Frank Podmore

“Vio cosas que estaban ocultas para sus contemporáneos, y que quizás nosotros no hemos descubierto aun del todo. Cuando las generaciones futuras dicten un juicio imparcial sobre el hombre y las fuerzas del progreso en el siglo XIX, habrá que reservar un lugar para Robert Owen entre aquellos cuyos sueños han contribuido a reformar el mundo.”
 
Frank Podmore

Etzel Cardeña

“Las experiencias anómalas son experiencias que, o son muy raras (p. ej., sinestesia), o parecen poner en tela de juicio nuestra concepción usual de la realidad (p. ej., experiencias interpretadas como precognición). Están asociadas a cambios radicales en valores y conducta que difícilmente se consiguen aun después de una extensa psicoterapia.
Es fundamental para los psicólogos clínicos el poder deslindar lo que es meramente anómalo de lo que es anormal en el sentido de psicopatología.”
 
Etzel Cardeña

Simon Brodbeck

"La Bhagavadgna sigue la tradición de analizar al individuo humano y el cosmos como un todo bajo el mismo patrón estructural, trazando correspondencias entre el microcosmos y el macrocosmos."
 
Simon Brodbeck
Tomada del libro de Keiron Le Grice El Cosmos Arquetipal, página 130

Patrick Olivelle

"Se asume entonces que el universo constituye una red de relaciones, que cosas que en apariencia se encuentran aisladas y separadas están, de hecho, conectadas a otras cosas. Una suposición adicional es que esas conexiones cósmicas reales están habitualmente ocultas a la mirada de la gente corriente."

 Patrick Olivelle
Tomada del libro de Keiron Le Grice El Cosmos Arquetipal, página 130
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Sayaka Murata

"Me empeñé en seguir trabajando por horas en el mismo sitio, pero para  entonces ya era tarde. Ni yo misma sabía por qué solo podía trabajar en una tienda y no aspiraba a obtener un empleo fijo. La tienda disponía de un manual impecable y me desenvolvía muy bien como dependienta, pero no  tenía ni idea de cómo ser una persona normal en un lugar sin manual de instrucciones.
Mis padres eran indulgentes conmigo y se limitaban a hacer la vista gorda mientras el tiempo iba pasando y yo seguía trabajando por horas. A los veintitantos años empecé a buscar un empleo estable para no disgustar a mi familia, pero, como solo tenía ­a la experiencia de la tienda, pocas veces superaba la fase de selección. Además, en las contadas ocasiones en que me entrevistaron no supe explicar por qué llevaba tantos años trabajando por horas.
Como trabajaba todos los días, a veces pulsaba en sueños la caja registradora de la tienda o abría los ojos sobresaltada, pensando que había que colocar las etiquetas del precio a las bolsas nuevas de patatas fritas o que el día anterior se había­ vendido mucho té caliente y habría que reponer. Algunas noches incluso me despertaba mi propia voz gritando:
«¡Bienvenido!».
Si no podía dormir, pensaba en aquella caja de cristal transparente que de noche también herví­a de actividad. En el interior de aquel ní­tido acuario, la tienda seguía funcionando como un mecanismo automático. Al visualizar aquel escenario, los sonidos de la tienda resurgí­an dentro de mis tímpanos, me tranquilizaban y me ayudaban a conciliar el sueño."
 
Sayaka Murata
La dependienta

Youssef El Maimouni

 "Debían de ser unos cuarenta hombres. Fueron alineados en una pared de la plaza. El mismo número de soldados marroquíes y legionarios los vigilaban de cerca apuntándolos con los fusiles mientras otro grupo comprobaba que no quedara nadie escondido. Tres oficiales llegaron acompañados de un cura. En cuanto lo vieron, los rendidos empezaron a gritar, a suplicar. Pedían que cumplieran con su juramento de guerra, que a los prisioneros no se les podía fusilar. Uno de los oficiales susurró algo en la oreja del cura y esta realizó la señal cristiana, una cruz dibujada en el aire con la mano de la que le colgaba un rosario. Murmurando alguna oración piadosa se retiró dando la espalda a los prisioneros.
Cuarenta disparos al unísono ahogaron las vidas de aquellos soldados. Solo uno tuvo tiempo de levantar el puño y gritar: ¡Viva la República! Un legionario se acercó hasta el cuerpo del hombre que había gritado con el puño alzado y con ojos relucientes le disparó en la cabeza para luego gritar: -¡Viva Cristo Rey, hijo de puta!-. Los demás lo imitaron y tirotearon los cuerpos que yacían sin vida, ensangrentados y apelotonados. Se vengaban. Sentían que de esa manera se hacía justicia. En el asalto a la iglesia habíamos tenido otras seis bajas más, un total de once muertos aquel día, más dieciséis heridos graves. Todos querían saldar las cuentas con el enemigo. Ni prisioneros ni vivos iban a quedar.
¿Qué razones movían a cuarenta hombres escasos a luchar contra todo un ejército? ¿Qué les impidió huir junto con sus familias y alejarse de la barbarie de la guerra? Cavamos un foso y arrojamos los cuerpos sin alma. Mudos, no podían responder a nuestras preguntas. Nadie nos explicaría de dónde provenía tanto odio.
Dominada la situación, tanto los soldados marroquíes como los legionarios aprovecharon el momento libre de ocupaciones para demostrar la verdadera naturaleza de sus caracteres. Saquearon iglesias y casas. No dudaban en apropiarse de cualquier objeto inútil que pareciera tener un mínimo de valor para más tarde intentar ponerle un precio o intercambiarlo. El pillaje se convertiría en una costumbre, aunque de aquel pueblo no conseguirían muchos objetos de valor más allá de sábanas, toallas, mantas, cubrecamas, vestidos y muebles que, por su gran tamaño, no podrían transportar y que acabaron en medio de las calles, recibiendo el castigo del sol y las meadas de los perros. Las casas quedaron prácticamente desvalijadas, destrozadas, llenas de las huellas de los animales furiosos del ejército."
 
Youssef El Maimouni
Cuando los montes caminen
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


Jessie Burton

"Cuénteme cómo llegó a usted y por qué se marchó. ¿Qué fuerzas se mueven en su interior para recrear mi vida en miniatura, sin que yo se lo haya pedido, pero de un modo exquisito y con un mensaje misterioso? La he considerado mi maestra y ahora, que Dios me perdone, una profeta, pero si en su día fue un demonio que se dedicaba a espiar y usted se vio obligado a expulsarla, le ruego me lo haga saber por escrito."
 
Jessie Burton
La casa de las miniaturas

Constantino Molina Monteagudo

 Canción del mundo

Si alguna vez callásemos
como callan los árboles, las nubes
y las piedras, podrían escucharse
los árboles, las nubes y las piedras.

También en estas cosas se escucha una canción.
Y desde su silencio nos invitan
a creer en la voz que sin verbo habla.

Así,
mientras alguien fabula estrategias que calmen
su incertidumbre,
un lúgano le canta a la mañana
y el cielo le regala los colores del bosque.

Mientras alguien disfraza con plegarias su miedo,
un milano dibuja su vuelo entre las nubes
y esparce libertad.

Y mientras alguien busca con palabras
la respuesta que salve su alegría,
la primavera llega, tan callada,
y expande los secretos de la dicha.
El mundo nos entona su canción.

Una canción en blanco,
sin dictado ni acorde, sin ciencia ni conciencia,
que de la nada viene y en todo se refleja.

Basta callar, dejar cantar al mundo
y oír su voz fugaz para entenderlo.
 
Constantino Molina Monteagudo
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Dario Ferrari

"Los muñones de los dedos de Giacomo Mattei, descarnados por años de feroz mordisqueo nervioso que han hecho desaparecer definitivamente las uñas y varias capas de dermis, extraen el tema de la prueba escrita: «Lo grotesco. A partir de Bajtin y Kayser, defina el candidato la estética de lo grotesco en un autor, una corriente o una época de su elección». La treintena de personas presentes se miran unas a otras con una expresión inequívoca de consternación. La frase que prácticamente todo el mundo murmura en voz baja es: «Menudo tema más jodido». Lo cual es innegable, pero mira por dónde, es precisamente mi jodido tema, dado que en el único texto que he repasado para el examen, es decir, mi tesis de licenciatura, hay un capítulo entero dedicado a lo grotesco en Kafka. En virtud de ello, por pura casualidad, también tengo cierta idea de quiénes son Bajtin y Kayser, y por eso me dispongo a escribir un excelente ensayo, pensando en todos los pozos de ciencia que se encuentran a mi lado y que se ven pulverizados en un instante por mi golpe de chorra."
 
Dario Ferrari
Se acabó el recreo

Daisy Johnson

Hermanas

Mi hermana es un agujero negro.
Mi hermana es un tornado.
Mi hermana es el punto final mi hermana es la puerta cerrada con llave mi hermana es un disparo en la oscuridad.
Mi hermana me está esperando.
Mi hermana es un árbol que cae.
Mi hermana es una ventana tapiada.
Mi hermana es un hueso de la suerte mi hermana es el tren nocturno mi hermana es el último paquete de patatas fritas mi hermana es levantarse a las tantas.
Mi hermana es un bosque en llamas.
Mi hermana es un barco que se va a pique.
Mi hermana es la última casa de la calle.
 
 Daisy Johnson
 
 
 
"Los lugares en los que nacemos siempre regresan a nosotros. Se disfrazan de migrañas, de dolores de estómago, de insomnio. Son ese despertar repentino en que nos asalta la sensación de estar cayendo, en que buscamos a manotazos la lámpara de la mesita de noche, convencidos de que todo lo que hemos construido ha desaparecido mientras dormíamos. Para los lugares en los que nacemos nos convertimos en extraños. Ellos no nos reconocen, pero nosotros a ellos, siempre. Los llevamos en la sangre; los hemos mamado. Si nos volvieran del revés, veríamos que portamos mapas grabados en la cara interna de la piel para poder encontrar el camino de vuelta a casa. Sin embargo, en la cara interna de mi piel, no llevo grabados ni canales, ni vías de tren ni barcos, sólo te llevo grabada a ti."
 
Daisy Johnson