—Bhante Nagasena —dijo el rey—, ¿hay alguien que muere y no nace a otra nueva vida?
—Algunos nacen en otra vida —dijo el mayor—, y algunos no nacen en otra vida.
—¿Quién nace en otra vida, y quién no?
—Majestad, aquel que sigue siendo corrupto nace en otra vida; aquel que ya no lo es, no nace en otra vida.
—Y tú, Bhante, ¿nacerás en otra vida?
—Majestad, si hubiera en mí alguna atadura, nacería en otra vida; si no hay en mí atadura alguna, no volveré a nace.
—Algunos nacen en otra vida —dijo el mayor—, y algunos no nacen en otra vida.
—¿Quién nace en otra vida, y quién no?
—Majestad, aquel que sigue siendo corrupto nace en otra vida; aquel que ya no lo es, no nace en otra vida.
—Y tú, Bhante, ¿nacerás en otra vida?
—Majestad, si hubiera en mí alguna atadura, nacería en otra vida; si no hay en mí atadura alguna, no volveré a nace.
El Milinda-pañjá  o Las preguntas de Milinda o Milindapañhā
Tomada del libro El espejo del paraíso de Graham Hancock, página 213
 —¿Viniste a pie o montado en algún vehículo?
—Yo no voy a pie, Venerable, he venido en carro.
—Ya que has venido en carro, mahârâja, defíneme ese carro. ¿Acaso es el timón el carro?
—No, Venerable.
—¿Es acaso el eje, las ruedas, la caja del coche, el soporte del dosel, el yugo, las riendas, la fusta?
—No, Venerable.
—¿Se trata entonces de la reunión de todas esas cosas?
—No, Venerable.
—Yo no voy a pie, Venerable, he venido en carro.
—Ya que has venido en carro, mahârâja, defíneme ese carro. ¿Acaso es el timón el carro?
—No, Venerable.
—¿Es acaso el eje, las ruedas, la caja del coche, el soporte del dosel, el yugo, las riendas, la fusta?
—No, Venerable.
—¿Se trata entonces de la reunión de todas esas cosas?
—No, Venerable.
 El Milinda-pañjá
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