"Abres la puerta de la casa. La luz marca el pelambre de la alfombra gris en la sala. Ella se fue. En la cocina, revisas el bote de la basura y compruebas el desayuno; las cáscaras de
huevo descansan sobre restos de verduras pudriéndose. El aire guarda olor a agua hervida, encuentras encendida una hornilla, la parrilla arde al rojo vivo.
Vas a la habitación, no la buscas porque sabes que se fue, recorres el espacio movida por la curiosidad; no sucede a menudo poder estar dentro de una casa y ver las pertenencias de otra, observar su rastro: la colcha de la cama con la marca de sus nalgas –se cambió de zapatos antes de salir–, el olor del aire que acaba de respirar; la llave del lavabo aún goteando, el cepillo de dientes mojado. En un pequeño librero, sus anillos. Se fue con las manos desnudas para siempre.
Regresas a la sala. Te sientas en el sillón de dos plazas. Observas los rincones como si fueras a encontrar algo más. Un detalle puede ser trascendental. Entre el amasijo de cables de la televisión y el teléfono ves una pequeña pelota.
(Recuerdas que tuvo una gata, Faustina, y que se fue a la semana de haber llegado). En el otro extremo, bajo la banca en la que ella puso tres macetas, distingues las tiras de la alfombra deshilada."
Daniela Tarazona
Isla partida
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