A la memoria

Extraño Poder, quién eres yo no lo sé,
Asesino o doncella de mi fe.
Sólo sé que prefiero el castigo
Del más implacable enemigo,
Que vivir -como ahora vivo-
Mutilada veinte veces al día por ti.

Sin embargo, cuando logre someterte,
Lo ridículo será un vano pretexto,
Murmurando en mi oído una canción
Largo tiempo amada, hoy lejos de la razón;
Y sobre mi frente he de sentir el beso
Que me haría desear morir antes de perderlo.

Mary Elizabeth Coleridge


La muerte y la dama

Regrese, mi Señor, dijo ella,
como si fuera el Padre del Pecado
he odiado al Padre de los Muertos,
el verdugo de mi raza,
por amante de los vivos fue tomado.
Regrese, mi Señor, regrese.

Fuimos enemigos de la vejez,
cuando vuestra caricia era helada,
y mi seno cálido como la vida.
He luchado contra el acero de vuestros dedos,
he desviado el infame cuchillo.
La desesperación era mi fuerza,
y he vencido en la dura batalla.

Pero aquello que os venció,
nuevamente se elevó,
y hacia la Tierra desciende raudo.
Por última vez hemos luchado,
y el penoso combate concluye.
El peor y más secreto de los enemigos,
es ahora mi compañero sombrío.

Mary Elizabeth Coleridge



"¡Madre de Dios! No eres una virgen sino una madre común del mundo común."

Mary Elizabeth Coleridge



Nunca dijimos adiós

Nunca dijimos adiós, ni siquiera
Nos regalamos una última mirada,
No hubo signos en la cadena helada
Cuando fue rota, cuando desatados descendimos.

Y aquí descansamos juntos, eternamente, lado a lado;
Nuestro hogar fijado de por vida sobre el mármol.
Dos islas que los rugientes océanos
Ya no podrán separar.

Mary Elizabeth Coleridge