José Daniel Espejo

¿De qué habla esa música que habla de moverse,
amar todos los cuerpos y bailar en los tejados
pegarle fuego al mundo y hacer otro
más justo y luminoso? ¿A quién espera
quien confía en encontrarse con alguien, un día feliz,
y nunca separarse? No a mí,
no a mi hijo y a mí. Cuanto más
hermosa la fábula menos sitio
nos queda a nosotros en ella. Si a veces cantamos
pues nos sabemos la letra al oírla por la radio

es la vida de otros
la que cantamos.

José Daniel Espejo





INTRO

Me hizo una entrevista en agosto del 16
el periodista Antonio Arco para La Verdad de Murcia
buscando el “interés humano”. Contesté
la serie habitual de estereotipos: una historia luminosa,
salpicada de drama, con final feliz
sobre el tipo que enviuda y aprende a cuidar de sus hijos
(uno autista) en solitario, con la ayuda de la poesía
(¡en serio!) y de su buen corazón. La pieza
rápidamente empezó a compartirse
(a esto lo llaman viral, no por nada) y me topé
en la ciudad semidesierta con bastantes personas
que me saludaban mostrándome la historia
en sus teléfonos inteligentes y usaban los nombres
de mis hijos y el mío, incluso el de Charo,
perdida hacía tanto. Una chica
me pidió una foto (“no, pero que salgamos todos”) y tras
tomarla me la enseñó. No supe quiénes éramos.
No supe quiénes éramos. Todo el rato
sonreíamos, sudábamos como culpables,
pero culpables de qué. Aún hoy
soy incapaz de releer la entrevista
que alguien respondió en mi lugar
el 4 de agosto del 16. Tampoco ese alguien
sabrá demasiado de lo que ocurre en mi casa
cuando cerramos por dentro.

José Daniel Espejo










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