Georg Luck Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano

 
El concepto de «simpatía cósmica» fue enunciado en términos filosóficos por el estoico Posidonio de Apamea (ca. 135-50 a. C.), al que se llamó «el Rodio» por haber enseñado en la isla de Rodas. Este concepto implica que todo lo que sucede en una parte del universo afecta a otra parte de ese mismo universo, sin importar a qué distancia se encuentre. Este concepto es fundamental para la magia, la alquimia y la astrología.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 23
 
 
En la Antigüedad tardía, a todo astrólogo, viniera o no de Mesopotamia.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 586
 


 
Hay dos tipos principales de astrología antigua: 1) astrología «judiciaria» (utilizada por primera vez en Chaucer), que predice a partir de fenómenos celestes o meteorológicos el futuro del rey o del país (si habrá guerras, hambre e inundaciones, o buenas cosechas, paz y prosperidad), y 2) la astrología de horóscopo, que se relaciona con el carácter y fortuna de un individuo. El primer tipo parece ser más antiguo que el segundo; durante mucho tiempo la astrología fue, según se cree, privilegio de los reyes. Pero ambos tipos se basan en la creencia de que la posición de los planetas en el zodíaco determina el futuro de un individuo, y si este por casualidad es un rey, también el de su país.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 587
 
 
El antiguo concepto de «hado» o «destino» (heimarméne) tuvo sus raíces en la religión, pero fue desarrollado por los estoicos, que lo definieron como la ley según la cual todas las cosas que han sucedido, han sucedido; todas las que suceden, suceden; y todas las que sucederán, sucederán. Para los estoicos, al menos para la mayoría de ellos, las estrellas eran una expresión de este concepto porque se movían conforme a leyes eternas. Por tanto, casi todos los estoicos creían en la astrología.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 602
 
 
Uno de los elementos más importantes del horóscopo es «el ascendente», el grado de la eclíptica que está creciente en el momento del nacimiento. Hoy se considera que este es uno de los treinta grados de una de las doce constelaciones. Originariamente puede que fuera una estrella concreta de la constelación, pues se le llamaba hōroskópos (‘observador de la hora’).
 
El ascendente determina la llamada «primera casa», y esto nos lleva a una curiosa constatación: mientras que los «planetas» (que incluían el Sol y la Luna) y los doce signos del zodíaco corresponden a cuerpos celestes (aunque la suma de nuestros planetas no es ya la de los antiguos, y los signos del zodíaco ya no están donde se suponía que estaban), la división de una carta en doce «casas» no tiene base en el universo como lo conocemos. Esta división está basada en la trigonometría esférica, que en sí misma debe de ser un misterio para muchos astrólogos. Se utilizan hoy en día varios sistemas de establecer las casas, pero ninguno de ellos, según parece, es anterior al Renacimiento. Los sistemas antiguos eran mucho más sencillos.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
 
 
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 604
 
 
Manilio, I 474-531
 
Todo lo mortal está sujeto a cambio. La tierra, desolada por el paso del tiempo, no se conoce a sí misma y cambia su cara en el transcurso de los siglos. Pero el firmamento permanece intacto: conserva todos sus elementos; los períodos de tiempo no aumentan ni el paso del tiempo los disminuye; ni los desvía de su movimiento ni una pizca en su curso. Siempre será el mismo porque siempre fue el mismo.
 
¿Por qué molestarse en enumerar los siglos y contar cuántas veces el sol ardiente ha aparecido para iluminar el mundo en cursos variantes? Todo lo mortal está sujeto a cambio. La tierra, desolada por el paso del tiempo, no se conoce a sí misma y cambia su cara en el transcurso de los siglos. Pero el firmamento permanece intacto: conserva todos sus elementos; los períodos de tiempo no aumentan ni el paso del tiempo los disminuye; ni los desvía de su movimiento ni una pizca en su curso. Siempre será el mismo porque siempre fue el mismo. Nuestros antepasados no vieron uno diferente; nuestros descendientes no verán otro diferente. Es un dios: no cambiará nunca. El sol nunca se desvía hacia las Osas que yacen a través del cielo. No cambia su dirección, pasando de Oeste a Este, trayendo el amanecer a tierras que nunca lo han visto. La luna no crece más allá de determinados orbes de la luz, sino que guarda su ritmo creciendo y menguando. Las estrellas que están en el cielo no caen sobre la tierra, sino que realizan sus órbitas en periodos fijos de tiempo. Todo esto no es tarea del azar, sino planificación de un dios supremo.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 488
 
 
Manilio, II 60-79
 
Cantaré al dios que regula misteriosamente la naturaleza, al dios que penetra el cielo, la tierra y el mar, y que rige toda esta estructura inmensa con una necesidad unificadora. Cantaré cómo la vida de todo el universo se basa en la simpatía mutua y cómo se mueve por la fuerza de una razón, porque un espíritu único habita todas sus partes y resplandece a través del mundo entero, penetrándolo todo y dándole la forma de una criatura viva. Si el mecanismo entero no estuviera construido sólidamente entre los elementos simpáticos y no obedeciera a un dueño supremo, y si la providencia no mandara la potencialidad tremenda del universo, la tierra no sería estable ni las estrellas observarían sus órbitas (de hecho, el universo se detendría y se movería a la ventura y permanecería quieto e inmóvil), ni las constelaciones guardarían sus cursos de conjunto, ni la noche seguiría al día, ni aquella, a su vez, daría alcance al día. Las lluvias no nutrirían la tierra, ni los vientos el aire superior, ni el mar las nubes, ni los ríos el mar, ni el océano las fuentes. Ni la suma total de cosas sería siempre la misma en todas sus partes, habiendo sido ordenado de manera justa por el creador para asegurar que no faltaran las aguas, ni que se hundiera la tierra, ni que el cielo se expandiera más allá de sus dimensiones normales. El movimiento mantiene la creación: no la altera…
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 488
 
 
Manilio, II 80-149
 
Así, todo se organiza a lo largo de todo el universo entero y obedece a su dueño. Este dios, y la razón que lo controla todo, guía desde las estrellas celestes a las criaturas de la tierra. Aunque las estrellas están muy distantes y remotas, nos hacen sentir su influencia, ofrecen a los pueblos sus modos de vida y destinos y a cada persona un carácter propio. No tenemos que mirar lejos para probarlo: porque el cielo influye en nuestros campos, porque ofrece y quita diferentes cosechas, porque mueve el mar menguando y avanzando. Este movimiento constante del mar es ocasionado a veces por la luna, a veces provocado por su alejamiento a otra parte, y a veces depende del curso anual del sol durante el año. Así, ciertas criaturas sumergidas en el mar, dotadas de caparazón, alteran su forma según el movimiento de la luna, imitando tu creciente, oh Delia, y tu menguante. Esto sucede porque mueves tu cara a la biga de tu hermano y, de nuevo, te alejas de él, reflejando la cantidad de luz que te deja o da: eres una estrella que dependes de otra estrella. Finalmente, sucede igual con los ganados y los animales irracionales de la tierra: ellos nada sabrán nunca sobre sí mismos y las leyes de naturaleza, pero cuando son conducidos por la naturaleza, alzan sus almas al cielo, que es su padre; miran las estrellas y asean sus cuerpos cuando ven los cuernos de la luna creciente. Prevén la llegada de las tormentas, el regreso del buen tiempo. ¿Quién puede dudar ante esto que el hombre se relaciona con el cielo… [algo parece que falta en el texto] … el hombre a quien la naturaleza otorgó regalos maravillosos: el habla, una inteligencia superior y una mente rápida? ¿No desciende el dios en el hombre solo y mora en él como ser capaz de reflexión? No mencionaré otras artes que tienen un envidiable poder, y que no tienen cabida en la materia tratada… (no mencionaré el hecho de que no hay regla alguna de distribución de la fortuna; ni lo que demuestra que el universo es obra de un creador, no de la materia; no mencionaré el hecho de que ese destino es determinante e ineludible, y que es característica de la materia sufrir, y del cielo mandar sobre ella) … ¿quién puede conocer el cielo si no es por la gracia del cielo? ¿Quién puede encontrar lo divino a menos que sea parte de lo divino? ¿Quién puede apreciar realmente y abarcar en su mente limitada la estructura enorme de esta bóveda que llega al infinito, los movimientos de las estrellas, las eternas luchas de los planetas y los demás signos… (y la tierra y el mar bajo el cielo y qué está bajo ellos), … si la naturaleza no hubiera bendecido nuestras mentes con una percepción especial y no revirtiese hacia ella misma la atención de la mente humana y no nos hubiera enseñado a hacer uso de esta maravillosa ciencia? ¿Cómo, si no es por algo que viene del cielo y nos invita al cielo y a la comunión sagrada con la naturaleza? ¿Quién puede negar que sería sacrilegio apropiarse del cielo contra su voluntad, capturarlo, por decirlo así, y ofrecerlo como cautivo al hombre? Pero no hay necesidad de largas digresiones para probar lo que es manifiesto: la gente cree en nuestra ciencia, y debe darle autoridad y fundamento. Nuestra ciencia nunca se engaña a sí misma ni hace engañar a nadie. El método tradicional debe seguirse y confiar en las razones auténticas. Las cosas suceden como ellos pronosticaron. ¿Quién osaría denunciar que es falso lo que la Fortuna confirma? ¿Su opinión ganaría a una mayoría tan abrumadora? Todo esto quisiera llevarlo con el hálito inspirado en mi canción tan alta como las estrellas. Yo no compongo poemas en la muchedumbre y para la muchedumbre. Solo, libre, conduciré mi biga, como si corriera sobre un tránsito vacío, y nadie me acompañará o vendrá en dirección opuesta a mí por la misma vía. Cantaré un tema que debe conocerse en el cielo y las estrellas se maravillarán y el mundo se regocijará por los versos de su poeta. Cantaré también para esos a quienes las estrellas generosamente otorgaron conocimiento de sus formas y significado: un grupo muy pequeño en el mundo entero. Pero grande es la muchedumbre que ama la riqueza y el oro, el poder y las insignias del poder, una vida de ocio llena de lujo, golosinas y divertida por placentera música y sonidos a menos que alcanzan sus oídos. Estas cosas se entienden con mucho menos esfuerzo que la doctrina del destino. Pero aprender completamente la ley del destino es también parte del destino.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 492
 
 
La astrología antigua era una ciencia, pero era, al mismo tiempo, más y menos de lo que sus practicantes pretendían. Gran parte de ella se basaba en cálculos matemáticos, pero el resultado de estos, la carta, había de ser interpretada según un complejo sistema de reglas, y esa parte era más un arte que una ciencia; no podía aprenderse enteramente de los libros de texto, sino que requería una cierta experiencia, y una dosis de intuición, ciertamente, ayudaba. El astrólogo con frecuencia tenía la oportunidad de hablar con el cliente y asesorarlo, tal como hacía el intérprete de sueños. Era diferente, por supuesto, cuando un niño nacía y la carta astral debía hacerse en ese mismo momento y lugar.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 494
 
 
¡Qué imposible para la tierra absolver tanta carga de odio! Hijos mataron a padres por dinero, y las tumbas de madres…
 
La maldad está en todos lados entre la gente, y el mundo entero está lleno de locura. El derecho y el agravio son confusos, y la injusticia hace uso brutal de la ley en beneficio propio; el crimen es más poderoso que el castigo. No es extraño: muchos hombres nacen marcados para la rencilla; de aquí en adelante la paz ha desaparecido en el mundo; la buena fe se da rara vez y se encuentra en pocos; la tierra está inmersa en un conflicto consigo misma, del mismo modo que el cielo; la raza humana está regulada por la ley de la discordia.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 494
 
 
Aunque Manilio cree en los dioses, también opera con el concepto de ‘naturaleza’ (phýsis). Es difícil decir si la naturaleza es una entidad separada o solamente un término apropiado para designar todo lo que es divino, creativo y permanente en el universo. Quizá es una solución intermedia entre el politeísmo tradicional, una forma más avanzada de estoicismo y la visión del mundo específica de los astrólogos, que podrían estar ligados a la doctrina estoica, pero que, en época de Manilio, más probablemente eran eclécticos. Que el universo se controla a sí mismo es una idea fundamental en este contexto, y «la naturaleza», al parecer, es solo un término adecuado para un organismo autónomo y omnicomprensivo en el que de algún modo se sitúa y justifica todo pensamiento, todo sueño, toda experiencia y toda acción. La astrología, por tanto, puede considerarse un lenguaje simbólico que expresa esta verdad. Para muchos filósofos antiguos, la naturaleza del universo no era un hecho científico que debiera explorarse por medios científicos; era un misterio que, una vez experimentado y comprendido en su totalidad, los dotaría de un conjunto de reglas para tratar de problemas prácticos tales como juzgar la personalidad y predecir el futuro.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 495
 
 
Los astrólogos usaron diferentes métodos de predecir la duración de la vida. Este se basa en dos reglas. En primer lugar, el astrólogo considera el ascendente, esto es, la primera casa; si la primera casa coincide con Aries (es decir, si el signo de Aries está creciente en el momento del nacimiento), esto añade 10 años más 2/3 de año a la vida del individuo. Esta no es la duración total de la vida, pues la posición de la Luna también debe tenerse en cuenta; si la Luna está en la primera casa en una posición favorable (es decir, en un signo que armoniza con ella), esto concede un tiempo de vida de 78 años. No está claro por el contexto si debían sumarse estas dos cifras: 78+10 2/3 = 88 2/3. Parece una cifra bastante alta, considerando la esperanza media de vida en esa época. Si se añaden los tiempos de vida concedidos en total por las doce casas y se divide por 12, se llega a un promedio de casi 55 años. La cifra más alta es 78, y esta se habría considerado una edad muy avanzada en la época de Manilio. En el «Sueño de Escipión» de Cicerón (Rep. VI 12), que probablemente Manilio había leído, Escipión Africano el Viejo predice a Escipión Africano el Joven su muerte a la edad de 56 años; da especial significación al producto 7 x 8, números que llama «perfectos». De esta manera, la antigua numerología confirma la astrología.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 497
 
 
Manilio, III 560-617
 
 
He mostrado qué tipo de vida, a través de las distintas épocas, llevamos en cada momento determinado. He mostrado también a qué estrella pertenece cada año, cada mes, cada día, cada hora. Ahora debo explicar otro principio que dará la duración total de la vida: cuántos años supone cada signo. Debes considerar esta teoría cuidadosamente y guardar en tu mente los signos si pretendes predecir la duración de una vida por las estrellas. Aries da 10 años más 2/3 de año, Tauro 12 y 2/3, Géminis 14 y 2/3, Cáncer 16 y 2/3, Leo 18 y 2/3, Virgo 20 y 2/3, y Libra el mismo número. Escorpio iguala el número de años que Leo, y los de Sagitario corresponden a los de Cáncer. Capricornio dará 14 y 2/3, Acuario 12 y 2/3. Aries y Piscis no solamente comparten la misma suerte, sino también su duración: ambos dan 10 y 2/3 de año. Para ajustar el cálculo para determinar la duración de la vida, no es suficiente con aprender el número fijo de años proporcionado por cada signo. Las «casas» y los «grados» del cielo también aportan su duración y contribuyen a variarla con sus aportaciones cuando se ha establecido la posición de los planetas. Ahora discutiré únicamente las reglas de las «casas»; luego, cuando la estructura entera del universo sea calculada correctamente y las secciones diferentes no se diseminen de un modo confuso, la combinación completa con sus facultades diversas podrá calcularse. [Algo parece faltar en este texto]. Si la Luna está en una posición favorable en la «casa» del primer eje cardinal, donde el cielo se muestra sobre el horizonte, en el momento de nacer el niño, el curso de su vida se prolongará a 80 años menos 2. Si se halla en el cenit, será el mismo número (es decir, 80) menos 3. Situada en la región descendente es menor que 80 en 5 (es decir, 75). En su punto más bajo, 60 años más 12. El que naciere antes del Trígono diestro [es decir, del ascendente], tendrá 60 más 8. En el Trígono de la izquierda, que sigue a los signos precedentes, 60 más 3. La «casa» que se halla en tercer lugar a partir del ascendente y próxima al cenit dará 60 años menos 3. La «casa» situada debajo de la anterior, separada por una distancia igual, otorgará como regalo una vida de 50 años. La inmediata a continuación de la primera permite 40 años y agrega 2 más y se muere todavía joven. La que precede a la hora del eje ascendente proporcionará 23 años a los que nacen bajo ella y son arrebatados apenas gozada la juventud. La «casa» de encima permite 30 años aumentados en 3. La «casa» por debajo de esta trae muerte en la niñez: los que nacen en tal tiempo morirán en la edad de 12 años, con sus cuerpos todavía no formados.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 497
 
 
Dejad de preocuparos por el futuro, dice Manilio: lo que debe ser, será, y no hay manera de influir en el Hado.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 499
 
 
Manilio dice «Siempre actuamos como si estuviéramos a punto de vivir, pero nunca vivimos».
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 500
 
 
Manilio, IV 1-118
 
¿Por qué derrochamos los años de nuestras vidas con inquietudes? ¿Por qué nos torturamos con miedos y deseos vanos? Nos hacemos viejos antes de tiempo con inquietudes constantes, y perdemos la vida que queremos prolongar. No ponemos límites a nuestros deseos, y no podemos nunca ser felices. Siempre obramos como si estuviéramos a punto de vivir, pero nunca vivimos. Cuanto más se posee, se es más pobre, porque se quiere todavía más: no se tiene en cuenta lo que ya se posee, sino que se desea únicamente lo que no se posee. Las demandas y necesidades de la naturaleza son muy escasas, pero nosotros en nuestras plegarias elevamos altos edificios para luego caer. Con nuestras ganancias compramos lujos, y con una vida de lujo, extorsión. El último resultado de la riqueza es su dilapidación. Liberad los espíritus, mortales, abandonad los cuidados y alejad vuestras vidas de toda vana preocupación. El Hado gobierna el mundo; todo se rige por ciertas leyes; los acontecimientos concretos son marcados por sus tiempos correspondientes. Morimos en el momento en que nacemos, y del principio depende el fin. El Hado es la fuente de la riqueza y del poder y, más frecuentemente, de la pobreza: nos dona carácter y capacidades, vicios y virtudes, pérdidas y ganancias. Nadie puede renunciar a lo que se le ha otorgado ni adquirir lo que se le ha negado. Nadie puede forzar a la Fortuna con sus rezos ni escapar a ella si le llega. Cada cual debe sobrellevar su propia suerte.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 500
 
 
La Fortuna no juzga los méritos de un caso ni beneficia al que lo merece; se mueve caprichosa e indiscriminadamente entre la gente.
 
Manilio
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 488
 
 
Los hechos sobrepasan a la naturaleza, pero no se puede hacer nada contra la voluntad del Hado. El pobre no puede esperar necesariamente vivir menos años, ni puede la riqueza inmensa comprar una vida dilatada. La Fortuna hace que surja un funeral en un altivo palacio; erige una pira y ordena una tumba para personas enaltecidas. Cuán grande es esta fuerza que ordena incluso al más poderoso. ¿No es cierto que esa virtud puede ser desgraciada y el vicio afortunado, que las acciones imprudentemente concebidas son premiadas y la planificación cuidadosa fracasa? La Fortuna no juzga los méritos de un caso ni beneficia al que lo merece; se mueve caprichosa e indiscriminadamente entre la gente. Hay otra cosa, una fuerza superior que controla y somete a todos los mortales a sus propios designios. A los hombres que nacen, les asigna los años que vivirán y sus períodos de suerte. Frecuentemente une cuerpos de animales y hombres, y ese parto no se dará por ley natural; porque ¿qué hay de común entre nosotros y las bestias? ¿Qué adúltero puede purgar su pecado con un nacimiento monstruoso? Son las estrellas quienes introducen formas nuevas; es el cielo quien rehace los aspectos. Después de todo, si no hay una ley del Destino, ¿por qué entregarlo abajo, a nosotros? ¿Por qué, en ciertas ocasiones, pueden determinarse ciertos acontecimientos que sobrevienen en un momento determinado? Pero este razonamiento no va tan lejos como para defender el crimen o para defraudar a la virtud en cuanto a las gratificaciones que merece. Nadie preferirá alimentarse con plantas venenosas que no llegan por nuestra voluntad, sino de cierta semilla particular; ni el alimento dulce será menos gustoso porque la naturaleza nos lo proporciona en ciertos frutos y no por voluntad propia alguna. Del mismo modo, los méritos de los hombres merecen mayor gloria porque deben sus logros al cielo. Por otra parte, debemos odiar al malvado aún más porque se crea para la culpa y el castigo. No importa dónde se origina un crimen; es un crimen. Conclusión que extraigo: el Hado en su conducta es ordenado por el Hado.
 
Manilio
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 503
 
 
Ptolomeo, Tetrabiblos I 2, 1-3
 
Es bastante evidente para cualquiera y puede explicarse brevemente que una fuerza específica emana y se esparce de una sustancia etérea interminable y que se mueve hacia la zona que rodea la tierra. Esta zona está constantemente sujeta a cambio porque los elementos principales de la esfera sublunar [más inferiores], el fuego y el aire, están rodeados y controlados por movimientos en la zona etérea [más arriba]. Pero ellos mismos rodean y controlan todo lo demás, tierra y agua y plantas y criaturas que viven sobre la tierra y en el agua. De algún modo el sol, junto con la atmósfera, siempre influye sobre todas las cosas de la tierra, no solamente por los cambios que tienen lugar durante las estaciones cada año –las criaturas nacen, las plantas dan frutos, las aguas fluyen, los cuerpos cambian–, sino también por su curso diario alrededor de la tierra cuando irradia calor, humedad, sequedad y aire fresco en un orden lógico y según sus configuraciones en relación a su cenit. La luna, más cercana a la tierra, ejerce un influjo tremendo sobre la tierra. La mayoría de las cosas inanimadas y las criaturas animadas viven en simpatía con la luna y cambian conjuntamente con ella: los ríos aumentan y disminuyen su caudal en función de la luz de la luna; los océanos alternan sus mareas según que la luna esté creciente o menguante; las plantas y seres vivos en su totalidad o en parte crecen y menguan al ritmo de la luna. Las evoluciones de los planetas y estrellas fijas también producen consecuencias importantes en la atmósfera –calor, viento, nieve– que a la vez influyen consiguientemente en lo que sucede sobre la tierra. Además, sus aspectos en relación a las demás cosas, al confluir y mezclar sus influencias, dan lugar a muchas evoluciones diferentes. El poder del sol predomina si uno observa la estructura total de calidad [texto incierto], pero los otros cuerpos celestes, en cierto grado, contribuyen a esto o se oponen a ello. La luna lo provoca de forma más obvia y más continuamente –por ejemplo, cuando está nueva, en el cuarto o llena–. Las demás estrellas lo consiguen en intervalos mayores y menos obviamente –por ejemplo, en sus aumentos y posiciones y sus mutuas aproximaciones–. Si atiendes a esto, te debe parecer lógico no solo que cosas ya totalmente formadas estén por obligación afectadas por los movimientos de estos cuerpos celestes, sino que también la germinación de la semilla y su madurez están desarrolladas y formadas según la condición de la atmósfera en un tiempo dado. Los agricultores y pastores observadores pronostican sobre los vientos que soplan en el tiempo de la fecundación y la siembra de las semillas, y pueden presuponer la calidad del resultado. Los sucesos más importantes predichos por las apariencias más obvias del sol y de la luna se registran no por científicos expertos, sino por cuidadosos observadores en general. Por ejemplo, miramos los sucesos futuros, y algunos de ellos son ocasionados por una fuerza importante y una orden muy simple, y esto es obvio siempre para mentes no expertas, incluidos algunos animales. Hablo de las estaciones y de los vientos que se suceden año tras año. El sol es generalmente responsable de estas cosas. Cosas que son menos conocidas generalmente son evidentes por necesidad para observadores más expertos. Los marineros, por ejemplo, conocen los signos peculiares de los vientos y de las tormentas en la medida en que se suceden en intervalos regulares, ocasionados por las fases de la luna y la situación de las estrellas con respecto al sol…
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 505
 
 
Ptolomeo, Tetrabiblos I 2, 5
 
… Sería erróneo descartar este tipo de pronóstico [astrológico] completamente solo porque a veces puede equivocarse. Después de todo, no desconfiamos del arte de la navegación como tal simplemente porque es a menudo imperfecto. Cuando nos ocupamos de cualquier arte, pero especialmente cuando nos ocupamos de un arte divino, debemos aceptar lo que es posible y conformarnos con ello. Sería erróneo exigir –en un rasgo típicamente humano, de manera fortuita– todo de él y esperar respuestas definitivas, que no puede dar, en vez de sosegadamente apreciar su belleza. No culpamos a los médicos que hablan de la enfermedad en general y sobre la «idiosincrasia» del paciente cuando lo examinan. ¿Por qué debemos poner reparos a los astrólogos cuando incluyen en su diagnóstico la nacionalidad del nativo, su país de origen, su formación, y otras circunstancias determinadas?
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 507
 
 
Ptolomeo, Tetrabiblos I 3
 
En la medida en que los pronósticos [astrológicos] nos interesan, parece que, aun cuando no son infalibles, su potencialidad por lo menos es muy impresionante. De igual modo, la prevención opera en algunos casos, pero no en todos; y a pesar de que estos casos son pocos e insignificantes, deberían acogerse, apreciarse y considerarse un beneficio inusitado. Los egipcios eran conscientes de esto. Desarrollaron esta técnica más que ningún otro a través de la combinación de la medicina con el pronóstico astrológico. Nunca habrían establecido ciertos medios de prevención o protección o conservación contra condiciones que existen o se encuentran en el universo, en general o específicamente, si ellos no hubieran estado convencidos de que el futuro no podría cambiarse o alterarse. De hecho, creyeron en la posibilidad de encadenamiento de hechos en función de la teoría del destino. Combinaron con la posibilidad de predicción la parte beneficiosa y útil del método que llamaron «astrología médica» porque querían averiguar, gracias a la astrología, la naturaleza específica de las mezclas en la materia y las cosas relacionadas con los sucesos del universo y sus causas individuales. Se apercibieron de que sin este conocimiento cualquier remedio debía fracasar, puesto que los mismos remedios no podrían ser apropiados para todos los cuerpos y todas las afecciones. Por otra parte, su conocimiento médico de las fuerzas simpáticas o antipáticas en cada caso y el conocimiento de la terapia preventiva ante una enfermedad inminente, así como también la cura de una enfermedad existente les permitió casi siempre prescribir el tratamiento adecuado.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 509
 
 
Ptolomeo, Antología Palatina IX 577
 
Sé que soy mortal, criatura de un día. Pero cuando exploro los cursos tortuosos de las estrellas, solo toco con mis pies la tierra: estoy cerca del mismo Zeus, bebiendo mi ración de Ambrosía, el alimento de los dioses.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 512
 
 
Vecio Valente, Antología V 9 (= p. 219 Kroll)
 
El destino ha decretado para cada ser humano una inalterable realización de su horóscopo, conformándolo para realizar muchas acciones malas y buenas. A causa de ello, dos seres engendrados como diosas, Esperanza y Oportunidad, actúan como sirvientes del Destino. Gobiernan nuestras vidas. Por obligación y engaño nos hacen aceptar lo que ha sido decretado. Una de ellas [Oportunidad] clarifica por sí misma a todos el resultado del horóscopo, se muestra a veces muy buena y bondadosa, a veces oscura y cruel. Alguna vez enaltece para dejar caer de nuevo; otras sume en la oscuridad para, después, llevar a un mayor esplendor. La otra [Esperanza] no es ni oscura ni serena; se oculta a sí misma y evoluciona disfrazada y sonríe a todos como un adulador y les sugiere muchos proyectos atractivos que son imposibles de lograr. Mediante tal engaño, gobierna a la mayoría de la gente y ellos, aunque burlados y dependientes de su voluntad, se dejan arrastrar por ella y, llenos de esperanza, creen que sus deseos se cumplirán; luego sufren lo que no esperan. A veces Esperanza ofrece expectativas sólidas, pero realmente se ha marchado ya y se ha ido a otros. Parece estar cerca de todos, y sin embargo, no permanece con nadie. Los que no están familiarizados con los pronósticos astrológicos y no tienen deseo de estudiarlos los rechazan y quedan esclavizados por las diosas mencionadas anteriormente; experimentan todo tipo de castigo y sufren alegremente. Algunos descubren que una parte de sus expectativas se ha cumplido, hasta el punto de que incrementan su esperanza y esperan un resultado permanentemente favorable, sin darse cuenta de cuán inestables son las cosas y cuán fácilmente pueden suceder accidentes. Alguno que ha quedado desilusionado en sus expectativas, no solo ocasionalmente, sino continuamente, abandona alma y cuerpo a la pasión y vive deshonrado y desgraciadamente; en otros casos viven como esclavos de la inconstante Oportunidad y la Esperanza alevosa y nunca son capaces de lograr nada en la vida. Pero los que alcanzan la verdad y se dedican al pronóstico del futuro adquieren un alma que es libre y no sujeta a la esclavitud. Desprecian a Oportunidad, no persiguen ilusiones, no se asustan ante la muerte y viven imperturbablemente. Han inducido a sus almas a ser valientes y no se hinchan por la prosperidad ni se deprimen por la adversidad, sino que aceptan alegremente las cosas tal como vienen. Al haber renunciado a todo tipo de placer y lisonja, se convierten en buenos soldados del Destino. Por ello es imposible mediante oraciones o sacrificios superar lo instituido que estaba fijado en el comienzo y sustituirlo por otra cosa más agradable. Cualquier cosa que está prevista para nosotros sucederá aun cuando no roguemos para conseguirla; lo que no es voluntad del destino no sucederá, a pesar de nuestras oraciones. Como los actores en una obra, que cambian sus máscaras según el texto del poeta y representan con toda naturalidad a reyes, ladrones, labradores, gente común o dioses, así nosotros debemos representar los papeles que ese Destino nos ha asignado y adaptarnos a lo que sucede en cualquier situación determinada, aun cuando no nos guste. Pues si uno se opone, «sufrirá de todos modos y no conseguirá nada» [Cleantes, frag. 527 Arnim].
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 514
 
 
Plotino, Enéadas III 1, 5-6
 
Pero tal vez no es así como se lleva a cabo cada cosa, sino que es la rotación celeste la que gobierna todas las cosas y la que, a una con el movimiento de los astros, dispone cada cosa de acuerdo con la posición relativa de aquellos en sus aspectos, ortos, ocasos y conjunciones. Es un hecho al menos que hay quienes, mediante la adivinación por los astros, hacen predicciones tanto acerca de las cosas que van a suceder en el universo como acerca de cada individuo, cuál va a ser la suerte de cada cual y, sobre todo, cuál va a ser su modo de pensar. Arguyen que a la vista está que los otros animales y las plantas crecen y decrecen por influjo de la simpatía de los astros y son afectados por los restantes efectos causados por estos. Añaden que las regiones que hay sobre la tierra difieren entre sí según su posición con respecto al universo y principalmente con respecto al sol, y que, en fin, no son solo los otros seres –plantas y animales– los que guardan correspondencia con las regiones, sino que también la guardan el aspecto físico de los hombres, su tamaño y color, sus enfados y apetitos y sus ocupaciones y caracteres. La conclusión es que la rotación del universo es dueña y señora de todas las cosas. En contra de tales afirmaciones, lo primero que hay que responder es lo siguiente: que el que afirma esto está adjudicando a los astros –él también, de otro modo– lo que es nuestro, las voliciones y las afecciones, los vicios y las tendencias, y que, al no concedernos nada a nosotros, nos deja reducidos a ser piedras movidas, y no hombres que tienen una tarea que realizar por sí mismos y por su propia naturaleza. Ahora bien, es menester que, por una parte, se nos conceda a nosotros lo que es nuestro y que, por otra, a ciertas cosas que son ya nuestras y propias de nosotros se les añadan algunas provenientes del universo. Y así, distinguiendo cuáles son las cosas que nosotros obramos y cuáles aquellas que padecemos por fuerza, no hay que atribuir todas a los astros. Además, es verdad que hay cosas que tienen que venirnos de las regiones y de la diversidad del entorno, por ejemplo, el calor y la frialdad temperamentales; pero también hay otras que deben venirnos de nuestros progenitores. Es un hecho al menos que de ordinario nos parecemos a nuestros padres en el aspecto físico y en algunas de las pasiones irracionales del alma. Y aunque es verdad que también hay quienes se parecen físicamente por influjo de las regiones, no obstante, al menos en carácter y en el modo de pensar, se aprecia en ellos una grandísima diferencia. Es que esas cualidades provienen de un principio distinto. Además, también aquí sería apropiado mencionar la resistencia que oponemos a nuestro temperamento y a nuestros apetitos. Pero si, porque ellos anuncian los sucesos que atañen a los individuos, fijándose en la posición de los astros, toman esto como prueba de que dichos sucesos son causados por los astros, entonces también las aves y todos los seres que los adivinos observan cuando hacen predicciones serán causantes, por la misma razón, de los sucesos que presagian. Más aún, es posible someter esto a un examen más riguroso partiendo de las consideraciones siguientes. Ellos dicen que las cosas que uno podría predecir fijándose en la posición que tenían los astros en el momento del nacimiento de cada cual, tienen su origen en estos, que no solo las presagian, sino que además las causan. Entonces, cuando pronostican el noble linaje de hijos nacidos de padres y madres ilustres, ¿cómo puede decirse que se deba al influjo de los astros eso que preexiste en los progenitores antes de que se produzca esa posición astral en la que ellos fundan sus predicciones? Es más, por el horóscopo de los hijos anuncian la suerte de los padres, y por el de los padres anuncian –refiriéndose a quienes no han nacido todavía– cuáles van a ser las disposiciones de los hijos y cuál la suerte que van a encontrar; y por el horóscopo de hermanos, anuncian muertes de hermanos, y por el de las mujeres, la suerte de sus maridos, y, viceversa, por el de los maridos, la de sus mujeres. Entonces, ¿cómo es posible que la posición de cada cual en los astros sea la causa de cosas que ya por el horóscopo de los padres se anuncia que van a ser así? Porque o aquella situación anterior es la causa determinante o, si aquella no es determinante, tampoco lo será esta. Más aún, el parecido físico de los hijos con sus padres denota que tanto la hermosura como la fealdad nos vienen de familia, y no del movimiento de los astros. Además, es razonable suponer que por el mismo tiempo y aun al mismo tiempo en que nacen animales de todas clases, nacen también hombres; y a todos ellos debiera caberles la misma suerte, puesto que les corresponde la misma posición astral. Entonces, ¿cómo explicar que, al mismo tiempo en que nacen hombres, nazcan también los otros animales por intervención de las figuras astrales? No, sino que cada uno nace según su respectiva naturaleza: caballo, porque nace de un caballo; hombre, porque de un hombre, y tal hombre, porque de tal hombre. Quede sentado, por otra parte, cómo coopera la rotación del universo: cediendo la parte principal a los progenitores; y cómo cooperan los planetas a la formación del cuerpo: con una cuantiosa aportación somática de calores y frialdades y de los temperamentos somáticos correspondientes. Entonces, ¿cómo pueden depararnos los caracteres, las ocupaciones y, principalmente, todo aquello que no parece depender del temperamento somático, por ejemplo, quién va a ser gramático o geómetra o un experto jugador de dados, y quién inventor de estas cosas? Y la maldad de carácter, ¿cómo puede venirnos dada por quienes son dioses?… Digamos más bien que esos seres se mueven en pro de la preservación del universo y que nos prestan además otro servicio: el de que, mirándolos como si fueran letras, los que entiendan la tal escritura puedan leer el futuro en las figuras astrales, rastreando su significado por el método de la analogía, del mismo modo que si uno dijera que, puesto que el ave vuela excelsa, augura ciertas acciones excelsas.
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 518
 
 
Plotino, Enéadas II 3, 1-5; 12, 6
 
1. Que el movimiento de los astros presagia los sucesos futuros en cada caso, pero que él mismo no causa todas las cosas, como opina la mayoría, ya lo hemos dicho antes en otra parte [En. III 1, 5], y nuestra discusión proporcionaba algunas pruebas; pero ahora hay que volver a tratarlo con mayor exactitud más por extenso, porque no es cosa de poca monta el opinar que las cosas sean de un modo o de otro.
 
Pues bien, dicen que los planetas con su movimiento son causa no solo de las demás cosas –pobreza y riqueza, salud y enfermedad–, sino también de la fealdad y, a la inversa, de la belleza y, lo más grave, de los vicios y virtudes y aun de las acciones que de ellos resultan, de cada una y en cada ocasión, como si los planetas estuvieran enojados con los hombres por cosas en que los hombres mismos no delinquen, pues que están en el estado en que están por influjo de aquellos. Añaden que los llamados bienes los deparan no porque estén complacidos con los beneficiarios, sino porque ellos mismos están o malhumorados o, a la inversa, eufóricos, según los parajes de su recorrido, y también porque, cuando están en sus centros, piensan de modo distinto de cuando declinan. Pero lo más grave es que, aunque dicen que unos planetas son malos y otros buenos, aseguran, con todo, que los que de entre ellos llaman malos deparan bienes, y los que llaman buenos resultan malos. Añaden que, cuando se ven unos a otros, producen efectos distintos de cuando no se ven, cual si no fueran dueños de sí mismos, sino que fueran distintos cuando se ven de cuando no se ven. Agregan que si un planeta ve a este otro, es bueno, pero que si ve a aquel otro, se modifica; y que ve de un modo o de otro según que la visión se produzca conforme a tal configuración o a tal otra; y que la mezcla de todos juntos resulta distinta, del mismo modo que la mezcla de diversos líquidos resulta distinta de los líquidos mezclados.
 
Siendo, pues, estas y otras por el estilo las opiniones emitidas, es conveniente examinar y discutir cada una de ellas. Un punto de partida apropiado puede ser el siguiente.
 
2. Estos seres que se mueven ¿hay que tenerlos por animados o por inanimados? Porque si son inanimados, como no hacen otra cosa que calentar o enfriar, y eso si suponemos que hay también algunos astros fríos, en todo caso detendrán su influjo dentro de los límites de la naturaleza de nuestro cuerpo, siendo su efecto en nosotros, evidentemente, somático, de suerte que tampoco sea mucha la modificación de los cuerpos, dado que las emanaciones emitidas por los respectivos astros son las mismas y que, además, en la tierra se mezclan todas juntas en una sola, de manera que las diferencias dependen solo de las diversas regiones, según su cercanía o lejanía; y el astro frío contribuye a la diversidad del mismo modo. Pero hacer sabios a unos y a otros necios, a unos gramáticos y a otros retóricos, a otros citaristas o maestros en las demás artes y, encima, ricos o pobres, ¿cómo podrán hacerlos? ¿Y todas las otras cosas que no tienen su causa originativa en el temperamento somático? Por ejemplo, el tener tal o cual hermano, padre, hijo y mujer, el ser afortunados en este momento y el llegar a ser general o rey.
 
Pero si los astros son animados y obran con voluntad deliberada, ¿qué daño han recibido de nosotros para que nos hagan mal voluntariamente, y eso morando en una región divina y siendo divinos ellos mismos? Además, tampoco se dan en los astros los factores que hacen malos a los hombres, ni en modo alguno se les sigue bien o mal de nuestro bienestar o malestar.
 
3. –Pero es que estos efectos no los causan voluntariamente, sino compelidos por los lugares y las configuraciones.
 
–Pero si los causan compelidos, a buen seguro todos deberían causar los mismos efectos cuando están en los mismos lugares y configuraciones. Pero, de hecho, ¿qué variación experimenta tal planeta por pasar ahora por tal sección del zodíaco y luego por tal otra? La verdad es que ni siquiera se encuentran en el zodíaco mismo, sino a muchísima distancia por debajo de él, además de que, en cualquier sección en que se encuentre, está en el cielo. Es ridículo que un planeta sea distinto y que depare dones distintos en cada una de las secciones por las que pasa, y que, por otra parte, sea distinto cuando se levanta, cuando está en un centro y cuando declina. Porque no es verdad que ora se deleite cuando está en el centro, ora se entristezca o se vuelva inactivo cuando declina, ni tampoco que uno de ellos se enfade cuando se levanta y se apacigüe cuando declina, mientras que algún otro se vuelva mejor aun cuando decline. Porque siempre cada uno está en un centro para unos mientras declina para otros; y si declina para unos, es que está en un centro para otros; y seguramente que no se alegra y se entristece ni se enfada y se apacigua al mismo tiempo. Pero decir que algunos de ellos se alegran cuando se ponen y otros cuando están en sus ortos, ¿cómo negar que sea ilógico? Porque también así se sigue que se entristecen y se alegran a la vez.
 
En segundo lugar, ¿por qué la tristeza de aquellos nos ha de causar daño? Y, en general, ni siquiera hay que atribuirles que se entristezcan, ni que se alegren en ocasiones, sino que siempre mantienen su jovialidad, gozándose de los bienes que poseen y del espectáculo que contemplan. Porque en sí mismo tiene cada uno su vida; en su actividad tiene también cada uno su bienestar. Ahora bien, este no nos concierne a nosotros. Y el influjo de los vivientes, sobre todo el de los que no tienen trato con nosotros, es accidental, no principal ni dirigido en absoluto a nosotros, como es accidental para las aves el presagiar.
 
4. Y también es ilógico lo siguiente: que tal planeta, al ver a tal otro, se alegre, mientras que tal otro, al ver a tal otro, lo contrario. Porque ¿qué hostilidad cabe entre ellos o sobre qué? ¿Por qué, si lo ve triangularmente, se halla en un estado distinto de si lo ve diametral o cuadrangularmente? ¿Por qué, configurado de esta manera, lo ve, pero si está en el signo contiguo del zodíaco, estando más cerca, no lo ve mejor? Y, en general, ¿cuál será la forma de que produzcan los efectos que se dice que producen? ¿Cómo es que cada uno por separado produce un efecto y cómo luego todos juntos otro distinto resultante de todos? Porque no es verdad que, tras convenir unos con otros, operen así en nosotros el efecto acordado, cediendo cada uno alguno de sus propios influjos, ni tampoco que uno haya impedido por fuerza que se efectúe la donación del otro, ni tampoco que el uno haya cedido la acción al otro persuadido por él. Y decir que tal planeta se alegra cuando se encuentra en la casa de tal otro, pero que a este le pasa al revés cuando se encuentra en la casa de aquel, ¿no es verdad que es como si uno, tras suponer que dos hombres son amigos el uno del otro, dijera luego que el uno ama al otro, pero que este otro, al revés, odia a aquel?
 
5. ¿Y cuando dicen que alguno de ellos es frío y, encima, que si está lejos de nosotros, nos es más favorable, poniendo su nocividad para nosotros en su frialdad? Sin embargo, donde debiera sernos favorable es en los signos del zodíaco contrapuestos a él. ¿Y cuando dicen que si el planeta frío está en posición contraria a la del caliente, ambos dos resultan temibles? Sin embargo, debería entonces haber una mezcla equilibrada. ¿Y cuando dicen que tal planeta se alegra con el día y se torna favorable al calentarse, mientras que tal otro se alegra con la noche por ser ígneo, como si no estuvieran siempre en pleno día –quiero decir en plena luz– o como si el segundo se viese atrapado por la noche, cuando, en realidad, está muy por encima de la sombra de la tierra? Y respecto a que la luna, en conjunción con tal planeta, es favorable en plenilunio, pero desfavorable en menguante, habría que admitir, si acaso, lo contrario. Porque cuando es luna llena para nosotros, estará sin luz en su otro hemisferio para aquel planeta, que está sobre ella, mientras que, cuando es menguante para nosotros, será luna llena para aquel. Así que, cuando es luna menguante, debiera producir los efectos contrarios, puesto que mira a aquel con la cara luminosa. En realidad, a ella misma no le importará en qué fase esté, ya que en una de sus mitades está siempre iluminada; pero tal vez le importe a aquel, si se calienta, como dicen. Pero se calentará, si la luna está sin luz para nosotros. Ahora bien, si es favorable para el otro cuando está sin luz para nosotros, es que es luna llena para él […]
 
12. … Ahora bien, la cara de la luna vuelta a nosotros es oscura para las cosas de la tierra, mas no causa aflicción a la región de arriba. Pero parece ser una fase peor porque aquel planeta no nos ayuda a causa de su lejanía, mientras que, cuando es luna llena, basta para la región de abajo, aunque aquel esté lejos. En cambio, en los casos en que la cara oscura está vuelta hacia el planeta ígneo, suele creerse que es favorable a nosotros, porque contrarresta el efecto de dicho planeta, que es más ígneo que la cara de la luna vuelta hacia él.
 
Mas los cuerpos que, procedentes de allá arriba, son propios unos de unos seres animados, y otros de otros, son más o menos calientes, pero ninguno es frío. Lo atestigua la región en que moran. En el que llaman Zeus la mezcla de fuego es equilibrada; y lo mismo en el Lucero matutino. Por eso parecen acordes a causa de su semejanza, y ajenos, en cambio, por su buena mezcla, al llamado Ígneo, y a Crono, por la lejanía de este. Hermes, en cambio, es indiferente porque, al parecer, se asemeja a todos. Pero todos contribuyen al bien del conjunto. Así que se hallan relacionados entre sí como conviene al conjunto, como se observa que lo están en un animal individual todas y cada una de sus partes. Porque esa es principalmente su razón de ser. La bilis, por ejemplo, es conveniente tanto para el conjunto como para la parte vecina, ya que debía suscitar la cólera a la vez que no se le debía permitir que se desmandara con el conjunto y con la parte vecina. Pues así también en el animal perfecto se requería una parte análoga a la bilis, y alguna otra vinculada a lo placentero, y otras que hicieran de ojos, y que todas estuvieran en simpatía mutua a causa de su buena proporción. Porque así es como habrá unidad y una sola armonía.
 
6. Y cuando identifican tal o cual planeta con Ares o con Afrodita y añaden que son causa de adulterios cuando se encuentran en un sitio concreto, como si con la lascivia de los hombres saciaran ellos sus mutuos requerimientos, ¿no encierra esto un gran contrasentido? Y que el mirarse el uno al otro, si se miran de un modo concreto, les resulte placentero, pero que más allá de este placer no disfruten de ningún otro, ¿cómo podría uno admitir esto? Y, como hay miríadas de vivientes incontables que nacen y existen, el estar siempre realizando tal o cual efecto en pro de cada viviente, el darles celebridad, el hacer que sean ricos, pobres, lascivos, y el realizar ellos mismos las actividades propias de los vivientes respectivos, ¿qué clase de vida es la de ellos? ¿Cómo es posible que hagan tal cantidad de cosas?
 
Georg Luck
Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano, página 523
 
 
 
 
 
 

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