"Después de mil años, el poder de la astrología se rompió cuando, con Copérnico, Kepler y Galileo, el progreso de la astronomía derrocó la falsa hipótesis sobre la que se asentaba toda la estructura, es decir, el sistema geocéntrico del universo. El hecho de que la tierra gira en el espacio vino a alterar el complicado juego de las influencias planetarias, y las silentes estrellas, en la insondable profundidad del cielo, ya no harían sus voces proféticas audibles a la humanidad. La mecánica celeste y el análisis espectral le robaron finalmente su misterioso prestigio."
Franz Cumont
Citas del Libro Zodíaco
El zodíaco es la zona de la esfera celeste donde parecen
moverse los planetas que conocían los ancestros y que se extendía por seis
grados1 —en realidad más de
siete— de cada lado de la eclíptica, la trayectoria del Sol. Esta banda oblicua
(λόξος, κύκλος), es decir, inclinada respecto al ecuador, se divide en
doce partes iguales o dodecatemorias (δωδεκατημόρια), cada una
de las cuales corresponde aproximadamente a una constelación, y es a esos doce
signos, signa o ξώδια, a que debe su nombre el zodíaco
(ξωδιακός κύκλος, signifer orbis, zodiacus)2. Dado que los astrónomos situaban el
comienzo del año en el equinoccio de primavera, en Aries, este fue
universalmente considerado el primero de los doce signos, que son:
^ Aries (Κριός, Aries), _ Tauro (Ταΰρος, Taurus),
`
Géminis (Δίδυμοι, Gemini), a Cáncer (Καρκίυος, Cancer),
b
Leo (Λέων, Leo), c Virgo (Παρθένος, Virgo), d
Libra (Ζυγός, Libra), e Escorpio
(Σκόρπιος, Scorpio), f Sagitario (Τοξότης, Sagittarius), Capricornio
(Αίγόκερως, Capricornus), h Acuario (Ύδροχόος, Aquarius), i
Piscis (Ίχθύες, Pisces). Sus nombres han sido reunidos en dos
versos mnemónicos:
Sunt Aries, Taurus, Gemini, Cancer, Leo, Virgo,
Libra, Scorpius, Arcitenens, Caper, Amphora, Piscis.
Franz Cumont
Zodiaco, página 2
Hoy está demostrado que el origen del zodíaco no debe
buscarse en Egipto sino en Babilonia. Entre las figuras que este país grabó
sobre las estelas (kudurru), cuya fecha se remonta al siglo XIV antes de
nuestra era, se han identificado con total certeza las de Escorpio, Sagitario,
Piscis, Capricornio, Virgo, mientras que algunos otros signos —Aries, Leo,
Acuario, Géminis—, han sido reconocidos en estas estelas o en las joyas
procedentes de Mesopotamia con suficiente verosimilitud. Los monstruos
dimórficos que todavía aparecen en nuestros mapas celestes, como Capricornio,
mitad cabra mitad pez, o Sagitario, un centauro que tira al arco, son, pues,
productos de la imaginación oriental, que creyó verlos, junto con las imágenes
de los dioses o de los animales sagrados, en los intrincados dibujos que forman
las estrellas en la cúpula del firmamento. Otros asterismos, como Ophiuchus, el
hombre que agarra una serpiente, se encuentran en los kudurru al lado de los
del zodíaco, pero la astrología dio a estos últimos una importancia especial
debido a que los planetas transitaban por ellos. En efecto, entre los numerosos
presagios que se desprendían del aspecto o de la posición de los astros, los
proporcionados por el curso de los planetas en el seno de las constelaciones
que atraviesan la eclíptica ya eran considerados especialmente significativos.
Esto es lo que se desprende de numerosas observaciones anotadas sobra las
tablillas de la biblioteca de Asurbanipal (siglo VII a. C.) Podemos, pues, dar
por cierto que al menos la mayor parte de nuestros signos del zodíaco se
corresponde con la que ya habían trazado en el cielo, en un período
antiquísimo, los sacerdotes astrónomos de Babilonia. Menos sencillo resulta
establecer la época en la que estos signos fueron relacionados con una división
de la eclíptica en doce partes iguales de treinta grados, cada una de las
cuales recorría el Sol en un mes9. Porque, como ya señalan los ancestros10, las
doce casillas regulares así determinadas no coinciden más que de manera harto
aproximada con los signos, de muy desiguales dimensiones, de los que toman sus
nombres; pero —y esto es lo único que aquí nos importa— los caldeos (Χαλδαίοι),
es decir, los astrónomos y astrólogos de las épocas persa y alejandrina,
probablemente ya habían llegado a este sistema científico en el momento en que
los griegos trabaron contacto con ellos. Los caldeos subdividían también el
tiempo en ciclos de doce años, cada uno de los cuales se hallaba bajo el auspicio
de un signo que le confería unas propiedades particulares. Nos informan de
tales ciclos numerosas dodecatemorias caldeas, conservadas en griego, la más
antigua de las cuales se remonta a la época de Augusto. Por otra parte, ciertos
textos astrológicos, como algunos fragmentos de Teucro el Babilonio, que parece
haber vivido en el siglo I de nuestra era, sitúan la serie de doce horas
(δωδεκκωρος) en relación con doce animales, cada uno de los cuales corresponde
a un signo del zodíaco junto al cual se halla representado en el «planisferio
de Bianchini». Todavía no hemos podido determinar a ciencia cierta si esta
serie de animales, cuyo uso se difundió hasta el Turquestán, China y Japón,
donde aún se emplea para señalar la cronología, es de origen egipcio, como la
presencia entre ellos del ibis y del cocodrilo haría suponer, o babilonio, como
otros indicios, a mi entender, parecen demostrar. Pero podemos considerar
suficientemente establecido que los caldeos habían ideado un amplio sistema de
cronocratores, que subordinaba a las doce constelaciones zodiacales no
solamente las doce horas y los doce meses sino también series de doce años, tal
vez incluso de doce siglos. Basta recordar cuál era la importancia que se daba
a estas constelaciones en la vida práctica y en la religión astral. Es probable
que los propios caldeos hubieran dividido la tierra conocida de su tiempo en
doce regiones, y que cada una de ellas estuviera situada bajo la influencia de
cada uno de los doce signos. La más antigua de estas listas geográficas que
conservamos en griego es bastante arcaica y se remonta verosímilmente a la
época persa.
Franz Cumont
Zodiaco, página 6
El zodíaco es, pues, una creación de los sacerdotes
astrónomos de Babilonia; procedente de sus escuelas sacerdotales, siguió
conservando de este primer origen un doble carácter científico y religioso, o,
si así lo preferimos, supersticioso. Sirvió de base a las observaciones de los
astrónomos, que anotaron la posición de los planetas valiéndose de estas doce
casas, y a las predicciones de los astrólogos, para los cuales sus asterismos y
los siete planetas eran las fuentes principales de las influencias que actuaban
sobre la tierra. Al mismo tiempo fue objeto de culto en las religiones
astrales, que divinizaron sus doce constelaciones. Aunque los sabios griegos
tuvieron conocimiento de ello a partir del siglo VI, es solamente con la
difusión de la astrología y de la astrolatría semíticas como el zodíaco llegó a
popularizarse y verse multiplicado en los monumentos que lo representaban.
Franz Cumont
Zodiaco, página 11
La astrología era desconocida en el Egipto de los faraones.
Probablemente fue introducida en este país bajo la dominación persa, y quedó
por completo asimilada durante el período ptolemaico.
Franz Cumont
Zodiaco, página 14
Fueron los egipcios quienes introdujeron en la astrología el
sistema de los decanos, es decir, de las divisiones de signos en tres partes de
diez grados cada una: treinta y seis porciones que estaban consagradas
respectivamente a treinta y seis dioses siderales.
Franz Cumont
Zodiaco, página 15
Examinemos más atentamente el zodíaco circular de Dendera,
que hoy se conserva en el gabinete numismático: no cuesta reconocer en él la
serie de los doce signos del zodíaco trazando un círculo oblicuo, esto es,
desigualmente alejado del polo situado en el centro de la piedra. Los cinco
planetas, bajo la apariencia de divinidades egipcias, ocupan las siguientes
posiciones: Saturno junto a Libra, Júpiter junto a Cáncer, Marte junto a
Capricornio, Venus junto a Piscis, Mercurio junto a Virgo; en otras palabras,
todos ellos están representados bajo el signo en que los astrólogos ubicaban su
exhaltación (ϋψωμα), donde adquieren su máximo de energía. En el zodíaco
rectangular que decora el pronaos del templo se les encuentra, por contra, bajo
los signos que eran considerados su domicilio. Las curiosas figuras de
personajes y animales esculpidos a ambos lados del zodíaco son los
paranatelones, es decir, las constelaciones boreales y australes que se elevan
al mismo tiempo que cada uno de los signos (παραναέλλιν) y cuya influencia
modifica la suya. Por último, los treinta y seis dioses de los decanos forman
una suerte de perímetro alrededor de la placa circular. Tenemos así ante
nosotros una representación astrológica del cielo, tal y como se concebía en Egipto
al inicio de nuestra era.
Franz Cumont
Zodiaco, página 17
Sabemos que la astrología fue adoptada junto a la astronomía
por los árabes y que la cultivaron todos los pueblos mahometanos65; el
fatalismo islámico se armoniza más fácilmente con ella que la teología
cristiana. Los astrólogos árabes asimilaron la mayor parte de sus doctrinas de
sus predecesores griegos, cuyas obras tradujeron, pero también se valieron de
los escritos de los hindúes66 y recogieron tradiciones autóctonas que
perduraban en Mesopotamia67, en particular entre los harranianos.
Franz Cumont
Zodiaco, página 19
Se considera que fue Anaximandro en el siglo VI a. C. quien
primero trazó sobre la esfera el círculo oblicuo del zodíaco en el que
Cleostrato de Ténedos habría marcado los signos, entre otros los de Aries y
Sagitario. Otra tradición atribuye esta invención a Oinópides de Quíos, que
vivió a finales del siglo V a. C. Cuando menos introdujeron en la ciencia
griega representaciones directa o indirectamente asimiladas de la astrología
babilonia. Del mismo modo, hacemos fechar en Calipo de Cícico (siglo IV a. C.)
la división en dodecatomorias idénticas, distintas de las constelaciones
zodiacales; pero Calipo solo hizo adoptar un sistema de medición que ya habían
empleado los caldeos. La descripción más antigua que nos ha llegado de dichas
constelaciones, ya que solo conocemos la de Eudoxo de Cnido por los fragmentos
de Hiparco, es la que se encuentra en los Fenómenos de Arato (circa 270 a. C.);
pero no hay duda de que los astrónomos anteriores, cuyas obras se encuentran
perdidas, ya se habían ocupado de ello. Es, probablemente, siguiendo una
costumbre ya clásica que, en el siglo I antes de nuestra era, Gémino abriera su
Introducción con un capítulo Περι τοΰ ζωδιακοΰ κύκλου («sobre el círculo del
zodíaco»).
Cabe señalar que esos astrónomos griegos, Eudoxo, Arato, Hiparco,
tal vez incluso Gémino, contaban en realidad no doce signos, sino once. Las
pinzas (Χηλαί) de Escorpio ocupaban el lugar de Libra. Aunque esta sea de
origen babilonio, no es hasta el siglo I a. C. que pasó a ser el signo del
equinoccio de otoño, cuando la noche y el día se equilibran.
De hecho, no contamos más que con una información
insuficiente para determinar las transformaciones que los griegos infligieron
al zodíaco oriental. Sabemos que no tardaron en contar con esferas celestes que
empleaban para la enseñanza de la astronomía81. En la construida y comentada
por Eudoxo de Cnido estaban marcados el polo norte, la banda oblicua del
zodíaco y demás asterismos que eran visibles en Grecia. En el siglo IV a. C.,
el cómico Alexis describe incluso un plato ornamentado que representaba un
hemisferio con diversas constelaciones, Escorpio y Piscis entre ellas83. Pero
no hemos conservado reproducción del zodíaco alguna que preceda a la época
romana. Antes de Alejandro, Grecia resultaba poco menos que impenetrable a las
religiones orientales, y rechazó la astrología; el zodíaco perduró como un
sistema científico, limitado a la escuela, pero que al público general
preocupaba poco. La situación cambió tras la conquista de Asia, cuando el
estoicismo reconoció la divinidad de sus asterismos y la genealogía caldea
empezó a encontrar adeptos entre los helenos. Al comienzo del siglo III a. C.,
Demetrio Poliorcetes ordenó que le confeccionaran un atuendo real a la manera
oriental; en su clámide estaba tejida, en hilos de oro, una imagen del cielo
estrellado con los doce signos86: esa era su forma de indicar que era el dueño
del mundo. Hacia la misma época, el filósofo cínico Menedemo de Eretria,
disfrazado de Furia, disponía el zodíaco alrededor de su tocado. Sabemos que
Homero, al describir el escudo de Aquiles, dijo que figuraban en él todos los
astros que coronan el cielo; los artistas que, siguiendo la explicación del
poeta, quisieron ilustrar este célebre escudo hicieron que el zodíaco
apareciese representado a guisa de cenefa89, un motivo ornamental que se empleó
también en el escudo atribuido a Alejandro. Todas esas reproducciones
demuestran hasta qué punto se habían popularizado las imágenes del zodíaco en
la época helenística. Pero el monumento más notorio donde este aparece es el
calendario litúrgico de Atenas…
Franz Cumont
Zodiaco, página 20
Los romanos adoptaron el zodíaco desde el momento en que
siguieron la escuela de los sabios alejandrinos. Hacia el final de la
República.
Franz Cumont
Zodiaco, página 23
En sus obras, los mathematici representaban los temas de
genitura mediante un procedimiento esquemático y misterioso para los profanos.
Sustituyendo el rectángulo por el círculo y la regla por el compás, trazaban
una figura cuadrada u oblonga subdividida en líneas transversales, de manera
que formasen doce casas en las cuales, por el sistema de notación habitual, se
disponían los signos del zodíaco según su orden natural. Se distribuían entre
estos los planetas según su posición, y se añadía a veces el número del grado,
μ(οϊρα), e incluso del minuto en el que estaban situados. Se agregaban
finalmente, en cantidad variable, otras indicaciones (ώροσκόπος, μεσουράνημα,
κλήρος τής Τύγης, ascendiente, culminación superior, hado de la Fortuna, etcétera)
necesarias o útiles para asegurar los pronósticos.
Franz Cumont
Zodiaco, página 45
A menudo se limitaban a indicar el signo que presidía el mes
en el que había nacido una persona, o en el cual había tenido lugar un suceso,
ya que su influencia se consideraba dominante. Augusto no había nacido, pero
había sido concebido en enero, bajo el signo de Capricornio, donde se encuentra
la exaltación de Marte, protector de los guerreros. Se sabe que Augusto hizo colocar
ese signo en las monedas y nuevamente lo encontramos junto a la cabeza del
emperador en el gran camafeo de Viena (gemma Augustea). Por si fuera poco,
también hizo que Capricornio fuera el emblema de las legiones que creó.
Franz Cumont
Zodiaco, página 46
Los astrólogos subordinaban una parte del cuerpo humano a
cada uno de los signos del zodíaco: la cabeza correspondía a Aries, jefe de
filas de la dodécada, el cuello a Tauro, de poderosa cerviz, y así
sucesivamente. Esta melotesia, importante desde el punto de vista médico para
determinar dolencias de todo género que a cada instante amenazaban a los
diversos miembros y órganos, la exponen con frecuencia los doctores de la
adivinación astral, y san Agustín incluso hace mención de ello. Se la
representa mediante una figura donde el hombre microcosmos está ubicado, como
nuestro mundo, en el universo, en el centro del círculo zodiacal, y un trazo,
que parte de cada signo, acude a tocar el lugar de su cuerpo desnudo al que
está sujeto, o bien se disponen los signos a lo largo del propio cuerpo de la
persona, sobre los miembros que reciben su influencia. Esas figuras, cuyo
origen es ciertamente antiguo, son bastante frecuentes en nuestros manuscritos
griegos y latinos, se han perpetuado a través de la Edad Media hasta el
Renacimiento.
Franz Cumont
Zodiaco, página 47
Los calendarios son a la vez astrológicos y religiosos:
astrológicos, ya que cada instante del tiempo que transcurre está sujeto a las
influencias producidas por la revolución de las estrellas; religiosos, porque
el retorno de unas determinadas fechas impone periódicamente la celebración de
ciertas ceremonias del culto. Es así que, en el notable calendario litúrgico de
Atenas, los signos zodiacales que presiden cada mes ático sirven de alguna
manera de introducción en la representación de las fiestas principales,
vinculadas al paso del Sol por esas constelaciones. La interpretación de este
momento único, que parece remontarse al siglo I de nuestra era, ha visto un
gran avance desde que se ha reconocido en ciertas figuras, todavía enigmáticas,
una personificación de los Meses y de las Estaciones divinizadas. En cuanto al
zodíaco, cabe destacar que las Pinzas de Escorpio parecen haber sido
sustituidas no por Libra sino por una Corona. En su conjunto, este bajorrelieve
supone un documento extraordinario, pues acredita la existencia en Atenas de
esta religión del cielo estrellado y del tiempo, que ha favorecido el reino del
panteísmo estoico y de la astrología.
Franz Cumont
Zodiaco, página 48
En Roma, los menologios rústicos, que datan del fin de la
República y del comienzo del Imperio153, llevan encima de la columna reservada
a cada uno de los doce meses el signo del zodíaco que los preside. Además de
este patronazgo, recogen también el de la divinidad, por ejemplo, en enero: Sol
Capricorno; tutela Iunoni154. Este sistema de «tutelas» tiene un origen remoto:
sus creadores fueron babilonios que, citando a Diodoro, «atribuían cada uno de
los meses y de los signos zodiacales a una de las doce divinidades
principales». Eudoxo adopta el principio de esta doble asociación al sustituir
a los dioses orientales por el grupo de los δώδεκα θεοί, constituido mucho
tiempo atrás en el culto ateniense. Como esta dodécada sagrada está compuesta
por seis parejas, a cada tanto asignaba el dios y la diosa a dos signos
diametralmente opuestos, uno de los cuales aparece sobre el horizonte cuando el
otro desaparece al ponerse. Los calendarios rústicos, como demostró Mommsen
hace tiempo, no son sino una adaptación latina de los de Eudoxo; pero aquí se
presentaba una dificultad. La entrada del Sol en los signos del zodíaco no se
ubicaba al principio sino hacia la mitad de los meses romanos. De modo que
enero, por ejemplo, podía considerarse que pertenecía tanto a Capricornio,
donde entraba el Sol, según Columela, el 17 de diciembre, como a Acuario, que
lo atravesaba del 16 de enero al 14 de febrero. Se obtiene así la doble
correspondencia siguiente:
ENERO Capricornio o Acuario.
FEBRERO Acuario -Piscis.
MARZO Piscis -Aries.
ABRIL Aries -Tauro.
MAYO Tauro -Géminis.
JUNIO Géminis -Cáncer.
JULIO Cáncer -Leo.
AGOSTO Leo -Virgo.
SEPTIEMBRE Virgo -Libra.
OCTUBRE Libra -Escorpio.
NOVIEMBRE Escorpio -Sagitario.
DICIEMBRE Sagitario -Capricornio.
Una y otra concordancia fueron adaptadas conjuntamente, y
son acreditadas por numerosos ejemplos derivados de la tradición literaria así
como de los monumentos figurativos. Sin embargo, es la primera la que fue
comúnmente aceptada en la Edad Media y la que se ha perpetuado hasta nuestros
días en los calendarios populares, aunque la precisión de los equinoccios la
aleja cada vez más de cualquier realidad. Este movimiento retrógrado hace
retroceder la posición del Sol, en una fecha determinada, un grado cada setenta
y dos años aproximadamente, o un signo entero en poco más de 2.155 años. De
esta manera, en el equinoccio de primavera el Sol, que se encontraba, en el
tiempo de Hiparco, en la constelación de Aries, hoy se encuentra en la de
Piscis. Es sabido que Ptolomeo, para evitar los inconvenientes que resultan de
la modificación constante de los puntos cardinales, disocia el zodíaco real y
el zodíaco astronómico, puramente ficticio, que se desplaza con el punto
vernal, considerado el grado cero de Aries. En la época de dicho astrónomo, las
doce casas de este zodíaco no coincidían más que parcialmente con los grupos de
estrellas cuyos nombres llevaban y de las cuales se han alejado
progresivamente, de tal modo que el signo de Tauro está hoy casi por completo
en la constelación de Aries, y así sucesivamente. Pero incluso este zodíaco
científico, que se ha seguido utilizando hasta nuestros días, se desplazaba, en
la antigüedad y en la Edad Media, muy lentamente con relación a las fechas de
los meses, a causa de la ligera inexactitud del calendario juliano, que cada
128 años retrasaba un día el curso efectivo del Sol. Como consecuencia de ello,
la entrada de este último en Aries, que se producía en tiempos de Ptolomeo
(hacia el año 125) el 21 de marzo, en el año 400 tuvo lugar el 19 y en el año
800 el 15 de marzo.
La posibilidad de atribuir a cada mes un doble signo ha
producido en los menologios rústicos una confusión en la distribución de las
divinidades: cada una de ellas se encuentra próxima al signo que en la serie
precede a aquel al que realmente pertenece. La verdadera correspondencia, tal y
como es dada en su totalidad por Manilio, y parcialmente, en griego, por Vecio
Valente y por otros autores, es la siguiente:
ARIES Atenea – Minerva.
TAURO Afrodita – Venus.
GÉMINIS Apolo.
CÁNCER Hermes – Mercurio.
LEO Zeus – Júpiter.
VIRGO Deméter – Ceres.
LIBRA Hefesto – Vulcano.
ESCORPIO Ares – Marte.
SAGITARIO Artemisa – Diana.
CAPRICORNIO Hestia – Vesta.
ACUARIO Hera – Juno.
PISCIS Poseidón – Neptuno.
Una representación plástica de esta teología astral (fig. 9,
p. 57)164 nos la ofrece el mármol de Gabios que se conserva en el Museo del
Louvre. La parte superior está excavada en el centro de un círculo cóncavo que
probablemente servía de cuadrante solar. En el borde plano de esta cavidad se
encuentran esculpidos, en un orden cuya razón se nos escapa, los bustos de doce
divinidades: Júpiter con el rayo, Minerva con el yelmo, Apolo con la cabeza
ceñida por el strophium, Juno con la sphendoné, Neptuno con el tridente,
Vulcano con el pileus como tocado, Mercurio con el caduceo, Ceres y Vesta sin
atributos, Diana con el carcaj, Marte con su yelmo, Venus con el Amor.
El borde de esta mesa circular está decorado con los signos
del zodíaco, acompañados del emblema de los doce dioses que se le asociaban165:
la lechuza de Minerva con Aries, la paloma de Venus con Tauro, el trípode de
Apolo con Géminis, la tortuga de Mercurio con Cáncer, el águila de Júpiter con
Leo, el cesto de Ceres con Virgo, el tocado de Vulcano con Libra, la loba de
Marte con Escorpio, el perro de Diana con Sagitario, la lámpara de Vesta con
Capricornio, el pavo real de Juno con Acuario, el delfín de Neptuno con Piscis.
La elección de la loba para representar a Marte y el diámetro del mármol, que
es exactamente de un codo romano (44 cms), demuestran que este monumento encontrado
en Gabios fue realizado en Italia.
Franz Cumont
Zodiaco, página 48
La religión astral, nacida en Babilonia, se expandió por
todo el mundo romano desde el principio de nuestra era y llegó a ser dominante
en el siglo III. Ya hemos señalado la difusión de este panteísmo astrológico,
que tenía por centro la adoración del Sol, pero que veneraba también a los
otros planetas y a los signos del zodíaco, considerados las más poderosas de
las divinidades siderales. Entre los cultos orientales, es en los misterios de
Mitra donde mejor podemos constatar el poder de esta fe astrológica.
Franz Cumont
Zodiaco, página 53
Un pensamiento a menudo tratado por los ancestros afirma que
la victoria es un don de la Fortuna. No sorprenderá, pues, que encontremos a
Niké sobre su cuadriga rodeada del zodíaco. Probablemente no se trata aquí de
la victoria que asegura el dominio sobre la Tierra, sino, sencillamente, el
triunfo en los juegos del circo. De hecho, un escritor del siglo II explica que
los hipódromos estaban construidos de manera que representaran el mundo, y que
las doce puertas por donde salían los carros eran «las doce casas del zodíaco,
que gobierna la tierra, y el mar, y el transitorio curso de la vida humana.»
Franz Cumont
Zodiaco, página 57
La astrología y la magia son hermanas gemelas y no siempre
es fácil separar lo que le pertenece a una y a la otra. Con frecuencia, en las
fórmulas mágicas se indica la posición de los planetas en el zodíaco que
asegura el éxito de la operación, o bien se recomienda invocar el nombre o
dibujar el carácter de tal o tal signo. Al lado de estas anotaciones
cabalísticas de los signos se emplean las figuras habituales que los
representan. Grabadas en piedras o joyas, convierten a estas en amuletos o
talismanes de la suerte altamente recomendables. La mención y los dibujos
silueteados de los decanos poseen igualmente una misteriosa eficacia. Los
treinta y seis decanos tenían, entre otras cosas, una importancia considerable
en la magia egipcia, ya que cada uno de ellos gobernaba una parte del cuerpo
humano que afectaba a la salud. La creencia popular los figuraba como monstruos
horribles con cabezas de animales, espíritus temibles que los conjuros podían
invocar o someter a la voluntad del hechicero, y se convirtieron, para judíos y
cristianos, en demonios que los ángeles combatían y volvían inermes
Franz Cumont
Zodiaco, página 59
Se sabe que el alfabeto juega un gran papel en los conjuros
mágicos, y varias inscripciones lo reproducen, en vocales y consonantes, para
este uso supersticioso. Ahora bien, los autores astrológicos nos enseñan que
las veinticuatro letras del alfabeto griego eran atribuidas, de dos en dos, a
los doce signos, y un pequeño monumento muy curioso del Gabinete Numismático de
Múnich nos da una evidencia de esta asociación: se trata de un icosaedro de
cristal de roca que lleva sobre doce de sus facetas triangulares la imagen
grabada en hueco de uno de los signos, con las dos letras que le corresponden.
Quizá sirviera como una especie de dado para consultar la fortuna. Este
simbolismo alfabético se hallaba muy extendido, y parece haber inspirado el
conocido versículo del Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega».
Franz Cumont
Zodiaco, página 80
Tipo, carácter e influencia de los doce
signos
Hacía falta cierta complacencia para reconocer en los puntos
brillantes que se dispersan en el firmamento el dibujo de los personajes u
objetos a los que se pretendía ver. De igual manera han variado las
representaciones de la esfera, pese a la quietud relativa que aseguraba a esas
figuras su carácter sagrado. Los griegos pretendieron vincular las estrellas,
entendidas como divinidades, a la religión nacional; el catasterismo, o lo que
es igual, el movimiento de traslación entre los astros, pasó a ser una cómoda
forma de proporcionar a las antiguas fábulas un final feliz; los cuentos
poéticos presentaban a los héroes y los animales de las mitologías conviviendo
en el cielo bajo el aspecto de unas brillantes estrellas. A menudo, las
asimilaciones operadas por la fantasía de los mitógrafos tenían el efecto de
alterar la apariencia atribuida a las constelaciones y hacerles mostrar
atributos nuevos. No es posible enumerar aquí todas las variaciones que
presenta el tipo de cada uno de los doce signos, ni todas las interpretaciones
que les fueron propuestas. Nos atendremos a señalar las más importantes.
Aries está representado casi siempre en posición rampante, a
veces acostado, y generalmente con la cabeza vuelta hacia atrás. En ocasiones
salta a través de un aro que representa el coluro del equinoccio. En él
reconocemos el carnero de Ammón, o el carnero del Toisón de Oro, o también el
que se disputaron Atreo y Tiestes.
Del enorme Tauro, girado en sentido opuesto a Aries, solo se
percibió primeramente la parte delantera, la cabeza inclinada. Más tarde
apareció enteramente agazapado, o erguido, o corriendo, pero en general
conservaba los cuernos. Podría ser el toro de Europa, o de Pasifae, o también
la vaca Ío, o bien el buey Apis.
Géminis son dos jóvenes entrelazados o cogiéndose la mano,
de pie o sentados. En tiempos remotos se los identificó con Hércules y Apolo,
que son a su vez, uno y otro, sustitutos del dios babilonio Nergal, y tienen,
pues, como atributos, la maza y la lira, o a veces el trípode respectivamente.
Era más común ver en ellos a los Dioscuros, que llevan la túnica corta, razón
por la cual las dos estrellas más brillantes de la constelación se llaman
todavía Cástor y Pólux. También se reconocía a los hermanos tebanos Anfión y
Zeto, uno con la lira, el otro con el cetro, o a Teseo y Hércules, o a Fósforo
y Héspero, o, finalmente, a los Cabiros de Samotracia. La pareja amical de los
dos gemelos fue posteriormente transformada en un muchacho y una muchacha
enamorados.
Cáncer es siempre un voluminoso cangrejo que, tras haber
mordido a Hércules en el talón en las ciénagas de Lerné, fue subido al cielo
por Hera. Los teólogos convertían a Cáncer y Capricornio en las puertas por las
cuales las almas ascendían y descendían del cielo.
Leo, que aparece casi siempre en actitud rampante, era el
león que Hércules había asfixiado en Nemea. Lleva como detalle excepcional una
corona estrellada, ya que tal es el emblema real.
Virgo, concebida, estéril o fecunda, es el signo sobre el
cual más se ha aplicado la imaginación de los mitógrafos. El tipo más antiguo
parece ser una mujer alada, castamente vestida, que sujeta un ramo de espigas
(la Espiga es una estrella de principal grandeza.) Fue llamada, naturalmente,
Deméter, pero se asimiló también a la Isis egipcia y a la Derceto siria, y
participó del carácter múltiple de estas divinidades panteas. Fue convertida en
una Tique y se le otorgó el cuerno de la abundancia; en una Afrodita y aparecía
desnuda, algunas veces con un velo flotante; en una Iris, y llevaba entonces el
caduceo; o bien, como diosa alada, adoptó la palma y la corona de la Victoria.
Se la nombró también Astrea o Dice o Ilitía o Erígone, hija de Ícaro. No hay
constelación más disputada que esta.
Libra, el último en llegar de los doce signos, fue, antes de
nada, sencillamente, el instrumento cuyos platillos sustituían a las pinzas de
Escorpio, y que se antojaban, en virtud de su equilibrio, un símbolo apropiado
del equinoccio. Más tarde se hizo que la portase un muchacho o una mujer
vestida, que no es otra que la Justicia, representada con frecuencia en las
monedas imperiales. Las variaciones en los detalles son muy numerosas.
Escorpio se conserva casi sin cambios desde la época
babilonia, salvo por el hecho de que la inserción de Libra le obliga a retraer
sus pinzas. Este animal, importado de Oriente, se había convertido en Grecia en
el escorpión que, enviado por Ártemis, había picado al cazador Orión; ya que
Orión desaparecía cuando Escorpio se elevaba sobre el horizonte.
Sagitario era, en Babilonia, un arquero monstruoso, alado,
con torso de hombre y cuerpo de caballo, aprestado de una doble cabeza y de una
doble cola, una de las cuales es la de un escorpión; aspecto aproximado con el
que aún aparecía en los zodíacos egipcios. Los griegos lo humanizaron todavía
más: lo convirtieron en un centauro que saltaba y tiraba con el arco, y vieron
en él a Quirón. Otro tipo, menos frecuente, es el de un arquero provisto de un
par de piernas y una cola de caballo. Este tirador bípedo, al igual que el
cuadrúpedo, fue probablemente adoptado de los babilonios; pero los griegos
quisieron reconocer en él a un sileno o un sátiro, y más concretamente a Croto,
amigo de las Musas.
Del mismo modo a Capricornio, cabra con cola de pez, se le
representa bajo esta apariencia dimorfa desde sus orígenes caldeos. Lo que
sucede es que se le suprime su cola marina o se le adhiere, en Roma, un cuerno
de la abundancia o un globo, puesto que se trata del emblema de Augusto. Los
griegos lo convirtieron en el dios Pan o Egipán, alimentado por la cabra
Amaltea.
Acuario es representado unas veces por una simple jarra, de
la que el agua escapa en abundancia, y más a menudo por un muchacho que derrama
su ánfora sobre Piscis, ya sea sujetándola ante sí, ya sea vertiéndola por
encima de su hombro. Tiene a veces dos ánforas, quizá símbolos primitivos del
Tigris y el Éufrates. Se le consideraba imagen del Erídano, y por esa razón es
posible que tome la apariencia de un río acostado; o de Ganímedes, en cuyo caso
está vestido con un atuendo oriental; esto es, una túnica con mangas y un anaxirides
o pantalón bombacho. También era considerado imagen de Cécrope, que ofrece el
agua a los dioses; de Deucalión, a causa del diluvio; de Aristeo, que obtiene
la lluvia del cielo.
Piscis está representado por dos peces tendidos en paralelo,
en sentido opuesto el uno del otro, y en general sus cabezas aparecen unidas
por un ligamento transversal, el hilo del sedal (λίνον). Los caldeos
representaban al pez del norte con una cabeza de golondrina, que los griegos suprimieron;
pero estos preservaron el recuerdo de que se trataba de los peces de Atargatis,
la Afrodita siria, ya fuera nacida de un huevo sacado del Éufrates por los
peces, ya fuera que, perseguida, se tirara al agua y se convirtiera en pez.
Todas estas fábulas astrales no se limitan a tener una
importancia iconográfica (las imágenes tradicionales grabadas en nuestros mapas
celestes son los matojos de una vegetación frondosa de leyendas), y tampoco a
ser un simple juego mental de poetas y mitólogos. En verdad tuvieron
importantísimas consecuencias prácticas, puesto que la identificación de una
constelación con un héroe o un dios ejercía una notable influencia sobre el
poder que los astrólogos le atribuían. Las influencias zodiacales, tal y como
los autores las exponen, si bien de una manera harto confusa, deben explicarse,
como las restantes influencias siderales, por motivos de diferente índole.
Pueden, pues, deberse:
1. A la naturaleza propia de cada uno de los signos: Aries,
a causa de su toisón, formaba pañeros y sastres.
2. Al carácter que la mitología les prestaba: puesto que uno
de los Géminis era Apolo, éstos formaban músicos.
3. A una razón astronómica: Leo, al tratarse del signo del
mes de agosto, hace que los hombres y las bestias mueran sofocados o quemados.
4. A una razón astrológica, a menudo bastante arbitraria:
Escorpio es un signo de agua, ya que forma parte del mismo trígono que Piscis y
Cáncer.
No podemos detenernos en las múltiples cualidades que los
astrólogos reconocían en los doce signos, clasificados como masculinos y
femeninos, humanos y animales, fecundos y estériles, parlantes y mudos, simples
y geminados, en plena carrera, rampantes, sentados o acostados, y así
sucesivamente. Aún menos podemos señalar las alteraciones que sufren a cada
instante los efluvios zodiacales, como consecuencia de la posición de los
signos en el cielo y de los planetas en los signos, de sus asociaciones con los
otros signos y con los paranatelones, de su división en decanos y confines y de
los ocho o doce domicilios (τόποι), calculados a partir del horóscopo, que les
eran superpuestos. El zodíaco es la viga maestra de todo el andamio
astrológico; a él se aferra la mayoría de las teorías, y no podemos sino
remitir a los tratados especializados en el estudio de sus influencias,
sempiternamente variables, que se combinan y se yuxtaponen.
Pero, junto a estas acciones movientes y transitorias, las
hay estables y permanentes, fundadas sobre la correspondencia que se establecía
entre los signos y ciertas creaciones de la naturaleza o del espíritu. Ya hemos
señalado las relaciones que se suponía existían entre el zodíaco y los doce
dioses, los doce meses, las doce horas, las veinticuatro letras, las partes del
cuerpo y una serie de doce animales. Se le atribuía también el patronazgo de
doce plantas, de doce países o grupos de países, y se establecía una relación
entre los tres signos que formaban un trígono, es decir, los vértices de un
triángulo trazado en el interior de una esfera, y los cuatro elementos, los
cuatro vientos o los puntos cardinales.
Franz Cumont
Zodiaco, página 99
Las principales fuentes de la mitología zodiacal son los
Phaenomena de Arato (ed. Maass, 1893), con los comentarios (Commentariorum in
Aratum reliquiae, ed. Maass, 1898); los Aratea de Cicerón y sobre todo de
Germánico (ed. Baehrens, 1899) con los escolios (ed. Breysig, 1867); los
Καταστερισμοί (Catasterismos) de Eratóstenes (ed. Olivieri, 1897); De
astronomia de Higino (ed. Bunte, 1875); el Liber memorialis de Ampelio, 2 (ed. Wölfflin,
1873); pero es posible encontrar numerosas indicaciones en otras partes,
especialmente entre los astrólogos; cf. por ejemplo Catalogus codicum
astrologorum graecorum, V, 1, p. 210; VIII, 3, p. 120-ss.
Franz Cumont
Zodiaco, página 106
Libra, Scorpius, Arcitenens, Caper, Amphora, Piscis.
Zodiaco, página 2
Zodiaco, página 6
Zodiaco, página 11
Zodiaco, página 14
Zodiaco, página 15
Zodiaco, página 17
Zodiaco, página 19
Zodiaco, página 20
Zodiaco, página 23
Zodiaco, página 45
Zodiaco, página 46
Zodiaco, página 47
Zodiaco, página 48
FEBRERO Acuario -Piscis.
MARZO Piscis -Aries.
ABRIL Aries -Tauro.
MAYO Tauro -Géminis.
JUNIO Géminis -Cáncer.
JULIO Cáncer -Leo.
AGOSTO Leo -Virgo.
SEPTIEMBRE Virgo -Libra.
OCTUBRE Libra -Escorpio.
NOVIEMBRE Escorpio -Sagitario.
DICIEMBRE Sagitario -Capricornio.
TAURO Afrodita – Venus.
GÉMINIS Apolo.
CÁNCER Hermes – Mercurio.
LEO Zeus – Júpiter.
VIRGO Deméter – Ceres.
LIBRA Hefesto – Vulcano.
ESCORPIO Ares – Marte.
SAGITARIO Artemisa – Diana.
CAPRICORNIO Hestia – Vesta.
ACUARIO Hera – Juno.
PISCIS Poseidón – Neptuno.
Zodiaco, página 48
Zodiaco, página 53
Zodiaco, página 57
Zodiaco, página 59
Zodiaco, página 80
Zodiaco, página 99
Zodiaco, página 106
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