Cristóbal Zapata

BOCCACCIO

Todas las mujeres y los hombres por igual alabaron el novelar.
Decamerón, “Jornada primera”

Entonando canciones de amor,
con paso lento,
los jóvenes se internaron en el jardín.
En la hora nona de la ciudad apestada
comenzaba a nacer otro cuerpo,
extremadamente florentino.

Cristóbal Zapata




KARINA

Le decían Karina.
Se parecía a la cantante venezolana de moda (entonces).
Ella adoptó el apodo como su nombre de guerra.
Trabajaba en un prostíbulo de cuatro reales
en una calle oscura de Puerto Bolívar
donde siempre parecía de noche
(incluso al mediodía, como en un cuadro de Magritte).
Era pintora aficionada.
En sus ratos libres se sentaba en el balcón de su casa
y hacía bocetos del muelle, de la vereda de enfrente,
de sus pocos y apurados transeúntes.
Oí la historia y fui una tarde.
Tenía una dulzura contenida y ejercía sin esfuerzo
la distancia aprendida en el oficio.
Mientras yo procuraba
hacer algún amor sobre ella
(por el placer de tocar en el ocaso su cuerpo de pintora)
la descubrí mirando el paisaje portuario tras la ventana
con sus ojos puros de artista que busca la luz,
donde sea que se encuentre.

Cristóbal Zapata




MUJERES PEINADAS POR LA LUNA

Para asegurar el crecimiento
de sus cabellos,
las mujeres y las niñas
se lavaban el pelo con la primera lluvia
de mayo.
Entonces, un aura lunar
flotaba sobre sus cabezas.

Había niñas cuarto creciente
cuya luz iba aumentando con los días
bajo sus cerquillos taciturnos.
Un ejército de muchachas luna llena
con sus cabelleras curvas como el deseo.
Y una multitud de mujeres menguantes
con sus hermosas crines de yeguas profundas.

Durante algunas semanas
las mujeres brillaban
como hadas noctámbulas.
Y nosotros nos quedábamos de pie,
mirando hipnotizados
sus peinados llovidos,
sus metamorfosis secretas
a la luz de la luna.

Cristóbal Zapata















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