"¡Ah del barquero! Sueño, en tu barquilla, llévame por el río de la noche hasta la margen áurea de otro día...!"

José Juan Tablada Acuña


"Aunque jamás se muda, a tumbos, como carro de mudanzas, va por la senda la tortuga."

José Juan Tablada Acuña 

"Bajo el celeste pavor delira por la única estrella el cántico del ruiseñor."

José Juan Tablada Acuña 


"Busco en vano en la carta de adiós irremediable, la huella de una lágrima..."

José Juan Tablada Acuña 


"Caballo del diablo: clavo de vidrio con alas de talco."

José Juan Tablada Acuña 



"Cohete de larga vara, el bambú apenas sube se doblega en lluvia de menudas esmeraldas."

José Juan Tablada Acuña 


"Como un diamante sobre el terciopelo de un joyero de ébano sombrío, abandona tu amor sobre mi hastío la diamantina claridad de un cielo."

José Juan Tablada Acuña 


"Devuelve a la desnuda rama, nocturna mariposa, las hojas secas de tus alas."

José Juan Tablada Acuña 



En el parque

"Un último sonrojo murió sobre tu frente...
Caíste sobre el césped; la tarde sucumbía,
Venus en el brumoso confín aparecía
y rimando tus ansias sollozaba la fuente.

¿Viste acaso aquel lirio y cómo deshacía
una a una sus hojas en la turbia corriente,
cuando al eco obstinado de mi súplica ardiente
respondiste anegando tu mirada en la mía?

Ya en la actitud rendida que la caricia invoca,
en la grama tendiste tus blancos brazos flojos
rendida ante los ruegos de mi palabra loca.

Y yo sobre tu cuerpo cayendo al fin de hinojos,
miré todas las rosas sangrando entre tu boca

¡y todas las estrellas bajando hasta tus ojos!"

José Juan Tablada Acuña 




En otoño

"La lluvia obstinada y fría
de aquella tarde brumosa,
¡desbarató muchos nidos
y deshojó muchas rosas!

Allá en la desierta sala
frente a la ventana gótica,
los dos solos. Él callado;
ella pálida y tediosa
finge desdén, y sus ojos
están tristes y no lloran,
y las crueles palabras
que de su garganta brotan
quieren vibrar y acarician,
quieren herir y sollozan...
La falta es nube de estío
y las nubes se evaporan
cuando surge el sol radiante;
pero ella piensa orgullosa:
¡Cuando al corazón lastiman
las faltas no se perdonan!
Él medita que al agravio
las rodillas no se doblan,
y ambos callan pensativos
frente a la ventana gótica...
¿Por qué no arrojan la máscara
si al cabo los ojos lloran?
¿Por qué enmudecen los labios
si las almas están rotas?

¡Ay, en vano los recuerdos
tienden el ala y remontan
los horizontes azules
de las horas venturosas!
En vano recuerda ella
el despertar en la alcoba,
cuando de la serenata
se desprendían las notas
¡y sobre del blanco alféizar,
aparecía en la sombra
una mano que se alzaba
con un puñado de rosas!
En vano el galán medita
en las palabras ansiosas,
en la frente pensativa
y en los besos de su novia. 

Los recuerdos vuelven tristes
con las alas temblorosas,
y ateridos se acurrucan
otra vez en la memoria...
¡Ella firme piensa en que
las faltas no se perdonan,
y él se obstina en que al agravio
las rodillas no se doblan!
Mientras, en alas del viento
las hojas secas sollozan
por esa lluvia que sigue
cayendo en la noche umbrosa,
¡desbaratando los nidos

y deshojando las rosas!"


José Juan Tablada Acuña 




"En tu arte mágico -raro edificio- viven los monstruos, surgen las flores, es el poema del Artificio en la Obertura de los colores."

José Juan Tablada Acuña 


"En tus ojos alucinados por espejismos de vicio, queman los siete pecados raros fuegos de artificio."

José Juan Tablada Acuña


"En un mar de esmeralda, buque inmóvil con tu nombre por ancla."

José Juan Tablada Acuña




"Fraile, amante, guerrero, yo quisiera saber qué obscuro advenimiento espera el amor infinito de mi alma, si de mi vida en la tediosa calma no hay un Dios, ni un amor, ni una bandera."

José Juan Tablada Acuña



"¡Japón! Tus ritos me han exaltado y amo ferviente tus glorias todas; ¡Yo soy el ciervo de tu Mikado! ¡Yo soy el bonzo de tus pagodas!"

José Juan Tablada Acuña


"La lluvia obstinada y fría de aquella tarde brumosa, ¡Desbarató muchos nidos y deshojó muchas rosas!"

José Juan Tablada Acuña



La mujer tatuada

Las huellas de los pies de sus amantes
han cubierto su alcoba
con un tapiz de peregrinaciones.

La arcilla de su seno
está llena de huellas digitales,
y todo su cuerpo de jeroglíficos
de colibríes, besos
de sus amantes niños…

El vuelo de sus cejas
en su frente admirable
posa un perfil de zopilote
sobre los cráneos del zompantli,
que echa a volar cuando sus ojos
luminosos se abren…

Espejo de obsidiana
del brujo Tezcatlipoca;
yugo de granito;
¡cóncavo
vaso de sacrificios!

Cuerpo macerado de inciensos
como las paredes de los templos.
Un pasajero amante
dejó escrito su nombre en un tatuaje
sobre su carne.

Su esencial orquídea,
como las de Mitla,
surge entre las piedras del templo
promulgando sangre de víctimas,
imán de mariposa ilusión
que flota en claros de luna o tiembla
en un verde rayo de sol.

La teoyamique sonríe en sus dientes
y el jaguar de su ardor abre las fauces
al través de una enagua de serpientes

y, hélice del Calendario ancestral,
su misterio sobre nuestras escamas
riza elásticas plumas de quetzal.

De su alma llena de sepulcros
suben hasta sus ojos
espectros y vislumbres de tesoros

y tanta pasión suprimida;
momias que emparedó el Santo Oficio
¡y hoy implacables resucitan…!

Mientras su carne de cera
arde con flama de pasión
como gran cirio de la Inquisición.

Se siente Emperatriz en las verbenas
y en la profunda ergástula de sus amantes, Reina,
y aspira como ídolo copales y alhucemas.

Caen los besos, de sus ojeras a la sombra,
en el ávido surco de su boca
y sus senos se hinchan
como si fueran a brotar dos rosas…

En su vientre está la equino-cáctea,
en su vientre infecundo
¡tan blanco como la Vía Láctea
llena de mundos…!

Sus pésames aúllan con los coyotes de la sierra
y su máscara estampada de flores
cubre una sonrisa de hiena.

Como submarinas medusas
en espejismos de Atlántidas
ruedan sus ojos en blanco

cuando entre blasfemias roncas
su hombre se rinde entre sus brazos
como un ahorcado en una horca.

Nada hay
tan semejante a una chinampa florida
como su carne escondida
bajo tápalos de Catay…

Y a ella toda, como la gran curva de luz
del cohete que en silencio vuela
y suspende, doblado en festón de saúz,
un jardín milagroso en la plazuela

a tiempo que a la vera de la vieja casona
esquiva la Llorona
su fluido cuerpo de lémur
y su quejido doliente y vano

como de flauta hecha en un fémur
humano.

José Juan Tablada Acuña



"Las espumas del río se arremansan y entre las piedras fingen grandes esponjas blancas..."

José Juan Tablada Acuña




"Las nubes de los andes van veloces, de montaña en montaña, en alas de los cóndores."

José Juan Tablada Acuña




"Luciérnagas en un árbol... ¿Navidad en verano?"

José Juan Tablada Acuña





"¡Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida!"

José Juan Tablada Acuña


Nocturno alterno

"Neoyorquina noche dorada
Fríos muros de cal moruna
Rector's champaña foxtrot
Casas mudas y fuertes rejas
Y volviendo la mirada
Sobre las silenciosas tejas
El alma petrificada
Los gatos blancos de la luna
Como la mujer de Loth

¡Y sin embargo
es una
misma
en New York
y en Bogotá


La Luna...!"


José Juan Tablada Acuña



"Por nada los gansos tocan alarma en sus trompetas de barro."

José Juan Tablada Acuña




"Porfía la libélula por emprender su cruz transparente en la rama desnuda y trémula..."

José Juan Tablada Acuña


"Trozos de barro, por la senda en penumbra saltan los sapos."

José Juan Tablada Acuña



"Y al ver que aduermes todas mis penas, mi sangre -roja sacerdotisa- tus alabanzas canta en mis venas..."

José Juan Tablada Acuña