificado por quienes se creen progresistas.
Viktor Frankl
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 16
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 5
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 6
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 7
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 11
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 11
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 7
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 8
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 9
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 14
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 19
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 19
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 15
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 16
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 17
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 17
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 21
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 24
En el congreso olímpico que se celebró en Múnich hace dos años señalé que el deporte es la ascesis moderna y secular de esta sociedad secularizada. Esto sucede únicamente si uno compite consigo mismo, y no con los demás. La actitud correcta no la muestran las palabras de Cassius Clay, «I am the greatest»,1 sino la frase de Nestroy en su Judith y Holofernes: «Tengo curiosidad por saber quién es más fuerte, si yo o yo». Es decir, competir consigo mismo, para poner a prueba el límite de las posibilidades humanas. Y con cada paso que se da hacia ese límite, se lo vuelve a empujar. No por casualidad se define el grado de máxima dificultad en la escalada, el sexto grado, como «justo al límite de las posibilidades humanas». Soy escalador, pero aún no he llegado al sexto grado. Esto es lo que se logra con el deporte, exigirse a sí mismo, pasar hambre todo un día, practicar el ascetismo. Si no, el deporte no es posible. Y, en este sentido, es necesaria la tensión. Y si no se la encuentra, se la genera.
¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?, página 33
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