Juan Manuel Villalba

Deja tu mano en mi hombro igual que un ciego.
Acaba de cerrarse la puerta a nuestra espalda
y no volverá a abrirse, no hay retorno posible.
Deja tu mano en mi hombro y sígueme.
Salgamos al jardín de los pasos primerizos
y de las bofetadas en el centro del miedo.
Ya están sueltos los perros, empiezan a fundar
su infinito reguero de ladridos
que estallan contra el sol del horizonte:
campos de radiación semántica
y una tundra repleta de pájaros pequeños.
Está aquí lo que ves y lo que no has visto aún,
tanto asombro no cabe en el aliento
como no cabe el pez en el charco de agua sucia.
Una sublevación silente prospera y crece
y anuncia un nuevo orden y un descarrilamiento
mínimo y cruel, apenas perceptible,
que invertirá los mapas y atenderá a los pájaros
en la noche impostada del eclipse.
Ahora que tu mano está en mi hombro
y ya somos el mismo, descendamos
hasta la intensa cápsula emotiva
que late en el principio de tus significados:
la juventud perdida antes de tiempo
o la constante, eterna adolescencia
que apenas se mantiene con un hilo de fiebre.

Juan Manuel Villalba





El rencor

Nunca saldrás de este poema.
Ahora puedo observarte
como bestia nerviosa en una jaula.
No sabes dónde estás,
ni quién te ha encarcelado
en este límbico artefacto
construido con palabras.
Has despertado preso dentro de este poema
y yo he sido la mano acusadora,
el juez y el carcelero.
Así, tan miserable, deseo que lo sepas.
Tu oficio de crueldad y los abusos,
la candidez ahogada por tu envidia,
tu fábrica de lágrimas ajenas,
y ese fácil valor ante los débiles
han gravado con fuego tu destino
como un sello en el lomo de un ternero.
Nunca saldrás de aquí, es para siempre.
Quiero que la palabra Siempre
se encadene a tu cuello
como una arteria negra
hinchada de veneno.
Hoy te he puesto un bozal
y le he ordenado al sol que se nuble sobre ti.
Ha llegado mi turno, y mi turno es ya infinito.
Cercado entre palabras de titanio,
tú, mezquino, has sido el culpable
de mover las palancas atascadas
que estrenan mi rencor con tu vileza.
Yo te acuso de haberme corrompido
llevándome a un infierno de venganza.
Mi mente ha superado tu locura.
Así, cada mañana, tu silueta
recorrerá las calles que siempre has caminado,
vacía de ti, sin tenerte dentro,
y nadie podrá nunca percatarse
pues tu alma está en mi puño de palabras
lo mismo que una mísera lenteja.
Mi cárcel es perfecta y mi odio refinado.

Mas no existe el crimen perfecto,
ni el rencor impecable y sin fisura.
El odio cobra caro su dominio
y yo tendré una deuda de por vida:
al haber secuestrado hasta tu mismo nombre
sobre mí volará una sombra helada
que despliegue en el aire mil sospechas.

Juan Manuel Villalba




Indignación
(Fragmento)

Aquí, sentado y solo, confundido
como una gota dentro de la lluvia
y encerrado en la gran Casa de la Indignación,
he decidido entrar en las afueras
de mí mismo, escapar, salir huyendo hacia dentro
de todo lo que afuera quede.
Porque todos los árboles son huérfanos.
Es difícil cantar desde la dicha,
así nos educaron.
El dolor debe hundirte en la poesía, dijeron.
A veces estallamos como astros colapsados
o como insectos fríos, muertos
de tanta insoportable primavera.
Y tuve que rezarle durante mucho tiempo
al inaudito Dios que se esconde en las tabernas;
el Dios de las tremendas sacudidas
del desánimo, abriéndome paso como un hacha
muda, sin filo, dentro de un enorme y severo
bosque petrificado.

Nadie nos avisó.

Estábamos cayendo hacia el futuro.
Sin saberlo, cayendo hacia el futuro,
esa lengua que siempre nos sostiene en su punta.

Juan Manuel Villalba





Poemas

Ya puedes olvidar tu vida.
Asume que carece de interés literario
incluso para ti, aunque te duela.
Aparta las canciones ya cantadas,
no intentes descubrir lo descubierto
fingiendo ser el único, el que llegó primero.
Olvida ya el amor, no es nada nuevo.
Incéndialo en secreto, sin testigos,
que nada quede escrito, que nadie sepa nada.
Retira los espejos, olvídate a ti mismo
sin que eso te impida recordarte
todo lo que no eres, porque ese sí eres tú.
Fulmina los aplausos que tanto necesitas.
Si quieres ser palabra, no oigas, enmudece.
Deja la pirotecnia para la infantería.
Y ahora, con las manos vacías y con frío,
atrévete a sentarte y cuenta la verdad.

Juan Manuel Villalba








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