Mayo Calvo de Guzmán

"Dicen que fue al volcán y volvió. Dijo que todos sus conocidos muertos, así como unos niños que él ni conocía, se encontraban allí. También estaban unos caballeros alemanes leyendo y escribiendo en unos libros muy grandes. Cuando los alemanes le vieron, le preguntaron qué quería. “Estoy buscando a mi hijo”, contestó el anciano. “¿Cómo se llama?”, le preguntaron los alemanes. “Francisco Leufuhue”. Avisó al guardia y le ordenó que llamara a Francisco. El guardia subió por una escalera y gritó: “¡Están buscando a Francisco!”. Se oyó una voz respondiendo desde algún lugar en la distancia, pero no se podía entender qué decía. Luego pasó a través de una puerta de madera, una puerta muy ruidosa. Cruzó otra puerta, también ruidosa. Luego otra, y, tras la cuarta, Francisco llegó hasta la mesa de los caballeros alemanes, quienes le dijeron: “Tu padre te está buscando”. El viejo Fermín se acercó a su hijo y le saludó diciéndole: “Me vas a dejar ir contigo porque ya no deseo seguir viviendo. Me voy contigo. Ya no quiero volver a la tierra”. “No, papá —contestó Francisco—, todavía no ha llegado el momento de venir aquí por tu propia voluntad. Cuando llegue el momento, yo mismo iré a buscarte a casa. Entonces podrás venir conmigo. Ahora vete”. En aquel preciso instante, Fermín despertó y abrió los ojos. Vio a su mujer llorando y le preguntó por qué. “Porque estabas muerto —le dijo—. Has estado dos días muerto”. “Estoy vivo —le replicó Fermín— y he estado en el volcán. He visto a todos los muertos que permanecen allí. Estaba con mi hijo y con mis abuelos. Estaban todos juntos allí y son muy felices. Me están esperando, pero todavía no ha llegado mi hora”."

Mayo Calvo de Guzmán
Tomada del libro La prueba de Mado Martínez, página 148

No hay comentarios: