Vlado Maleski

"Descalzo, sin cinturón, desgarrado, subí corriendo las escaleras, atravesé la penumbra de la iglesia y me detuve ante María desde el iconostasio. Una lámpara rociaba gotas brillantes a su alrededor. «Brillan, purifican, bendicen, glorifican a Nuestra Señora, la Madre de Dios y a la Virgen María...», susurré en mi locura, pero me detuve, abrumado: vi restos de color ocre y bruno en su atuendo. Me acerqué, me santigüé tres veces, extendí los dedos y la besé. La besé en los labios. Entonces, por primera vez, sentí labios ardiendo contra labios. Me invadió una dicha, nunca antes experimentada, y... me entregué obedientemente. No sé cuánto tiempo pasó así, labios contra labios, pero cuando arranqué los míos del icono, grité porque vi lo que había hecho, grité como mi madre frente a la puerta de hierro teológica.
"Blasfemo...", repetí incontables veces, arrastrándome apenas por la oscuridad que no atravesaba la llama de las velas. Con los ojos cerrados, entré en la habitación y me quedé allí. Permanecí allí un buen rato con las manos colgando bajo la sotana y la cabeza gacha. ¡Entonces comprendí por fin que ni siquiera tenía la fuerza necesaria para ser un Inocente!
Al caer la noche, me quité el cinturón, la sotana, la efigie camélida rodó desafiante sobre la cama, recogí mis cosas en un bulto y salí en silencio por la puerta trasera."
 
Vlado Maleski
¿Qué era el cielo?

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