El buscador de tesoros ha resuelto desafiar a lo desconocido, adivinar lo milagroso, sondear la materia virgen, descentrarse en el espesor, pero no toma ya el arsenal engañoso de los ocultistas: la varilla adivinatoria, el hechizo, la mandrágora; la ciencia ha puesto a su disposición brujos de transistores, y la electrónica juega a los duendes con los tesoros ocultos.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 2


Y para los buscadores de tesoros, vivir es decir “sí” a la aventura en que espejean entre otros fantasmas: los rubíes, los diamantes, las esmeraldas, los topacios, las amatistas, las joyas cinceladas, las vajillas cifradas, los anillos, los brazaletes, los ducados, los luises y las piastras. ¡Por la alegría del posible descubrimiento, el amor de lo fantástico, la intensa emoción de un instante, el arte de hundir los dedos en un agua viva de pedrerías, y por adornar a la hermosa a quien se ama con las más fastuosas alhajas de leyenda! ¡No se equivoquen: la locura merece a veces el ser vivida, y la sabiduría no es la seguridad burguesa ni la especulación científica, ¡y la razón no es el estar loco como todo el mundo! Lo creerán difícilmente, y, no obstante, es la verdad profunda del buscador de tesoros: ha encontrado la fortuna antes de descubrir su escondite.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 6-7

Es interesante notar que en todos los países del mundo las primeras monedas recurrieron siempre a la magia. Las de los hebreos llevaban signos religiosos y ocultos; las de los griegos, una lechuza, una tortuga, un pentagrama; las monedas chinas tenían forma de campana y de efigies cubiertas por ideogramas mágicos. Para los primitivos tanto como para los primeros pueblos civilizados, las monedas tenían en sí un soplo de vida de la persona que las poseía. De aquí, sin duda, la creencia en una defensa oculta que custodiaba los tesoros enterrados, donde el propietario habría encerrado una parte de su alma y de sus fuerzas vitales.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 15



Imaginen una mansión de la Edad Media, con su castillo, sus torres, su casa, su baluarte, sus dependencias, su granja y el pórtico que da a fosos profundos: es Arginy, en el Ródano.
El lugar exhala una atmósfera pesada de misterio y ocultismo... ¡de tesoros, sí, de tesoros!

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 31


En 1952, Mme de Grazia, tras haber estudiado en el lugar el misterio del castillo, declaró: —Estoy persuadida de que el tesoro de los templarios está en Arginy, donde he encontrado los signos claves de un escondrijo mayor. Esos signos figuran, desde luego, en el escudo de la puerta de entrada y continúan hasta la torre de la Alquimia, donde están las últimas indicaciones. He identificado un signo egipcio que prueba la existencia de un tesoro temporal además de un tesoro espiritual.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 32


Mme. de Grazia es más optimista, al decir: —De las ocho pequeñas ventanas trilobuladas de la torre de la Alquimia, una sola está obstruida por piedras firmes. Habría que abrirla y observar la dirección o la marcha de los haces luminosos que por allí penetran el 24 de junio. El sol del solsticio debe desempeñar un papel eminente, llegar tal vez a una piedra que debe dar una indicación decisiva. Pero creo que sólo un hombre —y un hombre iniciado— puede pretender encontrár la clave del misterio.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 36

A fuerza de verse atacado, un tesoro termina por deshacerse, si no de hecho, en cuanto a reputación.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 191


Porque los hombres estarían al borde de la absurda angustia si no tuvieran, para hacer florecer la vida, el refugio inexpugnable del sueño.

Robert Charroux
Tesoros ocultos, página 254










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