Juegos
Sobre la cama está todo listo:
De un lado los héroes
al frente los villanos,
el niño levanta el que más le gusta
una pantera con cuerpo de hombre
y hace que hable
que prevenga a los otros
de una posible batalla,
después tose
-el niño tiene gripa-
antes que la realidad
interrumpa demasiado
dice
“en el juego mi tos no existe”.
La mamá admira con qué facilidad
el niño desaparece lo que no conviene.
Y a ella,
cuánto le cuesta ocultar
-a veces-
el miedo
el vacío
la falta de esperanza.
Sobre la cama está todo listo:
De un lado los héroes
al frente los villanos,
el niño levanta el que más le gusta
una pantera con cuerpo de hombre
y hace que hable
que prevenga a los otros
de una posible batalla,
después tose
-el niño tiene gripa-
antes que la realidad
interrumpa demasiado
dice
“en el juego mi tos no existe”.
La mamá admira con qué facilidad
el niño desaparece lo que no conviene.
Y a ella,
cuánto le cuesta ocultar
-a veces-
el miedo
el vacío
la falta de esperanza.
Manuela Gómez
La vida como era
Amanecía muy pronto
y las olas de la noche
dejaban peces globos
regados en la arena.
Yo sé que el agua
se secaba con el viento,
que la sal nos ponía
la piel tostada.
Y que la noche
una y redonda con el mar,
nos enseñó el verdadero
tamaño de los hombres.
Bajo ese cielo los miedos
se contaban rápido,
eran lindos como medusas
cerca de la orilla,
mamá dormía bien
entre las palmas
y todavía no empezaba
a olvidar.
Quiero quedarme ahí
aunque esté lejos,
así conozca
esa ternura
que no extraña
la vida como era.
Amanecía muy pronto
y las olas de la noche
dejaban peces globos
regados en la arena.
Yo sé que el agua
se secaba con el viento,
que la sal nos ponía
la piel tostada.
Y que la noche
una y redonda con el mar,
nos enseñó el verdadero
tamaño de los hombres.
Bajo ese cielo los miedos
se contaban rápido,
eran lindos como medusas
cerca de la orilla,
mamá dormía bien
entre las palmas
y todavía no empezaba
a olvidar.
Quiero quedarme ahí
aunque esté lejos,
así conozca
esa ternura
que no extraña
la vida como era.
Manuela Gómez
Por si acaso
Esperar que con el agua y el calor las zanahorias pierdan su dureza.
Huir de las hormigas que entretejen las paredes,
los bordes ocultos de la mesa,
las palabras negras de los libros de turno.
Abrir la ventana solo un poco y sin hacer ruido.
Recoger los libros del piso y amontonarlos en bloques pequeños.
Preparar las clases de literatura.
Regar las plantas cuando sea de noche.
Dejar una luz del corredor encendida, por si acaso.
Permitir que las cobijas se suspendan un segundo en el aire antes de tocarme.
Inventar el canto de los grillos o escuchar
cómo van las llantas de los carros en la oscuridad,
la quebrada que a veces ruge y a veces canta,
las voces de los otros
que viven
arriba y abajo.
Hago todo eso
para no pensar en la muerte.
Esperar que con el agua y el calor las zanahorias pierdan su dureza.
Huir de las hormigas que entretejen las paredes,
los bordes ocultos de la mesa,
las palabras negras de los libros de turno.
Abrir la ventana solo un poco y sin hacer ruido.
Recoger los libros del piso y amontonarlos en bloques pequeños.
Preparar las clases de literatura.
Regar las plantas cuando sea de noche.
Dejar una luz del corredor encendida, por si acaso.
Permitir que las cobijas se suspendan un segundo en el aire antes de tocarme.
Inventar el canto de los grillos o escuchar
cómo van las llantas de los carros en la oscuridad,
la quebrada que a veces ruge y a veces canta,
las voces de los otros
que viven
arriba y abajo.
Hago todo eso
para no pensar en la muerte.
Manuela Gómez
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