En el mundo épico de los griegos escuchamos hablar acerca de gigantes no solamente en las Argonáuticas, sino también más tarde, en la historia de Ulises, que también luchó contra ellos. Estas figuras tan poderosas son supuestamente el fruto de la unión sexual entre los hombres y los dioses. Tengo buenas razones para creer que estos mismos gigantes fueron responsables de las enormes construcciones megalíticas que intrigan a los arqueólogos, como las de las islas de Malta y Gozo. Allí, las poderosas ruinas de un templo aún portan el nombre «Gigantia»

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 15


Hoy en día intentamos con todas nuestras fuerzas presentar la «imaginación» de los antiguos desde un punto de vista psicológico, utilizando el viejo y usado esquema de fenómenos naturales como el relámpago y el trueno, las estrellas, el silencio y el infinito, las erupciones volcánicas y los terremotos. Pero tal y como demuestra la historia de la exégesis o los comentarios, todo estudioso piensa simplemente en términos de su propia experiencia, condicionado por el tiempo en el que vive. El «espíritu de nuestro tiempo» limita nuestra perspectiva y dictamina lo que es «razonable» o «científico.»

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 39


Yo tengo una ventaja sobre los críticos: conozco sus argumentos, pero ellos no se molestan en conocer los míos.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 40


Cuanto más profundizamos en la historia de la humanidad, más improbable se vuelven los artilugios técnicos como los que son mencionados en las Argonáuticas. Nuestro modelo evolutivo nos lleva a concluir que cuanto más atrás en el tiempo nos vayamos, más simple será el pensamiento humano. ¿O hay alguien que quiera plantear la teoría de que los contadores de estos cuentos de hadas echaron mano de sus tablillas de arcilla en el mismo momento en que se inventaba la primera escritura?

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 48


¿Y qué tipo de historia sería lo suficientemente importante para pasarse años grabándola en arcilla? Solo una que, desde luego, contara historias antiguas, poderosas y por supuesto verdaderas, que debieran ser conservadas para la posteridad. Las mentiras y las invenciones no se escriben en una tablilla de arcilla, y desde luego los sueños tampoco. Y esto es lo que ocurrió. Después de que la humanidad hubiera inventado finalmente la escritura, o por lo menos la hubiera aprendido de los dioses, lo que se escribía eran acuerdos comerciales y más tarde decretos reales o informes de guerras y batallas. Los pocos expertos que eran capaces de escribir no usaron ese poder para recoger estupideces. Las tablillas de arcilla no estaban ahí para inmortalizar la fantasía de ningún soñador. Las únicas cosas que se escribían eran aquellas que de verdad tenían importancia, incluyendo las historias acerca de los dioses, sus armas sobrehumanas y su poder sobrenatural. Tales historias ya existían y no fueron inventadas de repente. No había lugar para la literatura trivial o de evasión en los textos sagrados. No solamente los gobernantes, sino también los sacerdotes, hubieran rechazado esto de plano. Así que, ¿por qué nos encontramos descripciones de la tecnología misteriosa de los dioses entre los escritos más antiguos? ¿Qué hizo de estas cosas algo tan importante como para tener que escribirlas? El Poema de Gilgamesh fue escrito miles de años antes de Cristo, como también lo fueron las historias de los primeros emperadores chinos y sus dragones celestes. En la mayoría de las versiones antiguas de la historia de Gilgamesh, escrita en tablillas de arcilla hace cinco o seis mil años, nos encontramos con el robot Chumbaba, la «torre de los dioses», la «puerta que habla como una persona» y los misiles de los dioses que vuelan tan rápidos como la luz. También nos hablan de un vuelo espacial, ya que Gilgamesh es transportado fuera de la Tierra y describe la vista desde una gran altura.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 50

… no es que los antiguos tenían un problema de cálculo, sino que nosotros sencillamente no queremos darnos cuenta de la realidad de aquellos tiempos.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 54

Nosotros, la gente moderna, según Hesíodo, pertenecemos a la quinta raza, la raza de hierro. Somos una mezcla de «bien y mal» y experimentamos placer y dolor. Pero cuando las cosas degeneren hasta un punto en el que los hijos no se parezcan a sus padres, los anfitriones ya no les den la bienvenida a sus huéspedes y los hermanos ya no se amen entre ellos, entonces nuestra raza también será destruida en el nombre de Zeus.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 58

Para mí está claro que mucha de la información recogida por los cronistas antiguos no procedía de su macabra imaginación, sino que fue realidad en algún momento, incluso si acontecimientos tan espantosos no tuvieran lugar en la época de los poetas e historiadores que escribieron sobre ellos. Y en cualquier caso, si hubieran presenciado esos sucesos de primera mano, no hubieran podido escribir sobre ellos, porque hubieran muerto todos. Los cronistas no fueron testigos directos; escribieron cosas que otros habían visto u oído en algún lugar lejano y que habían contado a sus hijos, quizá tras visitar las tierras quemadas y las ciudades afectadas por la devastación. O quizá algunos supervivientes de los flancos más alejados de la batalla contaran sus terribles experiencias a otros que no se habían visto envueltos. Este tipo de información, transmitida de boca en boca, nunca puede ser exacta. Y mucho menos teniendo en cuenta el hecho de que ninguno de los testigos directos, o más tarde los cronistas, tenían la más remota idea sobre sistemas de armas modernas. ¿Qué otras cosas podrían hacer sino atribuir a deidades sobrenaturales lo que no podían entender? Después de todo, a sus ojos eran «dioses», porque ¿qué otras cosas podían ser si no? También existe una diferencia bastante evidente en toda la literatura antigua entre lo que son fenómenos naturales, y lo que son armas de los dioses.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 62


(El mecanismo de Antiquitera) nos demuestra lo poco que sabemos sobre la sabiduría que los dioses susurraron en los oídos de sus niños mimados. También demuestra el hábito de pensamiento torpe y lento, propio de la mentalidad de rebaño que impera en la sociedad actual. Nos encontramos frente a una máquina de alta tecnología, con ruedas dentadas de más de doscientos cuarenta dientes, y que mide en torno a una centésima de milímetro. Si los diferenciales fueran más grandes, la escala de medición sería imprecisa y errónea.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 90


Los antiguos matemáticos griegos no pueden haber tenido nada que ver con las disposiciones geométricas de los lugares sagrados, porque estos lugares ya eran considerados sagrados milenios antes de que estos matemáticos hubieran nacido. Ni Euclides, ni Platón ni Sócrates tuvieron nada que ver con ello. El conocimiento matemático de los griegos cultos era asombroso, pero nunca dieron las órdenes, ni políticas ni de ningún otro tipo, sobre dónde debían ser construidos estos templos, ya que estos templos estaban en aquel lugar desde hacía mucho tiempo. Así que —y atención, porque llegamos a la pregunta principal—, ¿cómo apareció el claro entramado geométrico por toda Grecia? Los cuentos de hadas comienzan con la frase de «érase una vez…». A mí me gustaría comenzar de forma ligeramente distinta: «Asumamos…» que en algún tiempo distante unos extraterrestres visitaron nuestro planeta. Se trataba de los dioses «ur». Lograron tener hijos: los titanes y los gigantes que habitaron la Tierra. Estos fueron asesinados y se crearon nuevos dioses, como las figuras mitológicas de Apolo, Perseo, Poseidón y Atenea. Estos dividieron la Tierra entre ellos y de nuevo empezaron a producir hijos. La enésima generación de estos dioses todavía era capaz de impresionar a los torpes humanos con sus logros tecnológicos. Poseían armas superiores y sobre todo… ¡podían volar! Es cierto que sus máquinas ya no eran más que monstruos voladores ruidosos y malolientes, pero podían propulsarse por el aire de algún modo, y eso era suficiente para impresionar a sus admirados súbditos. ¡Cualquiera que pueda elevarse en el aire debe ser divino! En cualquier caso, estos cascarones voladores necesitaban combustible, incluso si esto era solamente un poco de aceite, carbón o agua para la máquina de vapor. Sus pilotos sabían exactamente a qué distancia podían volar antes de que necesitaran repostar. Es posible que hubiera diferentes tipos de naves voladoras, para viajes más largos o más cortos (por lo menos esto es lo que se dice sobre los vehículos voladores en la antigua India). Era muy conveniente para los dioses que los seres humanos construyeran lugares sagrados en su honor, ya que en esos lugares podían recoger las «ofrendas», y los «mortales» eran lo suficientemente reverentes como para servir a los «inmortales» en lo que pudieran. Así el mundo entero se convirtió en su Shangri-La. Era bastante lógico que hubiera los mismos intervalos de tiempo entre los lugares sagrados, ya que tras un cierto número de kilómetros los artefactos necesitaban repostar. Y una vez que los grandiosos lugares de ofrendas a los dioses —o quizá deberíamos llamarlos sus estaciones de servicio— estuvieron allí, se quedaron donde estaban. Las familias de los dioses y algunos amigos cercanos también sabían dónde se encontraban estas «estaciones de servicio»: si vuelas desde Delfos en un ángulo X durante 40 millas, llegarás a Y. Vuela durante otras 40 millas en línea recta y llegarás a Z. Nada más fácil. El entramado geométrico surge así de forma muy natural desde sus «puntos de reabastecimiento» o «estaciones de servicio». Y naturalmente, las distancias son todas iguales, ya que se deben aprovisionar cada cierto número de millas. Después de todo, ninguno de los dioses se pierde en el viaje, ningún miembro de la familia debía sufrir ningún daño porque las distancias fueran demasiado grandes y de repente se quedasen sin combustible. Empecé esta sección con una suposición, simplemente eso. No conozco ningún otro supuesto que pueda solucionar el acertijo del entramado geométrico en Grecia de una forma más simple o más elegante. La única condición es que se tiene que aceptar la idea de que «los descendientes de los dioses» realmente estuvieron en la Tierra en una ocasión. Y si se sabe dónde mirar, se pueden encontrar una cantidad de historias que apoyan esta teoría.

Calicles, Gorgias
Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 116





Estamos ya en el tercer milenio, y los dioses se fueron hace mucho tiempo. Pero su legado todavía existe. Ha llegado el momento de buscar estos valiosos mensajes.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 126


Aquellos que no saben nada suelen tender a creérselo todo.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 183

Los dioses eran en realidad astronautas extraterrestres.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 201

¿Dónde se encontraba la Atlántida? Ya en 1954, L. Sprague de Camp presentaba en su libro Lost Continents una lista de cincuenta localizaciones en las que varios investigadores suponían que se había encontrado la Atlántida. La lista incluía el norte de África, Ceilán, Mongolia, Spitsbergen, Cartago, Gades (el antiguo nombre de Cádiz), las montañas del Atlas, Tartessos (España), Sudáfrica, Túnez, Malta, el centro de Francia, el Cáucaso, el Mediterráneo occidental, el Mar del Norte, el Sáhara, Prusia oriental, el mar Báltico, los montes Ahaggar (Argelia), Groenlandia, Irán, América Central, Irak, Crimea, las Indias Occidentales, Bélgica, Holanda, Suecia, Cataluña, las Islas Británicas, el Ártico, un continente en el Pacífico, Australia y el sur de la India. Y, desde 1954, Creta, Bimini, Santorini, las Azores, el extremo sur de Japón y, más recientemente, Troya. Hasta que alguna expedición submarina fotografíe las ruinas de la Atlántida, no tiene mucho sentido seguir especulando acerca de su localización geográfica. Cualquier investigador puede aportar pruebas razonables que respalden que la Atlántida existió en el lugar que él cree. Pero aún no la ha encontrado nadie.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 202


Platón nos asegura que los egipcios guardaban información de tiempos muy remotos en documentos escritos depositados en sus templos y preservados de la destrucción218. Según los registros de los templos, nueve mil años atrás tuvo lugar una guerra entre la Atlántida y el continente. Si añadimos a esta cantidad el tiempo transcurrido desde Platón hasta nuestros días, el resultado viene a ser más o menos de once mil cuatrocientos años. Es curioso, porque el historiador de la Grecia clásica Heródoto menciona cifras similares. Es conocido como «el padre de la historiografía». En el libro segundo de su Historia, Heródoto relata su visita a Tebas (el actual Luxor). Los sacerdotes le mostraron trescientas catorce estatuas, acompañando cada una de ellas de una breve explicación. Estas trescientas catorce estatuas correspondían a once mil trescientos cuarenta años. En el tiempo que precedió a esos once mil trescientos cuarenta años, los dioses habitaban la Tierra, y «desde ese tiempo, no ha vuelto a haber dioses en forma humana en Egipto… Los egipcios están muy seguros de eso porque calculaban y recogían continuamente los periodos de los reyes y los sumos sacerdotes»

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 203


"La razón es la siguiente: las destrucciones ocurridas y las que ocurrirán son numerosas, y de muy diverso tipo. Las mayores de ellas son producidas por el fuego y el agua, y otras menores por causas muy diversas. En la historia que tú también cuentas, mucho tiempo atrás Faetón, el hijo de Helios, se apoderó del carro de su padre, pero incapaz de dominarlo, destruyó amplias franjas de tierra mediante el fuego, muriendo a consecuencia de un rayo de luz. Esto puede sonar como una historia producto de la fantasía, pero en realidad representa la desviación de los cuerpos celestes que evolucionan en torno a la Tierra, así como un cataclismo en la superficie de la Tierra producto de una gran explosión, algo que se repite de forma recurrente entre largos intervalos de tiempo."

Platón
Tomada del libro La odisea de los dioses de Erich von Däniken, página 203


Todo lo que enseñaba Galileo puede ya encontrarse en Platón

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 204

La localización geográfica de la Atlántida aún no ha sido hallada con exactitud, pero todo indica que la Atlántida existió en realidad. Y tanto Platón como los antiguos libros de América Central mencionan una catástrofe planetaria que tuvo lugar en algún lugar hace once mil cuatrocientos años. En aquel tiempo, según Heródoto, los dioses vivían entre los humanos y, como en todas las culturas antiguas, los mayas también esperaban ansiosamente su retorno, como se nos dice en el Libro de Chilam Balam de Tizimin: «Descendieron por la avenida de las estrellas […], hablando el mágico lenguaje de las estrellas en los cielos […]. Sí, su signo es nuestra certeza de que han venido de los cielos […] y cuando desciendan de nuevo de los cielos crearán un nuevo orden entre su creación de tiempo atrás». Hay algo más que me confunde. Platón habla acerca de un metal especial, el oricalco, que única y exclusivamente se podía hallar en la Atlántida. La especial aleación de este oricalco procedía directamente de Poseidón, uno de los hijos de los dioses. El oricalco brillaba como el oro, era muy fino y se parecía extraordinariamente al oro. En las tierras altas de Ecuador, en Sudamérica, se han encontrado láminas metálicas compuestas por una aleación de oro muy extraña, del grosor de una hoja de papel.

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 211

El doctor Gebhardt, del Instituto Max Planck de Stuttgart, me escribió diciéndome: «Las tribus preincaicas eran capaces de llevar a cabo increíbles métodos de fundición, y creaban aleaciones que todavía no se han podido superar. El color externo del objeto no nos dice nada en absoluto acerca del porcentaje de oro que contiene. Y lo mismo se puede decir del peso. Los pueblos preincaicos eran capaces de dar baños de oro de media micra de grosor y que únicamente puede apreciarse por medio del microscopio, con una ampliación de quinientos».

Erich von Däniken
La odisea de los dioses, página 212

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