Para que la resignación no gobierne la noche
1
a dormir (voy)
porque no sé
a dónde iría
al despertar
no quiero
a mis hermanos
presos de la desconfianza
(al enemigo ni justicia)
urden metrallas los sueños
para hacer guerra entre ellos.
2
¿qué es una mentira?, pregunta.
no es nadie -le dicen-,
alguien se olvidó las llaves.
¿y para qué corre la vida
cinco segundos más tarde?
3
vamos a escribir: un poema
para unos hijos
y contar: el mundo
es una flor en un desfiladero
pero no: el mundo no se suicida.
4
¿de qué murió?
de hambre, murió:
en pleno pecho,
le entró.
voló, rasante,
e impactó: trac tracata trac.
la conducción autoproclamada
implora: no vengan,
esto es demasiado.
5
¿y cómo reconciliar verdad y belleza?
¿y por qué tengo que hacerlo yo,
simple portador de un mate lavado y este
mohín un poco manchado de tabaco?
diré: fantasía, premonición, algarabía,
excelsa algarabía sin finales, también
pedrería arracimada en el corazón –es
un vicio que hace falta-
pero no alcanzará: habrá fantasmas,
lapiceras y crucifijos (siempre
están los crucifijos en ésta nuestra
caprichosa historia)
entonces, por ahí me pongo a escribir,
una vez más, que no puedo, no me sale,
no es suficiente, y por ahí vos me dirás
qué lindo eso que escribiste, y así,
entonces, nada más que así, en esa
quincuagésima escritura del sofisma,
algo de la verdad y la belleza
se hará presente, húmedo,
próximo, una mano, dos,
y así lo nombrarás
silencio.
Lucas Paulinovich
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