Rodrigo Olavarría

CÓMO PREVENIR UNA PANDEMIA

Los científicos predicen la llegada del ébola a Londres

en dos semanas y a cada rincón del globo en un mes.

Mientras tanto tú, mi amor, me pides que te olvide.

¿No te parece exagerado desahuciarme justo ahora

que los ríos se secan y una pandemia global amenaza?

En los años sesenta Estados Unidos promulgó una ley

que prohibía casarse por miedo. Yo legislaría sobre nosotros,

pondría freno a toda muestra de temor. Lo que me recuerda,

una vez dijiste, en una cama en La Paz: “Me vas a olvidar”.

El caso es que hasta ese momento me sentía un pionero,

un explorador quemándose los dedos en pos de una cima,

y de pronto te descubrí enamorada, muerta de miedo.

Todo sobre la tierra se convierte en polvo y luego vuela,

la mancha del amor es la brasa humeante que sostengo

y elijo ponerla en tus manos para verla gotear amarilla

sobre las hojas, mejorando el color del azafrán y la miel.

No hay más luz que esta luz, este insidioso fogonazo,

esta forma de postergar el contagio de la oscuridad.

Rodrigo Olavarría





MIGRACIÓN

Cuando apenas había cumplido los seis años,

mi madre y mi abuela me obligaron a memorizar

la línea sanguínea que me emparenta con Venus.

Esa es la razón de mi legítimo derecho de cisne

a corromper el olor de la habitación de una mujer,

a invadir colchas y sábanas con mi propio aroma,

a decir hola qué tal a la manzana más alta,

a exigir la verdad de pie en una pista de baile,

aunque no haya nada cierto, excepto seguir

adelante como un ave migratoria que se va

y regresa siempre sin concebir cómo, perdido

o camino a la perdición pero en movimiento,

con esa voz en el centro líquido de la experiencia,

esa que dice: eres un pájaro, debes volar al Norte,

caminar por un parque junto al mar, abrirte

a la naturaleza móvil de las cosas y a la muerte

sucesiva de todos los fantasmas que creíste ser.

Siempre habrá un hotel de tres estrellas en la ruta,

un gaitero que se asoma al barranco al anochecer,

un obelisco donde una vez estuvo de pie un ángel.

Rodrigo Olavarría





NO HAY TIEMPO QUE PERDER EN ESTE MUNDO

EMBELLECIDO POR SU FIN TAN PRÓXIMO

Hay un poema que dice que el mundo es más bello

si nos hacemos conscientes de la inminencia de su fin.

Yo tomé nota y luego acciones concretas al respecto,

me serví café y me dispuse a escribirte una carta

en la que digo: Jandi, te recuerdo y no me olvides,

dentro de poco estaré en Pérez Roca y San Martín

o un par de cuadras al Oeste, junto a la quebrada,

armando una cometa con los restos de un navío.

Hace un mes vi a mi abuela muerta en un cajón,

su dulce materia indistinguible en todo aspecto

de la caja que la contenía, las lámparas y las flores,

infinitamente despegada de quien le tocó ser,

librada del todo de cualquier proceso familiar,

maquillada como ella jamás lo hubiese permitido,

vaciada de sí misma, un pimiento relleno de muerte.

Y esa visión me puso en contra de la inmovilidad

y me hizo parcial de los insectos y los pájaros

a tal grado que llegaban a anidar a mi ventana.

Yo antes era un arma arrojadiza, una ventisca

que entraba por los tejados y hallaba su camino

hasta lo que yo creía era la verdad, un cuerpo.

Sé más o menos quién soy, conozco este montón,

esta suma mal hecha, este espantajo que se busca

y ha encontrado en la dulzura de una mujer,

en su voz, en su silencio y su cuerpo, el descanso.

No vamos a morir mientras estemos enamorados

y si llegásemos a morir habremos embellecido

estas brevísimas estancias en la materia con amor,

con esta intuición que se hace más profunda

al mezclar nuestros alientos, ya sea bajo techo

o bajo el sol que alisa la superficie de los lagos.

Rodrigo Olavarría





OTROS ÁRBOLES DE ENERGÍA

Una de las muchísimas cosas que discutimos

mientras caminábamos por el cementerio

y bajábamos al mar por Galvarino Riveros

fue la cifra, la masa crítica de nuestros amantes.

Llegamos a ese tema atando cabos y lianas

que iban de la muerte física a la muerte en vida,

después se puso pensativa y dijo: “El cuerpo

guarda información de todas las parejas sexuales”.

El caso es que la memoria del cuerpo es real

y tiene forma de depositorio o hemeroteca,

hay un archivo para los miembros amputados,

microfilms en mitocondrias y hélices dobles.

Como sea, somos proclives al estudio del pasado,

nuestro cuerpo se niega a dejar lo que le trajo dicha

y, como un policía que no cree en la redención,

atesora prontuarios, recortes y álbumes de fotos.

Alguien podría decir que donde hubo un sendero

que conducía al amor hoy crece la maleza

o que donde existió un mar interior con barcazas

y goletas hoy se extiende la superficie marciana.

Pero no es tan así. La maleza esconde la huella

y el desierto las escoriaciones del oleaje.

Así mismo la lengua chasquea en su bóveda

sorbiendo un nombre que no refiere a nadie. 

Rodrigo Olavarría





USUZUKURI

Más que antes en suelo inseguro te bendigo.

Rodeada de ascensores futuristas eres tres

y al fondo del robo de mí mismo serás tú

quien traiga flores cuyos nombres ignoro,

quien llene mis cajones de partituras de luz

y cuchillos para estaciones de habas y menta. 

Rodrigo Olavarría











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