Cirrosis hepática
Cada veinticuatro semanas
–o cada que el médico lo señale–
vaya al laboratorio de su preferencia
hágase una prueba de función hepática
y compruebe sus niveles de bilirrubina.
Tenga en cuenta
hacer actividad física regular
mantenga un peso adecuado
y no ponga mucha sal a sus comidas.
De lo contrario
usted podrá olvidarse de su esbelto abdomen
que ya empezó a acumular líquidos:
los daños son irreversibles.
No beba alcohol
repito, no beba alcohol
no importa si su nueva novia piensa dejarlo
no importa tampoco
si le es imposible estar en una reunión familiar
sin la desenvoltura
que le permiten un par de copas.
¿Acaso ha olvidado medir
su concentración de enzimas hepáticas?
No piense en las propiedades
que perdió con su divorcio. La sangre
debe contener entre tres punto cuatro
y cinco punto cuatro –no más–
gramos por decilitro de albúmina.
Ignore a sus hijos que no quieren volver a verlo
pero no olvide la resonancia magnética
y programar el chequeo periódico
con su médico de cabecera.
No sienta celos de las erecciones firmes
con que otros hombres gozan de su exmujer.
El hígado es el órgano filtrante de la vida
descarta los residuos tóxicos
y el suyo está deshecho.
Concéntrese en tratar la cirrosis
no recuerde las manchas de sangre
el vidrio roto de la mesa
la mañana siguiente con la boca pastosa
las cosas que dijo –o que dicen que dijo–
el día antes de marcharse.
Al verse al espejo
no deje de sentirse atractivo
por su esclerótica amarilla.
Intente no pensar en el posible cáncer
–hepatocarcinoma–
pero cuídese
no fume, no beba alcohol
no tenga pensamientos negativos.
No se preocupe
si deja huellas en las servilletas al tocarlas
pierda el miedo a ver la vida
solamente
en tonos de amarillo.
Andrea Muriel
Todas las mujeres tenemos una relación con el maquillaje
Nos maquillemos o no
nos guste mirarnos al espejo o lo detestemos.
Todas hemos mirado los espectaculares
con anuncios de L’Oréal
la piel sin poros
y hemos escuchado
de la supuesta confianza
de una mujer
que sabe cómo verse
en cada situación.
Todas tenemos
una madre, una tía, un hermano
que nos ha dicho
¿te ves enferma hoy, estás bien?
que nos ha preguntado sobre
el por qué del labial morado o verde
o la falta de él.
Todas
las mujeres
hemos pasado por el rubor de la tía
para la graduación
por los consejos
para vernos más “arregladitas”.
Todas hemos tenido un labial
lo conservemos como un artefacto imprescindible
o lo tengamos arrumbado en un cajón
porque decidimos que no
que nosotras no
que nuestra valía no está en vernos “bonitas”.
Todas
todas
todas
tenemos opiniones sobre las chicas que se maquillan para
salir al súper
algunas las consideramos
diosas
otras las miramos como bichitos raros a las que no les llegó
el memo
porque ya Simone de Beauvoir nos
contó de la imitación del orgasmo femenino
con las chapas y los labios rojos
y los ojos grandes por el delineador y el rímel.
Todas tenemos una relación con el maquillaje
nos maquillemos o no,
nos guste hacerlo o no,
porque a alguien hace mucho
en algún lugar
se le ocurrió que podía opinar
sobre
cómo
nos
vemos
y
ahora
nos
toca
a
nosotras
decidir
la relación que queremos tener
con cómo nos vemos o nos dejamos de ver
como una simple deuda a nosotras mismas
al mirarnos
no sólo en el espejo
sino tal vez en la parada del bus
en el reflejo de los vidrios de una librería
en el refrigerador del Oxxo
en la vitrina de la farmacia
en nuestra imagen mental de nosotras mismas
en las clases virtuales
en nuestra foto para el CV
Andrea Muriel
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