El mapa Piri Reis parece contener sorprendentes pruebas colaterales que apoyan la tesis de una glaciación geológica reciente en algunas zonas de la Antártida debido a un repentino desplazamiento hacia el sur de la corteza terrestre. Por otra parte, puesto que ese mapa sólo es posible que se trazara con anterioridad al 4000 a. C., sus implicaciones respecto a la historia de la civilización humana son impresionantes. Antes del 4000 a. C. se supone que no existía ninguna civilización.
Pese a cierto riesgo de una simplificación, el consenso académico es, a grandes rasgos, el siguiente:
La civilización se desarrolló en primer lugar en el Creciente Fértil de Oriente Medio.
Este desarrollo comenzó con posterioridad al 4000 a. C. y culminó con la aparición de las primeras auténticas civilizaciones en Sumer y Egipto hacia el 3000 a. C., seguida poco después por las del valle del Indo y China.
Aproximadamente mil quinientos años más tarde, la civilización surgió de forma espontánea e independiente en las Américas.
A partir del 3000 a. C. en el Viejo Mundo (y aproximadamente en el 1500 a. C. en el Nuevo), la civilización fue «evolucionando» de modo sistemático hacia unas formas cada vez más refinadas, complejas y productivas.
En consecuencia, y sobre todo en comparación con nosotros, todas las antiguas civilizaciones, y con ellas sus obras, deben entenderse como esencialmente primitivas (los astrónomos sumerios consideraban el cielo con una mezcla de asombro y respeto poco científica, e incluso las pirámides de Egipto fueron construidas con medios «tecnológicos primitivos»).
La evidencia del mapa Piri Reis parece contradecir todos esos argumentos.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 15
Los mapas Piri Reis, Oronteus Finaeus, Mercator y Buache transmiten con fuerza la inquietante impresión de que la Antártida tal vez fuera explorada de forma continua durante un período de varios miles de años mientras la capa de hielo avanzaba de modo progresivo hacia fuera desde el interior, aumentando su agarre con cada milenio que transcurría, aunque sin cubrir todas las costas del continente austral hasta aproximadamente el 4000 a. C. Los primitivos mapas en los que se basaron Piri Reis y Mercator debieron de trazarse hacia el fin de ese período, cuando tan sólo las costas de la Antártida quedaban libres de hielo; la fuente en la que se inspiró el mapa de Oronteus Finaeus, por otro lado, parece datar de una época más antigua, cuando la capa de hielo se hallaba presente sólo en el profundo interior del continente; y la fuente en la que se basa el mapa Buache parece ser aún más primitiva (de aproximadamente el 13000 a. C.), cuando es probable que no existieran hielos en la Antártida.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 21
Sudamérica
¿Fueron exploradas y cartografiadas otras zonas del mundo en diversas ocasiones durante esa misma época, aproximadamente entre el 13000 a. C. y el 4000 a. C.? La respuesta quizá se halle en el mapa Piri Reis, el cual contiene otros misterios además del de la Antártida: Trazado en 1513, el mapa denota un extraordinario conocimiento de Sudamérica; y no sólo de su costa oriental, sino de las montañas andinas que se hallan en el extremo occidental del continente, las cuales no habían sido descubiertas en aquella época. El mapa ubica correctamente el nacimiento del Amazonas en esas inexploradas montañas y su curso hacia el este. Compilado a partir de más de veinte documentos de diversa antigüedad, el mapa Piri Reis muestra el Amazonas no sólo en una sino en dos ocasiones (probablemente se solaparan de modo fortuito dos de los primitivos documentos que empleó el almirante turco). En el primero de ellos el curso del Amazonas se dirige hacia su embocadura del río Para, pero la importante isla de Marajo no aparece. Según Hapgood, esto sugiere que el mapa principal en el que se inspiró Piri Reis debía de datar de una época, quizás hace quince mil años, en que el río Para constituía la principal o única embocadura del Amazonas y la isla de Marajo formaba parte de tierra firme por la parte septentrional del río[18]. La segunda representación del Amazonas muestra la isla de Marajo con una precisión insólita, pese al hecho de que esa isla no se descubrió hasta 1543[19]. De nuevo se plantea la posibilidad de que una civilización desconocida emprendiera sistemáticas expediciones a fin de explorar y trazar el mapa de la cambiante faz de la Tierra durante un período de muchos miles de años, y que Piri Reis utilizara los mapas primitivos y posteriores que legó esta civilización. Ni el río Orinoco ni su actual delta aparecen representados en el mapa Piri Reis. En su lugar, tal como demostró Hapgood, «figuran dos estuarios que se extienden hacia el interior (a lo largo de un recorrido de unos ciento sesenta kilómetros) y se hallan situados junto a la ubicación del presente río. La longitud que muestra el mapa sería la correcta en caso de tratarse del Orinoco, y la latitud también se ajusta al mismo. ¿Es posible que esos estuarios se llenaran y el delta aumentara en esta proporción, desde que fueran trazados los mapas primitivos?»[20]. Aunque se descubrieron en el año 1592, las islas Malvinas aparecen en el mapa de 1513 en su latitud correcta. La biblioteca de antiguos documentos incorporada al mapa Piri Reis quizás explique también el hecho de que éste represente de forma convincente una isla de grandes dimensiones en el océano Atlántico hacia el este de la costa de Sudamérica, la cual no existe en la actualidad. ¿Es una mera coincidencia que esta isla imaginaria se encuentre ubicada justo al otro lado de la dorsal submarina del centro del Atlántico, al norte del ecuador y a setecientas millas hacia el este de la costa de Brasil, donde en la actualidad asoman las pequeñas Rocas de San Pedro y San Pablo por encima de las olas?[22] ¿O acaso el mapa principal en el que se basó Piri Reis fue trazado durante el último período glacial, cuando los niveles del mar eran mucho más bajos que en la actualidad y en ese lugar aparecía una isla de grandes dimensiones?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 22
¿Es posible que una parte de este legado hubiera sido extendida en el Perú prehistórico por los viracochas, unos misteriosos extranjeros barbudos que se decía provenían de allende los mares, en «una época de tinieblas», para restaurar la civilización después de que se hubiera producido un grave solevantamiento en la Tierra?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 36
… conviene señalar que la araña de Nazca representa asimismo a un miembro de la conocida especie de arañas llamada Ricinulei. Se trata de una de las especies de arañas más raras del mundo, de tal forma que sólo se halla en zonas remotas e inaccesibles de la selva tropical del Amazonas. ¿Cómo es posible que los primitivos artistas de Nazca se trasladaran tan lejos, atravesando la impresionante barrera de los Andes, para obtener un ejemplar de dicha especie? ¿Qué les impulsó a hacerlo y cómo lograron copiar hasta los más ínfimos detalles de la anatomía de una Ricinulei, por lo general sólo visibles bajo un microscopio, y en concreto el órgano reproductor situado en el extremo de su pata derecha, que aparece extendida?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 42
Y ellos la habían escuchado de labios de sus padres, quienes a su vez la conocían a través de las viejas canciones que habían sido transmitidas de generación en generación desde tiempos muy remotos… Según dicen, este hombre corrió la ruta de la altiplanicie hacia el norte, obrando milagros a su paso, y jamás volvieron a verlo. Dicen que en muchos lugares explicó a los hombres cómo debían vivir hablándoles con gran amor y ternura y exhortándolos a ser buenos y a no hacer daño ni perjudicarse unos a otros, sino que debían amarse y mostrar caridad hacia todos sus semejantes. En la mayoría de lugares lo llamaban Ticci Viracocha.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 51
Una leyenda describe a Viracocha acompañado por unos «mensajeros» de dos tipos: unos «soldados leales» (huaminca) y unos «seres refulgentes» (hayhuaypanti). Su papel consistía en llevar el mensaje de su amo «a todos los confines del mundo»
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 55
Otro visitante español del mismo período narró una tradición según la cual las piedras habían sido alzadas de forma misteriosa del suelo (se refiere a la ciudad boliviana en ruinas de Tiahuanaco): «Fueron transportadas por el aire a los sonidos de una trompeta».
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 55
Los mayas sabían dónde se habían originado los avanzados conocimientos que poseían. Éstos les habían sido transmitidos, según decían, por los Primeros Hombres, los hijos de Quetzalcóatl, los cuales se llamaban Balam-Quitzé (jaguar de dulce sonrisa), Balam-Acaba (jaguar de la noche), Mahucutah (el nombre distinguido) e Iquid-Balam (jaguar de la Luna)
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 176
En el nivel superior de la pirámide de la Luna me detuve y me volví despacio. En el valle, que descendía con suavidad hacia el sur, se extendía ante mi todo Teotihuacán, una ciudad geométrica que había sido diseñada y construida por arquitectos desconocidos en tiempos anteriores al inicio de la Historia. Hacia el este, presidiendo la calle de los Muertos, recta como una flecha, se erguía la pirámide del Sol, emitiendo eternamente el mensaje matemático que se había incorporado a ella hacía miles de años, un mensaje que parecía dirigir nuestra atención a la forma de la Tierra. Era como si la civilización que había construido Teotihuacán hubiera decidido codificar una compleja información en estos imperecederos monumentos a través de un lenguaje matemático. ¿Por qué un lenguaje matemático? Tal vez porque, con independencia de los grandes cambios y transformaciones que experimentara la civilización humana, el radio de un círculo multiplicado por 2pi (o la mitad del radio multiplicado por Api) daría siempre la cifra correcta de la circunferencia del círculo. Es decir, habían elegido un lenguaje matemático por razones prácticas: a diferencia de una lengua verbal, ese código siempre podría ser descifrado, incluso por gentes de culturas distintas que aparecieran miles de años después de la construcción de estos monumentos. Por enésima vez me hallaba ante la asombrosa posibilidad de que un episodio de la historia de la humanidad hubiera sido olvidado. Mientras contemplaba la ciudad matemática de los dioses desde la cima de la pirámide de la Luna, pensé que nuestra especie pudo verse afligida por una terrible amnesia y que el oscuro período al que nos referíamos con tanta ligereza como la «prehistoria» tal vez ocultara unas verdades inimaginables sobre nuestro pasado. A fin de cuentas ¿qué es la prehistoria, sino un tiempo que ha caído en el olvido, un tiempo del que no tenemos constancia? ¿Qué es, sino una época de impenetrable oscuridad a través de la cual pasaron nuestros ancestros, pero sobre la que no guardamos recuerdos conscientes? Fue de esa época de oscuridad, configurada en un código matemático junto con líneas astronómicas y geodésicas, que nos fue enviado Teotihuacán con todos sus enigmas. Y fue en esa misma época cuando surgieron las grandes esculturas olmecas, el calendario inexplicablemente preciso y exacto que los mayas heredaron de sus predecesores, los inescrutables jeroglíficos de Nazca, la misteriosa ciudad andina de Tiahuanaco… y tantas otras maravillas cuyos orígenes desconocemos. Es como si nos hubiéramos despertado a la luz de la Historia tras permanecer sumidos en un largo y agitado sueño, y continuáramos sintiéndonos turbados por los débiles pero insistentes ecos de nuestros sueños…
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 208
A través de estos mitos, las voces de nuestros antepasados se dirigen a nosotros. Pero ¿qué intentan decirnos?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 228
En resumen, seres humanos como nosotros, con quienes podríamos toparnos en la calle sin pestañear si se presentaran afeitados y vestidos con ropa moderna, son criaturas de los últimos ciento quince mil años como mucho, y más probablemente de los últimos cincuenta mil años. De ello se deduce que si los mitos de cataclismos que hemos repasado reflejan una época de trastornos geológicos experimentados por la humanidad, estos trastornos ocurrieron dentro de los últimos ciento quince mil años, y probablemente dentro de los últimos cincuenta mil años.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 240
Llegamos aquí por medio de Sirio, la estrella que pertenece al Can Mayor y está situada junto al talón de la gigantesca constelación de Orión que se yergue en los cielos sobre Egipto. En esa tierra, como hemos visto, Orión es Osiris, el dios de la muerte y la resurrección, cuyos números —quizá por azar— son 12, 30, 72 y 360. Pero ¿acaso el azar puede explicar el hecho de que estos y otros enteros primos de precesión aparezcan continuamente en diversos lugares del mundo en unas mitologías que, en principio, no se hallan relacionadas entre sí, en unos vehículos imperturbables pero duraderos tales como sistemas de calendario y obras de arquitectura?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 306
Es comprensible que una enorme cantidad de mitos que se hallan diseminados por el mundo entero describan unas catástrofes geológicas con todo detalle. La humanidad sobrevivió al horror del último período glacial, y la fuente más plausible de nuestras tradiciones de diluvios y heladas, vulcanismo y terremotos devastadores se encuentra en las tumultuosas convulsiones que se desencadenaron durante el gran deshielo ocurrido entre el 15000 y el 8000 a. C. El retroceso de las masas de hielo, y el consiguiente aumento entre noventa y ciento veinte metros en los niveles del mar, se produjo sólo unos miles de años antes del inicio del período histórico. Por tanto, no es de extrañar que nuestras civilizaciones primitivas conservaran recuerdos del gran cataclismo que había aterrorizado a sus ancestros. Más difícil de explicar es la forma singular pero evidente en que los mitos del cataclismo ostentan la inteligente impronta de una mano guía. El grado de convergencia entre esas antiguas leyendas a menudo es lo suficientemente asombroso para suscitar la sospecha de que todas fueron escritas por el mismo autor. ¿Es posible que ese autor hubiera tenido algo que ver con la extraordinaria divinidad, o superhombre, al que se refieren muchos de los mitos que hemos examinado? ¿Ese que aparece inmediatamente después de que el mundo haya sido destruido por una horripilante catástrofe geológica para llevar el consuelo y el don de la civilización a unos supervivientes conmocionados y desmoralizados? Blanco y con barba, Osiris es la manifestación egipcia de esta figura universal, y quizá no sea casual que una de las primeras acciones por las que es recordado en el mito sea la abolición del canibalismo entre los habitantes primitivos del valle del Nilo. Según dicen, Viracocha, en Sudamérica, inicio su misión civilizadora inmediatamente después de un gigantesco diluvio; Quetzalcóatl, el descubridor del maíz, llevó los beneficios de las cosechas, las matemáticas, la astronomía y una cultura refinada a México después de que el Cuarto Sol hubiera sido destruido por un terrible diluvio. ¿Es posible que estos extraños mitos contengan información sobre unos encuentros entre diversas tribus del paleolítico que sobrevivieron al último período glacial y una civilización superior que aún no ha sido identificada y que pasó a través de la misma época? ¿Es posible que estos mitos constituyan el intento de comunicar un mensaje?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 310
… la ciudad de Teotihuacán puede ser la tarjeta de visita de una civilización perdida, escrita en el lenguaje eterno de las matemáticas.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 312
Aunque parecen hallarse implicados distintos mecanismos de carácter astronómico y geológico, y aunque no todos ellos son perfectamente comprendidos, el caso es que el ciclo de precesión presenta una marcada correlación con el inicio y la desaparición de los períodos glaciales. Es preciso que coincidan varios factores desencadenantes, por lo que de una era astronómica a otra no están implicados todos los cambios. No obstante, es un hecho aceptado que la precesión ejerce un fuerte impacto en la glaciación y la desglaciación, en unos intervalos muy espaciados. Estos conocimientos no fueron establecidos por nuestra ciencia hasta finales de 1970. Sin embargo, la evidencia que ofrece el mito sugiere la posibilidad de que una civilización no identificada que correspondía al último período glacial poseyera estos mismos conocimientos. En suma, todo parece indicar que los terribles cataclismos de diluvios, fuego y hielo que describen los mitos de algún modo se hallaban relacionados con los ponderosos movimientos de las coordenadas celestes a través del gran ciclo del zodíaco.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 313
Tres factores principales, que hemos revisado con anterioridad, se hallan implicados en la aparición y retroceso de los períodos glaciales (por supuesto, junto con los diversos cataclismos que provocan las repentinas heladas y deshielos). Estos factores, que están relacionados con las variaciones en la geometría orbital de la Tierra, son los siguientes:
1-La oblicuidad de la eclíptica (es decir, el ángulo de inclinación del eje de rotación del planeta, que constituye también el ángulo entre el ecuador celeste y la eclíptica). Ésta, como hemos visto, varía a lo largo de inmensos períodos entre 22,1° (el punto más próximo que alcanza el eje con respecto a la vertical) y 24,5° (el punto más distante de la vertical);
2-La excentricidad de la órbita (es decir, el hecho de que la trayectoria elíptica de la Tierra alrededor del Sol sea más o menos prolongada en una determinada época);
3- La precesión axial, la cual hace que los cuatro puntos cardinales en la órbita terrestre (los dos equinoccios y los solsticios de invierno y verano) retrocedan muy lentamente alrededor de la trayectoria orbital.
(…)
En pocas palabras, lo que Hays, Imbrie y otros expertos han demostrado es que puede predecirse el principio de los períodos glaciales cuando se producen las siguientes y nefastas conjunciones de los ciclos celestes: a) máxima excentricidad, lo cual aleja a la Tierra a más millones de kilómetros del Sol cuando está en afelio (el extremo de su órbita) de lo normal; b) mínima oblicuidad, lo cual significa que el eje terrestre, y por consiguiente los polos norte y sur, se hallan mucho más cercanos a la vertical de lo normal; y c) precesión de los equinoccios, lo cual, a medida que continúa el gran ciclo, hace que se instaure el invierno en uno u otro hemisferio cuando la Tierra está en perihelio (su punto más próximo al Sol); esto, a su vez, significa que el verano se produce en afelio y es por tanto relativamente frío, de forma que el hielo depositado durante el invierno no se funde durante el verano siguiente y se producen inexorablemente unas condiciones glaciales. Propiciada por la cambiante geometría de la órbita, la insolación global —las distintas cantidades e intensidad de luz solar recibida en diversas latitudes en una determinada época— puede por tanto ser un importante factor desencadenante con respecto a períodos glaciales. ¿Es posible que los antiguos creadores de mitos trataran de advertirnos sobre un gran peligro al vincular de forma tan compleja el dolor de unos cataclismos globales con la lentitud con que gira el molino del cielo?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 314-315
La cuestión, por tanto, era que el monumento más extraordinario del Antiguo Egipto y el monumento más extraordinario del Antiguo México incorporaban unas relaciones pi mucho antes del «descubrimiento» oficial de este trascendental número por parte de los griegos. Por lo demás, la evidencia invitaba a la conclusión de que el empleo de pi indicaba algo, seguramente lo mismo en ambos casos. De pronto me sentí de nuevo abrumado por una sensación de contacto con una inteligencia antigua, no necesariamente egipcia ni mexicana, que había hallado el medio de salvar el abismo de los siglos para atraer a la gente hacia el monumento como si se tratara de un faro. Algunos se acercarían a él en busca de un tesoro; otros, cautivados por la aparente sencillez con que los constructores habían utilizado el número pi para demostrar su dominio de los secretos de los números trascendentales, tal vez se aproximaran en busca de otras epifanías matemáticas.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 366
Existía otro misterio que era preciso resolver. En las tres grandes pirámides de Gizeh, la cuarta dinastía de Egipto había levantado unas mansiones eternas, unas obras Maestras insuperables y sin precedentes de proporciones colosales que incorporaban numerosos elementos en extremo avanzados. No existen en el mundo unas pirámides de calidad comparable. Pero un poco más tarde, debajo de las superestructuras más reducidas y destartaladas de las pirámides de la quinta y sexta dinastía, se creó una especie de sala de archivos: una exposición permanente de copias o traducciones que era, al mismo tiempo, una obra maestra insuperable y sin precedentes del arte jeroglífico y de los escribas. En suma, al igual que las pirámides de Gizeh, daba la impresión de que los Textos de las Pirámides habían irrumpido en escena sin ningún antecedente, erigiéndose en protagonistas durante aproximadamente cien años antes de que se «suspendieran las operaciones», para no ser retomadas jamás. Es de suponer que los antiguos reyes y sabios que habían dispuesto estas cosas sabían lo que hacían. En tal caso, debían de tener un plan en mente, y sin duda pretendían que se observara una clara relación entre las pirámides de Gizeh, desprovistas de inscripciones (pero técnicamente brillantes) y las pirámides cubiertas de brillantes inscripciones (pero técnicamente defectuosas) de la quinta y sexta dinastía.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 438
Los antiguos egipcios describían la Primera Época, Zep Tepi, cuando los dioses gobernaban su país, como una época dorada durante la cual las aguas de los abismos retrocedieron, las tinieblas primordiales desaparecieron y la humanidad emergió a la luz y recibió los dones de la civilización. Referían también la presencia de unos seres intermediarios entre los dioses y los hombres, los urshu, una categoría de divinidades menores cuyo título significaba «los vigilantes». Y conservaban unos recuerdos muy nítidos de los dioses, unos seres hermosos y potentes llamados neteru que habitaban en la Tierra junto con la humanidad y ejercían su soberanía desde Heliópolis y otros santuarios ubicados a orillas del Nilo. Algunos de esos neteru eran machos y otros hembras, pero todos poseían poderes sobrenaturales, como la facultad de aparecer bajo la guisa de hombres o mujeres, o bien de animales, aves, reptiles, árboles o plantas. Paradójicamente, sus palabras y obras parecían reflejar las pasiones y preocupaciones humanas. Asimismo, aunque eran más fuertes e inteligentes que los humanos, eran susceptibles de caer enfermos —o morir, o ser asesinados— en determinadas circunstancias
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 439
El monje George Syncellus (hacia el año 800 de nuestra era) emplea una técnica distinta para minimizar las inquietantes implicaciones cronológicas de Manetón. Este cronista, que se apoya por entero en las injurias, escribe: «Manetón, supremo sacerdote de los templos malditos de Egipto, nos habla sobre unos dioses que jamás existieron. Éstos, según afirma Manetón, reinaron durante 11.895 años…» Hay otros curiosos y contradictorios números que aparecen con frecuencia. Se dice que Manetón insistía en la desorbitada cifra de 36.525 años que según él constituía la duración de la civilización de Egipto desde los tiempos de los dioses hasta el fin de la decimotercera (y última) dinastía de reyes mortales. Esta cifra incorpora los 365,25 días del año sotíaco (el intervalo entre dos salidas helíacas consecutivas de Sirio, según se describe en el último capítulo). Seguramente no por azar, también representa 25 ciclos de 1.460 años sotíacos, y 25 ciclos de 1.461 años de calendario (puesto que el antiguo calendario civil egipcio se articulaba en torno a un «año impreciso» de 365 días exactamente). ¿Qué significa todo esto? No lo sabemos con certeza. Sin embargo, entre este cúmulo de números e interpretaciones destaca con toda claridad un aspecto del mensaje de Manetón. Con independencia de lo que nos hayan dicho sobre el progreso ordenado de la historia, Manetón sugiere que unos seres civilizados (ya fueran dioses u hombres) estuvieron presentes en Egipto durante un período inmensamente largo antes de la aparición de la primera dinastía hacia el 3100 a. C.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 443
Nombrado de vez en cuando en los textos como un neb tem (o maestro universal), Osiris aparece descrito como humano pero a la vez sobrehumano, sufriendo y al mismo tiempo impartiendo órdenes. Por otra parte, expresa su dualismo esencial al gobernar en el cielo (como la constelación de Orión) y en la Tierra como un rey entre hombres. Al igual que Viracocha en los Andes y Quetzalcóatl en Centroamérica, utiliza unos medios sutiles y misteriosos, y al igual que éstos es excepcionalmente alto y siempre se le representa luciendo la barba curvada de la divinidad[22]. También, del mismo modo que Viracocha y Quetzalcóatl, aunque está dotado de poderes sobrenaturales evita el uso de la fuerza[23]. En el capítulo 16 vimos que Quetzalcóatl, el dios-rey de los mexicanos, partió de Centroamérica por mar, a bordo de una balsa hecha de serpientes. Por tanto, es difícil evitar una sensación de déjà vu cuando leemos en el Libro de los Muertos que la morada de Osiris también «descansaba sobre el agua» y que sus muros estaban formados por «serpientes vivas». No podemos cuando menos dejar de asombrarnos ante la convergencia del simbolismo que une a estos dos dioses y a dos regiones tan distantes en el espacio. Existen otros evidentes paralelismos.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 454
Además de los dones de una vida placentera que aportó a sus súbditos, Osiris les ayudó a «desechar sus lamentables costumbres salvajes», procurándoles un código legal e inaugurando el culto a los dioses en Egipto. Cuando hubo puesto todo en orden, cedió el control del reino a Isis, se ausentó de Egipto durante muchos años y recorrió el mundo con la sola intención, según informaron a Diodoro Sículo, … de visitar a todos los habitantes de la Tierra y enseñar a la raza humana a cultivar vino y plantar cebada y trigo; pues suponía que si convencía a los hombres para que renunciaran a sus costumbres salvajes y adoptaran una vida placentera, recibiría honores inmortales debido a la magnitud de sus obras benéficas… Osiris viajó primero a Etiopía, donde enseñó a los seres primitivos que conoció allí, los cuales se alimentaban de la caza y los frutos que cogían, el cultivo de los campos y el apareo de los animales. Asimismo emprendió numerosas obras hidráulicas y de ingeniería a gran escala: «Construyó canales que estaban dotados de compuertas y reguladores… elevó las márgenes de los ríos y tomó medidas para impedir que el Nilo se desbordara…». Después se dirigió a Arabia y de allí a la India, donde fundó numerosas ciudades. A continuación se trasladó a Tracia y mató a un rey bárbaro por negarse a adoptar su sistema de gobierno. Esto fue un acto excepcional, pues en general Osiris era recordado entre los egipcios por… no haber obligado a ningún hombre a seguir sus instrucciones, sino que procuraba convencerlos a través del razonamiento para que pusieran en práctica sus enseñanzas. Muchos de sus sabios consejos eran impartidos a sus oyentes mediante himnos y canciones, que Osiris entonaba acompañado por instrumentos musicales. De nuevo, los paralelismos con Quetzalcóatl y Viracocha resultan difíciles de evitar. Durante una época de oscuridad y caos —posiblemente ligado a un diluvio — un dios barbudo, o un hombre, aparece en Egipto (o Bolivia, o México). Posee numerosos conocimientos prácticos y científicos, el tipo de conocimientos que se asocian con las civilizaciones maduras y muy desarrolladas, y los utiliza con fines altruistas en beneficio de la humanidad. Es de naturaleza suave y afable pero capaz de gran firmeza en caso necesario. Está motivado por un fuerte sentido del deber y, tras establecer su cuartel general en Heliópolis (o Tiahuanaco, o Teotihuacán), parte con un selecto grupo de compañeros para imponer orden y restaurar el equilibrio del mundo. Dejando brevemente a un lado la cuestión de si estamos tratando con dioses o con seres humanos, con productos de la imaginación primitiva o con seres de carne y hueso, el hecho es que los mitos siempre se refieren a un grupo de civilizadores: Viracocha tiene unos «compañeros», al igual que Quetzalcóatl y Osiris. A veces estallan feroces conflictos dentro de esos grupos, y posiblemente rivalidades y luchas por el poder: las batallas entre Seth y Horus, y entre Tezcatilpoca y Quetzalcóatl son buenos ejemplos de ello. Por otra parte, tanto si los acontecimientos míticos se desarrollan en Centroamérica, como en los Andes o en Egipto, el resultado suele ser el mismo: sus partidarios se rebelan contra el civilizador y lo obligan a marcharse, o es asesinado. Los mitos afirman que Quetzalcóatl y Viracocha no volvieron jamás (aunque, como hemos visto, por los tiempos de la conquista española se esperaba su regreso a las Américas). Osiris, sin embargo, sí regresó. Aunque fue asesinado por Set poco después de concluir la misión que lo había llevado por todo el mundo a fin de convencer a los hombres de que «renunciaran a sus salvajes costumbres», conquistó la vida eterna a través de su resurrección en la constelación de Orión como el dios todopoderoso de los muertos. A partir de entonces, juzgando a las almas y ofreciendo un ejemplo inmortal de gobierno responsable y benevolente, dominó la religión (y la cultura) del Antiguo Egipto a lo largo de toda su historia.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 455
Seti es conocido principalmente como el padre de un célebre hijo: Ramsés II (1290-1224 a. C.), el faraón del éxodo bíblico. Seti, sin embargo, es un importante personaje histórico por derecho propio: emprendió grandes campañas militares fuera de las fronteras de Egipto, fue el responsable de la construcción de espléndidos edificios y se encargó de reformar y restaurar muchos otros. Su templo en Abydos, conocido con el evocador nombre de la Casa de Millones de Años, estaba dedicado a Osiris[4], el Señor de la Eternidad, de quien se decía en los Textos de las Pirámides: Te has ido, pero volverás, te has dormido, pero despertarás, has muerto, pero vivirás… Ve hacia el río, dirígete río arriba… recorre Abydos bajo la forma de espíritu que los dioses te ordenaron que asumieras.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 455
Existen pruebas de una asombrosa época antigua de avances y experimentos agrícolas en el valle del Nilo, hacia fines del último período glacial en el hemisferio septentrional. Las características de este gran «salto hacia delante» egipcio sugieren que sólo pudo ser el resultado de una oleada de nuevas ideas que procedía de una fuente aún no identificada.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 476
Creo sinceramente que apenas hemos rascado la superficie y que en el futuro aparecerán muchas más pruebas geológicas y astronómicas.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 522
… creo que los Textos de las Pirámides deben abordarse como unos documentos científicos o cuasi científicos, no como unos galimatías ininteligibles. Estoy convencido de que responden a la astronomía precesional. Quizás existan otras claves: matemáticas, geometría, en particular la geometría… El simbolismo… Es preciso utilizar un enfoque multi-displinario para comprender los Textos de las Pirámides… y también para comprender las propias pirámides. En este proyecto deben participar astrónomos, matemáticos, geólogos, ingenieros, arquitectos, incluso filósofos que se ocupen del sistema simbólico; toda persona capaz de aportar nuevas ideas y conocimientos a fin de resolver estos problemas tan importantes.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 523
Aunque el conductor ya no esté sentado al volante, la necrópolis de Gizeh no deja de ser una máquina destinada a provocar preguntas. —Bauval se detuvo y señaló la cúspide de la Gran Pirámide, hasta la cual habíamos trepado Santha y yo, en plena noche, hacía nueve meses—. Observa su poder —continuó—. Después de cinco mil años todavía te atrapa, tanto si quieres como si no… Te obliga a pensar… a aprender. En cuanto empiezas a formular preguntas sobre ella, haces preguntas sobre ingeniería, geometría, astronomía, y así te obliga a aprender cosas sobre estas materias. Entonces, poco a poco, te das cuenta de que es una obra en extremo sofisticada, de que sus constructores debieron de ser unos individuos increíblemente hábiles y sabios, lo cual te obliga a preguntarte sobre la humanidad, sobre la historia humana y sobre ti mismo. Deseas informarte. Ahí radica su poder.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 527
Al parecer, no existía ningún océano o mar donde se ocultara un área de tierra lo suficientemente grande para albergar a una civilización superior. No obstante, a medida que proseguían mis investigaciones se acumulaban los indicios de la existencia de una civilización semejante. Empecé a sospechar que se trataba de una civilización marítima, un pueblo de navegantes. Esta hipótesis estaba sustentada por los asombrosos mapamundi antiguos, los «Barcos de las Pirámides» de Egipto, los indicios de avanzados conocimientos astronómicos en el increíble calendario de los mayas y por las leyendas de los dioses navegantes como Quetzalcóatl y Viracocha. Una nación de navegantes, y de constructores: los constructores de Tiahuanaco, los de Teotihuacán, los de las pirámides, los de la Esfinge, todos ellos capaces de alinear colosales monumentos con los puntos cardinales con insólita precisión. Quienesquiera que fuesen, estos constructores habían dejado sus características huellas en todo el mundo en forma de ciclópeos monumentos poligonales, planos de yacimientos que implicaban alineaciones astronómicas, galimatías matemáticos y geodésicos, y mitos sobre dioses con forma humana. Pero una civilización lo bastante avanzada para construir estas obras maestras —lo suficientemente rica, bien organizada y madura para haber explorado el mundo de un polo a otro, y lo bastante inteligente para calcular las dimensiones de la Tierra— no pudo evolucionar sobre un área de tierra insignificante. Ésta, tal como había observado con acierto mi colaborador, debía de poseer grandes cordilleras, ríos inmensos y un clima templado, así como muchas otras condiciones indispensables para el desarrollo de una economía avanzada y próspera: buenas tierras de cultivo, recursos minerales, bosques, etcétera. ¿Dónde pudo ubicarse esta área de tierra, sino debajo de uno de los océanos del mundo?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 535
El novelista Arthur Koestler, quien tenía un gran interés en la sincronicidad, acuñó el término «ángel de biblioteca» para describir la mano desconocida que hace que los investigadores tengamos un golpe de suerte que nos conduzca a la información exacta en el momento preciso.
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 537
Según unos informes publicados en Nature y New Scientist, el último cambio geomagnético se registró hace tan sólo doce mil cuatrocientos años, durante el undécimo milenio antes de nuestra era. Éste es el milenio en el que al parecer la antigua civilización tiahuanaca de los Andes fue destruida; el mismo que es señalado por las alineaciones y esquemas de los grandes monumentos astronómicos de la meseta de Gizeh, y por los patrones de erosión que muestra la Esfinge. Y fue durante el undécimo milenio antes de nuestra era que fracasó de modo inexplicable «el experimento agrícola precoz» de Egipto. Asimismo, también durante ese milenio un importante número de mamíferos de grandes dimensiones desapareció del planeta. La lista sería interminable: bruscos aumentos en el nivel del mar, vientos de fuerza huracanada, tormentas eléctricas, perturbaciones volcánicas, etcétera. Los científicos creen que la próxima inversión en los polos magnéticos de la Tierra se producirá hacia el año 2030. ¿Es una indicación de un desastre planetario? Después de doce mil quinientos años de péndulo, ¿acaso el martillo se dispone a golpear?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 562
La posesión de una historia consciente, articulada, es una de las facultades que distingue a los humanos de los animales. A diferencia de las ratas, o de las ovejas, o de las vacas o los faisanes, poseemos un pasado independiente de nosotros mismos. Por tanto tenemos la oportunidad, como he dicho, de aprender a partir de la experiencia de nuestros antepasados. ¿Se debe quizás a una tendencia perversa, equivocada o simplemente estúpida el hecho de que nos neguemos a reconocer esas experiencias a menos que lleguen a nuestras manos en forma de «documentos históricos» fidedignos? ¿Es arrogancia o ignorancia lo que nos lleva a trazar una línea arbitraria que separa la «historia» de la «prehistoria» unos cinco mil años antes del presente, definiendo los documentos de la «historia» como un testimonio válido y los documentos de la «prehistoria» como primitivas fantasías? A estas alturas de una investigación continua, mi intuición me dice que corremos cierto riesgo al negarnos a escuchar las inquietantes voces ancestrales que llegan a nosotros en forma de mitos. Reconozco que se trata más bien de una intuición que de algo racional, pero no es una insensatez. Mis trabajos de investigación me han infundido un gran respeto hacia el pensamiento lógico, la elevada ciencia, la profunda percepción psicológica y los vastos conocimientos cosmográficos de los antiguos genios que crearon esos mitos, quienes, estoy convencido de ello, descendían de la misma civilización perdida de la que salieron los cartógrafos, los constructores de pirámides, los navegantes, los astrónomos y los medidores de la Tierra cuyas huellas hemos seguido a través de los continentes y los océanos del globo terráqueo. Como siento un profundo respeto por esos olvidados y todavía vagamente identificados Newtons, Shakespeares y Einsteins del último período glacial, creo que sería una imprudencia hacer caso omiso de lo que nos dicen. Y lo que parecen decirnos es lo siguiente: las destrucciones cíclicas, recurrentes y casi totales de la humanidad forman parte integrante de la vida en este planeta, y esas destrucciones se han producido en numerosas ocasiones y ocurrirán de nuevo. ¿Qué significa el extraordinario sistema de calendario maya, sino un medio de transmitir exactamente este mensaje? ¿Qué representan las tradiciones de los cuatro «Soles» anteriores (o a veces los tres «Mundos» anteriores), transmitidas en las Américas desde tiempos inmemoriales, sino unos vehículos para comunicarnos esta mala noticia? ¿Cuál es la función de los grandes mitos de precesión que nos hablan no sólo de cataclismos anteriores, sino de cataclismos futuros, y que (a través de la metáfora de la muela cósmica) ligan estos desastres terrenales a las «perturbaciones en los cielos»? Por último, ¿qué imperioso motivo llevó a los constructores de las pirámides a erigir, con increíble meticulosidad, los poderosos y misteriosos edificios de la meseta de Gizeh?
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 580
Deduzco que el objetivo de esas gentes era el de transmitir una advertencia al futuro, y que esa advertencia podría referirse a un cataclismo global; quizás incluso se trate de una recurrencia del mismo cataclismo que destruyó a la humanidad a fines del último período glacial, cuando «Noé vio que la Tierra estaba inclinada y que se avecinaba una catástrofe, y exclamó con amargura: “Decidme qué sucede para que la Tierra esté tan afligida y estremecida…”
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 582
Cuando seres humanos procedentes de todo el globo, y de numerosas culturas, comparten la poderosa y abrumadora intuición de que se avecina un cataclismo, tenemos derecho a no hacer caso de ello. Y cuando las voces de nuestros lejanos antepasados que llegan a nosotros a través de mitos y monumentos sagrados nos hablan de la física de una gran civilización perteneciente a la remota Antigüedad (y nos dicen que nuestra propia civilización corre peligro), estamos en nuestro derecho, si así lo deseamos, de taparnos los oídos. Así ocurrió, según dice la Biblia, en el mundo antediluviano: «Porque igual que en [aquellos] días anteriores al diluvio seguían comiendo y bebiendo, casándose ellos y dando en matrimonio a ellas hasta el día en que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta hasta que llegó el diluvio que los barrió a todos…». Del mismo modo, se ha profetizado que la próxima destrucción global se abatirá sobre nosotros de forma inesperada… «Porque, como el relámpago sale de oriente y se deja ver hasta occidente… El Sol se oscurecerá, y la Luna no dará su brillo, las estrellas caerán del cielo y el mundo de los astros se desquiciará… Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro dejado. Estarán dos mujeres moliendo en un molino: una será tomada y la otra dejada…». Lo que ha sucedido puede volver a ocurrir. Lo que se hizo anteriormente puede hacerse de nuevo. Quizás es cierto que no existe nada nuevo bajo el sol…
Graham Hancock
Las huellas de los dioses, página 589
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