POEMA XV
Las flores de la tarde:
un vuelo juvenil de la nostalgia, el precio
del petróleo siempre firme en estas lides.
No pasará nada: será
un mito feroz, hoy una máscara,
cuadro del hogar viejo, tranquilo
y feo. Dos flores, o un jardín
demasiado colorido para estas paredes,
una firma agigantada, un río
u ocaso que clarea el campo.
La fugacidad o el amor. Una muerte que aún
no conocemos —tenemos veinte años— amamos
y así vivimos, a pocas letras,
en el rincón donde habitan otras nubes.
Juan Gallego Benot
POEMA XVII
Si pudiera darte un hijo
con tus ojos y mis manos
no sería más cercano en este sitio
que este joven rostro moreno
tan solo en un rubor aún desconocido.
Sus dedos no asirían la vida
con tanto amor como este ser
tan lleno de nosotros;
¿serán sus ojos caña verde o rama dorada?
¿Tendrá su frente el brillo del trigo?
¿Recibirá la herencia del carbón nocturno?
¿Podrá mi hijo alcanzar los árboles
con su brazo fuerte?
¿Sabrán sus manos a la luz santa del río,
hablará la lengua de los ardientes leones?
Será su milagro un ruiseñor tranquilo,
su voz será la esperanza de la tierra.
Sabrá amar,
sabrá decir que es amado.
Juan Gallego Benot
XXIX
Estoy hablando contigo
entre los árboles.
Tu voz es el recuerdo.
¿Sabré volver? La lluvia
que me descubres dice
mi nombre. Señalas
y nombras todas las cosas.
Sabré vivir mejor, con este cuerpo
nuevo que se me ha dado.
Conoceré de nuevo
(de nuevo me explicarás)
los amplios misterios
y reirás conmigo:
pero ahora yo sólo conozco
el olor del viento en este bosque.
Juan Gallego Benot
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