AMAR Y SER AMADO•
En lo más profundo de nuestro ser, en cuerpo, mente y alma, sabemos que hemos sido creados para amar y ser amados. Cumplir con este imperativo, responder a esta llamada, es el sentido fundamental de nuestra vida.
Pág. 15
Cuando el amor nos sale al paso, perdemos una identidad y ganamos otra. Salimos de la oscura crisálida del ego y descubrimos que nos han crecido alas.
San Keen
Somos extraños anfibios en los que cohabitan un sólido conocimiento y un líquido espejismo. Jugamos a una especie de escondite con nosotros mismos, y somos a la vez el que se esconde y el que busca... Conocemos la verdad y a la vez nos la ocultamos; simultáneamente, cultivamos el autoengaño y tratamos de desengañarnos.
Pág. 18
La conciencia es como una linterna cuyo haz de luz puede ser estrecho o difuso, según cómo decidamos enfocarla.
San Keen
El precio del amor duradero es seguir prestando atención a una persona, un lugar o un trabajo que ya conocemos bien. Prestar atención es, fundamentalmente, todo lo contrario de dar por sentado, y que es la causa principal de mortalidad de las relaciones largas.
Pág. 49
Podemos pensar en el amor como en una hoguera cuya intensidad y capacidad para calentarnos están condicionadas por el grado de conocimiento que echemos en las llamas. Los pedazos de información que reunimos en el primer contacto son las chispas que encienden la yesca. Para alimentar el fuego, hay que añadir rápidamente leña menuda, las astillas de los datos y sucesos de la vida de las personas. Seguidamente, hay que recoger ramas más sustanciales: conocimiento de la personalidad, las máscaras, los papeles sociales, las presentaciones del yo. Finalmente, si queremos crear una amistad perdurable o un matrimonio duradero, debemos depositar en el fuego del deseo los gruesos troncos de roble de un cocimiento profundo de la historia y los relatos.
Pág. 65-66
Al parecer, el único producto mundial bruto que aumenta cada año es el sufrimiento.
San Keen
Está bien que cuanto más rápidamente nos arrastre el amor, más cautelosos seamos con el compromiso. Un corazón imprudente necesita el equilibrio de una voluntad precavida. Las tragedias amorosas suelen ser la consecuencia tanto de un compromiso excesivo y temprano como de un compromiso escaso y tardía.
Pág. 166
El compromiso y los votos que forman parte del amor no son contratos que pertenezcan al mundo de la ley, sino promesas que sólo pueden hacerse con la esperanza de que si las cumplimos, cosecharemos el fruto maduro del amor. Son declaraciones entusiastas de la intención de crear en pareja un futuro deseado; se formulan siendo conscientes de que hacen falta años de experiencia común, recuerdos y sueños compartidos, para entrelazar las narraciones de dos vidas en una sola historia y gozar de la recompensa del amor sin mesura. Los compromisos que valen la pena llegan cuando los amantes o amigos han desarrollado el uno respecto al otro un profundo conocimiento, empatía y atención. Son promesas conscientes, no un salto desesperado en la oscuridad.
Pág. 169
Las personas que aman respetan las señales de "prohibido el paso".
San Keen
Con el respeto llega el desengaño de la esperanza romántica de que "dos corazones laten al unísono" y la comprensión de que en el amor permanecemos unidos a una persona extraña que nos es familiar. Ningún conocimiento ni sentimiento de unidad, por grandes que sean, disipa el misterio esencial del otro. Por mucho que se hable de vínculos, ataduras, comprensión plena y comunicación total, en el amor siempre habrá una extrañeza y una individualidad inextirpables. Cuanto más profundamente respetamos, más reconocemos que aquellos a quienes amamos siempre serán libres, sorprendentes e inagotablemente misteriosos.
Pág. 189-190
El amor crea una paradoja moral: Nuestra capacidad de cuidar a los demás es limitada, y sin embargo, las necesidades de la multitud de seres que sufren constituyen una demanda infinita. La compasión nos abre a un mudo trágico en el que, de algún modo, debemos estar contentos de la caridad y las buenas obras que podemos hacer y descontentos del fracaso moral de no hacer más.
Pág. 220-221
• Ed. Urano, S. A. 1998
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