Juan Soto Ivars La trinchera de letras
¡Estamos en guerra! Pero tranquilos, es cultural.
Juan Soto Ivars
La trinchera de letras, página 2
La industria que produce cultura es la menos indicada para
hablar de lo que la cultura es y de su importancia, pero desgraciadamente es la
que más se aficiona a sacar el tema. Se llama conflicto de intereses, y de
estos la cultura anda sobrada. Las industrias culturales se componen de
camarillas en las que unos lamen el culo de los otros hasta que brillan
tanto que su resplandor se confunde con el prestigio. Tanto en sectores
rentables como en los paupérrimos, tanto en la música de masas como en el
sector del cuento corto, a menudo existe una relación muy leve entre el
conocimiento y los jeques, trabajadores y jornaleros de la cultura. Sin
embargo, ¿quién si no iba a tener este interés en vender el producto en
sociedad con la esperanza de ser financiado por una mayor partida
presupuestaria, sino los «trabajadores de la cultura»? En La escopeta nacional,
el vendedor de interfonos catalán trataba de impresionar a los gerifaltes
franquistas a base de argumentos intercambiables con los que se oyen hoy
en las declamaciones de los Goya. Que los fabricantes de un producto
deficitario traten de convencer a la sociedad de que beneficia a todo el
mundo no es raro. Previsible para las normas del mercado. Si algo pretendo
dejar claro con esta perorata es que las palabras cultura y conocimiento
deberían mantenerse a cierta distancia. Llamo conocimiento a una cultura sin
sesgos y cultura a un conocimiento prejuiciado y demarcado.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 5
Dale muchos libros a un fanático y obtendrás un
fanático pedante.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 6
El conocimiento, en tiempos de especificación, es
inalterable y majestuoso; la cultura, por contra, se reduce y politiza en
función de las necesidades de un grupo.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 9
La Biblia contiene tantos argumentos para oprimir como para
amar en libertad. Todo depende de sus intérpretes.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 11
La primera película propiamente woke podría ser la versión
de 2016 del clásico ochentero Cazafantasmas protagonizada por cuatro mujeres,
porque ¡las mujeres pueden ser lo que ellas quieran! (y, según la moralidad woke,
lo que querrán ser es lo que antes habían sido unos hombres, mientras estos se
convierten en villanos tontos o piezas obsoletas). Aunque anteriormente
habíamos tenido heroínas poderosísimas sin necesidad de halterofilia
moral, como la Ripley de Alien o la Sarah Connor de Terminator2, hoy es como si
nada de eso hubiera existido, pues lo woke tiene mucho de adanismo. Así, un año
antes del MeToo, Cazafantasmas se travistió de forma tan poco creíble
como un festival de drag queens y la película obtuvo 229 millones de
dólares con un presupuesto de 300, es decir, se estrelló. El equipo
de filmación achacó los malos resultados a que el público no estaba preparado
debido a sus prejuicios machistas y a que la crítica, muy masculinizada,
había sido demasiado hostil. Ni se planteaban haber filmado un refrito
insalubre donde la simpatía de los viejos héroes se trastocaba en
arrogancia empoderada de unos personajes con líneas de guión que parecían
galletas de la fortuna.
Uno se preguntaba: ¿por qué no hacer una historia totalmente
nueva en la que cuatro mujeres fuertes se enfrenten a un peligro
colosal? ¿Por qué reescribir el pasado? Precisamente por lo
que hemos dicho más arriba, porque el moralismo woke viene disfrazado de
transgresión. Se derriban los viejos ¡conos para colocar unos nuevos. Está
pasando con las estatuas, con los cuadros atacados por ecologistas y con los
clásicos de la literatura. No estamos ante un movimiento creativo, estamos ante
un movimiento revisionista. Y podríamos decir que esta película marcó una
pauta.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 17
A falta del amor propio de los individuos de una sociedad
debido a las múltiples cabezas de la hidra de la alienación, a falta de
confianza en el futuro, a falta de arraigo de la visión histórica y, sobre
todo, de una idea simple capaz de generar un consenso más allá de la
ideología (por ejemplo, que avanzamos, que los hijos viven mejor que los
padres), la gente busca refugio donde el ser humano siempre lo ha encontrado:
en la tribu. Y se agrupa en torno a los que se parecen a él en algo; con
aquellos que le producen una tranquilizadora sensación de identificación.
Así, en el flanco derecho de la ideología se fortifican las posturas
nacionalistas o católicas, y en la parte izquierda las identidades raciales, de
género y orientación sexual. Esto se enmarca irónicamente bajo el paraguas
del «discurso de la diversidad», cuando lo que produce es ensimismamiento
y aversión a la verdadera diversidad, que es la que pasa por aceptar que
hay gente que no te toma en serio.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 52
El narcisista solo siente curiosidad hacia sí mismo,
mientras que el curioso la dirige a lo universal. Según la forma de ver el
mundo y dividir a sus habitantes impuesta por el narcisismo tribal, el
curioso no tiene lugar, ni derecho, ni legitimidad. Es un entrometido y
además no entiende nada.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 54
Dos cosas sí podemos señalar sin volvernos locos: la
primera, que la calidad material de las producciones de entretenimiento de
masas es más mediocre, siempre con excepciones, y que esto todavía no era
tan habitual en los setenta o los ochenta, puesto que el público estaba
menos ideologizado y no tragaba ciertas cosas. Convertir las obras de ficción
en un cuento con moraleja social donde los personajes son planos y encarnan
valores éticos es un vicio del que solo gente como Henrik Ibsen o los
hermanos Crimm han logrado salir de una pieza. La segunda, que el
ensimismamiento identitario esclerotiza una sociedad donde los diferentes están
obligados a convivir, y que era más sabio el movimiento de emancipación de
las minorías cuando pretendía igualarnos a todos que cuando hace cuenta de
los agravios y considera que no hay derechos universales, sino privilegios
y opresión. ¿Significa esto que el conocimiento y la libertad se enfrentan
a un peligro mayor que los que la acosaban en esos tiempos presuntamente más
libres de los que algunos viejos nos hablan? No, incluso en tiempos donde
estaba activa una censura totalitaria, el conocimiento siempre sigue adelante y
la censura fracasa tras aplastar a sus víctimas.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 57
Durante fases agudas de paranoia social lo trivial se
convierte en un signo evidente de lo profundo.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 64
Para el creyente, el problema es la herejía. Para el
descreído, el dubitativo, el cínico, el problema es la ortodoxia. El primero
dice: «Esta es la verdad», y el segundo responde: «Pero este hecho lo
desmiente», a lo que el creyente zanja: «No me confundas con los
hechos, yo creo lo que creo», y, si tiene un mal día, llama al inquisidor.
Para el creyente fanático, el descreimiento supone ya un motivo de condena. El
problema viene si intentamos distribuir por estos dos caracteres la
autenticidad, porque al creyente se le supone una sinceridad que
posiblemente no tenga. ¿Qué porción de auténtica creencia, es decir, de
honestidad hay en quien se exhibe como un creyente ante la comunidad de
creyentes? ¿Cuánto cinismo puede achacarse al que, quizás porque se da
cuenta de la hipocresía de la comunidad, se echa a un lado o la señala?
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 65
Pongo el ejemplo imaginario (no tanto) de un señor de
sesenta y cinco años que ha visto pasar por delante de sí todas las
manifestaciones estudiantiles, dirigidas en su práctica totalidad al fracaso o
a la pausa temporal de un proceso burocrático imparable, y que tiene por
tanto todos los elementos críticos para contemplarlas como lo que son:
ritos de paso insustanciales para la dirección del curso de la historia,
aunque entretenidas para quienes los celebran. Si ese señor proclama con
ilusión que estos jóvenes van a cambiar el mundo, y otro de la misma edad
le quita hierro al apasionamiento, ¿quién sería el cínico? Quedaría sin duda
como un cínico para los estudiantes apasionados el segundo, pero ¿quién es más
cínico realmente? ¿El que alienta una pasión sabiendo que no conduce a nada, o
quien la amilana admitiendo que sabe que no conduce a nada?
Me parece muy interesante toquetear la membrana porosa que
separa la creencia honesta, expresada sinceramente, del cinismo vanidoso
del que quiere ser parte de algo más grande, y en este sentido no se me
ocurre un eslogan contemporáneo mejor que «Yo sí te creo», cuya estructura
es la radiografía precisa de lo que estoy intentando decir.
«Yo» (que soy la medida de todas las cosas y tengo el gusto
arrogante de proclamarme a mí mismo como tal; yo que os fuerzo a llamar
empoderamiento a la satisfacción de mi vanidad), «sí» (a diferencia de todos,
de ellos, del sistema, de la tradición ilustrada, de las encuestas, de la
sociedad todavía dormida por no escucharme suficiente; en definitiva, del otro,
del que no pertenece a mi Iglesia), «te» (a ti, que eres lo mismo que yo en
esencia y por eso te elijo identitariamente equivalente, modelo de conducta y
rectitud y virtud para todos en tanto que eres igual que yo), «creo» (porque
nada es verdad si no está dentro de mí, porque nada existe si yo no lo
comprendo, porque no importa cavilar hasta la solución, sentir de forma
inmediata que la verdad vive dentro de mí en absoluta plenitud).
«Yo sí te creo» incluso si los hechos te desmienten,
entonces. Lo que conecta de nuevo con la idea de herejía, pues para la
ortodoxia no hay amenaza mayor que la realidad.
Esto no garantiza que los herejes abracen el dato y los
ortodoxos la superchería. De hecho, en los pequeños matices se abren las
grietas que terminan provocando los cismas y las masacres. Sigmund Freud habló
del «narcisismo de las pequeñas diferencias» como una posible explicación
inconsciente a que, en el desencuentro, se termine odiando con más intensidad
al amigo que al enemigo.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 65
En los mundillos la idea es un dogma.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 70
Hoy mucha gente está convencida de que la escritora
JKRowling, autora de la saga de Harry Potter, es una peligrosa tránsfoba. Lo
que tal vez no recuerde todo el mundo es cómo consiguió la escritora este
suculento sambenito. Fue así:
Maya Forstater, una investigadora del Center for Global
Development, dijo un día en Twitter que el sexo biológico es inmutable. Esto es
una verdad incontrovertible, puesto que las identidades de género o los
tratamientos hormonales no cambian la condición biológica del sujeto: todas sus
células tienen cromosomas de su sexo biológico y se replican unas a otras
copiando ese modelo. Problema: Forstater comunicó esta verdad simple cuando una
ortodoxia (el sexo biológico no existe, somos mera identidad a la carta,
fluctuante) pugnaba por imponerse.
Sus palabras, como las de Damore, causaron una polémica
insensata. La gente no leía su texto, sino que le adjudicaba unas intenciones
odiosas. Fue despedida, en el acto, por este motivo. Su afirmación se consideró
anatema. Un juez tildó su enunciado de una verdad sencilla e indiscutible a
nivel científico como una «creencia absolutista» que «no merece respeto en una
sociedad democrática». Y la misma Forstater, en su defensa, con la que
finalmente terminaría ganando un juicio a su antiguo empleador, también llamó
«creencia» a su afirmación, puesto que quería ampararse en la libertad de credo
del Reino Unido.
Pero ¿es una creencia el hecho de que el sexo es inmutable?
No. Uno puede creerlo o no creerlo, pero esto no cambia nada. La Tierra no gira
alrededor de Saturno: esto no sería verdad por más que mucha gente lo creyera,
porque la verdad no es democrática. ¿Qué grado de dogmatismo, qué inmensa
sensación de amenaza tiene que existir para lograr que algo objetivo «se pueda
creer o no»? Los humanos somos machos o hembras, tenemos funciones diferentes y
complementarias en el proceso de reproducción, y
nuestras características físicas divergen, desde los huesos
al largo de las pestañas, hasta el punto de que un arqueólogo podría determinar
si los restos desmigajados de un esqueleto paleolítico pertenecieron a un
hombre o una mujer.
Ningún movimiento político puede cambiar esto. Ningún
tratamiento médico puede cambiar esto. Ninguna revolución cultural puede
cambiar esto. Y más importante: no es necesario cambiar esto para que las
personas transexuales y transgénero sean aceptadas como iguales en una
sociedad. En el plano de los derechos, la equidad y la integración, la realidad
es plástica y las opiniones se convierten en hechos. En el plano de la
sexualidad, sus expresiones y costumbres, también. Yo trato como mujeres a las
mujeres trans y como hombres a los hombres trans. Pero en la esfera del sexo
biológico de los sujetos, esto no funciona. Los gametos no son figuras morales.
Los gametos no votan, ni son educados, ni respetan tu opinión.
Dado que (a decir de los activistas) hay personas que
quieren arrebatar sus derechos a las personas transgénero con la excusa de que
su realidad biológica no existe, estos mismos activistas temieron que la verdad
simple enunciada por Forstater fuera susceptible de ser empleada como arma. Y
ella, despedida del trabajo, tuvo que equiparar su afirmación con las de los
espiritistas, los ¡ndependentistas escoceses o los musulmanes, porque el Reino
Unido protege las creencias de las personas, pero no está tan claro qué pasa
cuando una persona comunica un hecho tan simple como «la Tierra rota». De modo
que el asunto se saldó con la verdad arrastrada al terreno de la creencia.
¿No es triste? Pero, al mismo tiempo, ¿no es divertido que
el presente rime de esta forma con ese pasado de apariencia tan arcaica?
El caso, cuando JK Rowling apoyó a la investigadora
Forstatery repitió que el sexo biológico es inmutable y que esto es un hecho,
la autora de novelas infantiles se convirtió en el demonio devorador de
derechos humanos. Fue así como empezó su excomunión, que todavía se prolonga en
el tiempo con toda clase de procesos de linchamiento y un oprobio difícil de
limpiar. Su apoyo a Forstater inició su descrédito mediático y digital, que se
saldaría con hechos tan insólitos como oír a los actores de las películas de
Harry Potter repudiar a la autora, o no ser invitada a las convenciones... de
Harry Potter
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 75
En tiempos de ortodoxias en puja, uno de los síntomas más
claros de amenaza para el poder lo representa la duda.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 77
El disfraz es la forma física de la ironía.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 79
El mundo es diabólicamente complicado y nuestra capacidad de
absorción y procesamiento de datos, limitada. Cuando la incertidumbre es aguda
y prolongada, la gente entra en pánico por las cosas más triviales, como
un disfraz. Pero las consecuencias del grave interrogante son en ocasiones más
taimadas. A veces el pensamiento tiene la sensación de galopar seguro sin darse
cuenta de que se quiebra las herraduras en el empedrado de falacias, lagunas y
clichés. Sobre ciertos asuntos tenemos las cosas demasiado claras. A veces por
ignorancia y a veces por erudición, el caso es que no hay acuerdo.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 80
Como advierte Gregorio Luri, una teoría cae en el dogmatismo
si no es capaz de examinar críticamente sus principios más queridos. Se
requiere, al menos, el empirismo más elemental: ¿funciona eso en lo que creo,
lo que sostengo? Pero no siempre es posible comprobarlo y aún más: si la
realidad ofrece pruebas tajantes de error, tampoco es siempre fácil
aceptarlas. El error quema… el error, también, se entiende como delito y se
persigue.
Juan Soto Ivars
La trinchera de letras, página 80
La ironía no tiene por qué buscar una carcajada. Puede ser,
al contrario, el recurso que agita el pensamiento donde está dormido y
despierta una reflexión original.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 83
El solapamiento entre la risa y la ironía hace suponer que
un comentario irónico busca el cachondeo. Pero la ironía sobre un asunto serio
no siempre pretende burlarse. Aunque puede servir lo mismo al desaprensivo que
al sensible, abandonarla a esos páramos malbarata su valor. Incluso cuando
desata su efecto devastador sobre las cosas más graves, la ironía no tiene por
qué buscar una carcajada. Puede ser, al contrario, el recurso que agita el
pensamiento donde está dormido y despierta una reflexión original.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 83
La ironía puede ser una forma de protesta, un grito de
rabia; también un razonamiento extremo o una denuncia a la hipocresía de
los que se fingen conmovidos. Incluso puede ser una forma de llanto, el brillo más
sofisticado de la sensibilidad, de la herida.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 85
El feminismo particular del que vamos a hablar aquí se
parece al nacionalismo más que a ninguna otra cosa.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 80
Cuando estaba preparando el prólogo para la edición española
de Hombres, de Richard Reeves, libro muy bueno que pasó sin pena ni gloria, un
titular nos alertaba de que las mujeres participan, pero no lideran en las
elecciones españolas. «Son el 30% de las cabezas de lista en las municipales y
menos del 40% en las autonómicas». El partido Podemos, en un tuit, utilizaba la
estadística para sacar pecho: «¡En nuestro partido la brecha de género está
arreglada, el 80% de nuestros líderes son mujeres!». Otro día, cuando charlaba
con una amiga feminista sobre los datos del informe PISA, ella se quejó de que
los chicos adelanten en 9 puntos a las chicas en matemáticas, pero añadió que,
«al menos», ellas sacan 20 puntos de ventaja a los chicos en comprensión lectora.
¿Detectamos aquí la incongruencia? Si la respuesta es
negativa, apliquemos otra capa de distancia irónica. La brecha de género está
arreglada... cuando la brecha es más que notable en sentido inverso.
Veamos. La brecha de género es uno de los verificadores de
la desigualdad entre los sexos. Es un fenómeno muy estudiado que, sin embargo,
suele aparecer en los medios de comunicación gene-ralistas e impactar en el
discurso político —es decir, mueve recursos públicos— solo cuando afecta a las
mujeres. De hecho, la proyección mental que mucha gente hace de las palabras
brecha de género es mujeres tratando de convertirse en directivas de empresa
sin lograrlo, excluidas de los bomberos por no poder superar las pruebas
físicas o camareras de piso explotadas y deslomadas de tanto hacer las camas
(¿de los hombres?). Pasa con la brecha de género lo mismo que con la palabra
sexismo, que se interpreta como sinónimo de machismo.
Pero lo cierto es que el sexismo, como la brecha de género,
afecta a ambos sexos. Un estudio realizado en 62 países que se publicó en la
revista Sex Roles mostró algo sorprendente para quien
lea el Cosmopolitan: los estereotipos y exigencias a los
hombres son más duros que los que afectan a las mujeres. Los investigadores
llegaron a la conclusión de que existe evidencia de la teoría de la virilidad
precaria, que reza que «la masculinidad se conceptualiza ampliamente como un
estatus social que es difícil de ganar, fácil de perder y que debe demostrarse
repetidamente mediante la acción».
¿Es esto sexista? Sí. Pero ¿le preocupa a alguien? No. A los
incel, como mucho.
Tampoco se suele hablar de brecha de género en los
suicidios, los accidentes laborales mortales o incapacitantes, el sinhogarismo,
el fracaso escolar, los castigos físicos en los colegios, el desigual destino
de recursos a la investigación de cáncer de mama y próstata, la obligación de
combatir en una guerra, la población reclusa, el reparto de los bienes comunes
o del tiempo con los hijos tras un divorcio, el descenso de poder adquisitivo
tras esa separación o, por resumirlo todo, la esperanza de vida. Mientras
escribo esto, la ONU ha dicho que las mujeres «se han llevado la peor parte» en
la guerra de Ucrania, porque «representan la inmensa mayoría de la gente
obligada a huir». Olvidan mencionar que a los hombres les prohibieron huir,
obligados a alistarse, lo que ha tenido como consecuencia que el 96% de bajas
sean masculinas.
En síntesis, no se habla de brecha de género en aquellos
ámbitos en que el sexo «privilegiado» se lleva la peor parte, e incluso se le
da la vuelta a los datos, como en el caso de la ONU y Ucrania, convirtiendo la
huida en algo peor que la muerte por la sencilla razón de que afecta más a las
mujeres. Es decir, se pone el foco allí donde se puede generar narrativa y se
aparta del terreno en que la realidad pone las cosas más difíciles a la lente
maniquea. Luego, los recursos económicos se limitan a seguir el camino marcado.
Con frecuencia el tratamiento de la información es tan burdo
que llega a provocar sonrojo. Noticia de Europa Press: «El sinhogarismo
tiene rostro de mujer». Entradilla: «En España hay unas
40000 personas en situación de sinhogarismo, de las cuales en torno a un 16%
son mujeres, un colectivo "invisibilizado" que ha aumentado en los
últimos años». ¡El 84% restante debe ser gente sin rostro!
El feminismo académico parece incapaz de percibir las
brechas de género que escapan a su sesgo y, en caso de admitirlas, lo hace a
regañadientes y coloca al patriarcado como causa de los males de los hombres.
De nuevo, los hombres mueren más en la guerra de Ucrania, pero son los hombres
quienes la han iniciado. Los hombres se suicidan más, pero es que son más
mortíferos. Hay más hombres viviendo en la calle, pero el capitalismo que los
destruye es hijo del sistema patriarcal. Sea como fuere, la culpa de lo que le
pasa a los hombres y las mujeres termina siendo siempre de los hombres.
Por más incongruente que parezca que un sistema de beneficio
y complicidad masculino perjudique en tantas cosas a sus señores, el ángulo
muerto de la llamada «perspectiva de género» impide imaginar una causa de la
desgracia o la desigualdad distinta al gran pacto estructural de hombres. Para
el identitarismo de género, que es lo que llamamos aquí feminismo hegemónico y
resulta mucho menos articulado que el feminismo académico, las brechas de
género masculinas sencillamente son tabú.
Otros dos ejemplos: unos quinientos niños mueren al año solo
en Estados Unidos por pérdida de sangre durante una circuncisión o a causa de
las infecciones posteriores. Lo demostró la investigación de AaronJ.Krill,
LaneS. Palmer y Jeffreys. Palmer publicada en Scientific World journal. Unos
años antes, cuando el grupo guerrillero islámico Boko Haram secuestró a varios
cientos de chicas y puso con ello al mundo occidental en vilo durante semanas,
el número de chicos secuestrados y asesinados por el fanático quintuplicaba
esas cifras. ¿Os suena haber leído en grandes titulares alguno de estos
dos datos? ¿Parece siquiera imaginable que una industria
como la circuncisión, amparada en dos religiones monoteístas, pudiera actuar
tan impunemente en caso de mutilar bebés femeninos?
No es que los datos que no interesan se oculten: es que la
propaganda logra que nadie se digne a mirar en esa dirección, pues los datos
que estoy aportando son todos públicos
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 104
Conocemos el número de mujeres víctimas del asesinato
por parte de sus parejas en España, puesto que la prensa y las
instituciones tienen un contador y se organizan minutos de silencio. La
violencia de pareja es un problema del que la sociedad está tan
concienciada que se justifican, en esta lucha, medidas excepcionales para
combatirla. ¿Hasta cuándo la excepcionalidad, por ejemplo, en leyes que
discriminan a los hombres, será aceptable?, podría preguntar alguien.
«Hasta que no muera ni una más», responderán, lo que induce a pensar
que cualquier vida tiene un valor absoluto. En ese caso, ¿sabría alguien
decir el número de hombres asesinados por sus parejas en 2022? ¿O en los
últimos diez años? ¿Alguna medida de protección excepcional debería activarse
hasta que no muera ni uno? La respuesta queda en el aire.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 107
Aparece, de pronto, otro estudio. Es el Barómetro de
juventud y Sexo 2023, a cargo de FAD y el Centro Reina Sofía, con fondos de
Igualdad. Al instante, los titulares de la prensa se llenan de alarma porque el
estudio dice que un 23,1 % de los hombres jóvenes españoles cree que la
violencia de género «no existe o es un invento ideológico», lo que representa
un aumento de once puntos respecto a 2019. Es decir, que en los años con el
Ministerio de Igualdad más woke y agresivo que se ha visto en España, el de Irene
Montero, su insidiosa dosis de propaganda ha logrado el objetivo contrario al
que se proponía: el doble de jóvenes rechaza ahora su mensaje.
Bien, el mismo estudio da el porqué, aunque de nuevo nadie
parece reparar en ello. No es el auge de la ultraderecha, ni la pornografía
digital, ni el negacionismo de comentaristas en canales de YouTube y demás
sospechosos habituales. La violencia en la pareja —perciben los jóvenes de la
encuesta— afecta a chicos y chicas, y además es perpetrada por chicos y chicas.
De hecho, añade el barómetro, la percepción es que las chicas ejercen
ligeramente más violencia sobre los chicos que a la inversa, aunque la violencia
que sufren ellas suele tener consecuencias más graves.
La gran pregunta, entonces: ¿la percepción de los jóvenes de
que la violencia de pareja es bidireccional tiene sentido o es disparatada?
Tras comparar no menos de quinientos estudios
internacionales sobre la violencia en la pareja, una investigación exhaustiva
ofreció una respuesta: el maltrato de pareja afecta de manera distinta a
hombres y mujeres y, aunque el saldo de muertes por violencia es de predominio
femenino, el maltrato, estadísticamente, es bidireccional. De hecho, según la
oficina de estadísticas del Reino Unido, las mujeres causan más lesiones a los
hombres que al revés en casos de violencia en pareja, y la tasa de suicidios de
hombres en circunstancias de violencia de pareja triplica a la de las mujeres.
¿Consecuencias para el discurso mediático y político? ¿Cambios o afinamientos
en la legislación? Nada
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 107
El terrorismo tiene causante consciente y la violencia
machista, hasta en el caso del perpetrador más misógino, está sujeta al caos
del inconsciente.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 115
Sospecho que los hombres que han ayudado, salvado, protegido
y apoyado a las mujeres han sido más, a lo largo de la historia, de los que las
han maltratado, violado o aplastado por razón de su sexo. Además, si nos
pusiéramos a hacer listas de agravios comparados, estoy seguro de que muchos
hombres también podrían decir que las mujeres les han hecho la vida imposible.
Desde la misoginia, llegaríamos a conclusiones tan desesperantes como
desde la misandria que hoy se vende como una postura razonable. Aquí está
para mí el nudo que perpetúa la absurda batalla de sexos: como en
una vieja relación de pareja que pasa por malos momentos, solo cuenta lo
negativo.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 116
Las mujeres han tenido que pelear históricamente por ser
¡guales, pero hace ya algún tiempo que lograron, al menos en Occidente, la
igualdad formal: insuficiente para una igualdad real, pero suficiente para
que muchas personas hayan nacido y crecido en un mundo donde tener jefa cabrona
era tan jodido como tener jefe cabrón. Si bien es cierto que en otras
épocas ellas han tenido que abrirse paso a puñetazos entre hombres poderosos
que las menospreciaban, también lo es que las mujeres encontraron la empatía,
la simpatía, la solidaridad, la ayuda, la amistad y la complicidad de otros
varones, puesto que la emancipación feminista no siempre se planteó como
una batalla de identidad, sino como una reivindicación universal. Y esto,
hoy, tampoco se entiende.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 117
Las feministas identitarias te dirían que cualquier mejora
de la vida de las mujeres es impensable si no son mujeres quienes ostentan el
poder, y que, por lo tanto, el papel del hombre es pasar a segundo plano y
dejar espacio, pero eso es intolerable y además es falso. Con la colaboración
abierta de los hombres convencidos de la necesidad de igualdad es como se
aprobaron leyes fundamentales para los derechos de la mujer en cámaras de
poder legislativo donde ellas apenas estaban presentes: desde el divorcio
al aborto pasando por el sufragio universal o las mucho más recientes
leyes de paridad en el Congreso de los Diputados.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 117
El feminismo identitario quiere a mujeres hablando de
mujeres, y hombres callados.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 80
Si el concepto de democracia del independentismo bebía de la
falacia de que el voto y no la ley es el germen de la democracia, el
concepto de justicia del MeToo se originaba en la falacia de que la
palabra de una mujer no puede ser falsa, no debe ser cuestionada y, por lo
tanto, todo procedimiento de la justicia ordinaria es sospechoso. El lema «Yo
sí te creo» lo sintetizaba todo: si una mujer denunciaba malos
comportamientos sexuales de un hombre en público, este hecho era ontológicamente
incompatible con el interés o la mentira, pues ninguna mujer miente cuando
acusa. Ello elevaba a la mitad de la población a un estado de pureza
indisoluble y sometía a la otra mitad a un estado de perversidad
potencial. Es decir, que una parte de la sociedad recibía su legitimidad
de la identidad de grupo y la otra la perdía por el mismo motivo. Dado que la
justicia ordinaria era una parte de ese mundo torvo creado por los hombres para
su propio beneficio, la justicia populista de las redes y la prensa era la
forma de alcanzar el objetivo de purificación.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 130
Un poso que el MeToo ha dejado en Occidente ha sido el
retroceso de la presunción de inocencia ante denuncias relacionadas con el
sexo, una idea de que esas cosas no deben ir por la justicia ordinaria y
un galopante avance de la justicia popular.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 131
Los valores europeos y occidentales me parecen objetivamente
superiores a los valores de las sociedades islámicas, pero creo que sería
ingenuo atribuir esta ventaja a la religión. Si Occidente es la única
civilización en la que está permitido a sus enemigos y detractores que voten en
las elecciones por opciones disolventes o revolucionarias, y que en todo caso
expresen sus recelos libremente, la superioridad está clara. Los regímenes
son más sólidos cuanto más grande es la tolerancia hacia sus opositores. Pero
esta superioridad no viene de la raíz cristiana, tan intransigente como
cualquier otro monoteísmo, sino de la mezcla que han sido capaces de
asimilar estas sociedades desde el punto de vista de la igualdad de los
ciudadanos y de la subversión de los viejos valores cristianos a lomos de la
Ilustración. La diferencia entre Occidente y otras civilizaciones es, pues,
histórica, y no tanto identitaria. Y la reacción identitaria de la derecha
populista es un movimiento antiilustrado. Defienden Occidente por los
valores equivocados.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 137
Es la asimilación, quizás, el camino más fértil para
encontrar soluciones y, al mismo tiempo, el más difícil en tiempos en
que tanto la derecha como la izquierda se echan en brazos del identitarismo,
bien sea para demonizar a un grupo o para convertirlo en el intocable buen
salvaje que adorna nuestro paisaje.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 140
Pienso que los países occidentales han de favorecer la
asimilación, haciendo partícipes a los musulmanes de las soluciones y no tanto
sospechosos de los problemas, pero que para esto es indispensable que Occidente
asuma sus virtudes y deje de echarse reproches encima. Solo si cada comunidad
se hace responsable de la parte que le toca se puede alcanzar la igualdad,
y solo bajo los principios laicos e ilustrados puede sostenerse la convivencia
entre diferentes credos.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 140
Hasta hace unos años siempre votaba a la izquierda. Me
consideraba izquierdista, que es una obsesión por la limpieza, pues me
preocupaba mucho ensuciarme si alguno de mis pensamientos podía considerarse
facha. Sobre este miedo puritano de los izquierdistas a que otros como
ellos los tomen por conservadores no voy a extenderme: tiene que ver con
la herejía y, por tanto, ya está contado. En algún momento debí recibir la
excomunión y dejó de importarme. Por exceso de identitarismo, hipocresía y
sumisión a los separatistas, los partidos de izquierdas me dejaron sin
ganas de votar. Como el neoliberalismo no me ha convencido, soy
carne de abstención. Pero como me gano la vida en los periódicos, estoy
obligado por contrato a seguir la actualidad política y envenenar con ella a la
gente. Es lo que he hecho también aquí. Lo siento.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 142
La política es un juego para hinchas más brutalizador
que el fútbol.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 142
Un apunte: aquí habrá quien dirá que eso de «izquierda» y
«derecha» ya no sirve para definir la vida política, porque ni lo uno ni
lo otro significa nada. Es algo que se oye mucho, en particular entre
liberales. Y es cierto en parte, pero no lo suficiente. Izquierda y
derecha, conceptos efectivamente problemáticos y vaciados por los partidos y el
tiempo, además de viciados e imprecisos quizás desde su origen si
atendemos a las infinitas escisiones virulentas, ocupan sin embargo un espacio
colosal en nuestras guerras culturales. ¿Algo que ocupa tanto espacio puede no
existir? Sin duda. Dios podría no existir, como tantas otras cosas sobre
las que nos hemos detenido en estas páginas, pero da lo mismo, pues
existen sus creyentes y están dispuestos a pegarse por ello.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 143
No habrá hombres y mujeres libres mientras haya hombres y
mujeres enredados en la batalla cultural y temerosos de los caminos por los que
les lleva el pensamiento libre, crítico e informado. No habrá hombres y mujeres
libres mientras la caricatura sea la respuesta a la expresión despreocupada de
sus ideas. Puedo decir esto porque yo mismo he caído mil veces en la
trinchera y, seguro, volveré a caer mil veces más. Así es cómo, irritados y
mordaces, cínicos y frívolos, resabiados e ignorantes, nos enfrentamos a un
peligro terrible que no es otro que tener todos algo de razón.
Juan Soto Ivars
La trinchera de
letras, página 155
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