EL AMOR A LA VIDA
No hay ningún acto del comportamiento que no sea un gesto de lo más específico del hombre, y por eso nunca hay en última instancia dos actos de comportamiento que sean idénticos, como no hay dos hombres que sean idénticos.
Pág. 18
Lo que está dado en el hombre y espera realizarse es no sólo la capacidad de hablar y de pensar, sino también el lograr una comprensión cada vez mayor, el desarrollar una progresiva madurez, la fuerza del amor o de la expresión artística.
Pág. 24
Si observamos la actividad del hombre que meramente reacciona o es impulsado a actuar, es decir, del hombre pasivo en el sentido clásico, vemos que su reacción nunca produce nada nuevo. Es mera rutina. La reacción vuelve a realizar siempre lo mismo: al mismo estímulo sigue la misma reacción. Sabemos perfectamente lo que pasará. Todo es calculable. En este caso no hay ninguna individualidad, no se despliegan potencias, todo parece programado: a un mismo estímulo corresponde un mismo efecto. Sucede lo que se observa en las ratas en el laboratorio de psicología animal. También en la psicología del comportamiento, que considera fundamentalmente al hombre como un mecanismo, rige el principio de que éste reacciona a determinados estímulos con determinadas respuestas. Comprender este proceso, investigarlo y derivar de él recetas, eso se llama ciencia. Quizás eso sea ciencia, ¡pero humana, no! En efecto, el hombre viviente no reacciona nunca de la misma manera. A cada momento es otro hombre. Aunque jamás sea totalmente otro, en todo caso nunca es el mismo. Heráclito lo expresó así: "Es imposible entrar dos veces al mismo río". Lo cual equivale a : "Todo fluye". Yo diría: la psicología del comportamiento puede ser una ciencia, pero no es ninguna ciencia del hombre alienado con métodos alienados, realizada por investigadores alienados. Está por cierto en condiciones de poner de relieve ciertos aspectos del hombre, pero justamente lo vivo, lo específicamente humano, ni lo roza.
Pág. 28-29
... Es un hecho notable en nuestra cultura que los hombres no se aprecien suficientemente o, digamos más bien, no estén suficientemente conscientes de cuán penoso es el hastío. Cuando alguien se encuentra aislado, e incluso cuando por algún motivo no sabe qué hacer con su vida, si no tiene en sí los medios para hacer algo vital, para producir algo o para recobrarse, sentirá el hastío como un peso, como una carga, como una parálisis que él no podrá aclarar por sí solo. El hastío es una de las peores torturas. Es un mal muy actual y que se va propagando. El hombre víctima del hastío, sin medios para defenderse de él, se siente como un ser muy deprimido. Se podría muy bien preguntar: ¿por qué la mayoría de los hombres no nota eso, la clase de mal que es el hastío, cuán penoso es? Me parece que la respuesta es simple: en la actualidad producimos muchas cosas que se pueden obtener y con cuya ayuda logramos eludir el hastío. Se ingieren píldoras tranquilizantes, o se bebe, o se va de un cóctel a otro o se pelea con el cónyuge o uno se distrae con los medios masivos o se entrega a actividades sexuales, todo con el fin de ocultar el hastío. Muchas de nuestras actividades son intentos destinados a impedir que el hastío llegue al nivel de la conciencia. Pero no olvidemos la desagradable sensación que tenemos con frecuencia cuando hemos visto una película estúpida o por cualquier otro motivo hemos tenido que reprimir nuestro hastío, el malestar que sentimos al notar que eso era en verdad mortalmente aburrido, y que no hemos utilizado nuestro tiempo, sino que lo hemos matado. Es extraordinario lo que ocurre en nuestra cultura: hacemos de todo para no perder tiempo, para ahorrarlo, y cuando hemos logrado salvarlo o ahorrarlo lo matamos, porque no sabemos qué hacer con él.
Pág. 32-33
El auténtico goce reside en la actividad auténtica, y la actividad auténtica es la expresión de sí mismo, el crecimiento de las potencias humanas.
Erich Fromm
Con la orientación consumista la sexualidad se transforma cada vez más en la máscara de la falta de intimidad. Se sustituye la enajenación del hombre por la cercanía de los cuerpos. Pero la intimidad corporal está lejos de procurar una intimidad anímica. La intimidad anímica, la real coincidencia de dos seres humanos, puede relacionarse con la intimidad corporal, puede que ésta la preceda y la vaya consolidando, pero de ninguna manera ambas son idénticas. Justamente cuando a uno le falta la intimidad anímica, es natural reemplazarla con la intimidad corporal que, si está construida y estructurada normalmente, resulta muy fácil de lograr.
Pág. 66
El hombre activo es el que no se borra, sino que es y sigue siendo sin cesar él mismo. Se vuelve más maduro, más adulto, crece. El hombre pasivo es el eterno succionador. Lo que consume le es, en fin de cuentas, indiferente; espera siempre, por así decirlo, con la boca abierta la mamadera. Y así se va tranquilizando y adormeciendo sin tener que hacer nada para ello. No compromete ninguna de sus fuerzas anímicas, y al final se vuelve débil, fatigado e indolente. El sueño que entonces comienza es a menudo más bien una especie de anestesia, una extenuación por el hastío, que una regeneración saludable. También esta descripción puede parecer exagerada, pero añadiré que hacen esta experiencia muchos más hombres que los que suponemos. Y los medios productores de necesidades nos inclinan a creer que nuestra cultura se prueba en última instancia por el consumo.
Pág. 66-67
Se puede afirmar básicamente, sin exageración, que empleamos una gran parte de nuestra energía en reprimir y producir resistencia cuando se rozan elementos reprimidos. Esto implica naturalmente un tremendo derroche de energía, que impide a muchos hombres emplear para fines más fructíferos sus reservas y capacidades.
Pág. 131
Lo más bello que hay en la vida es exteriorizar las propias fuerzas, y no para un determinado fin, sino por el acto mismo.
Erich Fromm
... El diálogo requiere "concentración". Si un hombre no tiene mucha vida interna, tampoco la tendrá su conversación. Pero hay muchos hombres que podrían llegar a tener mucha más vida si no se angustiaran ante la perspectiva de salir de sí mismos, de mostrarse, de soltar las muletas que creen necesitar para no encontrarse repentinamente ante la nada, es decir, solos consigo mismos y con otro.
Pág. 149-150
Ediciones Paidós Ibérica, S. A., Barcelona, 5ª reimpresión
No hay comentarios:
Publicar un comentario