"Le pregunto a Schmidt sobre el relleno. —¿Todas esas piedras —digo—, cómo han llegado hasta aquí? No parecen el resultado de una sedimentación natural. —No lo son —replica. Tiene aspecto, me parece, de estar un poco pagado de sí mismo—. Las pusieron ahí de forma deliberada. —¿De forma deliberada? —Sí, por quienes hicieron Göbekli Tepe. Después de que se colocaran los megalitos y estuvieran en uso durante un período de tiempo indeterminado, cada uno de los recintos fue enterrado de forma rápida y deliberada. Por ejemplo, el recinto C es el más antiguo de los que hemos encontrado hasta el momento. Parece que fue cerrado y rellenado hasta arriba, de tal modo que todos los pilares quedaran cubiertos por completo antes que se hiciera el siguiente recinto de la serie, el D. Esta práctica de rellenarlos deliberadamente ha supuesto una gran ventaja para la arqueología, porque selló de forma efectiva cada uno de los recintos e impidió la inclusión de material orgánico posterior, lo que nos permite tener completa certeza respecto a la cronología. Mientras Schmidt habla pienso con rapidez. El comentario que hace sobre la cronología es interesante, al menos por tres motivos. Primero, esto implica que, en los yacimientos megalíticos de todo el mundo donde este proceso de «sellado» no ha tenido lugar, la cronología que han calculado los arqueólogos puede resultar falsamente moderna como resultado de la intrusión de material orgánico posterior (el cual, por cierto, es el único material que puede ser sometido a datación mediante radiocarbono, algo que no se puede hacer con materiales inorgánicos como la piedra). En teoría, esto puede significar que famosos yacimientos megalíticos que no fueron enterrados de manera deliberada por sus constructores (los templos de Malta, por ejemplo, o las taulas de Menorca, o los círculos de piedra Avebury y Stonehenge en Inglaterra) podrían resultar ser mucho más antiguos de lo que se piensa en la actualidad. Segundo, si la mayoría de las fechas de Göbekli Tepe derivan de los materiales orgánicos del relleno —un dato que comprobé después en los artículos científicos publicados por Schmidt—, esto solo se refiere a la fecha del relleno; los pilares megalíticos son, como mínimo, igual de antiguos; pero pueden serlo más, porque estuvieron allí «durante un período indeterminado» antes de ser enterrados. Tercero, y quizá lo más importante, ¿por qué fue rellenado el yacimiento? ¿Cuál puede ser el motivo de tomarse tantas molestias para crear una serie de espectaculares círculos megalíticos solo para terminar enterrándolos deliberadamente de forma tan meticulosa y eficiente que pasarían más 10.000 años antes de que fueran encontrados de nuevo? Lo primero que se me pasa por la cabeza es... cápsula del tiempo, que Göbekli Tepe fue creado para transmitir un mensaje de algún tipo al futuro y luego enterrado para que este pudiera quedar intacto y oculto durante milenios."

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 19

Quetzalcoatl fue un gran agente civilizador que llegó a México a la cabeza de una banda de extranjeros. Importó las artes al país y sobre todo promovió la agricultura [...]. Construyó casas espaciosas y elegantes, e inculcó un tipo de religión que favorecía la paz.

Bernardino de Sahagún
Graham Hancock Los magos de los dioses, página 19


… además de un complejo patrón de símbolos e iconografía comunes, Quetzalcoatl y Oannes comparten la misma misión civilizadora que llevaron a cabo en regiones muy separadas del mundo, en una época que siempre es descrita como muy alejada en el tiempo... remota, antediluviana. ¿Puede haber sido tan atrás como el 9600 a. C., la época de Göbekli Tepe, donde encontramos muchos de estos mismos símbolos y donde, si bien no se han conservado leyendas, los signos de una misión civilizadora en forma de la repentina aparición de la agricultura y la arquitectura monumental se pueden ver por todas partes? Las implicaciones, caso de que en algún momento fuera capaz de demostrar esta hipótesis, son asombrosas. Como mínimo, significaría que en algún lugar del mundo gentes desconocidas y sin identificar habrían dominado todas las artes y atributos de una elevada civilización hace más de mil años, en las profundidades de la última Edad del Hielo y enviado emisarios por todo el planeta para difundir los beneficios de su conocimiento. ¿Quiénes pueden ser esos emisarios en la sombra, esos sabios, esos «magos de los dioses», como ya estoy empezando a pensar en ellos? Y ¿por qué existe esta insistente conexión con la fecha del 9600 a. C.?

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 31


Muchas pistas parecen encaminarnos hacia aquí: la variación en el curso de los cuerpos celestiales que conduce a una amplia destrucción de la tierra mencionada por Platón, la estrella asesina que cae en El náufrago, la serpiente de la tradición zoroastriana que salta desde el cielo, atraviesa la tierra y hace que el mundo se oscurezca, así como la gran serpiente saltadora de los textos de Edfu, cuyo asalto horada los pies del dios de la tierra, conduce a la muerte de la compañía divina y cubre de oscuridad la isla primigenia. También me recuerda al «mito» ojibwa mencionado en el capítulo 3 de la «Estrella Celestre Creciente de Larga Cola, que bajó una vez, miles de años atrás»; una «estrella» específicamente reconocida como un cometa, que origina «la primera inundación de la tierra». Los impactos de cometas y asteroides no solo causan inundaciones, sino también inmensas tensiones en la corteza terrestre que suponen un incremento de los terremotos y la actividad volcánica. Por lo tanto, ¿cuántas posibilidades hay de que sea casualidad que Platón, quien se esforzó por poner como prefacio a su historia los «rayos» de Faetón, implique tanto a terremotos como a inundaciones en la desaparición de la Atlántida y sitúe con detalle todo el episodio 9.000 años antes de la época de Solón, es decir, en el 9.600 a. C.? Sugiero que existe una posibilidad bien real de que todas estas tradiciones señalen a la misma y horrible época de la prehistoria. Esta época, como he sostenido en capítulos anteriores, es el Dryas Reciente, que comenzó de forma cataclísmica hace 12.800 años y terminó de forma igual de cataclísmica hace 11.600 años con las inundaciones a gran escala —asociadas al colapso en cascada de las capas de hielo norteamericana y europea— que tuvieron lugar en ambas fechas. Creo que la teoría de múltiples impactos de un gran y fragmentado cometa como iniciadores del Dryas Reciente es muy sólida. A la luz de la evidencia mitológica, también se debe considerar la posibilidad de que fue un posterior encuentro con la cola de escombros en órbita del mismo cometa gigante la que hizo que el Dryas Reciente terminara. En el trascurso del mismo, sugiero, como tantos mitos y tradiciones de todo el mundo afirman, una civilización avanzada se perdió para la historia.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 254


… los textos de Edfu nos invitan a considerar la posibilidad de que los supervivientes de la civilización perdida, considerados como «dioses»; pero manifiestamente humanos —si bien con «poderes» misteriosos—, se pusieron a «errar» por el mundo tras la inundación. Por casualidad, solo las poblaciones de cazadores-recolectores, gentes de la montaña y el desierto —«los iletrados e incultos», como tan elocuentemente dice Platón en el Timeo— se «libraron del azote del diluvio». Pero los civilizadores mantenían el anhelo desesperado de que, si su misión triunfaba, la humanidad no tendría que «comenzar de nuevo como niños, en completa ignorancia de lo que había sucedido en épocas antiguas».

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 263


El prolongado culto a los sabios La hipótesis que extraigo de ello es que Guiza fue uno de los varios puntos de todo el globo —Göbekli Tepe fue otro— donde los supervivientes de una gran civilización prehistórica, que prácticamente resultó destruida en el cataclismo global que desencadenó el Dryas Reciente, eligieron asentarse y donde sus sabios pusieron en marcha un plan a largo plazo para conseguir «la resurrección del antiguo mundo de los dioses [...]. La creación de nuevo del mundo destruido». Quizá sentían que su propia civilización había cometido algún terrible error, alguna funesta equivocación, la cual había originado el castigo del universo contra ellos en forma del cometa del Dryas Reciente y que, por tanto, resultaría impío o poco inteligente intentar volver a crear de inmediato el mundo destruido. De hecho, quizá resultara imposible para ellos hacerlo. Si bien su clima habría resultado atractivo, en una época en la que gran parte del mundo se encontraba inmersa en un repentino clima helador, el valle del Nilo, como otros muchos lugares, sufrió acontecimientos cataclísmicos tanto al comienzo como al final del Dryas Reciente. Entre ellos se contaron episodios de crecidas extremas del Nilo, el llamado «Nilo salvaje», que tuvieron lugar en varias ocasiones en la época del 10500 a. C., no siendo restauradas las condiciones más tranquilas y predecibles hasta alrededor del 9000 a. C. Situada en un terreno elevado, muy por encima del nivel del valle, no hay evidencias que sugieran que Guiza se viera afectada en ningún momento por esas crecidas y, por lo tanto, habría sido una elección evidente en Egipto para que los supervivientes crearan una base y comenzaran a trabajar en su proyecto arquitectónico, centrado quizá en torno a ciertos rasgos del paisaje de la propia meseta. Entre ellos llamaré especial atención sobre la colina rocosa de más de 10 metros de altura —un excelente candidato para ser «la colina primigenia» descrita en los textos de Edfu, como veremos— que mucho más tarde sería incorporada al núcleo de la Gran Pirámide. Sugiero que en esa colina se excavó un conducto profundo en la roca para crear la cavidad rectangular que hoy se conoce como «cámara subterránea», a la cual en la actualidad solo sigue siendo posible acceder por medio de ese mismo conducto de 100 metros de largo (el llamado «corredor descendente») que penetra profundamente en las entrañas de la tierra con un ángulo de 26º. Desde mi punto de vista, no es sino uno de los varios elementos subterráneos que fueron creados en esa época y que hay otros —mucho más amplios— que siguen esperando a ser descubiertos. Del mismo modo, esos visitantes a la Guiza primigenia de la época del 10500 a. C. también habrían encontrado una cresta de roca (el término técnico para ese elemento del paisaje es «yardang») que sobresalía pendiente abajo y que quizá ya había sido esculpido por los vientos predominantes hasta darle una forma similar a la cabeza de un león. Miraba hacia el este y dominaba el valle del Nilo y, con el tiempo, fue ampliamente excavado y tallado para crear la Esfinge. Es probable que algunos trabajos importantes fueran realizados en la época del 10500 a. C. para liberar al menos los cuartos delanteros del cuerpo de la Esfinge de la roca circundante; pero, según mi punto de vista, el mismo desde que escribí Las huellas de los dioses, es que la mayoría del trabajo de este proyecto, como en las propias pirámides, fue realizado y terminado después, en la época del 2500 a. C., cuando la cabeza leonina de la Esfinge, quizá muy erosionada, fue retallada con la forma de cabeza humana desproporcionadamente pequeña que todavía tiene hoy. Mi hipótesis, entonces y ahora, es que el mismo «culto» sagrado, que habitaba en algo parecido quizá a un monasterio, con una huella arqueológica muy pequeña, incluso despreciable —llamémoslo el «monasterio de los Siete Sabios»—, estuvo implicado en ambas fases principales del trabajo y en todo lo que tuvo lugar en Guiza entre medias. Como escribí en 1995, esta hipótesis resuelve la anomalía de los ocho mil años «desaparecidos» entre ambas épocas, al suponer que los canales estelares [de la Gran Pirámide] solo son una obra posterior de ese culto de larga duración que trazó originalmente el plano de Guiza en el 10450 a. C. Naturalmente, la hipótesis también sugiere que fue este mismo culto, hacia el final de esos 8.000 años desaparecidos, el que proporcionó la chispa inicial de la repentina y «plenamente formada» aparición de la alfabetizada y lograda civilización histórica del Egipto dinástico.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 286

Sigo siendo de la opinión de que el papel de los faraones históricos de la IV dinastía fue completar, y por último culminar, un plan mucho más antiguo llevado a Egipto por primera vez en la época del 10500 a. C.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 288


Cuando escribí Las huellas de los dioses, sin embargo, estaba abierto a la posibilidad de que pudieran datar de la época del 10500 a. C. Sigo estándolo, pero a la luz de evidencias recientes es necesario una cuidadosa consideración. Esto se debe a una avanzada técnica científica conocida como datación por luminiscencia de superficie (la cual mide la energía luminosa almacenada en la piedra) que ha sido aplicada a esos templos. Esta técnica parece, al menos a primera vista, descartar de forma bastante concluyente cualquier posibilidad de que los templos fueran creados en la época del 10500 a. C. con la forma que hoy tienen. Digo, «al menos a primera vista», porque hay ciertos problemas con la nueva técnica que implican que cualquier conclusión basada en ella debe ser cuidadosamente analizada. Lo más significativo, como los propios investigadores admiten, es que la datación mediante termoluminiscencia de superficie se basa en la asunción de que la muestra que se está estudiando no ha sido expuesta a la luz desde que fue colocada en el edificio del que forma parte. De haber existido esa exposición al sol, incluso «solo de minutos» —como sucedería, por ejemplo, si cualquier trabajo posterior en la zona estudiada hubiera sido realizado sin estar bajo una techumbre—, entonces «la luminiscencia latente se libera [...] colocando la señal a cero o casi cero», produciendo una fecha que refleja cuándo tuvieron lugar los trabajos más recientes en vez de la fecha original en la que fue construido el edificio. El estudio Giza Surface Luminiscence Dating fue realizado por el profesor Ionnis Liritzis y su colega Asimina Vafiadou, ambos del Laboratorio de Arqueometría de la Universidad del Egeo. Anunciaron sus resultados con detalle en 2015, en la Journal of Cultural Heritage.[22] La muestra n.º 4 (caliza del templo del valle) y la muestra n.º 6 (granito del templo de la Esfinge) proporcionaron indicios concluyentes de que al menos algunas de las estructuras que muestrearon habían sido retrabajadas y su reloj luminiscente puesto a cero y puesto en marcha de nuevo en ese momento. La primera proporcionó una fecha muy temprana, el 1050 a. C. ± 540 años; mientras que la segunda proporcionó una fecha por luminiscencia de superficie en el 1190 a. C. ± 340 años.Se trata, efectivamente, de fechas del Reino Nuevo egipcio (la XVIII dinastía y después) y poseemos firmes evidencias arqueológicas y epigráficas de que tanto el templo de la Esfinge como el templo del valle ya eran muy antiguos en esa época. Por ello, las fechas más antiguas proporcionadas por el estudio también han de ser consideradas con precauciones y, ciertamente, no deben ser tomadas como evidencia firme de la fecha de construcción de los templos, sobre todo en el caso de la muestra n.º 3 (granito del templo del valle) y las muestras n.º 7 y n.º 8 (ambas granito del templo de la Esfinge). Estas dieron una fecha de luminiscencia de superficie, respectivamente, del 3060 a. C. ± 470 años, el 2740 a. C. ± 640 años y el 3100 a. C. ± 540 años. Estas fechas son, en líneas generales, compatibles con el Reino Antiguo —si bien con algunas reservas que estudiaremos más adelante—; pero bajo ninguna circunstancia descartan una fecha de construcción mucho más antigua para el núcleo de caliza de los templos, pues desde siempre el argumento de Robert Schoch ha sido que: Este revestimiento de granito fue añadido en el Reino Antiguo para reparar y restaurar los más antiguos (mucho más antiguos: «Edad de la Esfinge») templos de caliza. De modo que solo nos queda una muestra (la n.º 5) obtenida del núcleo original de caliza del templo de la Esfinge. Proporcionó una fecha de luminiscencia de superficie del 2220 a. C., ± 220 años, pero en realidad a partir de ella no se puede decir —o deducir— nada conclusivo, puesto que su localización no descarta la posibilidad, como Schoch mencionó cuando le pedí que comentara estos hallazgos, de que «también pudo haber sido expuesta o retrabajada al hacer reparaciones en la estructura durante el Reino Antiguo». En resumen, el nuevo estudio no proporciona ninguna evidencia que confirme más allá de cualquier duda razonable que los elementos megalíticos de caliza originales del templo de la Esfinge y del valle fueran construidos por el faraón Khafre, de la IV dinastía, como sostienen los arqueólogos. Al contrario, lo único que el estudio parece demostrar de forma segura es que los templos fueron retrabajados durante el Reino Nuevo. Más alarmante para la cronología generalmente aceptada es que la datación por luminiscencia de superficie presenta la posibilidad de que el revestimiento de granito de los templos (a excepción de la muestra n.º 6, que es del Reino Nuevo) no fuera añadido durante el Reino Antiguo, sino muchos siglos antes; de hecho, en fechas tan antiguas como el 3380 a. C., en el extremo de la banda de datación, según la muestra n.º 7; tan antiguas como el 3550 a. C. según la muestra n.º 3 y tan antiguas como el 3640 a. C. según la muestra n.º 8. Esto, en potencia, refuerza lo que Schoch siempre ha considerado como obras de restauración del templo de la Esfinge (el añadido de un revestimiento de granito sobre unos bloques megalíticos de caliza mucho más antiguos y erosionados) en épocas tan antiguas como el predinástico, es decir, mucho antes del supuesto comienzo de la construcción a gran escala en Egipto. Y, ni que decir tiene, que si estos templos tuvieron necesidad de semejante restauración en el período predinástico, entonces la mampostería de su núcleo es probable que sea realmente muy antigua, quizá se remonte incluso tan lejos como la época del 10500 a. C. Esto respecto al templo de la Esfinge y al templo del valle, pero ¿qué sucede con las enigmáticas pirámides que se ciernen sobre ellas? Los investigadores no pudieron estudiar la segunda pirámide de Guiza, atribuida convencionalmente a Khafre. Tampoco estudiaron la Gran Pirámide, atribuida a Khufu; pero sí estudiaron una única muestra de la más pequeña de las pirámides, que la egiptología atribuye a Menkaure, el faraón que sucedió a Khafre en el trono. Tomada de los bloques de granito que revisten la pirámide y no de la mampostería de su núcleo, la nuestra proporcionó otra datación sorprendentemente anómala —3450 a. C. ± 950 años— cuando se probó la lumiscencia de superficie. Solo la fecha más temprana del rango cronológico (3450 - 950 = 2500 a. C.) se aproxima al reinado de Menkaure; si bien muchos especialistas no creen que este faraón se sentara en el trono hasta el 2490 a. C., es decir, después de que su pirámide fuera completada incluso en la fecha más reciente de las ofrecidas por la luminiscencia de superficie. Pero lo que resulta más perturbador aquí son las otras posibilidades generadas por la datación, es decir, que las piedras del revestimiento de la llamada «pirámide de Menkaure» pudieran haber sido colocadas en fechas tan antiguas como el 3450 a. C. e incluso antes, quizá 950 años antes, es decir, en el 4400 a. C., por lo tanto en pleno período predinástico, casi 2.000 años antes que el Reino Antiguo. Hay que trabajar más esta cuestión para que no queden dudas. Como ya he dicho, por el momento estoy dispuesto a aceptar el punto de vista general que fecha las pirámides en el Reino Antiguo; pero lo que está surgiendo, creo, es la conciencia de que se necesita una imagen más matizada de todo el yacimiento con importantes indicios por parte de la geología, la astronomía y, ahora también, la luminiscencia de superficie de que no puede seguir siendo atribuido exclusivamente a la época del 2500 a. C., sino que más bien parece el resultado de una serie de modificaciones a lo largo de un período de tiempo inmensamente largo que se remonta a más de 12.000 años. Como dice en sus conclusiones el profesor Ioannis Liritzis, de la Universidad del Egeo y autor principal del estudio de la luminiscencia de superficie, parte del yacimiento parece haber sido reutilizado y: Es una asunción razonable que alguna de las estructuras ya estaban presentes en Guiza cuando comenzaron los trabajos a gran escala de la IV dinastía.[31] La antigüedad no es la única cuestión abierta del yacimiento. También su función está en juego. A los egiptólogos les gusta definir a las pirámides como «tumbas y solo tumbas», pero como señala el profesor Liritzis: La ausencia de restos funerarios humanos contemporáneos en todas las pirámides egipcias y la evidente naturaleza astronómica y geométrica del lugar, la cual demuestra que su orientación no fue casualidad, sino que es inherente al conocimiento y los patrones de configuración estelar en el período de la construcción, implican que la teoría de «las pirámides como tumbas» ya no basta y se necesita una más amplia determinación de la antigüedad, el funcionamiento y la reutilización tanto de las pirámides como de Guiza...

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 289


Un rayo del cielo y un archivo antiguo

Aparte de sus implicaciones de una Esfinge mucho más antigua, hay otros dos aspectos de la Estela del Inventario que merecen un estudio más detallado. El primero es la información de que la Esfinge fue dañada por un «rayo». Selim Hassan se muestra dispuesto a aceptar que puede haber algo de verdad en ello; pero no podemos estar seguros de que «rayo» signifique que un rayo golpeó el monumento, como asume. Del rayo en cuestión se dice en la inscripción que seguía presente para que Khufu lo «viera» cuando realizó su «visita». Esto sería imposible con un rayo, que sí puede causar daños, pero que no es un objeto físico que pueda ser visto. Del otro lado, tenemos que un meteorito, tras golpear y dañar la Esfinge, habría quedado allí in situ para que el rey lo viera y, habiendo descendido en fuego desde el cielo en medio de un ruido asombroso y quemando un viejo árbol al pasar, puede fácilmente ser descrito como un rayo (de hecho, en varias culturas así es exactamente como los meteoritos eran descritos). Igual de intrigante resulta la afirmación de la Estela del Inventario de que «los planos de la imagen de Hor-em-hakhet», es decir, la Esfinge, fueron llevados al lugar por Khufu, probablemente con propósitos de referencia, mientras se llevaba a cabo la reparación del monumento. Resulta muy evidente que esto implica la existencia de un antiguo «archivo» relacionado con Guiza, quizá una «sala de los registros» reminiscente de los registros perdidos de la biblioteca del templo de Edfu, de donde sabemos fueron extractados los textos de la construcción de Edfu. Estos, como hemos visto, se decía que eran las palabras de los siete sabios, puestas por escrito nada menos que por un personaje de la categoría del mismísimo dios de la sabiduría, Thot. Reymond sugiere incluso que pudo haber existido un Libro sagrado de la temprana era primigenia de los dioses, en el cual se habría expuesto todo el plan «divino» para Egipto. Del cual dice que los indicios sugieren que estaba relacionado con un segundo libro antiguo, Las especificaciones de las colinas de la temprana era primigenia, que se creía contenía registros no solo de todas esas «colinas» menores y los templos que terminarían siendo construidos sobre ellos como parte del proyecto de provocar no solo el renacimiento del destruido mundo de los «dioses», sino también de la colina primigenia. Desgraciadamente, nada más se sabe sobre ninguno de estos dos «libros» perdidos excepto las escasas y muy breves y tentadoras referencias a ellos que hay en Edfu. No obstante, como ya he sugerido, existen muchas posibilidades de que la gran colina primigenia, donde se supone que comenzó el tiempo de la era actual de la Tierra, fuera la colina rocosa de Guiza en torno a la cual se construiría en su momento la Gran Pirámide. Está también el extraordinario texto, conservado en un papiro del Reino Medio, que habla de la búsqueda de «las cámaras secretas del santuario de Thot»; cámaras secretas que Khufu desea «copiar» para su templo.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 308


Ya hemos visto que la Esfinge, o cuando menos grandes partes de ella, muy bien podría haber sido tallada en la época del 10500 a. C. Ciertamente, las pirámides fueron completadas mucho después; pero en mi opinión fueron construidas sobre estructuras preexistentes que se remontan a la época de los dioses; dioses de los cuales los textos de Edfu nos dicen de forma muy explícita que eran «capaces de unirse con el cielo». Evidentemente, estas estructuras preexistentes habrían quedado ocultas cuando fueron reemplazadas por las pirámides, entre ellas la colina natural original que ancla todo el plano y que fue incorporada posteriormente a la estructura de la Gran Pirámide.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 323


Todo lo que va vuelve

Supón que deseas hacer llegar un mensaje al futuro, y no solo al futuro más inmediato, sino al futuro más lejano. No sería muy inteligente dejarlo por escrito, porque no puedes tener la seguridad de que una civilización de dentro de 12.000 años vaya a ser capaz de descifrar tu escritura. Además, incluso en el caso de que la escritura pudiera ser descifrada, el documento escrito al que confíes tu mensaje puede no sobrevivir el paso del tiempo. Por lo tanto, si estás realmente decidido a ser comprendido por alguna distante generación futura, es mejor que presentes tu mensaje utilizando gigantescos monumentos arquitectónicos a los que «el propio tiempo tiene miedo» —monumentos como las pirámides y la Esfinge de Guiza— y asociar estos monumentos a un lenguaje universal como los lentos cambios precesionales en el cielo que cualquier cultura astronómicamente alfabetizada será capaz de leer. Lo ideal sería, también, que tu mensaje fuera sencillo. En el capítulo 10 vimos cómo la zona Guiza-Heliópolis-Menfis encaja perfectamente como uno de los nuevos dominios sagrados que los textos de Edfu nos dicen fueron creados en diferentes emplazamientos por las errantes «compañías» de dioses que buscaban la resurrección del antiguo mundo destruido por la inundación. Es, además, un dominio que justifica por completo su descripción como «un libro descendido del cielo». Y cuando «leemos» ese libro, redactado en la «escritura» de la precesión con la «pluma» de la arquitectura megalítica, nos compele a mirar hacia la época del 10500 a. C.; no es una fecha exacta, porque el «reloj» precesional proporciona indicaciones que son demasiado generales como para permitirnos especificar los «segundos» o siquiera los «minutos», pero definitivamente es la época del 10500 a. C., es decir, hace unos 12.500 años. Las mismas configuraciones astronómicas generales que están simbolizadas sobre el terreno mediante los grandes monumentos de Guiza habrían sido ciertas durante gran parte de los 500 años anteriores al 10.500 a. C. y durante unos 1.000 años después. En otras palabras, como hemos visto, el «mensaje» de los monumentos encapsula con exactitud el episodio cataclísmico del Dryas Reciente que comenzó de forma repentina y sorpresiva con el impacto de múltiples fragmentos de un cometa gigante en torno al 10800 a. C., es decir, hace unos 12.800 años atrás, y que terminó de forma igual de repentina —todavía no se sabe exactamente cómo— en torno al 9600 a. C., es decir, hace unos 11.600 años. La explicación más probable es que la Tierra volviera a interactuar con el mismo cometa fragmentado que había originado el comienzo del Dryas Reciente en el 10800 a. C. Esta segunda vez, no obstante, el efecto de los impactos fue un calentamiento global, en vez de un enfriamiento global. Con los cometas, igual que con el mítico fénix, todo lo que va vuelve. Como están en órbita, regresan a nuestros cielos a intervalos cíclicos; algunos muy cortos, como los 3,3 años del cometa Encke, por ejemplo; algunos de más 4.000 años, como el cometa Hale-Bopp; algunos, incluso, tienen ciclos de decenas de miles de años. Al igual que el mítico fénix, también los cometas experimentan, literalmente, un proceso de «renovación» —«renacimiento» de hecho— con cada aparición en nuestros cielos. Esto se debe a que el núcleo de los cometas es por lo general inerte y por completo negro mientras viajan por el espacio, sin producir su característica «coma» brillante o su centelleante «cola». No obstante, según el cometa se va acercando al Sol (y por tanto también a la Tierra), los rayos solares hacen que los materiales volátiles enterrados en su interior comiencen a hervir, una bullente actividad que produce chorros de gases —los científicos llaman a este fenómeno «desgasificación» o «eyección de gases»— y arroja millones de toneladas de escombros y un polvo excepcionalmente fino que forman el coma y la cola. Por último, pero no menos importante, los cometas que se desgasifican, como el Fénix, parecen que se están consumiendo en llamas. Además, la colisión de grandes fragmentos cometarios con la propia Tierra, como tan gráficamente han indicado los científicos que estudian el impacto del Dryas Reciente de hace 12.800 años, se puede esperar que resulte en conflagraciones de tamaño continental seguidas, si el impacto tiene lugar en las capas de hielo, por una inundación global. Es posible, de hecho, muy probable, que todavía no hayamos terminado con el cometa que cambió el rostro de la Tierra entre el 10800 y el 9600 a. C. Siendo muy claros, como veremos en el capítulo 19, algunos sospechan que «el regreso del Fénix» tendrá lugar en nuestra propia era —de hecho cerca o antes del año 2040— y existe el peligro de que uno de los objetos de sus cola de escombros tenga hasta 30 km de diámetro. Una colisión con un fragmento cometario de esas dimensiones supondría, como mínimo, el final de la civilización tal cual la conocemos y quizá, incluso, el final de toda la vida humana en el planeta. Sus consecuencias serían varios órdenes de magnitud más devastadoras que los impactos del Dryas Reciente de hace 12.800 años, que nos dejaron como una especie con amnesia, obligada a comenzar de nuevo, como niños sin recuerdos de lo que fue antes. O casi sin memoria. Porque da la impresión de que en nuestros comienzos tuvimos la guía, el liderazgo, las enseñanzas y la gran sabiduría de «los sabios», «los brillantes» —esos «magos de los dioses»— que habían sobrevivido a la época antediluviana y cuya misión era asegurarse de que no todo se hubiera perdido. No tiene sentido que se tomaran tantas molestias para deletrear la época de 10500 a. C. en Guiza solo para decir: «Estuvimos aquí». Sugiero que la ciencia de su civilización era lo bastante avanzada como para que comprendieran exactamente lo que había sucedido y predecir cuándo volvería a suceder de nuevo. Creo, en resumidas cuentas, que su propósito puede haber sido enviarnos un mensaje.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 336


Cuando recordamos que de la piedra negra de la Kaaba, en La Meca, se dice que es un meteorito, resulta interesante que en la Antigüedad Baalbek fuera el hogar de un famoso oráculo (supuestamente, el emperador romano Trajano lo tenía en gran consideración) y que era «una piedra negra la que respondía preguntas».

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 366


Mirando a los tres gigantescos bloques del trilito, cuyas bases se encuentran a más de 6 metros de altura sobre el suelo en el muro occidental de Baalbek, puedo comprender por qué se creía que fueron obra de demonios o gigantes. De hecho, hay algo sobrenatural —algo que parece imposible— en ellos. Su longitud es, respectivamente, de 19,60 metros, 19,30 metros y 19,10 metros, y todos tienen 4,34 metros de alto por 3,65 metros de ancho. Están colocados en su lugar con tanta precisión que resulta imposible insertar entre las juntas una cuchilla de afeitar. ¡«Inimaginable» es lo único que puedo decir!

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 397




Tanto a Adam como Ragette, y otros que quieren asegurarnos lo ordinario y nada misterioso que es el logro del trilito, les gusta prologar sus trabajos con referencias a grandes megalitos que fueron movidos utilizando tecnología conocida en tiempos históricos. Por ejemplo, un obelisco egipcio de 25 metros de altura, con un peso de 320 toneladas, fue llevado a Roma en el siglo I d. C. por el emperador Calígula. Transportarlo desde Egipto, cruzando el Mediterráneo en un barco especialmente construido fue, en sí mismo, un increíble logro de ingeniería, logística y movimiento de grandes pesos. Mucho después —en el siglo XVI— este mismo obelisco fue trasladado desde donde estaba desde la época de Calígula y erigido de nuevo en la plaza de San Pedro por orden del papa Sixto V. Del mismo modo, en Rusia, a finales del siglo XVIII la «piedra del rayo», un bloque de granito de 1.250 toneladas que sirve de base a una estatua ecuestre de Pedro el Grande que todavía se yergue en la ciudad de San Petersburgo, fue trasladado 7 kilómetros por tierra a lo largo de una pista especial de esferas de bronce. Pero, ojo, una cosa es arrastrar un megalito descomunal en línea recta sobre un soporte de bolas de bronce, o erigir uno en medio del inmenso espacio vacío de una plaza, y otra muy diferente colocar una serie de esos megalitos en un muro que parece el juego de Lego de un gigante. Aun así... aceptemos que puede hacerse, que cosas similares se han hecho y que, por supuesto —la evidencia está ante nuestros ojos—, se hizo en Baalbek. La única pregunta que importa, por lo tanto, es si fueron los romanos quienes lo hicieron o si ellos y las culturas que los precedieron allí, y se remontan a 10.000 años o más, encontraron el muro megalítico en forma de U ya en su lugar y colocaron sus propias estructuras dentro de su abrazo. Esto último es lo que me parece a mí.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 399


Las ideas puestas en circulación hace décadas por los entusiastas de los «astronautas en la Antigüedad», sobre todo Zecharia Sitchin en su libro La escalera al cielo, publicado en 1980 (y en otros volúmenes posteriores de su serie Crónicas de la Tierra), no pueden ser ciertas. Sea lo que sea Baalbek, sean los que sean los motivos por los que se utilizaron aquí megalitos de 800 toneladas y más y sea quien sea el que colocó estos megalitos en su sitio, definitivamente no lo hicieron para crear «un lugar de aterrizaje para las aeronaves de los dioses». La afirmación de Sitchin de que la plataforma elevada de Baalbek estaba «prevista para soportar pesos extremadamente grandes» y que el gran peso en cuestión era un «cámara voladora similar a un cohete», solo pudo haberla realizado alguien que no tiene ni idea del aspecto y disposición reales del Baalbek y solo puede creérsela alguien sin conocimiento directo del lugar. Los gigantescos bloques megalíticos del trilito que parecen haber convencido a Sitchin de que toda la plataforma de Baalbek es megalítica resultan al completo ser parte del muro en forma de U que abraza el podio 1 (de dimensiones modestas). Y si bien un extraterrestre puede aterrizar sin problema su nave espacial incluso sobre un podio tan modesto (siempre que no haya otras estructuras allí), ciertamente, no querría aterrizar encima del muro. Es lógico, por tanto, que utilizar el carácter megalítico del muro en forma de U para afirmar que un podio —al que ni siquiera está conectado, y al que no ofrece apoyo— era una «plataforma de aterrizaje», diseñada para soportar pesos extremadamente elevados, donde «todos los aterrizajes y despegues de la lanzadera tenían que tener lugar», es ignorancia o falsedad, o bien ambas cosas. Además, incluso en el supuesto de que el complejo de Baalbek fuera megalítico —lo que en modo alguno es el caso— debemos preguntarnos por qué extraterrestres tecnológicamente avanzados, capaces de cruzar el sistema solar en sus naves espaciales, necesitarían de una plataforma semejante para aterrizar. Si podían ir saltando de planeta en planeta, como Sitchin nos pide que creamos, ¿acaso su ciencia no les habría permitido construir algo de una tecnología más avanzada y más adecuado para tal propósito? En resumen, ¿no resulta evidente que Sitchin solo cogió la tecnología de la NASA de 1970 como su modelo y la proyectó en sus imaginarios astronautas antiguos?

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 402




La cantera está dividida en dos partes por una carretera, y en la parte que te encuentras según llegas desde los templos se halla la famosa «piedra de la mujer embarazada», conocida también como la «piedra del sur», que lleva decorando las postales de Baalbek cien años y era conocida de viajeros como David Urquhart desde mucho antes. Mide 21,50 metros de longitud, 4,20 metros de altura y 4,30 metros de anchura. Pesa 970 toneladas. Del otro lado de la carretera un segundo megalito más grande, que yacía desde tiempo inmemorial sin ser descubierto, fue excavado en la década de 1990. Mide 20,5 metros de largo, 4,56 de ancho y 4,5 de alto; su peso se ha calculado en 1.242 toneladas. Pero el megalito descubierto en junio de 2014 tiene una masa incluso mayor que los anteriores, pues con 19,60 metros de largo, 6 metros de ancho y 5,5 metros de alto se estima que pesa 1.650 toneladas…
Paso varias horas visitando estos bloques extraños y como de otro mundo. Me siento como si estuviera haciendo montañismo. La escala es tan inmensa, y de algún modo tan «alienígena», que me entra una especie de alejamiento de la realidad diaria y pierdo toda noción del tiempo. Me doy cuenta de que la piedra de la mujer embarazada parece haber sido cortada en la base, donde sale de la roca con un tajo limpio y recto. ¿Cómo se hizo? No importa dónde me ponga —arriba, debajo, al lado— quedo empequeñecido por este monstruoso producto de mentes antiguas que no se pueden conocer. La idea misma de que alguien, en una época remota, pudiera concebir esto, cortarlo, darle forma por entero y luego, al final, limitarse a dejarlo ahí, abandonado, olvidado, me resulta incomprensible. Cuando más lo estudio, más detalles observo de la precisión del trabajo, la escala de la empresa y las ganas e imaginación que se pusieron en su creación, y más convencido quedo de que tanto él como sus compañeros de la cantera, el trilito y los demás megalitos de Baalbek, no son obra de los romanos.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 404-405


Somos una especie con amnesia. Los devastadores impactos de cometa que pusieron en marcha el Dryas Reciente hace 12.800 años y causaron dos episodios de inundaciones mundiales, uno al principio y otro al final del Dryas Reciente, nos hicieron olvidar mucho. La recuperación de la memoria a partir de los fragmentos que restan es logísticamente complicada y psicológicamente dolorosa... como demuestran la complejidades y décadas de disputas en torno a Baalbek. Pero los mensajes todavía nos alcanzan desde el profundo y distante pasado en las palabras de los sabios, en los hechos de los magos y en los poderosos monumentos que nos dejaron detrás para despertarnos en el momento del Gran Retorno.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 413


… parece razonable suponer que nos hemos tropezado con las trazas de un proyecto, puesto en marcha por los supervivientes de una cataclísmica inundación mundial, para conseguir «la resurrección del antiguo mundo de los dioses». Dondequiera que el proyecto echaba raíces, me parece a mí, su esencia era una tradición, pasada de generación en generación por maestros iniciados y, de este modo, capaz en teoría de ser implementada en cualquier lugar, y época, cuando el momento era el adecuado.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 484


Emisarios

Tras esta breve excursión por los cimientos del culto a los nefilim de Sitchin, regresemos a los vigilantes y a quiénes y qué pudieran haber sido. La condena que de ellos hace Enoc por «fornicar» con mujeres humanas encuentra su contrapartida en el Génesis, donde, si bien no se los nombra, son claramente «los hijos de Dios» que «vieron que las hijas de los hombres eran bellas; y tomaron como esposas a todas las que escogieron». La historia de lo que sucedió después solo se conserva en Enoc, donde se nos lleva a entender que los vigilantes: Enseñaron todo lo que de perverso había en la Tierra y revelaron los secretos eternos que estaban preservados en el cielo, los cuales los hombres se esforzaban por aprender. Si ahora nos fijamos en otra de las Escrituras no canónicas, el Libro de los Jubileos, que supuestamente es una revelación dada por Dios a Moisés, volvemos a encontrarnos con los vigilantes, esta vez en un contexto que nos retrotrae a los sabios de Harrán. Según el historiador islámico Al-Masudi y el cronista cristiano Gregorio Bar Hebreo, en origen Harrán fue fundada por Cainán, el bisnieto de Noé. Por lo tanto, por definición, si bien muy temprana, Harrán es una ciudad posdiluviana. Cainán (a veces escrito Qenan, Kainan o Keinán) era hijo de Arpaxad: Y el hijo creció, y su padre le enseñó la escritura, y fue por sí solo a buscar un lugar donde pudiera apoderarse por sí solo de una ciudad. Y encontró un escrito, que generaciones anteriores había grabado en una roca, y leyó lo que estaba escrito allí, y lo transcribió y pecó al poseerlo, pues contenía las enseñanzas de los vigilantes, conforme a las cuales solían observar los augurios del Sol, la Luna y las estrellas en todos los signos del cielo. Aquí tenemos, por tanto, el origen de la adoración de estrellas de los sabios, que se remonta a los misteriosos vigilantes —quienesquiera que fueran, lo que quiera que fueran—, asentados en Oriente Próximo en época antediluviana, enseñaron a nuestros antepasados conocimientos prohibidos, quebrantaron algún mandamiento fundamental al aparearse con mujeres humanas y, como resultado, fueron recordados como los responsables del gran cataclismo global que fue el diluvio. ¿Fueron estos vigilantes los emisarios de una civilización perdida de la Edad del Hielo? ¿Quizá una civilización tan avanzada con respecto a los cazadores-recolectores del Paleolítico Superior, que representaban la mayoría de la población del mundo en esa época, como lo está hoy nuestra civilización de las tribus aisladas de la selva del Amazonas? Evidentemente, cuando digo «adelantada» no me refiero a valores morales o espirituales, sino solo a tecnología, técnica y conocimientos. Dado que en el siglo XXI siguen existiendo semejantes discrepancias, en principio no veo motivo para que no hayan existido en la remota época anterior al gran cataclismo del Dryas Reciente, situado entre el 10800 y el 9600 a. C. Siguiendo en esta línea de especulación, ¿podría haber habido algún tipo de acercamiento antes de esos cataclismos? ¿Un programa de acercamiento muy cuidadoso, considerado y estructurado para observar, estudiar —en otras palabras, para vigilar— a las poblaciones de cazadores-recolectores, pero sin mezclarse con ellas, ni entrar en los complicados enredos de las relaciones sexuales y familiares con ellos y, sobre todo, sin transferirles ninguna tecnología? Uno se puede imaginar que un grupo actual de antropólogos y científicos enviados para estudiar una tribu amazónica hasta entonces desconocida podría estar condicionado por limitaciones semejantes; pero imaginemos que alguno de ellos no estuviera de acuerdo. Supongamos que algunos de ellos se «volvieron nativos», como solía decirse, en la época del Imperio británico, de los colonos que intimaban demasiado con la población indígena con la que trataban. ¿Quizá fue eso lo que le sucedió a la tropa de 200 «vigilantes» del monte Hermón? ¿En algún momento en torno al 10900 a. C. rompieron con los mandamientos de su propia cultura para «volverse nativos» entre los cazadores-recolectores de Oriente Medio? De algún modo, ¿fueron los primeros encuentros fortuitos con fragmentos de un cometa gigante un siglo después, en el 10800 a. C. —encuentros que devastaron el mundo—, achacados a su relajación moral? Y algunas consideraciones finales. ¿Sobrevivió su civilización, si bien truncada, dañada y reducida, a los rigores del Dryas Reciente y hasta el segundo y fatídico encuentro con la cola de escombros del cometa en el 9600 a. C. que acabó con el «largo invierno fatal», pero también condujo al hundimiento y destrucción de la «tierra de origen de los primigenios»? Ese reino «isla», muy dentro del océano, que presenta tantas sorprendentes similitudes con la Atlántida descrita por Platón. ¿Sucedió entonces que los últimos supervivientes de la antaño avanzada y próspera civilización comenzaron a errar por el mundo en barcos para iniciar su gran plan, cuyo objetivo final, quizá al cabo de miles de años, era resucitar el antiguo mundo de los dioses? ¿Fueron Egipto, Baalbek y Göbekli Tepe algunos de los lugares donde esos «magos de los dioses» eligieron asentarse para poner en marcha su plan; quizá precisamente porque antes de los cataclismos en esas zonas habían habido acercamientos y, por lo tanto, se conocían su potencial y el carácter de sus habitantes? ¿Era Harrán parte de la segunda etapa de este plan, cuando el trabajo en Göbekli Tepe estuvo terminado y la cápsula temporal que allí habían creado estuvo enterrada para ser descubierta en una edad futura? ¿Enterrada en las entrañas de la Tierra como esa «piedra de pórfido blanco que menciona la tradición masónica mencionada anteriormente? ¿O, al igual que el «escrito grabado en la roca» que contenía las enseñanzas de los vigilantes encontrado y transcrito por Cainán cuando se estableció en Harrán, llevando a la ciudad conocimiento de los augurios del Sol y las estrellas y «todos los signos del cielo»? Conocimiento del tipo que, precisamente, sería central para la misteriosa religión estelar de los sabios en milenios venideros...

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 498


En esencia, si mides la altura de la Gran Pirámide y la multiplicas por 43.200 consigues el radio polar de la Tierra, y si mides el perímetro de la Gran Pirámide y lo multiplicas por 43.200 obtienes la circunferencia ecuatorial de la Tierra. El hecho de que 43.200 sea uno de los números de la secuencia precesional identificada por De Santillana y Von Dechen reduce todavía más la posibilidad de una coincidencia y requiere que nos tomemos en serio la propuesta de que estamos viendo parte del legado intelectual de alguna «casi increíble» civilización antepasada que medió la Tierra y observó los cambios en las estrellas con precisión científica mucho antes de que comenzara lo que nosotros consideramos como «historia».

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 504



“El hecho de que los paganos de Harrán, cuando se les exigió que nombraran una escritura, escogieran los Hermetica, demuestra que en el 830 d. C. una colección de textos herméticos era conocida y leída en Siria [...]. De la aparición de nombres como Tat, Asclepio, y Ammón en conjunción con el de Hermes en textos árabes puede inferirse que esos harrianos estaban en posesión de libelli herméticos, en los cuales los pupilos eran así llamados; y entre ellos habría algunos presumiblemente hoy perdidos, así como los que han llegado hasta nosotros. En el siglo XI, lo más probable es que hubiera documentos herméticos conocidos por algunos estudiosos en Harrán en el griego original; pero los Hermetica, probablemente, habían sido traducidos al siríaco mucho antes de esa época, y, sin duda, por lo general eran leídos en siríaco por los harrianos...”

Walter SCOTT
Hermetica, op. cit., pp. 101-102.
Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 531


La arqueología es una disciplina profundamente conservadora y me he encontrado con que los arqueólogos, sin importar dónde estén trabajando, tienen horror a cuestionar nada que sus predecesores y pares ya han anunciado como verdad. Si lo hacen, corren el peligro real de poner en riesgo sus carreras. La consecuencia es que se centran —quizá en gran parte de modo inconsciente— en evidencias y argumentos que no lo echen todo a perder. Puede que exista la posibilidad de algunos retoques en áreas periféricas, algún refinamiento de las ideas ortodoxas; pero Dios no quiera que se descubra algo que pueda minar seriamente el paradigma establecido.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 535


Los megalitos de Sacsayhuamán son el trabajo de madurez de unos maestros de la piedra.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 538

Quienes quiera que fueran los responsables de la fase megalítica de Sacsayhuamán solo pudieron ser unos profesionales de la mayor categoría, con años de experiencia tras ellos y una muy larga tradición de conocimiento al que recurrir. No puedes concebir, planear y construir algo semejante con solo un siglo o dos de pruebas y errores tras de ti, como se supone que fue el caso de los incas.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 538


… entre los paralelos evidentes se encuentran:

• En Göbekli Tepe hay una criatura, esculpida en altorrelieve, identificada por Klaus Schmidt como un depredador con las garras sacadas, hombros poderosos y la cola curvada hacia la parte izquierda del cuerpo. Un animal muy similar se ve en Cutimbo, con las mismas garras sacadas y los mismos hombros poderosos, aunque la cola en vez de estar curvada hacia la izquierda lo está hacia la derecha.
• Tanto en Göbekli Tepe como en Cutimbo aparecen relieves de salamandras y serpientes. En todos los casos, el estilo de la ejecución es muy similar.
• Aproximadamente a la altura de los genitales del llamado «poste tótem» de Göbekli Tepe sobresalen una pequeña cabeza y dos brazos. La cabeza tiene un aspecto enérgico, con cejas prominentes. Los largos dedos de sus manos casi se tocan. La postura es la de un hombre inclinándose hacia abajo sobre la piedra y tocando el tambor. Es también la postura de dos figuras de Cutimbo, que emergen de un gran bloque convexo en una de las torres circulares. Tienen los mismos rasgos enérgicos y cejas prominentes, como la figura del «poste tótem».
• Las dos serpientes del lateral del «poste tótem» poseen unas cabezas especialmente grandes, que las hacen asemejarse a espermatozoides. Lo mismo sucede con la serpiente de la estrecha y oscura entrada al templo de la Luna sobre Cuzco.
• En los relieves de Göbekli Tepe aparecen leones, en los relieves de Cutimbo aparecen pumas y, de nuevo, el modo de representación es similar.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 553


No obstante, las figuras de Tiahuanaco, como los apkallu mesopotámicos, llevan objetos en las manos; no un cono y un cubo, sino, como ha demostrado el arqueólogo y etnobotánico Constantino Manuel Torres, cajas de «rapé» para consumir polvos DMT alucinógenos del Amazonas. Es un recordatorio de que la Amazonia, con su desenfrenada y exuberante vida, no se encuentra muy lejos de aquí, las frías y austeras tierras altas del Altiplano. Cuando buscamos los restos de una civilización perdida que antaño quizá estuviera diseminada por el globo, posiblemente no sea el primer lugar en el cual a uno se le ocurriría mirar; pero estas densas junglas esconden muchas cosas y recientes talas han revelado los restos de ciudades antiguas, megalitos, movimientos de tierra gigantescos y suelos enriquecidos por un misterioso proceso que los mantiene fértiles durante miles de años. Lo que también está claro es que un legado de capacidades científicas de alto nivel, heredadas de algún sitio, fue pasando de generación en generación de chamanes. La creación de una droga psicodélica con DMT —una mezcla, ayahuasca, de dos plantas que por sí solas no son drogas psicodélicas activas oralmente— es un logro farmacológico asombroso cuando recordamos que en el Amazonas existen 150.000 tipos de plantas y árboles diferentes. Del mismo modo, un veneno neurotóxico como el curare, que contiene once ingredientes distintos y produce vapores mortales durante su preparación, no es nada que pueda ser inventado de la noche a la mañana, sino que requiere la aplicación de una ciencia cuidadosamente elaborada.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 557


Según las más antiguas tradiciones de Mesopotamia, la humanidad fue creada en el «ombligo de la tierra», en uzu (carne), sar (vínculo), ki (lugar, tierra). En el Rig veda, el más antiguo escrito de la India, el universo nació y se desarrolló «desde un centro, un punto central». Con unas marcas que Jesús Gamarra de inmediato diría pertenecen al estilo más antiguo de los Andes, el Hanan Pacha, la shetiyah —piedra fundacional— del Templo del Monte en Jerusalén, ahora la «roca» de la Cúpula de la Roca (véase el capítulo 12), es considerada el «centro de la Tierra». De hecho, esta noción de que hay ciertos centros primordiales de creación a partir de los cuales todo lo demás crece es un tema global en la religión y mitología antiguas: El Más Sagrado creó el mundo como un embrión. Del mismo modo en que un embrión crece a partir del ombligo, así Dios comenzó a crear el mundo por el ombligo y desde allí se dispersó en todas direcciones. En el mito griego del diluvio universal, enviado por Zeus para castigar a la humanidad por su maldad, los únicos supervivientes son Decaulión y Pirra. Su arca acaba varada en el monte Parnaso, muy por encima de Delfo, un lugar considerado durante toda la Antigüedad como el «ombligo de la tierra». Del mismo modo en que en Egipto Heliópolis poseía el sagrado Benben, una piedra betilo caída del cielo (véase el capítulo 11), así poseía Delfos un betilo, denominado onfalos, o «piedra ombligo». En la mitología griega era identificado específicamente con la piedra que había sido entregada al monstruoso dios-tiempo Cronos —quién devoró a sus propios hijos— para que se la comiera en lugar del niño Zeus. Cuando Zeus alcanzó la edad adulta, se vengó de Cronos «llevándolo desde el cielo a las profundidades mismas del universo», tras haberlo obligado primero —una imagen que hace pensar en la cola de escombros de un cometa— a vomitar la piedra. «Aterrizó en el centro mismo del mundo, en el santuario de Delfos». Vimos en el último capítulo que el nombre «Cuzco», la ciudad megalítica de los Andes peruanos, significa «el ombligo de la Tierra». A más de 4.000 kilómetros al suroeste, cruzando el océano Pacífico, el nombre antiguo de la isla de Pascua, Te-Pito-O-Te-Henua, también significa «el ombligo de la Tierra»; lo cual, a su vez, tiene afinidades con el antiguo nombre de Tiahuanaco, Taypicala, «la piedra en el centro». De hecho, en el borde de la bahía de La Peruse de la isla de Pascua hay una misteriosa piedra esférica cuidadosamente tallada llamada Te-Pito-Kura —«la piedra ombligo dorado»—, considerada como el ombligo de la propia isla. La tradición cuenta que hubo un tiempo cuando «grandes magos» utilizaban esta piedra para centrar su poder mana —literalmente «brujería»— para hacer que los moai, las famosas estatuas megalíticas de la isla, «caminaran» desde la cantera hasta los lugares donde se iban a situar. Un concepto casi idéntico se conserva entre los aymara de Bolivia, que llevan viviendo junto al lago Titicaca desde tiempos inmemoriales. Ellos afirman que la misteriosa ciudad con sus extraordinarias estatuas megalíticas fue construida con magia en una sola noche y que «las piedras bajaron por su propia voluntad, o al sonido de una trompeta, desde las canteras de la montaña y se colocaron en su sitio en el lugar».

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 565


Quizá el pico de la dorsal del Pacífico Oriental que hoy conocemos como la isla de Pascua no fue utilizado en absoluto como lugar de asentamiento, sino exclusivamente para ceremonias religiosas en las cuales tomaban parte las grandes estatuas monolíticas. Quizá llegaba gente de otros lugares del archipiélago para asistir a esas ceremonias y luego regresaban a sus islas de origen... islas que están hoy bajo el agua.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 569

El sabio del valle de Bada

Es el 28 de mayo de 2014 y me encuentro a miles de kilómetros de la isla de Pascua, en medio del valle de Bada, en Sulawesi Central, en Indonesia, de pie frente a una figura parecida a un moai tallada en sólido basalto y profundamente enterrada en un campo de hierbas. Lo llamativo de la estatua, aparte de su tamaño —la parte visible, que está muy inclinada hacia su izquierda, sobresale más de 4 metros del suelo— es la postura de sus brazos y manos. Están dispuestos de exactamente el mismo modo que las de los moais de la isla de Pascua y también que las figuras de Göbekli Tepe, con los brazos doblados a los costados y las manos sobre el vientre con los dedos casi tocándose. La gran diferencia es que esta figura, conocida localmente como Watu Palindo «El Hombre Sabio», presenta un pene erecto y un par de testículos entre los dedos extendidos. ¿Cuál es la antigüedad del «Hombre sabio»? «Nadie lo sabe —admite Iksam Kailey, conservador del Museo Provincial de Sulawesi Central, que ha tenido la amabilidad de acompañarme en este tramo de un largo viaje de investigación por Indonesia—, la arqueología está en su infancia en nuestra isla». El propio Kailey se inclina a considerar que la estatua, y una docena de otras semejantes del valle de Bada, tienen al menos 4.000 años de antigüedad. Otras estimaciones varían entre 5.000 y menos de 1.000 años, pero ninguna de ellas tiene valor ninguno, porque no se ha realizado, ni puede realizarse, ninguna datación arqueológica definitiva; la intrusión de materiales orgánicos de las diferentes culturas que han vivido y cultivado este valle durante milenios, varias de las cuales han excavado Watu Palindo en busca de tesoros, significa que nunca sabremos la verdad. Artefactos del no muy lejano valle de Besoa han sido fechados por carbono-14 como de hace 2.890 años; pero eso no nos dice nada sobre la edad del Hombre Sabio.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 575
Renacimiento

El año 2030 se encuentra, por supuesto, dentro del marco temporal de peligro indicado por el calendario maya y el pilar 43 de Göbekli Tepe. El asteroide de los dinosaurios de hace 65 millones de años tenía solo 10 kilómetros de diámetro y, sin embargo, desencadenó una tormenta de fuego global que cambió el mundo para siempre. Una colisión con un objeto de 30 kilómetros de diámetro podría significar —cuando menos— el final de la civilización tal cual la conocemos y, quizá, de toda la vida humana sobre el planeta. Sus consecuencias, como se menciona en el capítulo 11, ciertamente serían varios órdenes de magnitud superiores a las de los impactos del Dryas Reciente de hace 12.800 años, que fueron un millar de veces más potentes que la capacidad explosiva combinada de todas las armas nucleares almacenadas hoy en el mundo y que nos convirtieron en una especie con amnesia, obligada a comenzar de nuevo como niños sin memoria de lo que sucedió antes. No obstante, no tiene por qué ser así. Lo primero y principal es que puede suceder que el universo nos perdone. Cruzar ese toro es un poco como atravesar una autopista de seis carriles, a pie, con los ojos vendados. Afortunadamente, se trata de una vía con poco tráfico, de modo que, aunque tienes que cruzar la autopista dos veces al año por lo general no te tropiezas con nada. No obstante, lo que hace que algunos cruces sean más peligrosos que otros es el hecho de que los grandes camiones y otro tráfico pesado tienen tendencia a reunirse en ciertos lugares. En efecto, lo que Clube y Napier han hecho con sus cálculos, trazando hacia atrás las órbitas de objetos conocidos de la «autopista» de las Táuridas, es lanzar un aviso de que ahora, y durante las décadas siguientes, nuestros cruces conllevan un riesgo muy superior de una serie de colisiones con algún «trafico pesado» muy amenazador. Las evidencias de que una serie de colisiones semejantes tuvieron lugar hace entre 12.800 y 11.600 años y de que la causa fue la fragmentación del meteorito gigante que dio lugar a todos los objetos de las Táuridas deben, cuando menos, hacer que nos concentremos en el problema. Ya no estamos tratando con algo que solo sucede a intervalos de muchos miles de millones de años; sino más bien con lo que parece ser un proceso cataclísmico que sigue desarrollándose dentro del marco de nuestro tiempo histórico. Incluso así, no debemos perder la esperanza, ni malgastar un solo momento de nuestras preciosas vidas sumergiéndonos en la tristeza y la sensación de desastre. Si bien estoy convencido de que durante la Edad del Hielo floreció una civilización que dominó ciencias avanzadas que parecían magia a culturas más primitivas, no creo que siguiera nuestro particular camino de desarrollo tecnológico. Este camino tiene muchas consecuencias negativas, pero nos proporciona capacidades de las cuales está claro la civilización perdida carecía; en concreto, la capacidad de intervenir en nuestro entorno cósmico inmediato y desviar o destruir asteroides o cometas que amenacen la supervivencia misma de la humanidad. Lo que se necesitaría es reconocer que, después de todo, somos una única especie, una única gente, una única familia y que, en vez de gastar nuestras energía en feroces enfrentamientos en nombre de «Dios o la patria», o la ideología política, o la pura codicia, ha llegado el momento de que el amor y la armonía desplacen el miedo y el desorden en todos los aspectos de nuestras vidas, de modo que podamos asegurar el futuro humano. Si queremos hacerlo, tenemos que dejar de mirar a nuestro reflejo en el espejo y en cambio aprender a mirar al cosmos; tenemos que prohibir el odio y la sospecha y aprender a compartir nuestros recursos, nuestra inteligencia y nuestros talentos en un gran esfuerzo de redención de la humanidad. En pocas palabras, tendremos que despertar al misterio completo del magnífico regalo de la conciencia y darnos cuenta de que no debemos desperdiciar un momento más. Esta era, también, la promesa del calendario maya: que quienes vivimos hoy nos encontraremos ante el umbral de una nueva era de conciencia humana. Si podemos dar a luz a esa era, con todo lo que implica, entonces impedir que los restantes fragmentos del cometa del Dryas Reciente devasten la Tierra será un juego de niños y en el proceso habremos descubierto, quizá por primera vez en más de 12.000 años, quiénes somos realmente. Es nuestra elección. Siempre lo ha sido. Nada se interpone en nuestro camino, excepto nosotros mismos.

Graham Hancock
Los magos de los dioses, página 625





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