El maestro Rosso de Luna, a estos seres no humanos que con frecuencia irrumpen en las vidas humanas, les llama «jiñas», una palabra que tiene profundas raíces lingüísticas y que en castellano tiene otra manifestación más conocida, que es la palabra «genio» (en el sentido de duende o deidad menor). Por extraño que al lector pueda parecerle, hay personas que tienen un trato personal con estos jiñas, que se manifiestan con una entidad física indistinguible de la de cualquier ser humano; y el contacto se hace no sólo en lo alto de montañas o en lugares secretos, sino que algunos de ellos reciben tranquilamente en sus casas a estos misteriosos visitantes, siendo de ello testigos todo el resto de la familia; si bien hay que notar que el trato del jiña y sus conversaciones, suelen circunscribirse casi exclusivamente al humano con quien él quiere relacionarse.
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 28
Hoy no tenemos absolutamente ninguna duda de que lo que los antiguos llamaban «los Dioses» —y los enmarcaban en todo un complejo sistema de creencias y ritos— es exactamente lo mismo que los modernos denominamos con el genérico término de «fenómeno ovni», cuando éste se entiende en toda su amplitud y profundidad. Es decir, las inteligencias que están detrás del llamado fenómeno ovni, son las mismas que los antiguos personalizaban en los diferentes Dioses. En aquellos tiempos, estas inteligencias creyeron más oportuno (y menos riesgoso para ellas) el presentarse de aquella manera; mientras que en nuestros tiempos (ante una humanidad mucho más avanzada tecnológicamente) han creído más oportuno presentarse bajo apariencias más fácilmente asimilables o tolerables por los hombres de hoy.
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 38
El Universo es como una infinita escalera que asciende de seres menos perfectos a seres más perfectos; y el hombre habitante de este planeta no es más que uno de los innumerables peldaños de esa escalera. Los miles de especies de plantas y los cientos de miles de especies de animales no son sino otros peldaños de esa mismas escalera. Una inmensa escalera cuya base está formada por eso que medio despectivamente llamamos materia, y cuya cima está formada por lo que, sin comprenderlo bien, llamamos «el reino: del espíritu». Y todavía por encima de ese reino del espíritu, sin pertenecer a nada ni ser abarcado por nada, ni ser entendido por nada ni por nadie, estaría eso que los hombres infantilmente llamamos «Dios».
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 51
Nuestra historia no es tan nuestra como pensamos. A los Dioses les gusta inmiscuirse en ella y lo han hecho en infinidad de ocasiones para que las cosas saliesen como ellos querían.
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 75
El hombre, que tenga un espíritu profundamente religioso, es un hombre expectante.
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 119
Esta es la razón fundamental por la que tenemos que defendernos de los Dioses: porque no nos dejan ser hombres; auténticos hombres racionales (y la prueba está en la horrenda historia humana); porque quieren que sigamos siendo sus esclavos inconscientes y sumisos, proporcionándoles mansamente lo que buscan entre nosotros y porque, en fin, temen que lleguemos a ser sus rivales en el dominio del planeta. No olvidemos la escena bíblica y mitológica (los mitos son muy frecuentemente la historia distorsionada de la intervención de los Dioses en la vida de los pueblos antiguos) en el Paraíso Terrenal: «No quiere que comáis del Árbol de la Sabiduría porque si coméis seréis como Dioses». En el último capítulo abundaré más sobre el particular. Mientras la humanidad no caiga en la cuenta de esto, seguirá siendo una humanidad niña. Este conocimiento y esta rebelión son el arranque de una nueva teología: la teología de los Dioses. La vieja teología que buscaba a Dios para adorarlo y para entregársele, ha resultado ser engañosa y dañina para el hombre; la nueva teología que estudia a los Dioses para desenmascararlos, es la verdadera. Con esta nueva teología el hombre ocupará el lugar que le corresponde en el Universo y dejará de verse como un pobre esclavo pecador, desterrado en este valle de lágrimas, que desesperadamente busca a alguien que lo redima y lo salve de una condenación eterna.
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 178
«Hombre mortal, mota de polvo, voluta de humo, copo de nieve que brillas un momento en la noche del tiempo y en un segundo te derrites en la tierra, ¡deja de andar buscando a Dios aquí o allá! ¡No lo coloques en ningún sitio, no lo empequeñezcas, no lo caricaturices, no lo hagas una cosa más! Dios late en el Universo infinito que te rodea y es demasiado grande para poder ser comprendido por tu pequeña mente. ¡Deja de correr detrás de Dios, como si Dios fuese un muchacho travieso que juega al escondite contigo!
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 202
Luchemos todos por hacer un mundo más feliz en el que en vez de ser fieles a una fe y a unos principios que nos separan de otros hombres, seamos fieles a la racionalidad y al amor que nos hace a todos hermanos.
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses, pág. 210
“el dios cristiano del que se habla en el Pentateuco, también existió, pero no es el padre bueno que él quiso hacernos creer, y mucho menos es el Dios Universal, Creador de todo el Cosmos. Es simplemente un suplantador más, que al igual que muchos otros semejantes a él, pretendió hacerse pasar por la gran energía inteligente creadora de todo el universo.”
Salvador Freixedo
Defendámonos de los Dioses
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