José Antonio Delgado González Psicología y Astrología

 Ante la exposición que a continuación se presenta, en la que se indagan algunas de las relaciones existentes entre la psicología analítica, la Alquimia, el gnosticismo y, sobre todo, la Astrología es menester realizar una introducción a fin de orientar al lector que no pertenezca al oficio de la psicología. Lo que sigue en adelante se refiere a observaciones realizadas en el alma humana. Dichas observaciones pueden ser, como de hecho han sido y, con toda probabilidad aún serán por mucho tiempo, consideradas como difíciles de contemplar o de difícil acceso. A algunos, incluso, les pueden parecer elucubraciones metafísicas, más o menos personales, carentes de validez por incluirse en el marco de una concepción individual o, a lo sumo, grupal. Sin embargo, es un hecho sorprendente, y en ocasiones exasperante por la porfía con la que se defiende, que hasta el más incompetente de los legos cree estar al corriente de todo cuanto hay que saber de psicología. De esta ciencia él parecer ser quien más puede saber y, por supuesto, la psicología es, ante todo y sobre todo, su propia psicología. Uno no deja de enfrentarse ante la nada anodina situación de tener que enmudecer, mientras el profano trata de dar magistrales lecciones de psicología, por supuesto su psicología. Pareciera que los conocimientos sobre esta difícil ciencia estuvieran al alcance de todos, por tratarse de un área de conocimientos de lo más accesible, conocida y abarcable. Nada más lejos de la realidad. Pues quien tenga un mínimo conocimiento del alma compartirá conmigo que se trata de uno de los dominios más oscuros, inaccesibles y refractarios al saber consciente general de cuántos se ofrecen a nuestra experiencia. En este terreno misterioso uno jamás deja de aprender. En el quehacer de todo psicólogo, y de aquellos individuos a quienes les ha tocado en destino la ardua y peligrosa tarea de embarcarse en un viaje de autoexploración profunda, no hay día que no se encuentre uno ante situaciones extrañas e inesperadas. Desde luego que los contenidos de lo inconsciente no dejan de ser complejos y sólo accesibles bajo determinadas condiciones, bien alejadas de lo superficial y cotidiano. Pero le son accesibles a todo aquel que disponga de los conocimientos requeridos y emplee la metodología que le es propia a este tipo de domino especial. De la incompetencia y del desconocimiento de los profanos no es responsable el psicólogo. El proceso analítico, es decir, la dialéctica entre la consciencia y lo inconsciente deja al descubierto una tendencia hacia la finalidad. En otras palabras, un proceso que conduce a un fin, cuyo máximo logro es la totalidad del individuo. A este proceso, cuyo objetivo es la realización plena de las facultades o potencias inherentes, aunque inicialmente inconscientes, del ser que habita y abarca al ser humano se lo designa con el nombre de proceso de individuación o autorrealización. Ejemplos de este proceso se pueden encontrar en el libro de Abraham Maslow El hombre autorrealizado. Lamentablemente la senda que conduce a la individuación es intrincada y está colmada de caminos que no hacen sino dar rodeos. Esa vía larguísima no tiene nada de regia. Es un camino serpenteante que nos hace discurrir a través de experiencias que se repiten de un modo cíclico. Podríamos comparar esa vía con el movimiento de una hélice que va subiendo de nivel a medida que realiza un giro completo. Cada vuelta de hélice finaliza en un momento en el cual parece culminar un ciclo de experiencias vitales, al tiempo que nos inicia a una nueva vuelta helicoidal que nos elevará, Dios Mediante, de nivel.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología, página 1
 
 
La labor de traer al ámbito de la consciencia los contenidos de lo inconsciente fue el trabajo al que encomendaban su vida los alquimistas. Y los procesos que les conducían a la pretendida y ansiada piedra filosofal, es decir, el oro non vulgi eran los mismos que acontecen en la psicología analítica moderna, si bien los primeros proyectaban sus contenidos al ámbito de la materia, mientras que a los segundos le son accesibles a través de los productos de lo inconsciente que emergen en las sesiones de terapia. Si la Alquimia ha sido perseguida y atacada por la corriente ortodoxa del cristianismo, no podía ser de otro modo que la Astrología, su hermana mayor, no resultara anatematizada también. Y es que, en la Astrología, al igual que en la Alquimia, encontramos un rico acerbo de símbolos, de manera que para el psicólogo analítico este es un campo colmado de formaciones arquetípicas que le proporcionan una valiosa ayuda en virtud de paralelos, de esclarecedoras comparaciones y amplificaciones de contenidos provenientes de lo inconsciente colectivo. Con ellos se le permite iluminar a la consciencia, gravemente turbada cuando se producen emergencias de contenidos que amenazan su estabilidad. Pues es fundamental que se le proporcionen a la consciencia, frente a la cual se presentan imágenes de la fantasía de lo más extrañas y amenazadoras, un contexto que facilite su comprensión y, eventual y ulteriormente, su asimilación. Lo que se consigue, y la experiencia así lo confirma, de un modo exitoso a través de la comparación de materiales mitológicos (simbólicos), cual es el caso de aquellos que proporcionan la Alquimia y la Astrología, de las que nos ocuparemos en este trabajo con preeminencia.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología, página 8
 
 
Si el hombre no lo es sólo es debido a su propia culpa, debiendo sufrir por sus pecados. Sin embargo, el dios alquimista, Mercurio, no es en modo alguno la imagen de la Bondad sino, antes bien, una abigarrada mezcolanza de luz y oscuridad, de hombre y mujer. Es un ser andrógino, una serpiente mercurial que muere y renace y cuyo símbolo más elocuente es el Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola. Cuando el alquimista había tenido una experiencia de comunión con esa deidad, ya no podía aceptar la imagen colectiva de Dios, así como tampoco los caminos institucionalizados de salvación del alma. Los alquimistas enfrentaron sus propias vivencias individuales, proyectándolas al ámbito de la materia, en lugar de aceptar una imagen colectiva que, en aquella época, le era impuesta desde el exterior. De la esencia de Dios nada puede decir la psicología, pues se escapa a las mayores tentativas de aprehensión.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología, página 14
 
 
Para comprender ese paralelo, entre psicología analítica y Alquimia o Astrología, debemos recordar que los alquimistas proyectaban en el ámbito de la materia sus procesos inconscientes. Así, cuando un alquimista quería transformar el plomo en oro, lo que realizaba era un trabajo consigo mismo. El plomo simbolizaba, es decir, se refería tanto al metal con el que trabajaba, cuanto a su estado natural e instintivo, es decir, ese estado de ignorancia, inconsciencia e irreflexión desde el cual partía la denominada materia prima. Lo que la materia prima era concretamente no se puede saber con certeza. Podía ser el plomo, la sal, el oro, el vinagre, el azufre, etc. Y esto no nos debe extrañar pues de lo que se trata es justo de la materia desconocida sobre la que se proyectaban los contenidos de lo inconsciente. Siendo esta la base de la obra alquimista, y teniendo en cuenta que se trata de las partes de la personalidad más conflictivas con las que había de trabajar para llegar a armonizarlas, para cada alquimista, como para cada analizando, esta materia es diferente. Así, la obra alquímica de la transformación de la piedra filosofal en el oro non vulgi se refiere, en el ámbito psíquico, al trabajo de toma de consciencia de los contenidos más conflictivos, oscuros y execrables de la naturaleza del alquimista que, mediante las operaciones pertinentes, le conducirían a convertirlos en cualidades que lo llevarían al despliegue de sí mismo. Ese trabajo, como lo expresan los alquimistas, es muy laborioso, difícil y peligroso pues en ello les va en juego su vida. Para efectuar ese trabajo el alambique o matriz en la que tenían lugar las operaciones debía ser fuerte y muy resistente, a fin de que no se rompiera. Además, debía permanecer sellado para impedir que los gases, así como la temperatura, no se escaparan al exterior. En un sentido psicológico, esto quiere significar que la consciencia debe estar férreamente posicionada, así como continuar las operaciones con devoción, pese a lo difíciles y penosas que pudieran éstas resultar. Por dicho motivo, se comprenderá la importancia y necesidad de un compromiso moral para con uno mismo que entraña semejante obra. Al igual que sucedió con la Alquimia, que inicialmente fusionaba los procesos que tenían lugar en el terreno de la materia y los que acontecían en el interior del individuo, la Astrología fue desligándose cada vez más del ámbito material, hasta escindirse en dos disciplinas diferentes: Astrología y Astronomía (Psíquica la una y Física la otra). Esta escisión ha alcanzado tal dimensión que incluso astrónomos profesionales y competentes rechazan a la Astrología considerándola una pseudo-ciencia. Se esfuerzan por separar nítidamente una disciplina de la otra. Sin embargo, si se dejase de considerarla como una especulación acerca del movimiento de los cuerpos celestes, y se la entendiera como un campo colmado de conocimiento psíquico proyectado, entonces se verificaría la tremenda ayuda que le supone al psicólogo para elucidar los contenidos de lo inconsciente colectivo y los procesos que allí tienen lugar. Ambas disciplinas, la Alquimia y la Astrología, nos presentan unos magníficos mapas del desarrollo individual del ser humano, es decir, del proceso de individuación. Los mandalas o dibujos simbólicos circulares representan al arquetipo del Sí Mismo o personalidad total.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología, página 18
 
 
 
El Ascendente
 
 
El Ascendente es un punto en el horóscopo o carta natal. Muestra el inicio de las Casas astrológicas, siendo la cúspide de la Casa Uno. Se trata del grado exacto del signo zodiacal que se eleva por encima del horizonte oriental en el momento del nacimiento. Dado que coincide con nuestra salida en escena, en la que se realiza la primera respiración independiente, fuera ya del útero materno, representa el comienzo de un ciclo, el paso o etapa inicial en el proceso del llegar a Ser un individuo autónomo e independiente de la madre. De acuerdo con la sabiduría astrológica todo aquello que nace en un momento dado refleja las cualidades de ese momento. Así pues, el Ascendente representa el modo en que hemos sido dados a luz, así como la manera en que vivenciamos ese parto. En otras palabras, el Ascendente simboliza la imago del nacimiento, el arquetipo de la Iniciación. Atribuimos a la vida las cualidades del signo que se encuentra en el Ascendente, lo que es tanto como decir que, pese a que el arquetipo del doble nacimiento o de la iniciación sea universal, cada individuo lo vivencia de modo diferente. La lente a través de la cual el individuo filtra la experiencia es distinta. Por tal motivo, cada uno se conduce, actúa y responde a la vida y al mundo de acuerdo con su lente particular. Y, debido al hecho de que se actúa de conformidad al modo en que se concibe o interpreta la experiencia, la vida responde a nuestras expectativas, como si de una imagen especular se tratara. Dado que el Ascendente representa el modo en que percibimos el mundo y, recíprocamente, lo que el mundo nos parece mostrar como reflejo de ello, se colige que, del total de las diferentes interpretaciones posibles de las situaciones, experiencias, comportamientos y actitudes, sólo elegimos aquellas que se adecuan a nuestra perspectiva, al cristal de nuestra lente o foco de consciencia. Y de acuerdo con lo filtrado, con lo que se ha seleccionado del total, se organiza la experiencia vital.
 
Como representante del arquetipo de Iniciación, el Ascendente simboliza el modo en que experimentamos todo nuevo comienzo. Así, representa la actitud que adoptamos cuando nos enfrentamos a las diferentes etapas o fases de la vida. Especialmente importante es su relación con el arquetipo del segundo nacimiento. Pues, al igual que sucede con el nacimiento biológico, tal y como se desprende de los trabajos del psiquiatra Stanislav Grof, el renacimiento es vivenciado de modos diferentes y el signo y los planetas que se encuentran en el Ascendente nos dan información de la cualidad de la experiencia.De igual modo, la forma en que encaramos la vida, la máscara que adoptamos para adaptarnos al entorno social viene simbolizado por el Ascendente. Desde luego las funciones que debemos desempeñar para adaptarnos al ambiente externo son muy importantes, en la medida en que también nos sirven para desarrollar nuestra propia y peculiar identidad. Sin embargo, la identificación que el ego consciente hace con las cualidades del Ascendente o persona, provoca que la parte suplante al todo con las dramáticas consecuencias de semejante acto.Debemos resaltar dos aspectos muy importantes cuando nos referimos a la persona. Esta no sólo es la forma en que nos ven los demás y nosotros mismos; es, también, el modo en que percibimos la experiencia. Y, ambos aspectos son fundamentales si queremos llegar a comprender la importancia de esta parte del Sí Mismo.
 
Jung advirtió que constituía una experiencia fundamental lo que él denominó la disolución de la persona, si se pretendía llegar a ser uno mismo. El proceso de individuación, de hecho, daba comienzo con la disolución de la máscara y el enfrentamiento con la sombra, es decir, con todos aquellos contenidos que habían sido rechazados por el yo consciente por no adecuarse a la imagen que se tiene de sí mismo, es decir, precisamente la persona o máscara. Asimismo, observó que tras la maraña de contenidos de carácter personal o biográfico, en el proceso analítico, así como en la individuación, parecían emerger ciertos elementos, en sueños y fantasías, provenientes de lo que él denominó inconsciente colectivo. Pues bien, una vez ingresado o iniciado el individuo ha de diferenciar sus componentes colectivos, que de ese modo lo convertirán en un individuo único. Uno de esos componentes a diferenciar es, justamente, el arquetipo del Ascendente o persona. Sin embargo, en lugar de que este se convierta en idéntico a la consciencia del ego, ahora se entiende como un elemento más de la personalidad total. Una parte muy importante, pues representa nada menos que la lente a través de la cual el individuo experimenta las experiencias vitales. Esta nueva comprensión de la persona conduce a la toma de consciencia del modo en que el individuo organiza la experiencia, de la existencia de múltiples formas distintas de encarar la vida, así como de la manera en que los otros perciben esas múltiples formas. En otras palabras, que la perspectiva individual no sólo puede ser distinta, sino incluso opuesta a la de los demás. De ese modo, entra en juego la tolerancia frente a puntos de vista diferentes y se es consciente de que el punto de vista y, por tanto, la perspectiva de uno mismo puede diferir con respecto a la de los demás, pues uno mismo es diferente. La identificación con la persona como máscara o pose colectiva, conduce justo a lo opuesto. A la imposición del punto de vista propio y a la indignación cuando se es consciente de que el otro es precisamente otro. Esa identidad inconsciente según la cual el punto de vista de uno ha de ser compartido por los demás y, por consiguiente, lo que uno “vea, opine, crea o entienda” necesariamente ha de ser visto, opinado, creído o entendido por todos se disuelve también al tomar consciencia plena del significado profundo del Ascendente. Lo que pensamos nos resulta muy claro a nosotros mismos y creemos que es lo único real y válido y lo que los demás deben pensar también. Sin embargo, cuando alguien no opina como nosotros nos impacientamos y hasta nos violentamos pues ¡Cómo es posible que lo que nosotros opinamos, pensamos o vemos no sea compartido por el otro! Y lo que los otros ven, piensan u opinan no es válido o cierto si nosotros mismos no lo vemos, pensamos u opinamos. O, al menos, tiene menos validez que lo que nosotros vemos o pensamos. Cuando no hay un vínculo subjetivo con esas ideas u opiniones las tenemos por inexistentes o altamente inverosímiles, sin reflexionar que lo que no vemos, pensamos u opinamos puede tener el mismo valor. Simplemente no atinamos a verlo. Esta es la actitud del “sólo lo que yo opine está bien y es válido, es decir, existe y lo que se salga de ese campo de visión individual carece de sentido o es estúpido o no existe”. Así, al darnos cuenta de nuestro Ascendente, como lente a través de la cual filtramos la experiencia, se modifica nuestra actitud, dando de ese modo un valor por lo menos igual a los puntos de vista que difieran del propio. Esa apertura enriquece la experiencia y amplía los horizontes, de manera que se hace posible comprender la relatividad de la perspectiva propia. Con ello, modificamos el modo de reorganizar la experiencia, al tiempo que ampliamos el campo de experiencias que podemos enfocar. De lo dicho hasta el momento se desprende inmediatamente la siguiente conclusión: que persona y personalidad, pese a derivar de una misma raíz, no son términos que se identifiquen. No resulta extraño que muchos individuos traten de identificarlos en sus propias vidas.
 
El Ascendente simboliza el modo en que nos mostramos ante la sociedad, así como la manera en la cual ésta nos ve a nosotros.
 
Cuando se es capaz de diferenciar entre persona y personalidad, comprendiendo que la primera es una parte de la segunda, entonces se toma plena consciencia de que el Ascendente es el camino a recorrer para llegar a desplegar la personalidad. Pues la persona, como lente a través de la cual el individuo percibe el mundo, es aquella parte de la personalidad que le conducirá al conocimiento de sí mismo y al despliegue de su propia identidad.
 
Ya hemos mencionado que la persona, en tanto que sinónima de Ascendente, es una lente que percibe selectivamente la experiencia. De ese modo, existe un a priori en la percepción de toda vivencia en el individuo. Ese a priori lo constituyen aquellos modelos o patrones de ordenación del material inconsciente que se denominan arquetipos. Así, hay un arquetipo que constituye la base de la experiencia de toda iniciación, así como del modo y manera en que nos presentamos al mundo y de cómo este nos percibe. Cuando un niño vivencia a la madre como una persona fría, astuta, indigna de confianza, cruel, rígida y despiadada sería aconsejable prestar atención al modo en que el resto de hermanos experimentan a la madre. Probablemente ésta no sea más fría o rígida que cualquier otra madre, pero el niño la experimenta bajo la experiencia de un factor arquetípico que opera en su interior. Del mismo modo, si esta experiencia se confirma cuando un joven intenta establecer un primer contacto con una mujer, de modo que al verla peligrosa y astuta, desconfía de ella y vacila hasta el extremo de retraerse en su presencia, entonces ese mismo factor operará en el Ascendente del joven. Y dado que es así como se comporta en presencia de las mujeres con las que entabla la primera cita o contacto, este miedo interior provocará una reacción en la joven con quien se relacione y activará en ella los elementos de su personalidad que más se adecuen a la proyección. De ese modo, se produce una confabulación entre la imagen que el joven proyecta y la actitud que moviliza en la mujer. Y así podrá decirse a sí mismo: “Todas las mujeres son igual de frías y desconsideradas, indignas de toda confianza”; o bien, “las mujeres no sirven sino para acostarse con ellas”; o también, “es imposible confiar en ellas, son frías e interesadas por lo que puedan sacarle a uno”. Pero lo cierto es que cabría preguntarse si esto es realmente así. La experiencia confirma que la realidad es bien distinta. Si bien, para el individuo que así lo vive, desde luego que siempre se confirma lo mismo. Él no es consciente de que, en realidad, un factor inconsciente opera en su interior y es el responsable de todas esas experiencias, atrayendo de continuo idénticas situaciones.
 
Por norma general, todo arquetipo que esté en conjunción con el Ascendente irradia hacia el exterior, de modo que los atributos del signo o planeta astrológico que se hallen en él se amplifican, teniendo una importancia crucial en el desarrollo de la personalidad total o Sí Mismo. Cuando esta norma no se cumple, lo más probable es que exista en el individuo un conflicto de energías contrapuestas que impiden la expresión de los potenciales existentes en su Ascendente. La amplificación que la idea astrológica del Ascendente nos ha permitido hacer con el término persona en psicología analítica ha puesto de manifiesto que la máscara no es sólo aquella mera pose que el individuo presenta ante mundo, la sociedad y ante sí mismo, una suerte de falsificación de su verdadera personalidad.
 
A través de las funciones simbolizadas por el Ascendente llegamos a manifestar quienes somos como entidades completas. Parece ser una constante en psicología que este modo de contemplar la persona no tiene lugar, paradójicamente, sino después de la disolución de la identificación del yo consciente con la misma persona, en tanto que rol social, máscara o careta, en definitiva, un recorte individual de la psique colectiva. Esa disolución pone al individuo en contacto con su alter ego, con su sombra, con aquella parcela de su personalidad que también es él, pero que ha permanecido oculta por diversos motivos. Esa experiencia difícil, bien dirigida y asimilada, le permite al individuo conectar con su inconsciente e iniciarse en la senda que le llevará a su autorrealización. Esto nos permite comprender por qué el Ascendente simboliza el arquetipo de la iniciación. Dado que en dicho proceso tiene lugar un desplazamiento del centro regulador, trasladándose éste del pretérito ego a la más amplia y completa personalidad total, que lo engloba y sostiene. Ya no es la egoísta voluntad del yo consciente la que rige el destino del individuo sino la propia personalidad. Y es precisamente cuando esta transformación tiene lugar que la persona, en tanto que sinónima de Ascendente, asume importancia y un valor sobresaliente en el arduo proceso de individuación.
 
El Ascendente es la máscara verdadera de la que uno no puede desprenderse, por mucho que lo desee. Y es esa careta la que deja su impronta en el ambiente que nos rodea, no sólo en la relación con los hermanos y amigos, sino también en el sector profesional, como en cualquier otra esfera de la vida. De hecho, algunos autores dicen ser capaces de conocer el Ascendente de un individuo sólo con verles el rostro, el porte y la apariencia física general. Hay incluso astrólogos que afirman ser capaces de corregir una hora de nacimiento incierta, evaluando la configuración física y el aspecto de una persona y correlacionándola con el signo Ascendente. No obstante, desde mi punto de vista, adscribir el aspecto físico únicamente al signo Ascendente es un tanto simplista. Por no mencionar lo difícil que resultaría si el individuo en cuestión tuviera un Ascendente aspectado por múltiples planetas.
 
La idea que sí hay que tener en mente siempre que tratemos del Ascendente, y lo que lo correlaciona con la persona, es el hecho de que éste simboliza una encarnación física del individuo o una manifestación concreta en una configuración o cuerpo físico de las múltiples posibles. Es la máscara verdadera del individuo, la pose que mostrará siempre que aparezca, produciendo un efecto o influencia sobre el ambiente toda vez que “salga a escena”.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología
 
 
En Astrología, la sombra o el alter ego viene representada por el descendente, es decir, el punto o ángulo opuesto al Ascendente.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología, página 36
 
 
El dilema eterno de Saturno-Neptuno se vivencia a lo largo de la vida del individuo. Así, primero se va forjando y estructurando un ego, afilando las facultades que le son propias (Ascendente), para adaptarse a las expectativas sociales (Medio Cielo). Una vez diferenciado el ego e identificado con la persona, el individuo adquiere un nombre, un status social, es propietario de un coche y de una vivienda (asuntos relacionados con el Medio Cielo), como resultado de su lente particular y, encontrándose, como reflejo de ello, ante situaciones, circunstancias y oportunidades diversas que lo hacen diferenciar aquellas facultades que son propias de su persona-Ascendente, etc. Esta fase corresponde a la construcción de estructuras y, por lo tanto, se relaciona con Saturno. Sin embargo, Neptuno ha quedado completamente fuera del haz de luz de la consciencia. Pero, llegado el momento, el arquetipo neptuniano se constela y hace acto de presencia en el ámbito de la consciencia. Sueños típicos de esa irrupción son aquellos en los que se producen inundaciones, diluvios, etc. Por ejemplo, un río puede desbordarse e inundar y arrastrar al soñador, dejándole con la sensación de que se han destruido todos los diques que él había construido para sentirse seguro y evitar así todo sentimiento de desvalimiento y de incapacidad. Esa destrucción por disolución de estructuras está asociada al arquetipo neptuniano, permitiéndole al individuo darse cuenta de que existe algo más allá de los límites estrechos del ego consciente. Y no sólo verlo, sino, también experimentarlo. Dicha experiencia de lo que de inmortal y universal hay en el individuo da acceso a la comprensión de que todo individuo, en un cierto nivel, está conectado con el resto de los seres vivos que en la tierra habitan, siendo él una gota en el inmenso océano de lo inconsciente. Esa vivencia, llevada un poco más al extremo, puede conducir al individuo a tener una experiencia de unión con Dios, lo que le permitirá darse cuenta de que existe una voluntad superior que guía su destino, allende la egoísta voluntad del ego. Y, si dios quiere, en un nivel más elevado, comprenderá que la voluntad del yo debe ser alineada con la voluntad de Dios o, para expresarlo en términos de psicología analítica, del arquetipo del Sí Mismo o Personalidad. En pocas palabras, es ese el dilema Saturno-Neptuno que el individuo ha de arrostrar en el transcurso de su vida.
 
José Antonio Delgado González
Psicología y Astrología, página 59
 
 
 









 
 

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